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Cielo Yamile Riveros es ayudado por mayores en su despertar sexual 10

Cuando escuchó como la cochina vieja terminaba de realizar sus necesidades maldiciendo al hombre que se los echó adentro y la otra finalizaba su lavado bucal pues argumentaba que se los habían echado en la boca y le supieron a ostiones descompuestos, la nena reanudaba con sus masturbaciones, en esta ocasión eran dos deditos los que sobaban de manera deliciosa el par de palpitantes labios vaginales, cerrándose este par de inmorales dedos de manera que apretujaban los labios hasta que estos abultaban aún más, justo como el viejo Marce tenía por costumbre apretársela. Un chirrido y un leve escurrimiento de efluvios completamente vaginales se desprendían cada que la nena, en completo estado de calentura y gimiendo entrecortada, apachurraba y aflojaba de manera sugestiva con las yemas de sus dedos su parte más íntima y sagrada.

Estando ya completamente presa de una retorcida calentura, la nena quiso poner a jugar su imaginación, cerraba sus ojitos al tiempo que seguía dándose dedo y eran los contantes remojos a sus labios y ahogado quejidos los que evidenciaban lo rico que se la estaba pasando en sus pensamientos.

La jovencita se imaginaba en una escena con su viejito, besándose. De pronto se veía arrodillada en una situación comprometedora con el viejo tendero dándole ella placer a él con su boquita, situación alimentada por la mamada que escuchó por parte de la vieja, pero, mientras ella seguía en sus orales tareas, poco a poco, la imagen del abarrotero se iba poniendo borrosa, oscura, y a medida que esto sucedía adquiría un grosor corporal muy considerable, en menos de lo que la nena se imaginó, Cielo Riveros  se estaba masturbando con la imagen del viejo desarrapado y limpiaparabrisas que la siguió por unos buenos metros sin dejar de admirarle el culo con total descaro y que hasta en completa impunidad le grabó la retaguardia por unos buenos segundos. Pronto la nena se veía arrodillada ante el bestial ogro con el enorme rabo de este bien prensado entre sus labios.

En su picaresca mente la nena se veía incorporándose mientras el viejo le explicaba lo buena que era para mamar vergas en una conversación llevada a cabo en penumbroso callejón donde no se viera ni un alma con el grueso trabajador de la calle mirándole burlón pero a la vez autoritario con esos ojos enrojecidos por la salacidad, y para aumentar el morbo a la situación la nenita se imaginaba ella vestida con un mini shortcito de mezclilla de esos que usaba para andar en su casa pero que jamás de los jamases usaría en la calle y una blusita que mostrara una muy generosa porción de sus tetas, sin dejar ella de sonreírle y agradecerle al viejo pero a la vez tratando de evadir la mirada del cachondo hombrezote para que este se diera una idea de lo nerviosa, avergonzada pero encantada que la tenía.

Cabe mencionar que en sus morbosos pensamientos impropios de una niña bien como lo era ella, Cielo Riveros  y el sudoroso nunca llegaron a acoplarse, Cielo Riveros  aumentó sus toqueteos cuando imaginaba al viejo empujándola con cuidado, pero con el vigor necesario para que la nena sintiera la fortaleza de un macho tosco, en contra de la sucia pared para proceder desabrocharle el short mientras ella apenada y con sus bracitos escuadrados contra la pared miraría nerviosa hacia ambos lados, y sin bajárselo un solo centímetro el viejo comenzaría a escurrir su sucia y callosa manota dentro del short para moverla como si estuviera embarrándole algo sobre su panocha y después sacarla y llevarse los dedos a su nariz, aspirarlos y chupeteárselos.

Si algo se imaginaba la muchachita era la masculinidad de esa manota representada con una rasposidad sin igual, una aspereza que al momento de hacer contacto con su delicada piel, considerando lo aún más delicada que se encontraba la piel que forraba sus encantos íntimos, elevaba al máximo la calentura de la chiquilla quien casi estaba sintiéndose tocada por semejante jayán. Y es que la nena no sabía cómo describir semejante sensación, pero el sentirse sometida (refiriéndose ella al estar debajo de un hombre tosco como su viejito, o como el señor limpiaparabrisas, los albañiles, o incluso el viejo que se la arrimó en el autobús, en pleno trance de fornicación) la hacía sentirse muy hembrita, muy mujercita, y más cuando su compañero de libídine manifestaba esas escarpadas y ancianas facciones que le daban mucha virilidad.

Así hasta que Cielo Riveros  sentía como esos gruesos dedotes se le volvían a escurrir hasta su intimidad mientras notaba la cara del viejo (la cual grabó con sumo detalle) descomponiéndose en calentura, fue ahí donde la nena, presa de un ataque de contracciones, sintió las tremendas ganas de mearse expulsando una buena cantidad de néctares vaginales los cuales escurrieron hasta el retrete, al mismo tiempo que ella se tapaba su orgásmico y alargado gemido con una de sus manitas temblando del resto de su cuerpecito. La otra de sus manitas se friccionaba velozmente contra sus labios vaginales del mismo modo que dos de sus dedos se metían dentro de su sensible pepita para salir empapados y volverse a frotar contra sus labios.

Después de que su calentura se le pasara y sus pulsaciones regresaran a la normalidad la niña procedía a sacarse el calzón después de haber hecho lo propio con su pantalón y botines quedando desnuda de su cintura para abajo (con excepción de sus tines), esto con la finalidad de pasarle a su prenda íntima un poco de papel sanitario para secarla un poco y poder usarla de nuevo, con el mismo papel comenzaba a limpiarse el exceso de humedad sobre su colorada panocha pero caía en cuenta de que su calzón estaba un tanto húmedo, seguramente lo traía empapado desde el momento de recibir los acosos del viejo del autobús. Menos mal que la nena llevaba un calzón de repuesto por lo que procedía al cambio. Después de vestirse y de verse en el espejo del baño comprobando que sus angelicales facciones habían regresado y de haber limpiado las gotitas de sudor de su frente con un poco de papel sanitario la nena le daba las últimas sacudidas a su calzón recién quitado e impregnado con su esencia íntima y lo guardaba dentro de su pequeño bolso para proceder a salir como si nada hubiera sucedido.

La niña llegaba hasta la pequeña mesita y al no advertir aun a ningún cristiano depositaba los cinco pesos en un plato donde se miraba morralla y abandonaba el lugar cuidadosa de que no hubiera otro viejo por ahí, pues ese día parecía que los habían dejado salir a todos.

Después del bochornoso pero cachondo imprevisto la jovencita, ya limpiecita y seguida por sus instintos de mujer, entraba a la gran plaza comercial de la zona, deambulaba por varios de los locales de artículos y ropa femeninos comparando precios, texturas y marcas, pelando sus ojitos cuando veía sugestivos baby doll, negligés, ligueros y microscópicas tangas de hilo que adornaban a los maniquís que las modelaban, preguntándose ella como era posible que existieran mujeres capaces de ponerse ropa tan atrevida que casi no tapaba nada, si bien ella alguna vez portó una tanga, esta era decente comparada con los hilos que miraba. Pero a la vez, el estar admirando tan sugestivas ropas despertaba en ella una disimilitud sobre el tipo de prendas, especialmente la de las mujeres. Constataba la nena que, para las mujeres, al ser precisamente mujeres, la ropa íntima elaborada para ellas debería de ser más recatada, pero por el contrario, era muchísimo más pequeña y sugestiva que la de los hombres cuando su cuerpo (el de ellas) debería de estar más censurado. Mientras la ropa íntima de los varones era más ancha y más larga, la de ellas era más ceñida, cortita y translúcida, se decía la muchachita al tiempo que estudiaba de cerca y entre manos una tanguita de chiffon, asegurándose que con la transparencia de dicha prenda lo más seguro es que su intimidad se alcanzaría a distinguir a simple vista.

Ya con nacientes advertencias de parte de su estómago por probar comida de a de veras la nena buscaba algo que le amortiguara el apetito, un volován de jamón y un juguito de uva era lo que Cielo Riveros  se almorzaba sentada en unas banquitas con sus piernas cruzadas de sus tobillos, columpiándolas.

Estando en esto la sexualmente activa chiquilla aprovechaba para darle una revisada rápida a su celular, notando, por la hora, que ya se le estaba haciendo un poco tarde. Algunos whatsApps de grupos a los que la habían agregado, uno de Alexis que la invitaba a su casa junto a otros amigos (obviamente el grupo más selecto de la prepa, de esos grupos a los que no cualquier estudiante accede, y al que Cielo Riveros  y Lupita no parecía interesarles mucho en formar parte) y uno del maestro Pepe enviado hace casi ya la media hora.

Si, el vanagloriado catedrático poseía los números de teléfonos de todas las jovencitas que conformaban su modesto equipo de voleibol ya que los había acomodado en un grupo donde se manejaban horarios y todo lo relativo a la disciplina voleibolística, aunque últimamente el maestro Pepe lo utilizaba para subir fotos de él haciendo ejercicio o sacándose selfies en lugares de esparcimiento deportivo, así como un par de fotos de él con deportistas locales de renombre, todo para inculcarles a las nenas la cultura del deporte. Como recompensa el viejo maestro se daba unos buenos ratos en el baño admirando las ricas fotitos que sus niñas ponían como fotos de perfil, muchas de ellas llegándolas a descargar guardándolas en un estimulante compendio.

“Hola Cielo Riveros , muy buenos días, ¿Cómo estás?” Preguntaba el profe en ese mensaje, cortés.

“Hola maestro, buenos días, bien, gracias ¿Y usted?” Respondía Cielo Riveros  educadamente y para ver que se le podía ofrecer a su voluminoso maestro, quizás algo sobre el asunto de ser su “secretaria”.

“Muy bien mi niña, y mejor ahora con lo que me acaba de suceder, se me ha maravillado el día” Parecía que el didacta se la viviera mirando su celular esperando el momento que la nena le respondiera, pues no demoró ni dos segundos en emitir esta respuesta.

“¿Por qué? ¿Qué le pasó?, maestro” Preguntaba la nena.

“Pues porque me estoy mensajeando contigo, mi niña, jajaja”

El maestro era claro, sabía lo que quería, pero dependía mucho de sí la nena le seguía respondiendo. Este mensaje le pareció anormal a la niña viniendo de su maestro, se le figuró a muchos de los mensajes que recibía por parte de alumnos de su escuela y otros que sabrá Dios como conseguían su número, aunque la nena no les respondía pues sabía a lo que iban. Sin embargo con su maestro era diferente, él era un hombre mayor, por lo tanto más centrado y por ser su maestro, respetado, por lo que siguió a la plática.

“Ay ya, ¿Eso que tiene que ver?” Respondía Cielo Riveros , seria, sin arreglos, sin dar pie a falsas expectativas.

“Pues que me estoy mensajeando con la nenita más encantadora, por no decir la más linda, de toda la escuela, no cualquiera tienen ese privilegio” Del otro lado el seboso se mandaba tremenda saboreada, estaba acostado en su cama, casi desnudo, y manipulándose el pájaro (la verga).

“Umm, maestro, ¿Se encuentra bien?” Preguntaba la jovencita, pues se le hacía rara la forma en que su viejo maestro le hablaba, nunca pasaba de “Cielo Riveros ” o “mi niña” para referirse a ella, pero eso de llamarla “la más linda, la más encantadora” la hacía suponer que había algo más.

“Excelente, mi niña, y te quería preguntar también, si tú y yo podríamos seguir mensajeándonos más seguido, ya que vamos a pasar un poco más de tiempo juntos, jejeje, quisiera que entre nosotros se rompiera esa barrera maestro-alumna sin llegar a malinterpretarse, claro está, sabes que te estimo y respeto mucho, quiero que nos empecemos a ver como amigos, a llevar como amigos, como me llevo con mis compañeros y como tú lo haces con los tuyos, eso cuando estemos a solas, ¿Me explico?” Exponía el maestro.

“Ehh, sí, creo que sí, pero no entiendo lo de a solas” Respondía Cielo Riveros  ya que quizás era ella la que malinterpretaba el asunto, recordaba que el viejo se llevaba con sus compañeras maestras más o menos así, nombrándoles por sobrenombres como hermosa, mi amor y demás, con las más jóvenes; y de abrazos y besos con las de más confianza que por lo general eran las de su rango de edad. Era muy cariñoso el viejo Pepe con las mujeres. Un caballero.

“Perfecto mi niña, una cosa, no le digas a nadie que tú y yo nos mensajeamos, que sea entre nosotros, ya vez que en la escuela son bien chismosos y podrían malinterpretar el asunto, tú bien sabes que no sería el primer chisme que se me inventa” Puntualizaba Pepe, respondiendo pero a la vez tratando de evadir eso de lo de “a solas” que no había entendido su alumna.

“Si claro, pierda cuidado” Cielo Riveros  se acomodaba sus cabellitos.

Contestaba la nena, en eso, se le venían a la mente algunas historias que se contaban alrededor de su grueso maestro, que era un viejo pervertido, que espiaba a las niñas en los baños, que habían sorprendido a una maestra practicándole sexo oral en el laboratorio (será que Teo prestó sus instalaciones), que incluso ya un par de niñas le habían hecho favores orales con tal de pasar su materia, muchas de estas teorías sin pruebas que las sostuvieran aparte de que la asignatura de Educación Física no se da para andarla reprobando. Mucha meditación debía de tener Cielo Riveros  si se decidía por aceptar la propuesta de su maestro con sobrepeso. De pronto, otro mensaje la sacaba de sus reflexiones.

“Ok, bueno preciosa, te dejo, que tengas lindo día” Despedía el educador.

“Gracias, igualmente”

“Gracias, niña hermosa, ¿Estarás disponible en la noche? ¿Te podría marcar como a las once y media? Sé que sería un poco tarde pero mañana no vas a la escuela” Preguntaba Pepe, astuto, sabiendo que a esa hora la niña ya se encontraría en su cuarto, sin la presencia de sus padres.

“Ehh… no sé, ¿Para qué?” escribía la colegiala.

“Nada importante, princesa, para platicar un ratito y por si algo se te ofrecía, jaja” galanteaba el pedagogo.

“Pues, no sé, yo le aviso, gracias”

 

“De nada, mi reina, que tengas lindo día, te mando un beso” Terminaba el maestro Pepe, lo había hecho, se había decidido a hacer lo que toda la mañana estuvo estructurando, y había sido rápido y preciso.

-esa es la diferencia, entre un hombre maduro, y un mocoso- sentenciaba el profesor, recostado en su cama, cerrando su aplicación para abrir su galería y buscar una foto de Cielo Riveros  descargada a partir de sus fotos de perfil, repasando morbosamente su oloroso hongo sobre los labios de la chiquilla.

-y ora?- se decía la nena, del otro lado, un poco desconcertada por la inesperada plática con su casi jubilado profesor, al tiempo que habría su bandeja SMS para enviarle un mensaje al viejo Marce, avisándole que llegaría un poco tarde.

Cielo Riveros , después de vagabundear poco más de una hora, llegaba a un gran almacén de ropa y artículos varios que a pesar de ser enorme era apenas una pequeñísima fracción que conformaba esa inmensa plaza que al ser sábado, pasadito de la una, estaba atiborrada de gente. Era un gentío bruto en donde la nena tenía que abrirse paso entre pequeñas hordas con las que se encontraba.

Como la ropa de los locales externos y de “marca” le parecía irracionalmente cara, entró a dicha bodega con la intención de encontrar algo más accesible, llegó a la sección de ropa y rápidamente fue conquistada por uno de los vestidos que se exhibían y que para aumentar la emoción de la niña este marcaba que estaba en descuento.

Un vestido color azul rey con un listón blanco satinado de cinco centímetros que lo atravesaba de la cintura y caía hacia un costado. El escote de esta prenda era de esos que cubren todo el busto pero que carecen de tirantes dejando los hombros y brazos completamente desnudos, la falda del vestido era de vuelo formándosele varias ondulaciones, tipo los tablones de su falda escolar, un cierre en su parte trasera que llegaría hasta la espalda baja, justo donde se le formaban un par de coquetos hoyuelos. La nena, estirando un poco su apetecible cuerpo que no dejaba de ser devorado tanto por jóvenes como por rechonchos padres de familia que misteriosamente rondaban por un área que no era para el mercado masculino, desenganchó el vestido de donde estaba y se lo midió por encima de su admirado cuerpo comprobando que la medida de su falda era corta, pero que todavía estaba dentro de los límites permitidos para ella, este debía de llegarle un poquitito más arriba de medio muslo, pero no sería para lucirlo en la calle a menos portando una lycra debajo; sin embargo, se veía muy estrecho de la cintura, por lo elástica de la tela y lo curvilíneo de su cuerpo peligraba que la prenda se le adhiriera demasiado.

Pero vaya decepción se llevaba la vanidosa mujercita al comprobar que sus recursos económicos, esa pequeña suma sacada de lo que la muchachita ahorraba a partir de lo que sus padres le proporcionaban para la escuela o de lo que su padre le brindaba los domingos, no era suficiente para cubrir el precio de dicha prenda aun considerando la rebaja. La hermosa muchachita lo comprobaba contando recelosamente las moneditas y billetes de su cartera de esas que se doblan en tres partes y a la que le había adaptado un protector para atorar ahí mismo su celular, y es que el haber pasado a comprar otro mandado le había descompletado su monedero. Con su carita triste y estando por regresar la prenda de nuevo a su lugar una juvenil y conocida voz le llamaba:

Pero unos minutos antes de esto…

Un desilusionado Armando quien después de llevarse la decepción de no poder encontrar a su adorada en su casa, regresaba para cumplir uno de sus propósitos que había relegado a segundo término en caso de que si la hubiese encontrado. El niño, después de haber dejado encadenada su bicicleta, entraba precisamente al mismo negocio donde Cielo Riveros  había entrado, ¿Coincidencia o destino? El chiste es que el niño después de ir caminado y cruzando pasillo por pasillo llegaba a uno en donde una hermosa niña llamaba su atención, pasándose un poco de largo se detenía pasos adelante para poner cara de reflexivo y hacerse mentalmente una pregunta ¿Era ella? Pues el joven solo había visto a esa encantadora muchachita de reojo para después caminar los mismos pasos pero ahora en reversa dejaba que la gente despejara un poco el pasillo para notarla entre la multitud y descubrir que sí, su amor platónico estaba ahí, hermosa y radiante midiéndose por encima de su femenino cuerpo un vestido. Mientras la admiraba y más se embelesaba al niño le comenzaron a sudar las manos y su ritmo cardiaco empezó a acelerarse, sus pupilas se dilataron y fue una vocecita interna la que le gritó “pendejo, es tu oportunidad, abórdalaaaaaa”, poco le importaba al joven o quizás no interesaba por ahora debido al desorden mental que le producía estar admirando a su pequeña Diosa el hecho de que si esta niña se supone se iba a juntar con la otra chiquilla para ver películas nada debería de estar haciendo aquí, se decía el jovenzuelo mientras caminaba en dirección a ella, con su corazón casi saliéndosele del pecho y rezando para que la hitleriana figura del padre de Cielo Riveros  no apareciera por ningún lado, lo que lo obligaría a dar la media vuelta y esperar nuevamente, agazapado por ahí.

-eh… ehh… ¿Está muy bonito, verdad?- dijo el joven, una vez llegando hasta donde ella.

La nena volteaba sonrojada alertada por la conocida voz y veía a su compañerito quien gracias a que la nena demoró entre que miraba zapatillas, se masturbaba en un baño y deambulaba por la zona había dado alcance a su venerada sin saber en un principio que ahí se encontrarían, era como si el destino los hubiera llevado allí, ¿Pero qué hacía el niño allí si se supone anduvo intentando encontrarla en su casa?...

-A… Armando ¿Tú, por aquí?- preguntaba la nena.

-ahh… si…, aquí trabajo… jaja- respondía tartamudeando el jovencito rascándose la cabeza y riendo nervioso.

-creía que trabajabas de paquetero- platicaba la nena aun con vestido en manos y con ese acento, timbre y sonido un poco chillón en su voz que tanto enamoraba al chamaco, sonido que demostraba que si bien Cielo Riveros  ya se consideraba toda una mujercita, su voz aun no desarrollaba de forma completa la muda vocal.

-ahh si je, pero ya me salí, se perdió un paquete y me lo querían cobrar, un amigo me dijo que estaban solicitando aquí de medio tiempo, vine, dejé mi solicitud y me acomodaron en el turno de la mañana para que en la tarde pudiera ir a la escuela, ¿Apoco no sabías? Ya voy a cumplir seis meses- explicaba el niño.

Para esto Cielo Riveros  siempre buscaba mirarlo directo a sus ojos, cosa que el nervioso niño evadía ya que Cielo Riveros  no era consciente de los sentimientos que su brillosa mirada de ojitos negros despertaban en él. Muy diferentes eran las sensaciones que se despertaban en Cielo Riveros  al mirar a los ojos a su siempre respetuoso y caballeroso compañerito, aquel que una vez la protegió con su sombrilla de un fuerte aguacero a la salida de clases y no se despegó de ella hasta que llegaron sus padres por ella, aun después de que fue entre ambos que en un juego se habían dado su primer beso, que a aquellos viejos verdes que prácticamente se la comían con la vista. Con Armando ambas vistas se fijaban en los escasos segundos en que estas se encontraban para después la de él perderse en cualquier otro punto que no fuera donde estuviera ella; en cambio, con los viejos, mientras la nena los miraría a sus ojos estos tendrían su mirada perdida en esas generosas y bien nutridas partes de su cuerpo que mantienen un delicioso rebote cuando ella corre, trota o brinca.

-no, perooo… que no necesitas ser mayor de edad para trabajar aquí?- preguntaba la niña dando un resoplido en contra de un mechón de su cabello que se le había ido hacia adelante cuando ella agachó su mirada para comprobar el largo del vestido.

-ahh no, o no sé, no me la pidieron jeje- explicaba el enamorado muchacho quien casi rezumaba corazones desde su cuerpo como sudor de su frente.

-órale, y no te regañan porque estés platicando conmigo?- volvía a preguntar la muchachita ahora llevándose una de sus manitas a su boca, doblándola de sus deditos y entrecortando sus cejas, asustada por poder meter en problemas a su compañero.

-no!, hoy descansé, solo vine… porque hace unos días había visto u… una camisa que me gustó mucho y antes de que me… me la ganen la vengo a comprar- trastabillaba el niño pelando toda su blanca e intacta dentadura, a pesar de no notarse mucho su nerviosismo, en realidad estaba tremendamente nervioso, su corazón latía desatado y un extraño rubor en su aún infantil carita aparecía delatándolo, no sabía explicarse también por qué su boca no dejaba de estirarse reflejando una sonrisa mientras entablaba esta plática con, para él, la niña más bonita que haya tenido oportunidad de conocer.

-ahh que bien, bueno yo ya me voy, me dio gusto saludarte- se despedía Cielo Riveros , Armando notaba que la nena se iba no sin antes depositar el vestido en su lugar, por lo que atinó a decir:

-oye, p… pero, el vestido, no te lo ibas a comprar?- decía el niño ya que hasta había percibido cuando Cielo Riveros  estuvo contando sus ahorros seguramente para hacerse de la prenda, Cielo Riveros  ya unos pasos alejada respondía con una encantadora sonrisa mientras cerraba sus ojitos, hasta chapitas aparecían adornando sus mejillas, ¿o era una ilusión producto de la enamorada mente del niño?

-no, no me alcanza, creo que iré por más dinero- y así la nena acomodándose finamente sus cabellitos, jugando con uno de sus mechones tan largo que le llegaba hasta la cintura y sin darse cuenta de los estados de felicidad que su sola presencia despertaba en Armandito, emprendía su percibido y femenino caminar evadiendo a la gente que se le atravesaba, pero antes de dar la vuelta por otro pasillo y así perdérsele de vista a su admirador secreto, era este quien le daba alcance.

-oye, oye… ¿Por qué?... ¿Cuánto te falta?-

-ahh, ehh, uhh aproximadamente… como treinta y cinco pesos- respondía Cielo Riveros  con inocencia y torciendo tiernamente su boquita, después de hacer mentalmente las sumas correspondientes con los deditos de sus manos.

-e… este… bueno yo… quiero decirte jeje… que si quieres te podría ayudar a acompletarte… y así no tendrías que dar doble vuelta- Armando volvía a ponerse rojo y su sudor facial se acrecentaba.

Y es que estar en presencia de esa niña no era nada sencillo para él, respirar su mismo aire, aspirar un embriagante perfume aroma a fresas, sentir su femenino calorcito irradiando hasta donde él pero sobre todo admirarla tan de cerca con esa ternura e inocencia que ella representaba, con esa elegancia con la que se acomodaba su cabello y con esos ojitos que de repente voltearon a verlo dulcemente para después cerrarse ambos, volverse a abrir y mirarlo de nuevo mientras le sonreía. Era como estar frente a una princesa de alguna de las películas que había visto y sentir que era él el encargado de protegerla, el niño sentía la necesidad de darle un abrazo ahí mismo y no soltarla nunca, todo esto hacía que el niño a duras penas pudiera contener sus ansias por robarle un beso a ese par de coquetos labios que aún sin pintar lucían un color sonrosado que contrastaban muy bonito con la blanquita piel de ella y que se abrían, cerraban y estiraban cada que la niña expresaba sus opiniones.

-nooo, Armando, cómo crees? Je, ayy no, que pena- reía la niña algo apenada y hasta ruborizada al escuchar la propuesta de su compañero de clase, era raro que este niño sin esforzarse y en ocasiones con ayuda de sus torpezas lograra sacarle alguna sonrisa y hasta algún rubor a tan bella jovencita.

-anda, yo… (El niño tragaba un gran cúmulo de saliva el cual se observó bajarle por el gañote) te estaba viendo desde tiene rato y noté… que el vestido te gustó mucho- decía el joven seguido por una mirada de incomprensión en la nena, algo que puso más nervioso al joven ya que pensó que había errado en su enunciado y la nena había malinterpretado la oración.

-no, no, no, no piense mal, no creas que soy un pervertido por estarte observando, lo que pasa es que te veías muy bonita je… que no pude dejar de admirarte (la nena sesgaba sus cejas), o sea no, no te veías, te ves muy bonita jeje (la niña fruncía aún más sus cejas y una sonrisilla aparecía en sus labios)… bueno no, no te veías bonita (Cielo Riveros  se cruzaba de brazos acentuando esas tetas y su botín derecho comenzó a golpetearse contra el piso)… que diga… ahh, ya mejor no digo nada-

-jajajaja, eres raro, actúas raro, y mira, estás sudando- respondía la señorita y era ella misma quien con uno de sus pulgares quitaba el sudor que se había alojado en esa parte donde aún no le crecía bigote a su compañero, todo esto para envidia de los recios padres de familia que por ahí se cruzaban y jóvenes patiquines que con payasadas y gritos trataban de llamar la atención de tan agraciada muchachita pero que maldecían el no poder ser ese mocoso cara de pendejo que platicaba con semejante hembrita y que se estaba llevando toda la gloria.

-bueno entonces, déjame ayudarte, por favor- insistía el niño una vez recompuesta la compostura después de haber sentido que era tocado casi por un ángel, ese mismo ángel que días atrás le había curado la mano.

-mmm- se la pensaba la niña, coquetamente girando su apetecible cuerpecito, apretando sus labios uno contra el otro al grado de desaparecerlos sin dejar de tomarse por detrás sus manitas para después llevarse una de ellas hacia su mentón mientras dirigía su mirada a un punto indefinido del techo del establecimiento meditando su respuesta, volteando a ver risueña a su compañero. Hasta que respondía:

-oky, pero te lo pagaría hasta el lunes- consentía la muchachita estirando su bracito para sellar el pacto.

-si, si- y así ambas partes acordaban el trato con un apretón de mano, acto que realizó Armando después de haberse secado disimuladamente el sudor en su palma.

Ese trayecto consistente en regresar por el vestido, esperar sentado a que Cielo Riveros  se lo midiera en uno de los probadores, dar su visto bueno (momento en que el niño casi se nos va de este mundo cuando escuchó “¿Cómo me veo?” “¿No me veo gorda?” y ver salir a la niña enfundada en el vestido), caminar hasta la caja registradora y de ahí hasta la salida del establecimiento fue para Armando uno de los mejores momentos de su corta existencia, y eso que fue una de las empleadas, y no él, quien ayudó a Cielo Riveros  a subir el cierre del vestido.

No tanto por el hecho de que lo vieran algunos de sus compañeros de labor caminando al lado de semejante beldad o de que la señora cajera, vieja conocida del niño, apenara a los jovencitos comentándole a Armandito lo bonita que estaba su noviecita (situación que ruborizó a ambos estudiantes mientras se volteaban a ver explicando que no eran novios, que solo eran compañeros de escuela), sino porque tuvo la dicha de caminar al lado de su amor platónico una vez más, a él no le importaba si la gente los veía o no, él solo se sentía muy bien a su lado. Ganas no le faltaron al muchacho por arrimar y estrechar la mano de la jovencita durante el recorrido, y así lo intentó, pero cuando la mano de Armando apenas rozó contra la de Cielo Riveros , la niña, pensando que había sido un choque accidental, retiraba su manita un poco simulando echarle una revisada a su celular, mientras el niño retiró la suya fingiendo que le picaba la nuca.

 

-Armando!, ¿Qué no venías a comprarte una camisa?- interrumpía la nena, deteniendo en el acto a su compañero, ya una vez ambos fuera del establecimiento.

-ahh si, ehh… estee… luego la compro- titubeaba el niño no encontrando pretexto convincente. Pero la niña no se la creía y poniéndole una miradita como si estuviera a punto de hacer una travesura, preguntaba:

-te desacompletaste, verdad?- preguntaba la señorita recibiendo del niño, ahora sí, una mirada a los ojos y una nerviosa sonrisa como si fuera a ser regañado. La niña entendía lo que su compañero había hecho por ella.

-gracias- retribuía la muchachita tomando a Armandito de sus casi gélidas manos y estirando su contorneado cuerpecito, pues el muchachito la superaba ligeramente en estatura, le depositaba un cálido beso en la mejilla a su enamorado secreto quien no se derritió de milagro. “No me vuelvo a lavar este cachete” meditaba el niño.

Que más hubiera querido el niño que invitar a Cielo Riveros  a la cafetería más cercana para invitarle un frappé o un helado pero maldecía el no haber ido con toda su quincena, aun así el joven se daba la valentía necesaria para ofrecerse a acompañarla a tomar el autobús de regreso y tal vez, acompañarla hasta su casa pero Cielo Riveros  nerviosa negaba la oportunidad y antes de que el joven insistiera de nuevo Cielo Riveros  reconocía una gruesa figura, sudada y redonda, deambular cerca de donde ellos estaban parados, se trataba del mismo viejo seboso y caliente que la morboseó y grabó, pero que ahora morboseaba y grababa a un par de escuinclas vestidas con ropas de gym, y antes de que el viejo la descubriera Cielo Riveros  se despedía bruscamente de Armando argumentando que se le hacía tarde, que se iba sola y que había dejado algo en la estufa, y emprendía su carrera con dirección a la estación dejando al niño casi hablando solo, ni tiempo dio a decirle si podría alcanzarla después.

Pero resulta que el urbano que llevaría a Cielo Riveros  a la casa de Don Marcelino se detenía por el rojo de un semáforo precisamente en la intersección donde ese viejo cara de sapo la había seguido unos buenos metros. No se sabe si el viejo logró ver a la nena acompañada del niño, lo que si es que la ubicó mientras esperaba el urbano y rápidamente meneando su gelatinosa masa se desplazó hasta donde ella con la intención de subirse al mismo autobús que la niña y conocer sus rumbos. Como se trataba de un viejo que literalmente se había adueñado de la intersección y prácticamente cobraba a los otros por trabajar ahí, no tenía compromiso alguno, por lo que tenía prácticamente todo el día para andar detrás de las hembras.

Cielo Riveros  sentía como si el semáforo conspirara en su contra, pues el autobús seguía detenido y el viejo se acercaba a metros de su ventanilla la cual estaba abierta, la nena parecía estar en una pesadilla donde no pudiera moverse y por ende no podía cerrarla, y cuando el viejo se disponía a pasearse casi enfrente de ella fue que el autobús comenzó a moverse. El robusto hombre al ver que se le iba al carro comenzó a golpetear la lámina del autobús siendo advertido por el chofer pero como el semáforo ya estaba en verde este no se detuvo. Una gran silbatina y claxonazos sonaron debido a que el viejo panzón entorpecía el tráfico, la nena pudo respirar aliviada tomándose su pecho a la altura de su acelerado corazón, ¿Qué hubiera pasado si ese señor hubiera logrado treparse al autobús? Se preguntaba la niña ya sentada, respirando más tranquila y limpiándose la leve sudoración aparecida en su frente.

 

Minutos antes, en la casa del salaz viejo Marcelino, el degenerado tendero participaba vía celular junto con Don Cata en una de sus calientes pláticas de viejos verdes entablando conversaciones de “culitos”, mote con el que la vetusta asociación llamaba a las niñas, generalmente de entre catorce a veintidós añitos, que tenían la dicha de pararles el garrote a través de la admiración libidinosa de sus juveniles cuerpos…

-así como lo oyes, cara de mis huevos, otra vez me la cogí, jejeje, anoche me la volví a coger pero ahora en su casa, grruuu, grruuuu oink, oink, oink- presumía orgulloso su epopeya Don Marce con una aberrante sonrisa en su oxidado rostro mientras reguileteaba el calzón de Doña Rosy en su dedo índice, y para completar su desequilibrado estado mental intentaba realizar sonidos propios de los cochinos incorporándolos a su candente diálogo.

-jaja, en serio?, no me la mames, ¿Y sus papases? (papás) ¿Qué? ¿No estaban?- preguntaba un muy incrédulo así como excitado Don Cata a quien se le comenzó a inflamar el embutido desde el momento en que vio quien era el que le llamaba.

-siii, pos allí… en su casa… pero no se dieron cuenta, hasta me quedé a dormir en su cuarto, la muy caliente de volada le hierve la panocha jaja, nada más le sobé su papayita así, así, con el dedo de en medio le sobaba su frijolito, mmmm y lueguito lueguito ya la tenía bien mojada y abrida (abierta) de patas, sssllpp, sssllpp, jejeje, ella solita me pidió que no me fuera, que quería que se la metiera, jajaja- Don Marce, como si Don Cata pudiera verlo, articulaba sus dedos como si estuviera sobando algo y con una cara más que caliente evidenciaba gestos de mórbido éxtasis. Lo que si era posible para el viejo Catarino era escuchar los asquerosos sonidos succionadores que hacía su compañero de parradas.

-pero eso no es todo, pinche viejo tiznao (negro)- proseguía Marce.

-qué?, que más?, habla Marce que me tienes pelándome la mazorca!!- preguntaba Don Cata tomándose sus partes como si tratara de impedir que estas se inflaran aún más y terminaran por reventarle, sus pesados coyoles se evidenciaban abultándole sobremanera sus pantalones, incluso metía una de sus manos para acomodárselos pues prácticamente no le cabían en sus olorosos calzones.

El sudado Don Cata, con tal de entablar esta plática con su buen amigo Marcelino de una manera más privada y con una desaforada transpiración emanándole de sus ennegrecidas axilas, tuvo que abandonar una importante junta de boleros en donde un mediador del Municipio abordaba temas sobre la reubicación del gremio remendón, cosa que mantenía enardecida a la gran y senil comunidad zapatera puesto que su espacio destinado para prestar sus servicios era de lo más concurrido además de que se encontraba a escasos metros de un Gym exclusivo para señoritas. En otras palabras, Don Cata y sus colegas veían frescas y juveniles panochitas así como levantaditos culitos apretados en leggins pasearse por ese lado del parquecito todas las mañanas y tardes. Incluso ya se hablaba de que uno de los viejos zapateros, compañero de Catalino, andaba picando con su vieja lezna a una de esas chiquillas.

Pero he de recordar que así como existían mocosos en la escuela que con una simple plática con una niña eran capaces de distorsionar el asunto al grado de decir que ya hasta se la habían cogido, así, del mismo estilo, eran este tipo de vejestorios que bastaba con que alguna de las jovencitas del gym preguntara por los precios de remodelación de algún calzado para que los vejetes echaran a andar su imaginación describiendo situaciones que tuvieran que ver con la chiquilla comiéndose tremendo y carnoso embutido.

-negro cabrón, para no hacértela tan larga…

-ya sabes que puedes hacérmela lo más larga que puedas jajaja- interrumpía Cata.

-vete a la verga!!, jajaja, donde me quedé?, maricón!! Ah, sí… estaba yo dándole una cogida de aquellas, ya hasta me dolía la cadera de tanto meter y sacar que cuando estaba por vaciarme me dio un calambre que me impidió sacarle la verga de su bollito, jejej, y terminé por echárselos adentro, se me vaciaron las bolas, casi me estaba miando (meando)jajajaja- sentenciaba Don Marce enorgulleciéndose de su osadía.

-ehhh!!!, te venites dentro de ella???!! Usaron gorrito (condón)???!!! Te va a cargar la verga, pendejo, ¿Y si la preñas o te pega una enfermedad?- preguntaba Don Cata completamente empalmado por la fogosa plática con sus ojos de sapo a punto de reventarle, ya hasta colgándole un pesado flujo de saliva que nacía de su bembo labio inferior al escuchar el caliente acontecimiento.

-noo pendejo!!, ya sabes que yo no uso esas mamadas porque aún no se inventan uno donde me quepa la verga, jajaj, siiiii, no se la saqué hasta que se me desinfló jajaja, es más, durmió conmigo la hija e´ puta sin sacarse la verga hasta que nos despertamos al otro día, iiiijjjiii, le quedó el bollito bien oloroso a mocos- presumía el viejo Marce, obvio que esto último era para apantallar más a su degenerado amigo bolero ya que es prácticamente imposible dormir acoplados.

-sácate a la verga, viejo cochino jejeje, y yo que quería mamarle el bollito, nada más voy a andar batiendo tus mocos jejeje, me le vas lavando la panocha con cloro, jijo de la verga jajajaja- bufoneaba Don Cata quien desabrochaba el cierre de su pantalón, asomando su correosa, venuda y pestilente herramienta.

-no le hagas a la mamada, cabrón, si ya debes de estar acostumbrado al sabor de mis mocos, si bien que me enteréé, loco, que te enduvites (anduviste) comiendo a la Negra Pancha (una señora vieja y gorda que Don Marce y Don Cata en su momento compartieron) después de que yo me la enduve picando, así que no me vengas con esas mamadas de que no le mamarías el bollo a esta chiquilla, si no quieres mamar bollo acá te tengo un cacho, a lo mejor eso si quieras mamar, jaja- respondida el caliente Marcelino de igual manera con una potente erección que intentaba afanosamente liberarse de sus calzoncillos, moviéndose su serpenteante órgano viril como si tuviera vida propia.

Eran los tiempos en que Don Marce, después de haber estado varios años sumido en una fuerte depresión, solo encontrando auxilio motivacional en las constantes espiadas que le daba a las distintas generaciones de niñas del colegio de enfrente mientras desde una de sus ventanas se masturbaba como un condenado, se sentía nuevamente con ánimos para seguir entre nosotros. Desde que se empezó a amistar con Cielo Riveros  y más que nada desde que se la empezó a coger se sentía con la vitalidad y el reverdecimiento suficiente como para pronosticarse otros cincuenta años más de vida. El viejo volvía a las andadas. “Que doctores, ni pastillas, ni que la verga, remojar la brocha (coger) es la mejor medicina” palabras inmortalizadas por el buen Marcelino.

-jajjaaj, chinga tu madre, viejo rabo verde, no te da vergüenza a tu edad andar de churpio3?, y con mocosas pendejas que no han de saber ni limpiarse el bollo!!! Búscate una más grandecita, de unos veinticinco, como la que tengo acá, jajajajaja- opinaba Cata mientras se apretaba el paquete, rasposas y aguardentosas carcajadas podían escucharse por parte de ambos interlocutores.

-pero metida en el culoo!! Jaja, yo que culpa tengo que a las mocosas de orita les guste tanto la riata jajaja, si ella fue la que se me abrió de patas, o tú que hubieras hecho?, pendejo, me vas a decir que no eres hombre? jejeje, orita, lo que está que me hace que me coman los tenates (testículos) es que llegue a salir preñadita, jaja, si ya sabes que yo donde la meto, pego iiijijijij, por eso debo juntarme unos centaviiitos pa´ cuando me diga que no le ha bajado… me pelo- reía Marce depositando sus inexistentes nalgas en el viejo sillón, tomando su verga como se toma a una serpiente para evitar la mordida.

-me vas a pelar pero la vergaaa!!! viejo picha de mono!!, si en los años que tuvites (estuviste) casado con la innombrable no pudiste hacerle ni un crío, pa´ mí que ya ni se te para y todo lo que me estás diciendo es puro cuento, por eso esa noche que andábanos bien pedos y que íbanos a dejarnos de mamadas y ver quien la tenía más grande me huites jaja, tanta puta verga que te meten por el culo medallas, viejo choto!!, en vez de verga ya hasta te ha de ver nacido panocha, aprende a mí que donde quiera que sumo el me chupas dejo uno de agosto4 jeje, noooombre llego a agarrar a esa escuincla a la primera le encajo mínimo unos cinco, va a parecer cochina pariendo jajaja- opinaba Cata ya sobándose la verga, agitándosela despacio y estirándose el prepucio para que su desproporcionada cabeza respirara.

 

Un insoportable aroma a verga vieja sin lavar en días aromatizó en segundos toda la zona, toda una flota de mosquillas salidas de quien sabe dónde comenzaron a revolotear atraídas por los putrefactos aromas expelidos del purpuráceo glande del zapatero, un denso flujo de moquillo salía arrogante a través de la enorme abertura uretral. El viejo cochino se había movido hacia un punto donde se sentía seguro de las miradas curiosas para poder jalársela a su gusto pues recordar que él se encontraba en una conferencia llevada a cabo en un cuartucho a medio construir y había abandonado de momento el debate para poder platicar con su amigo y compañero de infinidad de noches de danzoneras.

-para de mamar, no seas ridículo, viejo culo guango, en primera la vieja esa no se encintó no porque yo no pudiera, que te quede bien claro, era ella la que no podía tener hijos, por eso la dejé… ahora la muy puta después de que le pegaba sus buenas cogidas todavía me quiere demandar que y que por daño sicológico, más daño psicológico se hace ella cada vez que se mira en un espejo con esa timba (panza) que se jala, dice que solo así me da el divorcio- hablaba Marce.

A todo esto ¿Cielo Riveros  se estaba acostando con un viejo aun legítimamente casado? Don Marce, al parecer, a estas alturas, todavía escondía uno que otro secretillo.

-mándala a la verga, mámamela de pura muina, jaja- opinaba Don Cata.

-la dona!!, jaja, y en segunda, dejemos ya esta plática y vamos a ponernos de acuerdo a lo que nos interesa, ¿Siempre si se va a hacer? Puta madre!!, porque si se cancela por mi mejor, sirve que me la cojo en mi cuartito toda la tarde jejej- el viejo Marce bramaba por su cacala de celular, mientras el impúdico de Don Cata en un acto verdaderamente reprobable se había colocado detrás de una cerca que dividía el cuarto de juntas de los boleros con un pequeño parque infantil en donde niñas aún más pequeñas que Cielo Riveros  jugaban sin sospechar que del otro lado un viejo verde se pajeaba mientras las morboseaba, principalmente a una cuyo pantaloncito le quedaba muy pegadito y que enseñaba toda su cinturita al llevar blusa ombliguera, más aun la niña, quien no sabía que era espiada por el viejo descarado, acomodaba sugestivo su cuerpecito, el cual pronosticaba buenas medidas, recargándose ella en una banquita para poder apreciar mejor lo que una de sus amiguitas le enseñaba en su celular.

-no mames, le diste ayer, y hoy también? Esa chiquilla te va a dejar bien chupado- opinaba Cata.

-jeje, a güevo!!, ¿Qué puedo hacer?, cabrón, conmigo no le va a faltar carne, menos de la que no tiene hueso, pero oye, wey, ¿Amos (vamos) a ir? ¿O qué verga?-

-pprrrrrruuuuu (Don Cata intentaba recrear un pedo), claro, pendejo, si yo soy el más interesado en todo esto, estoy tan caliente que en estos momentos que platico contigo me estoy desgranando la mazorca5 mientras veo a unas escuinclas que ya me la aguantan jejeje, es que la tengo bien babosa por todo lo que me has contado- hablaba Don Cata.

Pero Don Cata no era el único anciano asqueroso que se masturbaba mientras hablaba por celular ya que también Don Marce, con sus cortos pantaloncillos atorados entre sus arqueadas rodillas, se jalaba su apestosa verga como un verdadero enfermo, no se podía medir a ciencia cierta si Don Marce echaba más moquillo de sus narices o expulsaba más flujo de su glande, lo que si es que mostraba unas facciones más que corrompidas. Ambos viejos con los calzones a media asta mientras conversaban por celular parecían librar una competencia a distancia por ver quien se derramaba primero.

-ora, ora, entonces la apuesta sigue, viejo rabo verde!!!, y los demás qué?, ni el maricón de Cande, ni el ya no paraguas de Filo me han confirmado- preocupaba Don Marce.

-mándalos a la verga ahhh, allá ellos, así más papaya pa´ mí, jejejjee, aagghhff con lo rico que dices que le saben los juguitos a esa mocosa aaggffhhh, oye, piernas locas6, ¿Cuánto me cobras por apachúrrasela tantito? jeje- decía Cata acelerando sus manuales movimientos estimulado con saber que en pocas horas conocería a la hermosa doncella, aunque a este verraco poco le interesaba lo hermosa, más que nada le importaba la silueta de esa deliciosa figura y el calientito tesoro que cada hembra lleva entre sus piernas, para esto el pervertido sacaba su verga por entre uno de los agujeros de la barda quedando su miembro expuesto aún con el riesgo de que alguna niña que pasara por ahí cerca se lo viera.

-a ti te va a tocar esta, pendejo, ¿Qué parte no entendites?, “solo ver, no tocar”- sentenciaba Don Marce casi tan caliente como su receptor, el flujo que salía de su verga era inmensurable, casi parecía perro lubricando.

El par de ancianos calientes ya llevaba su buen ratito de estar conversando así como agitándose sus rancias longanizas, cada uno ya reunía cerca de sus pies una gran cantidad de gotitas de fluidos tanto corporales como genitales, además las caras de concentración, gesticulaciones mórbidas y gemidos ahogados hacían pensar que en cualquier momento alguno de ellos sucumbiría al lechoso derrame.

-ya, ya, hombre, era broma jeje, bueno entonces yo los paso a reeecoger- afirmaba Cata.

-camote, espéranos donde te gusta esperar sentado, en la parada, ya te dejo porque tengo que ponerme presentable ejejejje- informaba Don Marce.

-chinga tu madre, jaja, siempre te toca la de ver ganado, yo también, por ahí dile a ese culito que le manda saludos el cabezón jejeje- volvía a interferir Cata.

-sobas tú, y tu amigo el nalgón jajaj- contestaba Marcelino.

-jajajja, ¿Cómo? Marce, pos que no me apodan así??- cuestionaba Cata.

-jajajaja, oye, oye, y volviendo al tema de esa noche donde dices tú que me rajé, anda diciendo la flota que me andas poniendo el rajón, ¿Por qué me andas poniendo el rajón?!! Jajajaja!!!- las risas de Don Marce eran abominables, no hacía falta mirar a detalle para notarle su falta de higiene oral y la ausencia de algunas piezas dentales.

-¿Cómo?, puro invento tuyo, si ya todos saben que te ando poniendo el pelón, jajaja, ya!!, a la verga!!!- cortaba Cata.

-a la vergaa!!-

Ambos viejos reían cada uno con sus respectivos pantaloncillos por debajo de sus piernas, claramente las de Don Marce más flacuchentas y amarillentas (razón de su apodo) tanto como peludas, parecían dos cuerdas colgantes que bajaban con un nudo en medio protagonizando a la rodilla. Las de Don Cata un poco más rollizas y morenas, pero aun así se quedaban flacas comparadas con la enorme bola de tripa que se cargaba, mucho más barrigón que Don Marce pero sin mostrar exageradas llantas, la panza de Don Cata era una bola maciza. Y fue que Don Cata se despegó de la barda hasta no haber arrojado su lechosa mezcla, en medio de gruñidos y jadeos, del lado del pequeño parque infantil. Cerdos, asquerosos, facinerosos, todas unas fichitas este par de encanallados vejetes con quien la inocente niña, sin que ella aun lo supiera, en pocas horas se reuniría.

-aahhh, ahhh ahhhh, mamiii, abre la boquitaaaa- balbuceaba Don Cata mientras se corría imaginando que lo hacia dentro de la boquita de la niña, copiosas oleadas de secreción amarillenta salían de su enorme rajada glandeal.

Pero bien dicen que más sabe el Diablo por viejo, ya que Don Marce, nuevamente jugueteando con su hediondo taladro y sobándose sus chibolas, no se quedaba del todo tranquilo. No le daba mucha confianza su amigo Catalino, sabía que este mañoso de alguna u otra forma intentaría algo, se cortaba un huevo si esto no ocurría, pero, para no perder la apuesta y para no quedar nuevamente como el rajón del grupo tenía que llevar a la nena, solo un ratito, “llegamos, que le vean las nalgas un ratito, me la traigo para la casa y no estoy para nadie”!!, zanjaba Don Marce. Aunque no descartaba la posibilidad de llevársela a un motel, uno que no atentara mucho contra su bolsillo, decía, por si a sus despellejados amigos se les ocurría irlo a molestar a su tienda.

Ya iban a dar las dos de la tarde cuando Cielo Riveros , después de haber tomado el mismo autobús que pasaba tanto por su casa como por su escuela, llegaba al muladar de Don Marce. Notablemente emocionada, nerviosa, con sus manitas casi temblándole por la incertidumbre de lo que podría pasar ese día, pero con ganas de estar nuevamente entre los pervertidos brazos del cachondo comerciante. La nena, antes de bajarse del colectivo, ya venía con una calentura atizándosele entre sus pudendas partes, podía vérsele en su carita un hermoso rubor adornándola así como una sensación de placer y deseos de aparearse lo antes posible la atacaban por cada cuadra que recorría el pasaje, por cada parada que realizaba el autobús, estaba tan caliente con su respiración levemente exaltada que una vez poniendo un pie en la acera de la escuela sus manitas comenzaron a sudar así como sus cositas a palpitar. La nena ya se derretía y respiraba entrecortada todo por llegar a la casa de Don viejo y modelarle el vestido que había comprado exclusivamente para él con sus pequeños ahorros y un poco de ayuda.

Entre Armando y Cielo Riveros  no existía algo que los uniera como para que esta niña llegara a sentirse mal por haber aceptado el dinero de uno para complacer a otro, ella veía a ese niño como uno más de sus compañeros de escuela más allá de aquel primer beso que ambos se dieron en un juego, que más que beso fue solo un contacto entre labios, pues estaban muy jovencitos en ese entonces, aunque reconocía todas las cosas que él había hecho por ella. Además habían quedado que el dinero se le regresaría lo más probable ese mismo lunes, y sin que la imagen de ese niño abordara la mente de la joven protagonista ella daba cuenta de que ya se encontraba en las mismísimas puertas del abarrotero. Observaba la tienda cerrada con un papel pegado en la lámina argumentando que hoy no se abriría por motivos de fuerzas mayores en una ortografía no muy favorecida que hasta un crío de cinco años hubiera tenido mayor fortuna al transcribirla, con la desgastada pintura que adornaba las descascaradas paredes y la lámina grafiteada con una que otra oración dedicada al viejo, cualquiera diría que no había una muy buena relación entre el viejo y algunos de los vecinos. La fachada estaba tan descuidada, como si nadie hubiera vivido allí por varios años, y volteando para ambos lados comprobando que no estaba siendo observada tocaba la puerta delicadamente con sus nudillos.

-esas viejas se ve que les encanta la ñonga- opinaba Don Viejo, semidesnudo, sentado en su sillón, viendo en la tele un programa de fitness, hoy no abriría su tienda por obvias razones.

El viejo, quien entretenido se la estiraba mientras veía en la televisión a unas jovencitas que practicaban spinning, a una de las cuales se le miraban tremendas chichotas e irónicamente era la que portaba el brasier mas diminuto, y terminándose de tres tragos ininterrumpidos la cuarta lata de cerveza, vestido solo con un viejo y roto calzón y seguido por su escolta personal de dípteros, se levantaba tan encorvado como caliente por imaginarse la silueta de quien tocaba; con su tremenda verga saliéndosele de la trusa por uno de sus agujeros al mismo tiempo que llevaba una de sus manos para rascarse sus peludas nalgas, lanzarse tremenda flatulencia y colocar de manera incorrecta su lata arriba de un mueble, por lo que caía regando lo que quedaba del líquido.

Por cada paso que el arqueado vejestorio daba su verga parecía agigantarse aún más, notándose una tremenda protuberancia tumoral justo debajo de esa cabezota que exudaba secreciones lúbricas a raudales, parecía que la misma verga había detectado los afrodisiacos olores vaginales y la notable palpitación que Cielo Riveros  experimentaba en su cosita y se mostraba deseosa por acoplarse, era como si ambos órganos supieran que estaban muy cerca uno del otro.

Pero fue cuando el viejo abrió la puerta de su tienda que un gran colgajo de flujo preseminal salió disparado contra la tela de su calzón manchándolo a la altura donde se encontraba su uretra, y es que ver a su niña embutida en ropas tan apretaditas como ese pantaloncito azul vivo que se le pegaba exquisito a su cuerpecito hizo que el viejo rápidamente llevara su caliente mirada hacia el pequeño triangulito que se le formaba naturalmente a la nena un poco más abajo de su vientre, esa zona de la niña donde se le formaba naturalmente una V. Casi babeando el viejo no paraba de recorrer procazmente el cuerpo de tan agraciada muchachita llegando ahora a esas generosas chichotas que enaltecían su abundancia gracias a lo ceñido de la blusita, lo que lo hicieron pelar sus lujuriosos ojos a medida que se limpiaba su exceso de babas con su chaquetera mano, mano que al igual que la de Don Cata y los otros senectos, ya olía por default a verga debido a tanto contacto entre ambas partes corporales. Para las envilecidas intenciones del viejo Marcelino, la agraciada muchachita le parecía un verdadero monumento a la lujuria, la lascivia o la perdición masculina, un inocente ángel enviado a la tierra para ser corrompido a través de los más incultos deleites carnales y era el viejo quien se consideraba efectivo para desempeñar tan depravada función, pensaba el viejo mientras regresaba su caliente mirada hacia las partes reproductivas de la chiquilla.

Cielo Riveros  en tanto, rápidamente, alertó las lascivas miradas que Don Marce le dirigía notoriamente hacia la zona donde se ubicaría la entrada a su órgano reproductivo y en vez de manifestar cohibición su corazón comenzó a latir descontrolado, no era fácil para la nena estar ante la presencia de semejante hombre con el que se acostaba clandestinamente y más recordando que ambos habían dormido muy juntitos apenas anoche, además recordando que muy dentro de su cuerpecito llevaría todavía su espesa virilidad.

Con una caliente cara de desequilibrado que no se le había visto anteriormente a Tío Viejo, la nena hasta le veía de su boca escurrir babas y realizar gesticulaciones como si se le estuviera enchuecando el hocico. Nuevamente el sentirse admirada por semejante semental, un hombre en toda la extensión de la palabra (así pensaba la nenita), Cielo Riveros  se sentía orgullosa de ella misma por ser capaz de atraerle a un viejo que en estos momentos aparecía casi encuero ante ella con su cosota prácticamente fuera entre sus amarillentos calzoncillos, se alcanzaba a notar la longitud de la vetusta y muy morena herramienta entre los agujeros que corroían a lo que intentaba ser un calzón. La nena hizo lo propio y admirándole en primera instancia los pocos centímetros que asomaban del tronco de su longaniza prosiguió por apreciarle la sudada panza lombricienta y las caídas tetillas peludas y pardas, sin dejar de repasar esos canosos pelos que cubrían el visible esternón del viejo y que al igual que la panza presentaba un excesivo escurrimiento sudorífico, y es
Datos del Relato
  • Autor: cielo
  • Código: 68048
  • Fecha: 21-06-2024
  • Categoría: Varios
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