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Fue mi primera mamada, hace tres años. Yo tenía diecinueve años. Hasta ese día no se lo había hecho a ningún chico.
Mi amiga Clara es una chica muy bonita, como yo. Es de pelo castaño, tiene un cuerpo esbelto y grande, sus pechos son grandes y de pezones gordos. Yo soy rubia natural, como mi madre, mis cejas y mi sexo son de un tono castaño, como el cabello de mi papá. Mi cuerpo es muy bonito, mis pechos son medianos pero firmes y bonitos. Mis ojos son de color azul cielo. Mi cabello es lo que más me gusta de mi, me lo cuido mucho; mi melena rubia a veces me la moldeó. Mi culo es un culazo. Clara es más mandona que yo desde siempre y eso siempre me ha gustado. Cuando íbamos al cole ya éramos amigas, compartíamos todo, nos reíamos de todo y ella mandaba en mi. Me decía y yo hacía, me encantaba que ella llevara la voz cantante. Cuando venía a mi casa mi madre la adoraba, mi madre es de centro Europa y habla poco español, pero Clara hacia por entenderse con ella y se llevaban muy bien.
Un día hace cuatro años: Estando juntas en mi casa, mis padres se fueron de compras. Estabamos sentadas las dos en mi cama viendo mi tele pequeña; ese día hablamos por primera vez entre nosotras de lo que algunas chicas hacían entre ellas, aunque no fueran lesbianas, las dos conocíamos chicas que lo habían probado. Nos reímos nerviosas de hablar nosotras abiertamente de ese tema. Era una cosa que no habíamos hecho nunca. Clara estaba más sarcástica de la cuenta después de la conversación, se fue al baño y tardó un rato y, al volver, me dijo:
—Beatriz, me he lavado el chocho en tu bidé. Beatriz, siempre eres buena conmigo, me gustaría probar eso que hemos hablado, probar que se siente. Beatriz, anda, no te hagas de rogar y se obediente rubita, ¿me lo vas a comer un poquito?
Acto seguido y sin esperar mi respuesta, se bajó los vaqueros y las bragas, luego se los sacó por los pies y dejo la ropa en el suelo. Solo se dejó puesta la camiseta blanca de algodón de manga corta y el sujetador debajo. De pie como estaba junto a la cama, separó la piernas y me mostró su sexo, separando mucho sus piernas, como en plan chula. Me sentí entre intimidada y excitada, pero sobre todo, me sentí obediente en mi interior.
Aún sin haber esperado ella mi respuesta, no dudé, no le puse ninguna objeción, solo me puse de rodillas delante de ella y besé su clitoris, que sobresalía brillante como un berberecho triunfal. Nunca le había hecho eso a otra chica, tampoco lo había deseado, pero, el placer que sentí de saber que se lo comería porque me lo pedía ella; que lo haría porque era lo que Clara queria y lo que casi me había ordenado hacer. Toda esa sensación me hizo excitarme mucho, no por comérselo, sino por hacerlo porque ella casi me lo exsigiera.
En ese momento sentí por primera vez el placer de ser obediente en el sexo, de someterme y desear hacerlo muy bien para que me diera si visto bueno al final. Teníamos dieciocho años las dos.
De rodillas delante de ella, metí mi boca entre sus piernas, besé su clitoris que es fuerte. Despues le di pasadas con la lengua a toda su raja. Su sexo era salado pero limpio. Clara separó tanto las piernas que tuve que agacharme más. Su chocho con vello castaño y sin recortar, me hacía cosquillas en la nariz. Esos pelos rizados que tantas veces había visto al cambiarnos juntas de ropa, ahora estaban dentro de mi boca y rozando mis gruesos labios.
Un mar de sentimientos me recorrió, deseaba que todas nuestras amigas pudieran ver como Clara me había hecho comerle el coño, deseaba que siguiera ella así, sin decir nada, ni gracias ni que que bien lo haces; deseaba que siguiera así de abierta como si fuera mi obligación darle placer, someterme, doblegarse a sus deseos. Le metí la lengua en la raja, estaba muy caliente y húmeda, mi lengua que es muy larga, recorrió su raja de arriba abajo, le lamí bien el agujero del culo metiendo mi cabeza entre sus muslos. Luego le mordí los labios de afuera, mi boca se llenó de su vello rizado, pelos sueltos me picaban en la garganta. Como un manantial, Clara erramó su líquido en mis labios, dentro de mi boca y en mi barbilla. Le temblaban las piernas a Clara mientras le seguía manando su raja; sus líquidos mancharon mi blusa. Con su última contracción, Clara metió sus dedos desde arriba en mis cabellos, me agarró la cabeza y la apretó muy fuerte contra su abundante vello púbico. Después de unos segundos con mi cara aplastada contra se sexo y chocando mi boca con sus labios internos inflamados y abiertos, un chorro de orina se derramó sobre mis labios y sobre mi mentón, en ese momento, ella tiró de mí cabellera retorciendo sus dedos. A un chorro siguió otro más abundante, que me puso perdida, mi blusa y mis pechos estaban empapados y olían a su pis. Me dijo con voz fuerte:
—Beatriz, coge una fregona y limpia el suelo, luego lávate y cámbiate, que feliz me has hecho amiga, mi amiga zorrita.
—Clara, ¿tu me lo vas a comer a mi?
—No, no me apetece Beatriz, no me pone nada comertelo. Anda, trae la fregona no vallan a volver tus padres de pronto.
Después de ese día no lo hicimos más veces, ella no me lo quiso hacer a mi y yo lo respeté, tampoco me volvió a pedir que yo se lo comiera a ella. Pero éramos más amigas que nunca, hablábamos de mil cosas pero no hablamos más de como se lo hice a ella y como ella me tomó en todos los sentidos. Cada vez que Clara se pasaba la mano por los vaqueros en mi presencia, me miraba con mirada altiva y de superioridad, como diciéndome que cuando ella quisiera bebería los líquidos de su sexo y ella me orinaria como una perra que marcara su territorio. Me excitaba saber que ella se sentía mi dueña.
Pasó el tiempo y nos echamos novio (cada una uno, jajaj), mi novio solo pensaba en el sexo, con diecinueve años follaba cada dos días con mi novio, tomaba la píldora porque Luis me pidió correrse dentro de mi. Me encantaba sentir su leche brotando de mi sexo y deslizandose por la parte interna de mis muslos. El no quería mandar en mi, el deseaba que yo tomara las desiciones, pero el no quería ver que yo hubiera deseado que me dirigiera, que no me preguntara mientras follabamos si yo estaba bien…¡no iba a estar bien!, si tenía mi sexo lleno. Le dije que no le chuparia el pene, no quería hacerlo, era como algo que no estaba segura de querer hacerle, el lo aceptó sin volver a preguntarme, si hubiera querido imponer su deseo, seguro que me habría dejado hacer por el y le habría chupado la polla.
Clara se hechó un novio más formal que el mío, se llamaba Joaquín. Era un chico tranquilo y grandullón, un poco desgarbado, pero que caía bien a la gente; menos a mi y a mi novio.
Cuando salíamos los cuatro de paseo, mi novio y el de Clara solo hablaban cosas puntuales y se veía que no se caían bien el uno al otro. Clara y yo recomponiamos las conversaciones para estar a gusto los cuatro. El novio de Clara me trataba con desdén, al ver que su novia mandaba en mi, apenas entablada el ninguna conversación conmigo, como si yo fuera lela, ¡como si yo no estuviera haciendo una carrera universitaria!
Lo que voy a contar paso hace tres años, teniendo yo diecinueve años:
Un día me invitó a tomar cafe Clara cerca de su casa. Me dijo que había roto con Joaquín, poco después de presentarselo a sus padres. Esto decia:
—Beatriz, esta empeñado en que tengamos sexo oral, bueno el ya me lo come a mi, me refiero a chuparsela. No puedo, me da mucho asco chuparle el pene. Pero no quiero perderlo.
—Dile que más adelante, así se le pasará.
—No creo que se le pase. Beatriz, me gustaría que me ayudaras, ¿serás capaz de chuparsela tu por mi?
—¿Pero qué dices Clara?, pero si es muy prepotente conmigo, me sentiría humillada por el; además, yo tampoco he hecho eso nunca.
Me miró a los ojos muy seria y me dijo:
—Beatriz, ¿no le chupas la polla a tu novio?
—No, no he querido chuparsela nunca.
—Valla, Beatriz, ¡que fastidio! Pero algún día tendrás que empezar a hacerlo, ¿verdad?, además, es muy importante para mi; así que, ¡no se te valla a ocurrir intentar hacer que te lo ruegue! Si te pido algo, tu como siempre, lo haces y punto, ¿verdad Beatriz?
—Verdad Clara, si tu lo ves bien no voy yo a querer saber yo más que tu, como tu dices algún día tendré que empezar. Cuando tu me digas se lo hago a Joaquín.
—Gracias Beatriz, no esperaba menos de ti. Lo voy a llamar ahora, tu como si no estuvieras aquí, ¿vale Beatriz?
Lo llamó delante mía y esto es lo que dijo ella que es lo que yo escuché:
—Joaquín, perdona que discutiera contigo, he pensado que es verdad, que los hombres tenéis unas necesidades… si… pero no te la voy a chupar yo, tu tienes esa necesidad, pero yo no puedo… tranquilo, tranquilo, que he buscado una solución. Beatriz, tras contarle nuestra discusión, se ha ofrecido a chuparsela en mi lugar, y además, te la chupara cada vez que tu lo necesites… que es verdad, que no es broma, de hecho ahora mismo va para tu casa, llegará en una hora; se ha puesto su minifalda blanca y su blusa celeste, esas que tanto te gustan a ti. Intenta desahogarte con ella, ella te lo hará muy bien, te lo aseguro. No puedes follartela, solo mamada, una cosa es una cosa y otra es otra, ya sabes que soy muy celosa. Pero una cosa me tienes que prometer, no se puede enterar Luis que te la ha chupado Beatriz, bueno, mejor dicho, no se puede enterar que te la chupara de vez en cuando en mi lugar… perfecto, gracias Joaquín.
Cuando colgó el teléfono me dijo Clara:
—Beatriz, buena amiga, como vives al lado de el, ve a tu casa y ponte la ropa que le he dicho a Joaquín, ponte también tu lencería blanca de encajes y esas medias también blancas con liga que tanto me gustan.
—Vale Clara.
—Beatriz, que no se te olvide hacerlo como el quiera, que se sienta satisfecho.
—No te preocupes Clara, por ti lo haré, y también por ti, lo haré muy bien.
Llamé al piso de Joaquín, me abrió otro compañero de piso (vivia en un piso compartido), al entrar estaban todos en el salón viendo una peli, Joaquín también. Se levantó, me saludó altivo como siempre y se fue para su cuarto, diciéndome a mi:
—Sigeme rubita.
Lo seguí, la minifalda que llevaba era muy llamativa, a los otros compañeros de piso no los conocía de nada, me dio vergüenza.
Ya en su cuarto, sin decirme ni que guapa estas ni nada, Joaquín cerró el cerrillo de la puerta y se sentó en una butaca grande y vieja. Se desabrochó el cinturón y se abrió la cremallera. Llevaba unos calzoncillos blancos de algodón, de esos de viejo, ya ves, teniendo el veinticuatro años. Tiró de sus calzoncillos hacia abajo dejando fuera su pene y sus huevos, su pene estaba flácido pero se veía grande, el pellejo que cubre su glande tenía pelusas blancas de sus calzoncillos, ese pellejo estaba arrugado sobre su miembro. Me miró a los ojos como diciéndome que me quería humillar, solo con el brillo de sus ojos y su expresión. Me sentí muy, muy humillada, yo despreciaba a aquel chico, ¡y sin embargo¡, ¡estaba a punto de comerle la polla!, por Clara.
De pronto una calor y una excitación recorrió mi cuerpo al comprender que estaba muy excitada al saber que me iba a humillar por Clara.
Me puse de rodillas delante de su butaca, no dije nada, solo le di con la punta de mi lengua en el pellejo enrollado en la punta de su polla, con mi lengua le quité las pelusas blancas y por no escupir me las tragué. Su pene empezó a crecer entre mis manos, más y más, era un pene muy grande. No se había duchado el cabrón, su polla olía a pis y a olor intenso de hombre, me dio asco y para aliviar el mal olor, me metí su glande en mi boca muy se lo limpié con mi lengua y con mi saliva. Lo saqué de mi boca y ya olía bien. Su polla era muy gorda, y larga, seria como toda mi cara. Le di con la lengua pasadas de arriba abajo, su pene vibraba, sus venas estaban muy marcadas y su glande, ya limpio, se puso morado. Cogi su polla con las dos manos y, como si fuera un helado, le di muchas pasadas a su glande con mi lengua, alcé su polla y le acaricié el frenillo con la punta de mi lengua. El paseaba fuerte, se oían exclamaciones en la habitación donde estaban todos. Joaquín, preso de la excitación me dijo jadeando:
—Así, si, rubita, meterla entera en la boca.
Me tragué media, ¡la tiene muy gorda!, hice saliva y poco a poco entro algo más. Luego me ayudó Joaquin a tragarla entera cogiendo mi cabeza con las dos manos y apretandola contra el. La sensación de sentir mi garganta expandirse me excito mucho, aquel chico desgarbado me había abierto hasta la garganta.
¡De pronto¡, su polla se tensó dentro de mi boca, mis labios se abrieron más ante aquella dureza extrema, su glande se endureció en mi garganta, mucho…Una bocanada de calor recorrió mi garganta, otra oleada más… el calor lo sentí en mi estómago, se había corrido en mis entrañas el sinvergüenza. Al sacarla le limpié la punta y se la besé.
Después de ese día se la chupaba una vez a la semana, eso duró un tiempo, me llamaba a horas intedpectivas para ganársela, cada vez era más borde conmigo, le excitaba sentir que me humillaba.
Gracias por leerme, besos de Beatriz.