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DON SANTOS, EL CURANDERO 7
Un mediodía de calor apareció mi hermanita Clara, que según ella me andaba buscando hacía ya bastante tiempo.
__¿Qué haces acá?
__¡Por fin te encontré!! ¿Porqué te fuiste así?
__Tenía que alejarme de todos, aparte acá estoy bárbaro
__No sabes mamá como está…__ en eso apareció don Santos
__¿Y está preciosura quién es?__ preguntó el viejo libidinoso
__Ella…es
__Soy Clara__ dijo risueña y divertida
__¡Oh, encantado! Soy Santos
__El famoso curandero
__¿Famoso?
__Si, he escuchado gente que habla muy bien de usted
__Porque no cambiamos de tema Clara__ dije yo
__¿Y el para ti quién es?__ me preguntó aquella chiquilla endemoniada
__Es una especie de abuelo…__ dije yo para salir del paso
__¡Oh, que lindo abuelito!!__ dijo la picara chiquita de ojos verdes y grandes.
Nos fuimos y nos sentamos cerca de la mesa del comedor. La comida estaba por salir de la cocina.
__¡Hummm, que lindo olor!!¡¡Tengo un hambre!!
__Pues te daremos de comer
__Este es un lindo lugar don, es muy tranquilo
__Puedes quedarte cuanto quieras
__No es necesario…__ dije yo
__Pero ¿qué dices muchacho?__ me reprendió el viejo
__Gracias abuelito, me encanta estar aquí__ dijo Clara y abrazo por el cuello al curandero.
La comida estuvo tranquila. Era un rico guisado, nosotros tomamos un poco de vino y a la chiquilla le dimos a beber agua. Ella estaba muy divertida. Yo estaba muy nervioso. Después de todo aquella brava chica era hermana mía.
__Así que tu eres hermana de este chico
__Sí, el muy tonto se fue de la casa sin avisar
__¿Y tu? ¿Alguien sabe donde estas?
__Sí, claro, saben que estoy buscándolo
__Me parece que mientes__ dije yo
__¡Calla!!!
__¡Vamos, te conozco! Seguro que peleaste con mamá y te largaste de la casa
__Bueno chicos, no peleen, seguramente Clara reflexionará y verá que es lo correcto__ me levante de la mesa y lleve los platos al lavatorio. Clara me ayudaba con los otros utensilios. El viejo fumaba su pipa relajado.
__¡Abuelito!!¿Quieres alguna fruta?
__No, por el momento gracias__ cuando Clara se puso a mi lado le dije
__¿Es cierto que te vas a quedar?
__Creo, pero ¿Qué te preocupa?
__No es lugar para ti
__¿Y eso?__ ella se sonrió y se perdió adonde estaba el viejo fumando su pipa.
__No conocí a mi abuelo__ dijo la chiquilla
__¿A no? Bueno, yo ya ni me acuerdo de los míos__ dijo don Santos
__Pero ahora te tengo a ti ¿No?
__¡Claro preciosa!__ diciendo esto se puso de pie. El viejo estiro sus brazos y bostezo.
__¿Que tienes abuelo, te sientes mal?
__No, no, un poco de sueño, es hora de mi siesta
__¡Ah claro!__ el viejo se perdió en su habitación. Observaba a Clara que se movía por allí, mirando todo. Tocando los retratos que encontraba. A mi eso no me gustaba. De pronto la vi entrando al dormitorio de don Santos.
__¿Te molesto abuelito?
__No, que necesitas
__Nada, solo acostarme un rato__ dicho esto se subió a la cama.
__¡Tu cama es enorme abuelito!
__¿Te gusta?
__¡Claro!!__ ella se movía y movía las sábanas que cubrían al viejo. En un momento el viejo quedó con sus calzoncillos al aire. La chiquilla rozaba con su cuerpito el cuerpo tenso del curandero. En un momento se subió sobre el cuerpo del hombre. El vestidito de la chiquilla subía y bajaba. El viejo se fue poniendo nervioso.
__¡Arre caballito!!!¡¡arrreeeee!!!__ decía ella mientras aplastaba la panza del curandero. Con sus manos pequeñas abrazaba al viejo. Su cabello largo rozaba la cara del hombre que estaba tomando temperatura un poco mas alta a cada segundo. En un momento ella rozó con su cola y notó algo duro. Giró su cuerpito y miro el vergón del viejo que casi se salía de la prenda. Ella lo miro y sin preámbulo lo tomó.
__¡Oh, que duro esta tu juguete!
__¡Ohhhhh!!!¿Qué haces?
__Estoy acariciando tu palo, veo que se ha despertado. Déjame jugar con el__ diciendo así corrió la tela y lo tomo por completo. Su manita se perdía en aquella vara alzada, rígida, rocosa, granitea. Sin poder contenerme entré en la habitación.
__¿Clara que haces?__ pregunté haciéndome el sorprendido
__Jugando con el palo del abuelito. ¿No te gusta?
__Y… sí, sí
__¡Ven y juega con el también…__ esta chiquilla era un demonio. Me acerqué titubeando. El viejo gemía un poco más alto a cada caricia que Clara le daba a su vaina alzada. El calzoncillo del viejo ya no estaba. El par de huevos sostenían aquella enorme pistola. Clara también sobaba las pelotas del viejo. Las apretaba y jugaba con ellas. El viejo ponía los ojos en blanco y suspiraba como caballo.
__Clara para jugar, tienes que quitarte la ropa también
__¡¡¡Sí abuelito, claro!!!__ en un minuto la chica quedó en pelotas. Era tan joven. Tan tierna. Los pechitos apenas estaban apuntando a salir. Su carne era rosada y fragante. Alcancé la verga del viejo. La acaricié. Clara enseguida volvió a tomar aquel garrote. Me fui quitando la ropa.
__¡Tu palo esta parado también! ¡Es tan lindo!__ dijo ella sobándolo cariñosa. Me metí la vergota en la boca y Clara me observó un instante y luego se lanzo ella sobre aquella pijota.
__¡Oh, abuelito!!¡mmmmm!!¿Te gusta?
__¡¡¡Siiiii chiquita, ahhh, sigue, chupa, chupa, ahhhhh!!!__ gruñía el viejo ladino. Nuestras chupadas eran estruendosas. La saliva chorreaba en todas partes. Clara besaba las bolas del curandero. En tanto yo comía la vara, besándola, amasándola. De vez en cuando mi lengua se chocaba con la de aquella serpiente transformada en chiquilla que era mi hermana. El viejo nos acariciaba el pelo casi sentado en la cama, apoyado en el respaldo.
__¿Quieres que monte en tu mástil, abuelito??__preguntó la descarada
__¡Claro, claro, hazlo!!!__ la chica escupió la palma de la mano y masajeó su conchita, que ya estaba lubricada. A horcajadas del viejo, lentamente, se fue sentando en la pijota roja.
__¡¡Uhhh, que apretadita!!__ susurró el viejo
__¡Es que tu la tienes muy grande abuelito, ahhh, clavameeee!!!!__ la muy turrita empezó a cabalgar al curandero que gemía como un asno. Puse mi pija en la boca del viejo que la tragó y jugaba con ella entusiasmado y febril. Clara me la apretaba y me sonreía mientras desarmaba al viejo con su cogida. El viejo atrapaba mis huevos y los tragaba. Jugaba con mis bolas y yo iba calentándome infernalmente descontrolado. Con la lengua filosa llegó a mi ojete. Mi aro empezó a ser ensalivado. Lentamente. La saliva pegajosa se metía dentro de mi. La llama seguía inflamándose locamente.
Clara sacó la vergota de su conchita, bajo hasta el mástil y se lo metió en la boca.
__¡¡Me das la leche abuelito anda, dámela, dame tu lechita!!!__ decía esto en tanto chupaba fuertemente la verga del viejo que estallaría en cualquier momento. Mientras el hombre hundía su lengua en mi anillo. Lo penetraba dulcemente. Mi cuerpo se tensaba. Ardiendo. El curandero llegaba a mis bolas. Las lamía. Las besaba. Yo me sacudía como endemoniado. Mis bolas eran como caramelo para aquel hombre. Con uno de sus dedos entró en mi cavidad. Lo deje hacer. Resoplé. Me regocijé con aquel dedo clavado en mi. Me moví. Giré mis caderas. Me entraron dos dedos en un momento. Aullé de placer. Mi pija largaba leche sin casi ser tocada. Me sentí una nena muy puta, muy caliente. Clara abría la boca para recibir toda la descarga del viejo. Sus mejillas fueron regadas y salpicadas por aquel líquido precioso. La chiquilla golosa lamía por todas partes. Totalmente excitada y caliente. Tan caliente como yo. Me acerqué a ella y le chupé las mejillas. Nos encontramos con nuestras lenguas y así estuvimos unos momentos. Ella con el garrote del viejo agarrado firmemente y yo besando y lamiendo su carita de nena. El viejo en tanto se reponía seguía clavando sus garras dentro de mi. Estaba abierto completamente. Muy caliente. Acercándome al viejo lo bese en la boca. Quedamos abrazados de costado. De un lado Clara, del otro yo y en medio el hombre que nos hacía gozar indefinidamente.
La espada del curandero se levanta intermitentemente. Llegamos a ella con nuestras bocas. La besamos y lamimos, acariciándola. La poronga se movía indistintamente y tomaba forma. Clara le besaba la cabezota que brillaba. Yo me estaba dedicando al tronco y a las bolas. El viejo tenía agarrada mis nalgas con una mano y buscaba mi anillo. Penetrándolo. Acariciándolo. Lo mismo hacía con la otra mano en el culito de Clara. Ella gemía y mamaba.
La vergota se endureció al fin. El curandero se incorporó. Busco la carita de la chiquilla y con la lengua abrió el camino entre los dientes. Yo me apoderé totalmente de la vergota. Me la metí en la boca. La tragué armoniosamente. La masajeaba palpándola. Los dedos del viejo por fin salieron. Me colocó en cuatro patas en el suelo. Levanté la cola apuntando bien arriba. El me beso las nalgas. Hundió su lengua en mi culo. Clara fue en su ayuda y la lengua de la chiquilla también acarició mi ojete ya deseoso de una buena pijota.
El viejo apoyó la cabeza en la entrada. La paseo por allí haciéndome desear un poco más.
__¡Oh, cógeme de una vez, ya no aguanto!!
__¡¡¡Dásela, abuelito, dásela, la está deseando!!!__ decía casi a los gritos Clara. La vergota fue entrando. Despacio. El hombre no empujaba mucho. Solo lo justo. Yo la iba sintiendo en mis entrañas. Me aflojaba y me abría un poco más a cada embestida. Clara se acercaba a mi cara y me lamía los labios y luego me abría la boca y los besos nos unieron, mientras el viejo me cogía de manera rápida, veloz, sanguínea. El hombre se aferraba a mis caderas y me sacudía, golpeando sus bolas, en mis nalgas carnosas. La salvaje criatura se metió debajo de mi y manoteó mi verga que estaba endureciéndose. Su boquita la tragó y buscaba ordeñarme sin descanso.
Don Santos me taladraba sin respiro. Aceleraba las embestidas y luego entraba en calma. Yo sabía que haría durar lo mas que pudiera aquella cogida. Su pistón iba y venía dentro de mi. Me tumbó de costado. Así entonces Clara se prendió a mi pija y yo pude alcanzar su cuevita húmeda y recorrer sus pliegues con mi lengua. Ella gemía y yo llegaba a su anillo. Lo besaba. La acariciaba con la lengua. Daba vueltas rodeándolo. Chupándolo. Besándolo tiernamente. Para que ella tuviera tantos orgasmos como pudiera. El curandero dentro mío, se detenía. Jugaba con su porongo, movía despacio el pistolón, unos momentos, daba unos pequeños movimientos circulares que a mi me encantaban y volvía a atacar mi culo sin remedio.
Fui largando mi leche en la boca de Clara que comía sin respirar. Una vez que me vacíe, ella seguía tragando y tragando.
__¡¡Cuanta leche me has dado!!!__ comento ella en forma risueña.
__¡¡¡Ohhh, esto es genial!!__ dije yo mientras el viejo seguía perforándome sin descanso. Sentía su resoplar en mi espalda. El hombre de vez en cuando me mordía la oreja. Clara chupaba mis pelotas. En un rato se mueve y se coloca detrás del viejo. Con su lengüita latente perfora el aro del hombre que gime mucho mas fuerte. Se mueve fuerte. Se retuerce mas fuerte. Se sacude de forma potente mientras me llena la cola de su líquido seminal que chorrea por todos lados. Quedo quieto un tiempo mientras siento como cae la leche por el borde del anillo que se va desajustando a la semi dormida pijota del viejo, que ahora se está besando con Clara que hunde sus deditos en el agujero de don Santos que gime. Quedamos tirados buscando un respiro. Estábamos al borde del desmayo. Casi dormidos. Se escucho un grito lejano. Paramos las orejas. Lo volvimos a oír. Me incorporé y me acerqué a la ventana. Abrí los ojos de sorpresa. Era el gaucho Felipe Troncoso. Corrí y me envolví rápido en un toallón. Abrí la puerta. El no se sorprendió.
__¡Buenas mocito!, ¿Como anda usted?
__Bien bien Felipe
__¿Y el curandero?
__Pase, pase…
__¿Estaba divirtiéndose o me parece?
__Venga sígame__ dije y tire la prenda a un costado.
__¡Que lindas ancas mocito!__ comentó pícaro el gaucho. Cuando entró a la habitación ya el gaucho Felipe estaba alzado al máximo.
__¡Buenas, pero que linda vista!__ diciendo esto se quitó de un momento a otro la ropa. La tranca grande saltó a la vista. Clara fue hacia allí
__¡Mmmm, chiquilla, que linda boca tienes!!__ la muy perra se prendió a la herramienta. Trataba de deglutirla. Acariciaba las bolas del gaucho que estaba parado de pie, mostrando su cuerpo bien conservado aún. El viejo y yo mirábamos como Clara mamaba aquella poronga. Felipe tragaba saliva y vociferaba improperios. Se agarraba la verga y tomaba a la chiquita por la nuca y hundía su venoso garrote hasta el fondo. En un momento Felipe grito.
__¡Necesito un culo de macho!¡Ven Santos, quiero chupar tu culo!!__ el viejo se acercó. Se besaron de pie. El curandero acariciaba la tremenda pijota de Felipe que estaba dura como roca. Por fin el viejo se agachó. Felipe abrió las nalgas. Entró allí. Su lengua se hundió en el anillo. Los gemidos del viejo curandero empezaron a hacerse escuchar.
__¡El abuelito esta gozando como loco!!__ comentó Clara, mientras acariciaba su conchita y con su otra mano jugaba con mis pelotas. Felipe salió del chorreante ano. Apoyo la cabezota de su miembro en la entrada y fue empujando. El curandero empezó a hamacarse inquieto. Refregando esa pijota en su interior penetrado y abierto. Las bolas del gaucho golpearon las nalgas del hombre. Felipe moría el cuello del curandero y apretaba con ardor las tetillas del viejo entregado a esa verga en su culo. Felipe lo sacudía. El perno entraba, jugaba, salía y lo volvía a clavar en el ojete de Santos que gemía. Felipe salió y giro al viejo colocándolo de espaldas. Lo enculó de frente. Se besaron entre gemidos. La vergota del gaucho entró hasta el fondo. Bombeando incansable el macho penetraba al viejo que se retorcía de placer. La vergota salía y volvía a entrar. Las pelotas de Felipe chocaban contra el culo férreo del viejo. Los amantes despedían fuego por sus orificios y por sus miembros. Nuevamente Felipe salió del estuche. Se movió sentándose en el sillón enorme. Le hizo una seña al viejo. Este se acercó. Lentamente, mirando a Felipe se fue sentando en su poronga tremenda. El mástil se perdió en la cola abierta del hombre. Santos subía y bajaba. El gaucho se mantenía quieto tiraba la cabeza hacia atrás y profería palabras ininteligibles. El viejo mordía el cuello de Felipe y mordía los labios del gaucho que amenazaba con largar su jugo de un momento a otro. Las manotas de Felipe abrían más y más las nalgas del viejo que apuro los embistes. La descarga fue tremenda. Los gritos mezclados con la leche de Felipe regaron finalmente el ojete caliente del hombre. Una vez que la leche paro, el viejo abrazado al cuello de Felipe apenas se movía, sintiendo como la miel iba resbalando por su túnel. En un instante pensé que se habían quedado dormidos. Con Clara nos mirábamos sin hablar. Solo gozando de la vista y de las caricias que aquella pequeña diabla me profería como haciéndose la tonta. Al rato los hombres se despegaron. El gaucho estaba listo para otro encuentro. El día sería largo. Yo fui a buscar algo de comer y de tomar. Debíamos reponer líquidos.
La luna empezaba a asomarse en aquella casa. Todos seguimos desnudos hasta muy tarde, ya casi no recuerdo todo lo que allí sucedió.-
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