Como siempre me gusta aclarar en los relatos, llego a mi correo, esta historia para plasmarla en un relato, confiando en mí para que lo escriba.
Hola, me llamo Ana Laura, tengo treinta y cinco años recién cumplidos; trabajo demasiado para poder llevar a cabo el sueño de mi departamento y dejar de alquilar. Soy morocha, pelo rizado, un metro sesenta y dos de estatura. En mis tiempos libres voy a nadar, no digo que estoy fuertísima, pero tengo lo mío. Unas tetas, pequeñas, pero, como me han dicho, gustosas, lo que más llama la atención son mis glúteos, herencia de familia.
Vivo sola hace un tiempo ya, lo que me permitió ciertas libertades. Tengo novio, quien, por lo general, se queda a pasar el fin de semana conmigo. No es la belleza personificada, mide un metro setenta y cinco, algo excedido de peso, un hermoso lunar sobre el lado izquierdo de su labio, pero sobre todo comprensivo y algo que me encanta, sus diecinueve centímetros de pene, que de hecho los usa bien. Muy pero muy bien.
Ya presentados, quiero compartir mi experiencia que comienza en el momento de la propuesta que me hizo; pasar un fin de semana alejado de la ciudad. Un amigo le prestó la casa de fin de semana que tiene en una isla de la localidad de El Tigre. Cosa que acepta sin dudarlo.
Viernes por la tarde tomamos la lancha que oficia de taxi; a los diez minutos arribamos. El lugar parecía sacado de una película, casi paradisiaco, a pocos minutos de la ciudad, una cabaña de troncos muy bien cuidada y amueblada con muy buen gusto… Ingresamos por un sendero arbolado y lleno de follaje, que desembocaba en la entrada.
Al ingresar, prendimos la calefacción (está entrando la temporada invernal), desempacamos los bolsos, preparamos un café para cada uno y nos dispusimos a disfrutar del silencio reinante.
Llegada la noche, en la cocina por preparar la cena con todo dispuesto en la mesada, me encuentro abriendo el envoltorio en que habíamos llevado fiambre, para no cocinar el primer día, cuando siento sus fuertes brazos rodear mi cintura y su cálida boca besar mi cuello (sabe que me enciende eso), acariciando mis tetas, las que se erizaron, como así también los pezones, que intentaban romper la remera que llevaba puesta, mientras que con una mano lo hacía, la otra se acerca a mi entrepierna para acariciar mi vagina, que en este punto ya se encontraba muy mojada.
Bajando lentamente hasta caer al piso el pantalón deportivo que traía puesto, sus manos se posaron en ambos lados de mi tanga para deslizarla también. Con un movimiento de pies, libera mis piernas de las prendas para quedar desnuda en la parte de abajo.
Apoyo ambas manos sobre la salpicadera, poniendo mi culo en pompa para facilitarle el acceso. Siento rozar su miembro por entre las nalgas; con sus manos, las separa suave y dulcemente, arrimando la punta regordeta de su aparato que tan feliz me hace, pasándolo reiteradas. A veces por la humedad de mi vulva palpitante, lo va subiendo hacia mi ano lubricándolo con los fluidos que tomó con su miembro de mi vagina. Cuando comenzó a presionar para introducirlo, lo tomé con la mano y lo bajé hacia la entrada de mi sexo, para que me penetre por la vagina, cosa que hizo con gusto, dándome cuenta por la vehemencia con la que me hizo el amor. En lo que duro en eyacular, me descarga con tres orgasmos impresionantes.
Nos limpiamos con unas servilletas de papel. Ya vestidos nos dispusimos a cenar.
Luego de comer, hicimos una bella sobremesa, la que abriría mi campo en el sexo y experimentaría algo que nunca pensé poder llegar a realizar.
Soy de innovar en materia sexual para no caer en una tediosa rutina, pero el culo no se me pasó nunca por mi cabeza. ¿Temor? ¿Dolor? ¿Es malo hacerlo por ahí? En verdad, sí, lo evalué, pero las dudas siempre rondaron mi cabeza.
Ernesto, es hermoso lo que estamos pasando. Me encantó la sesión de sexo improvisada, pero, perdón por haber truncado lo que pretendías hacer.
No pasa nada, mi amor, estás en tu derecho, al fin y al cabo es el culo tuyo (risas) y quien decide sos vos. Querés que sea solo para salida, está bien, no te voy a forzar.
Es que escuche, tanto de hombres como de mujeres, muchas opiniones negativas.
Te reitero mi vida; eso debe ser decisión tuya, de tus sentimientos, de tus sensaciones.
Gracias amor, que consideres mis deseos.
Es que en ese sentido es todo válido, siempre y cuando estemos ambos de acuerdo en tener la experiencia.
Es que… no es una vía muy tradicional para tener sexo. No está destinado a que sea penetrado.
Lo que no quiere decir que eso no pueda generar placer.
Lo abracé muy tiernamente; le comí la boca con un gran beso, lo que nos llevó otra vez a la pasión y la lujuria del sexo.
Con la delicadeza que lo caracteriza nos despojó de la ropa, quedando piel con piel. Me alzo con la facilidad con que se alza un papel para llevarme a la cama donde me depositó suavemente. Besaba mi cuerpo con tanta dulzura que mi piel se erizaba dándome escalofríos; temblaba de placer; es un artista en el tema de amar. Su lengua recorrió cada centímetro de mi piel; otra vez mi vagina chorreaba jugos del placer que me estaba proporcionando. Besaba mis piernas hasta mis pies, subiendo y bajando. Cada vez que se acercaba a mi pubis, mis piernas cedían, abriéndose para que jugara entre ellas con su experta lengua, hasta que vulneró la barrera, entre la piel erizada y los gemidos de placer. Fue abriendo los labios vaginales de un poco. Siento correr una electricidad por mi cuerpo, avisando un pronto orgasmo; lo que ocurrió al tocar mi clítoris hirviente, con un montón de estrellas en mis ojos, descarga mis jugos en su boca.
Que rico, mi amor, dame más.
Si es todo tuyo.
No habiéndome repuesto del orgasmo aún, se posa sobre mi cuerpo, introduciéndose dentro de él. Sabe cómo complacerme; con solo poner su pene dentro, me produce otro, logrando la continuidad del primero como si hubiera tenido uno solo, interminable. Solo se escuchaba la música de fondo, los ruidos del choque de su miembro contra mi vagina y los gritos que reprimimos en la ciudad por temor a que escuchen los vecinos.
Seguimos en ese frenesí de sexo por un largo rato, yo que soy multiorgásmica, disfrutando orgasmo tras orgasmo y el que tiene control sobre su eyaculación, disfrutando de mi ardiente concha deseosa de sexo y más sexo.
Llego el momento de su descarga seminal, la que por primera vez desde que estamos juntos vino acompañada por gritos y gemidos nunca antes escuchados por mí.
Caímos rendidos en la cama para dormir abrazados, desnudos y sucios, con olor a sexo invadiendo nuestra piel.
Al otro día, nos despertamos con otra sesión de sexo, con el cálido sol entrando por la ventana, que repetimos por la tarde después de almorzar.
Algo rondaba en mi cabeza loca; quería seguir disfrutando de esta experiencia enorme que estábamos experimentando en la soledad de la isla; quería innovar, no me ideaba nada aún, hasta que, no sé si fue el destino o qué casualidad (aunque la casualidad no existe, existe la causalidad).
Mirando dentro del botiquín del baño, encontré vaselina, aceite para bebés, y conservantes. Como tonta no soy, sabía bien para qué estaban allí; el zorro del amigo de mi novio era bastante pillo.
Pero eso me tuvo pensando en todo el resto del día.
Al llegar la noche, después de cenar encontramos unos DVD de películas, que nos propusimos ver. El amigo de Ernesto tiene conectado el aparato reproductor de discos compactos a un cañón que apunta a una pared blanca, donde reproduce la película como si fuera pantalla gigante y un cine en casa para reproducir el sonido.
Nos acostamos a disfrutar de la película, con un vaso de licor cada uno. La cinta comenzó con una mujer exuberante recostada en su cama, solo vestida con ropa interior, leyendo un libro; casi inmediatamente ingresó un muchacho con físico de gimnasio y en calzoncillos. Está demás decir que la película era una XXX, cosa que no sabíamos, pero igualmente nos dispusimos a ver.
Sin ánimo de relatar todas las secuencias, comenzó a realizar todo tipo conocido de sexo oral y vaginal, para luego poner a la chica en posición de perrito para tener sexo anal. La "actriz" lo hizo ver tan fácil y placentero… Disfrutaba a pleno.
Estíro mi mano para agarrar el miembro de Ernesto, que se encontraba erguido y duro como lo es habitualmente. Comenzamos con los juegos anteriores, teniendo los gemidos y la música de la película como fondo.
Ernesto me estaba dando un oral inolvidable, elevándome al quinto cielo.
Me encanta mi vida, sigue así, no pares por favor.
Sí, Ana, me encanta.
Haceme lo que quieras; soy toda tuya.
Le dije con toda la calentura que traía.
Tomo literal lo que le pedí; puso una almohada debajo de mis glúteos para elevar más la vagina y siguió con lo que había comenzado. Cuando sentí que tuve el orgasmo, se desesperó por beber todo mi jugo, e hizo algo que no me lo esperaba: pasó su lengua por mi ano; no me resistí, una electricidad recorrió todo mi cuerpo e hizo que este comenzara a latir.
No sé qué fue, pero le pedí que parara; levantándome de la cama fui al baño y traje lo que había visto. En silencio lo deposité en sus manos y él supo qué hacer.
Acostándome boca abajo, me hizo masajes con el aceite para bebés, deteniéndose en mis glúteos y estimulando el ano con la suavidad de sus manos. Lo circundaba con sus dedos, relajándolo e introducía de a poco la punta de su dedo índice, moviendo el mismo en forma circular. (Debo reconocer que me gustó). Se detuvo a jugar en ese lugar que siempre le había negado.
Cuando me quise dar cuenta, estaba dilatando el esfínter con dos o tres dedos, no sé bien. El placer que estaba sintiendo era tan inmenso, que obnubilaba mis sentidos.
Creo que se dio cuenta de que ya estaba preparado para recibirlo, se colocó el preservativo untándolo con vaselina, y puso en el orificio del ano una buena cantidad también, como por dentro.
Ahora fue él quien se acostó boca arriba, me susurro.
Subí a horcajadas; con tu mano llevá la pija al agujero y comenza a introducirlo vos. Maneja tanto los tiempos como las sensaciones. Si te disgusta o duele, puedes parar y listo, por lo menos lo intentamos.
Hice lo que me dijo; tomé su pene, sentándome encima, relajándome lo más que me salía; dejé descargar mi peso suavemente sobre él. Fue entrando suavemente, hasta el momento sin dolor. Cuando quería empezar el dolor, paraba, lo dejaba acomodar y adaptarse, hasta que en un momento sentí que estaba todo adentro. Miro su cara. Lo veo con los ojos en blanco, la boca abierta del placer, dejando escapar gemidos que me excitaban cada vez más. Comenzó suavemente a subir y bajar, mientras él acompañaba mi actividad con su pelvis, a un ritmo similar, mientras hacía unos movimientos laterales.
Con dos dedos estimulaba el clítoris mientras metía dos de su otra mano dentro de mi vagina. Ya me encontraba extasiada del placer que nos estábamos brindando, hasta que exploté en tremendo orgasmo que hizo temblar todo el cuerpo. Mis piernas no aguantaban más la posición; no paraban de temblar. Al darse cuenta de esto, suavemente me hizo arrodillar en el piso sobre una alfombra, con el cuerpo recargado en el colchón. También se puso de rodillas detrás de mí, abrió los glúteos, puso más lubricante e introdujo nuevamente su duro, largo y horrible miembro dentro de mis entrañas. Lo recibí gustosa y dispuesta a disfrutar de nuevo esto que me había perdido por tanto tiempo. Ahora sus movimientos eran rápidos y duros, pero no molestaban; muy por el contrario, me proporcionaban placer, ese placer que me hizo gritar como desaforada cuando tuve ese orgasmo. anal del que tanto había escuchado. Al escuchar mis gritos, sus movimientos fueron más duros aún; sentí sus testículos golpear en mi vagina, hasta que dio una estocada a fondo para descargar el semen, que lamentablemente quedó atrapado en el látex del preservativo. Me hubiera gustado sentir el calor en mis vísceras. Nunca había experimentado una sensación tan intensa, creo que con esta experiencia, estoy preparado para recibir otra vez su hermoso falo dentro de mi recto.
Fue fantástico, aunque no me dolió, por la suavidad con que lo trabajó, debo reconocer que me quedo ardiendo un poco, pero soportable. Las piernas me seguían temblando; fui hasta el baño, que parecía un Bambi recién nacido. Me reía sola.
Al regresar, Ernesto, había preparado café para ambos, gran detalle.
¿Qué te pareció la experiencia?
La verdad, me encantó; creo que tuvo mucho que ver que la decisión fue mía y lo hiciste con amor y delicadeza.
Gracias Ana, me hiciste feliz, era algo que lo deseaba hace tiempo.
Lo sé y creo que, a partir de hoy, comienza otra nueva etapa en relación a nuestro sexo.
Sí, es así, pero para la próxima habrá sorpresa también; ya dimos el primer paso.
¿Podemos adelantar algo?
Muy poco, pero sí, hay técnicas que se utilizan para hacerlo sin forro para no sufrir ningún peligro de que arruine la sesión.
La verdad, me hubiera gustado sentir tu semen caliente inundando mi recto.
La conversación fue subiendo de tono, tanto por los planos que íbamos programando como las palabras sucias que utilizamos en ese momento (que a veces me encanta escuchar, sabe que me calientan) para terminar haciendo nuevamente el amor en forma casi animal.
En el viaje de regreso recordaba todo lo vivido en esa cabaña: los dos atardeceres con un sol rojizo apagándose al tocar el agua en el horizonte, protegiéndonos del frío, abrazados y un café caliente por medio, con muchas ganas de regresar.
Ya pasaron muchos meses de esa experiencia, y hoy puedo decir que me he hecho adicta al sexo anal, no lo realizamos siempre, pero cada vez que lo hacemos lo disfruto como la primera vez.
Ahora, lo hacemos sin barrera de por medio. El día que tengo las ganas de hacerlo, me hago una ducha anal con un enema, limpiando bien el "receptáculo" para permitir al semen golpear mis entrañas con su calor.
Ernesto me dice que si existe la Venus del bello culo, el mío sería el templo de su devoción.