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Los ataques de celos que me invadieron respecto a la relación entre Celia y su hermano se fueron atenuando paulatinamente. Pude darme cuenta que la relación entre ellos era pre-existente a mi aparición y que yo era injusta en apreciarla. Por otro lado un trabajo intenso en mi empresa, no daba lugar a reflexiones muy tortuosas y paulatinamente se fue imponiendo en mí el deseo de vivir intensamente la experiencia en lugar de ahondar en un análisis que pudiera destruirla.
Por otro lado, resultó importante apreciar la forma como vivían esto los otros dos protagonistas ya que la relación no era un asunto que dependiera solamente de mí.
Celia se ha demostrado como una mujer enamorada y debería decir que, al parecer para ella, nuestra relación va más allá del aspecto pasional, que de por sí es intenso entre las dos, sino que además ella dice haber encontrado en mí a la compañera y amiga. Me he dado cuenta que esto representa un peligro para la relación por cuanto a mí me parece más fácil manejar una pasión que un amor, pero no he querido profundizar en eso.
Pero sí, ambas hemos notado, que en la medida que la relación se ahonda entre las dos, mis sentimientos por Julio, que un principio tenían las características típicas del gran amor, se han ido desperfilando notoriamente. Una interpretación fácil a lo que me pasaba, habría sido admitir tranquilamente que mi verdadera condición era la de una clara tendencia lesbiana o, cuando menos, que mi actitud se estaba definiendo con características de bisexualidad.
Sin embargo la realidad me ha demostrado que los hechos van sacando estas apreciaciones del plano de las definiciones semánticas para situarlos en una realidad que las define con mayor simplicidad.
Habíamos conversado con Celia, así como soñando, de la posibilidad de llegar a vivir los tres juntos. Esto se lo insinué yo a Celia en nuestra correspondencia electrónica nocturna y fue una sugerencia que ella recibió con gusto. Sobre ese tópico intercambiamos ardientes mensajes en los cuales le dábamos vuelo a nuestra fantasía inventando variadas situaciones en las cuales la pasión erótica nos envolvía y cada noche la situación nos parecía más atractiva y más posible, puesto que tanto ella como yo éramos mujeres libres y Julio en cierto sentido también lo era puesto que se había separado de su esposa.
Pero había que poner a Julio al corriente de los planes que ambas mujeres habíamos elaborado. Ambas estábamos seguras que él aceptaría puesto que desde el punto de vista de un hombre parecía una situación muy privilegiada para él, pero debo admitir que ninguna de las dos se atrevía a plantearlo.
Lo que sucedía era que Julio ignoraba el grado de intensidad que había alcanzado la relación entre Celia y yo.
Decidimos que Celia viajara hasta mi ciudad para poder conversar esto con tranquilidad. Celia es una prospera comerciante y puede viajar con facilidad sin tener que dar explicaciones a su familia.
El solo hecho de que Celia viniera a reunirse conmigo me puso en un estado de alerta erótico intenso. Había decidido que Celia estaría en mi casa, no le encontraba ningún sentido que ella estuviese en un hotel y que planificáramos nuestros encuentros a hurtadillas. Mis padres sabían que yo tenía una amiga en el país vecino, que era comerciante y que quizás desarrollara algún tipo de operación con nuestra empresa.
Planteadas así las cosas Celia llegó a mi casa al mediodía de un jueves y de inmediato se captó la simpatía de mis padres. Ya he contado que Celia es una mujer hermosa y de una sencillez cautivadora.
El desafío en este encuentro era para mí, más que para ella, poder mantener la verdadera naturaleza de nuestra relación sin que nada pudiera ser captado por mis padres. Sin embargo había algo cautivador y peligrosamente atractivo en este ambiente que yo misma había buscado.
Ver a Celia caminar por mi hogar, compartir mi intimidad diaria, sentarse a mi mesa, era algo muy audaz ya que esta situación, al menos en mi país, habría sido rechazada en forma unánime y casi violenta.
No me sentía mal respecto de mis padres por cuanto el mundo de ellos estaba tan lejano del mío que no podrían jamás tocarse.
Celia estuvo tres días en mi casa y las experiencias que vivimos nos han acercado más que las anteriores. Yo diría que lo que nos ha cautivado es la naturalidad con que asumimos nuestra realidad de amantes. Ver a Celia allí en mi cuarto sentada frente al PC desde el cual yo le escribo todas las noches soñando con su presencia y tenerla ahora allí, al alcance de mis caricias que le prodigué con una pasión renovada, fue algo superior a todo lo imaginado.
Era embriagador tenernos en mi cama y percibir su tibieza real, la presencia de su cuerpo allí donde noche a noche la había soñado, y sus palabras dulces comparando esta realidad con mis descripciones.
Nos hablamos y nos mostramos noches enteras sin privarnos de ningún detalle y sentíamos cada vez más que habíamos construido un mundo nuevo sin destruir ninguno, un mundo que estaba más allá de las obligaciones y rutinas diarias que ambas seguíamos cumpliendo como mujeres modernas.
Casi no dormíamos. Todo era susurros, confesiones, risas apagadas, deseos secretos que se cumplían apenas planteados, exploraciones que tiempo antes a cada una nos habrían parecido prohibidas, pero que ahora estaban permitidas por el deseo de no guardar secreto alguno ni de ocultar ningún rincón del territorio de nuestros cuerpos y llegamos a conocernos tanto que casi no nos dábamos cuenta si estaba la luz encendida o apagada porque el tacto el gusto y el olfato había creado entre nosotras un mundo multisensorial que nos permitía el conocimiento completo.
Me di cuenta, en un análisis inevitable, que no sé si tendrá validez general pero al menos es mi percepción, que la relación con el hombre está transcendida de un dejo de entrega. Yo quería entregarme a Julio y que él me tuviera. Yo quería ser poseída, pertenecerle y por medio de esa entrega, también de algún modo poseerlo a él. Lo que quiero decir es que la relación entre hombre y mujer la entendí como una forma de lucha en que alguno de los dos tenía que ganar para ser felices los dos. Es decir era una relación jerárquica.
En cambio mi relación con Celia ha sido siempre una relación alegre, lo fue desde el comienzo, la percibimos ambas como un hermoso juego, casi inocente y por eso lo podíamos jugar en cualquier parte, era todo participación, todo era de las dos, mi cuerpo y su cuerpo y mis deseos y los suyos casi no había necesidad de manifestarlos, los pensábamos al unísono y era por eso que nuestros orgasmos eran simultáneos, no había necesidad de esperarnos, descargábamos al mismo tiempo y nuestro deseo erótico era como una melodía que interpretábamos juntas.
Es por eso que yo me sentía pecadora al pensar que cuando lo hacíamos con Celia, tenía una felicidad diferente e inmensamente mayor que con Julio y pensaba que aquello era anormal simplemente porque mi cultura me decía que allí debería estar un hombre y no una mujer.
Yo pienso ahora que este hecho es el que hace que muchas mujeres se nieguen a estos placeres o que tengan que amarrar siempre esto a un hombre y cederle a él la iniciativa. Yo pienso que allí se pierde casi todo el encanto de la relación con una mujer, al hacerlo en trío.
Sin embargo gran parte de las conversaciones que tuve con Celia las cuatro noches que pasamos juntas en mi casa trataron sobre las relaciones de ella con su hermano.
Yo encuentro esa relación realmente fascinante porque la encuentro una relación no posesiva. No me importaba como ella se había generado ni cuáles eran los antecedentes, solamente sabía que se había producido sin violencia y estaba transcendida de sentimiento. O sea se querían aparte de desearse y eso me parecía irrepetible en cualquiera otra pareja incluso en la mía con Julio.
Cuando ellos habían hecho el amor esa vez que nos juntamos los tres, yo los miraba más con los ojos del alma que con los de la cara y el pensar que eran hermanos y se estaban amando, con sus cuerpos, producía en mi un goce casi sublime porque me imaginaba que ellos estaban en ese momento traspasando casi todo los límites que la sociedad nos había impuesto y al ver esa relación tan natural y tan llena de alegría me daba cuenta que era imposible reproducir esa situación en otra pareja y que la relación mía con Julio se veía torpe y animal comparada con la de ellos.
Sin embargo esta reflexión duró muy poco en mi cerebro, porque de nuevo la realidad me enseñaría que jamás hay que quitarle al mundo la oportunidad de demostrarnos que nuestros fantasmas son siempre aventados por la luz del día.
Ese domingo hubo un almuerzo familiar en mi casa que yo hice propicia para invitar a mi hermano y su mujer y que al mismo tiempo quería convertir en una especie de despedida para Celia que se marchaba al día siguiente. Hábilmente quería yo crear un ambiente en el cual Celia encajara en mi grupo como una amiga simpática y prudente a la cual fuese imposible poder atribuirle nada parecido a la realidad que estábamos viviendo.
El impacto que Celia produjo en mi hermano Óscar creo que fue notado por todos menos por la propia Celia, que ignorante de los efectos que estaba produciendo, se condujo con una naturalidad que no hacía sino multiplicar su encanto. Por otro lado mi hermano demostraba tener una personalidad casi especialmente diseñada para la conquista, atributo que en realidad yo no le conocía. En todo caso todo transcurrió dentro de los límites normales de una reunión formal en una familia de principios.
Sin embargo, esa noche, en la intimidad del lecho que compartimos con Celia, nuestra caricias y nuestras palabras de dieron dentro de un ambiente peligrosamente cautivante. Ya he dicho que parte de nuestras conversaciones de amantes se daban con relación al hombre que nos había unido, Julio, pero las dos sabíamos, sin decirlo, que la figura masculina de la evocación de Celia esa noche era la mi hermano Óscar. Poco a poco fuimos siendo más explícitas en las referencias al hombre y yo notaba que el cuerpo de Celia respondía con intensidad a ese estímulo y por lo tanto lo use reiteradamente porque en el fondo me gustaba mucho excitarla al máximo para hacerla feliz.
Sin dejar de acariciarnos nos hablamos en susurros, como siempre, inventando situaciones transgresoras de las cuales Óscar era el centro.
Celia voló a su país el lunes en la mañana. Me he comunicado con ella habitualmente por mail en las noches. Todo está normal en mi empresa el trabajo a mi cargo funciona con la eficiencia de siempre, es mi casa mis padres están felices, a Celia le va maravillosamente en sus negocios y Julio me pide que nos juntemos lo más pronto posible porque me extraña. Él está en Nueva York ahora.
La idea que íbamos a discutir de poder vivir junto a Julio, no se volvió a mencionar. Fue simplemente borrada por los hechos Celia a menudo me pregunta por Óscar no ha olvidado nuestras fantasías nocturnas de la cual era el centro. He conversado varias veces con mi hermano y me siento perturbadoramente inquieta. Sin embargo la normalidad de todo el entorno vuelve a tranquilizarme sobre todo al comprobar que todo lo que me pasa es asombrosamente real y cautivante.
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