~~Me considero
una mujer muy juiciosa, pero una noche estando con mi esposo en la
cama. Me entraron unas ganas tremendas de que hiciéramos el
amor, aunque Martín, mi marido, francamente no se encontraba
de ganas esa noche, pero me las arreglé para hacer que las
tuviera en ese momento. Lo primero que hice fue comenzar a desnudarme
frente a él, y con lo ligón que es él, de inmediato
dejó lo que estaba leyendo, para ponerme toda su atención.
Cuando terminé de quitarme la ropa, en lugar de entrar a darme
mi acostumbrada ducha, le pedí a mi esposo, que me diera un
pequeño masaje con aceite de almendras, con la excusa de que
me dolía la parte baja de la espalda. Como de costumbre, comenzó
por decirme que estaba leyendo, pero al ponerle el frasco en sus manos,
no le quedó más remedio que hacer lo que yo le solicitaba.
Apenas comenzó a pasar sus manos embadurnadas en ese suave
aceite, por sobre la piel de mi espalda y nalgas, yo comencé
a moverme de manera insinuante, bajo sus manos. Ya a los pocos segundos,
Martín se quitaba el pantalón del pijama, que es lo
único con lo que duerme. Cuado
terminó de desvestirse, se colocó tras de mí,
sus manos me acariciaban toda la piel de mi espalda y las de mis nalgas
particularmente. Mientras que yo de cuando en cuando gemía,
al sentir la yema de sus dedos rozándome el coño. Martín
es de los que se les puede decir, que es lento pero seguro, para tomar
decisiones como esas. Cuando retiró sus manos de mi cuerpo,
inmediatamente sentí como se comenzaba acomodar sobre el mío.
Su
miembro se fue deslizando suavemente hasta mi vulva, gracias al aceite.
A penas sentí su dureza y calor, abrí ligeramente mis
piernas y terminó de penetrarme divinamente. Ya estando sobre
mi cuerpo, mi marido comenzó a meter y sacar su miembro, en
ese momento sentía ese sabroso calor me llenaba de adentro
hacía fuera. Yo
por mi parte comencé a mover mis nalgas de un lado al otro,
al tiempo que él continuaba. Yo esa noche deseaba algo distinto
y diferente, así que en cierto momento le propuse que cambiáramos
de posición, que él se sentase en la cama y yo me sentaría
sobre sus piernas. Esa
fue algunas de las distintas posiciones, que pusimos en práctica
esa noche. A medida que continuábamos manteniendo nuestras
relaciones, yo deseaba sentirlo más y más dentro de
mí, y en nuestro desenfreno, Martín no se pudo contener
más hasta que se vino dentro de mi coño, yo realmente
lo disfruté todo, pero me quedé como sí algo
me faltase. Mi
marido se dio por bien servido, y se acomodaba para dormir, pero ese
algo que sentía que me faltaba, me movió sin pensarlo
mucho a llevarme su mustió instrumento a mi boca. Aun se podía
sentir algunas gotas de su semen sobre su capullo, y hasta encontré
el sabor de mis propios flujos vaginales. Martín se me quedó
viendo algo sorprendido, de como yo chupaba su verga, por lo general
es él quien toma la iniciativa, pero en esos momentos yo me
encontraba sumamente deseosa de volver a sentir su miembro dentro
de mí. A
los pocos momentos tras estar chupándoselo, noté que
su verga se volvía hinchar, divinamente dentro de mi boca.
Martín se encontraba de lo más relajado, acostado boca
arriba sobre nuestra cama, con las piernas abiertas y con sus manos
puestas bajo su cabeza. Yo seguí chupando su verga por un corto
rato, hasta que pensé que ya era hora de que yo también
disfrutase, por lo que sacándomela de la boca, me comencé
a sentar sobre su verga. Quedé
viéndolo de frente, el nuevamente sentir como su glande, se
introducía entre las entretelas de mi vulva, me hizo disfrutar
de otro divino orgasmo. Al disfrutar de lo que tenía por completo
dentro de mí, comencé a mover mis caderas lentamente,
de adelante para a tras. En el rostro de mi marido se podía
observar, que disfrutaba tanto o más que yo, de lo que estábamos
haciendo. Martín a medida que fui acelerando mis movimientos
colocó sus manos en mi cintura, y me apretaba sabrosamente
contra su cuerpo. En
cierto momento quise probar si cambiando de posición podría
penetrarme más aun, por lo que sin llegar a sacarlo de mi coño,
y no se realmente como comencé a moverme, pero lo hice, hasta
que él quedó del todo a mi espalda. Por lo general,
Martín es de poco hablar cuando estamos haciendo el amor en
la cama, y en cualquier otro sitio o momento. Pero
en esos instantes, me comenzó a decir unas cuantas cosas, la
mayoría de ellas bastante subidas de color, que en lugar de
molestarme, me encantaba escuchárselas decir. Afirmaciones
como; hoy si que tienes el coño caliente Graciela; no hay puta
en el mundo que se mueva como tú; te quiero romper el culo.
A
cada barbaridad de las que me decía, yo respondía como
una loca que si, como si realmente tuviera el deseo de que me dijera
he hiciera todo eso. Al escucharlo pedirme o decirme que me quería
romper el culo, en lugar de asustarme, yo misma saqué su gruesa
y caliente verga de mi coño, y como se encontraba la dirigía
directo con mi temblorosa mano al centro de mis nalgas. Al
sentirla bajo mi cuerpo, sin encomendarme a nadie, comencé
a bajar mis caderas, inicialmente lo hice con fuerza, pero el dolor
me detuvo, Martín mismo me dijo, coño Graciela agárralo
con calma, que me lo decapitas. yo continué sentándome
sobre su verga y sintiendo como el hueco de mi culo se abría
a medida que me penetraba mi marido con su verga. Martín
en esos momentos me agarró con fuerza mi coño, y estrujándomelo
divinamente me hizo alcanzar otro orgasmo. Al tiempo que yo comenzaba
a cabalgar sobre su cuerpo, y sentía como ese infernal dolor
inicial desaparecía del todo, le daba paso a la rica sensación,
de lo que me estaba haciendo. Por
un buen rato disfruté estando sentada sobre su cuerpo, hasta
que Martín sin sacármelo, me hizo cambiar de posición,
quedando los dos acostados de lado, yo dándole la espalda a
él, mientras que con fuerza me sujetaba contra su cuerpo. Yo
a gritos le pedía que me diera más y más, mientras
que Martín me continuaba diciendo, lo puta que me estaba portando.
En
cierto momento mi esposo, me pasó una de sus piernas por encima
quedando por completo sobre mi, yo a medida que me continuaba dando
por el culo, fui recogiendo mis piernas hasta quedar casi en cuatro
patas. Era él en ese instante quien me cabalgaba, y me decía
preguntaba si deseaba tener otra verga introducida dentro de mi coño,
a lo que le respondía que si y le decía que otra dentro
de la boca. Finalmente mi marido y yo volvimos a disfrutar del éxtasis
de alcanzar el clímax. Tras
quedarnos acostados en la cama, en la madrugada me levanté
para asearme, y en ese momento Martín me volvió a decir
que no había puta en el mundo que se moviera como yo. Cuando
terminé de ducharme, al irme a dormir, me sentí algo
avergonzada por las barbaridades que yo misma había dicho.
Me quedé pensando que pensaría mi marido de mí
en esos momentos, pero realmente ya estaba más dormido que
un tronco. A
la mañana siguiente, se despertó alegremente, y como
de costumbre me dio un beso, yo aun pensaba en las cosas que había
dicho y como me había comportado en la cama con mi marido,
pero a él eso pareció no quitarle el sueño en
ningún momento. Ya
en mi trabajo, me dediqué a lo mío, Soy encargada de
ventas, de una línea comercial. Y esa tarde recibí la
noticia que una gran cadena de supermercados a nivel tanto nacional
como internacional, posiblemente entraría en negociaciones
con nosotros, el detalle era que quien lograse ese contrato, prácticamente
se podía retirar y vivir de las ganancias, que por acuerdo
le correspondían al vendedor. Finalmente
concerté una cita con el jefe de compras de esa compañía,
lo que fue el inicio de nuestras negociaciones, hice una presentación
en video y en vivo de todas nuestras líneas de productos, lo
llevé a él y a su grupo de asesores a recorrer nuestra
fabricas, no hubo cosa que no hiciera para lograr el contrato, digo
dentro de las normas éticas y morales. Se firmo el acuerdo
comercial entre las dos empresas, por lo que se propuso una celebración,
nos invitaron a mi marido y a mí, a un agasajo en un famoso
local comercial dedicado a esos menesteres. En
medio de la fiesta, de momento comencé a sentir lo mismo que
la otra noche, y sin decirle nada a mi marido lo tomé de la
mano y me lo llevé hasta una de los cuartos adyacentes que
nos tenían reservados para guardar los instrumentos de los
músicos entre otras cosas. Ya dentro los dos comenzamos a besarnos,
mientras que yo como una loca desesperada prácticamente me
arrancaba la ropa que tenía puesta, hasta que me quedé
del todo desnuda, contraria a mi marido que no se quitó ni
una sola prenda de vestir, lo que me excitaba más todavía,
al ver el contraste entre él y yo. Por un rato los dos continuamos
besándonos, y él tocando todo mi desnudo cuerpo, hasta
que mi marido sacando su miembro, me insinuó que se lo mamase.
Sin detenerme a pensar así lo hice y cuando le estaba chupando
la verga a mi esposo, apareció un joven y .