Marta nació en una familia de clase burguesa.
Al ser hija única, sus padres sentían por ella un cariño especial.
Tuvo una infancia plenamente feliz, diferente a las demás niña por haber sido tan deseada.
Desde la ventana de su habitación podía contemplar el mar.
Le gustaba mirarlo; su corazón vibraba de emoción cuando observaba aquellas aguas azules. Entonces sentía una felicidad inmensa.
Ya de jovencita era la admiración de los hombres por su esbelta figura y belleza.
Cerca de su casa, vivía Mario, un joven varios años mayor que ella. Sus padres habían fallecido.
Marta, todas las mañanas, pasaba por su puerta para ir a sus clases. Al regreso le pedía un ramo de jazmines; sentía pasión por ese perfume. Él,
sonriendo, se lo entregaba.
Al llegar a su casa entraba a su alcoba y ponía los jazmines en un vaso con agua en la mesilla, así al acostarse inspiraba su aroma.
Mario se desvivía por ella.
Cada vez que pasaba, la esperaba; pero jamás se atrevió a expresarles sus sentimientos. Al cabo de un tiempo, supo que se había marchado a otro lugar y nunca más tuvo noticias suyas.
Marta terminó sus estudios universitarios, hizo unas oposiciones y se colocó en un hospital.
Siempre le había gustado ayudar a los demás.
El verano estaba próximo. Sus compañeros
programaron un viaje a la ciudad de León.
Al llegar al hotel, les dieron la tarde libre.
Estuvo bastante tiempo andando sola. Llegó a una
plaza y se sentó en la terraza de la cafetería.
De pronto un hombre dirigió sus pasos hacia la mesa, su porte le llamó la atención.
Era alto, delgado,tez clara, ojos color miel, cabello castaño con algunas canas. Eso lo hacía más interesante.
Sus ojos se clavaron en los de él. lo miró fijamente; su cara le recordaba algo, no sabía qué
-¡Hola, Marta! Al oír el timbre de su voz,
vinieron a su mente recuerdos del pasado.
-¡Mario, qué sorpresa ¡Cuántos años sin saber de ti!-¡Tú aquí! -Sí,he venido unos días de vacaciones.-¿Vienes sola? No, con mis compañeros. -Después de tanto tiempo sin verte me gustaría que lo pasaras conmigo.
Lo miró, no tuvo valor para decirle que no.
Tal vez ella lo deseaba también.
Devía pasar antes por el hotel para coger el equipaje y decirles a sus compañeros que no la esperaran.
Ya en su casa, él hizo la cena. Cenaros,tomaron unas copas. Se mareó un poco, no estaba acostumbrada a beber; empezaros a hablar.
Mario le dio unas pinceladas de su vida.
Había tenido una pareja y no funcionó.
Marta le dijo que tenías derecho a ser feliz, que
se buscara otra mujer. Él le contestó: -Eso no es tan fácil, ¿dónde esta, esa persona? Es difícil encontrarla.
-No debes dejarte vencer; también yo tengo mis problemas. Sin darse cuenta cayó en un terreno peligroso; lo vió poco tiempo después.
Le dijo que estaba agotada, que se retiraba a descansar.
Subió a la habitación y al entrar percibió un perfume conocido.
Allí, en la mesilla, había un ramito de fazmines. Sonrió, y enseguida empezó a comprender todo.Él sabía que sentía predilección por ellos;
al momento comprendió que no la había olvidado.
Entró al aseo, se puso el camisón de raso celeste como sus ojos.
Al salir,él estaba en la puerta de la alcoba contemplándola.
Se acercó,la estrechó entre sus brazos. Su cuerpo conectó con el de él; fue una sensación la que sentió, que nunca la podría olvidar.
Con delicadeza empezó a bajarle los tirantes, el
camisón se deslizó de su cuerpo.
No puso reparo, ni resistencia. Fue una noche de pasión como jamás creyó que tendría.
Escuchó de su boca frases tan bonitas que la estremecioron de emoción.
Su lengua tenía la suavidad del terciopelo; al pasarla por su cuerpo enloquecía.
Cuando despertó, pensó que todo había sido un sueño. Tuvo que alargar la mano, al sentir el tacto de su piel averiguó que no soñaba.
Pasó unos días inorvidables. Él, le enseñó la ciudad; parecía vivir en la Ëpoca Medieval.
Llegó el momento de la partida, y con lágrimas se despidió. Le aseguró que volvería.
Ya en su capital, empezó a trabajar y cuidar a sus padres, a los que adoraba. Ellos se lo habían dado todo. Pero no podía concentrarse en el trabajo. ¡Qué veneno llevaba su sangre!
El corazón le latía con tanta fuerza que le estallaba.
Lo sentía tan dentro de su alma. Ya no podía vivir sin él.
¡Qué magnetismo tenía aquél hombre que la subyugaba! Ella, que le había pedido que se buscara una mujer, fue la que cayó en sus mismas redes; no sé, cómo pasó, el amor es así de sorprendente.
No tuvó que demostrarle lo que sentía; él la conocía muy bien, sabía leer sus pensamientos y enseguida lo captó. Lo que más le fascinó de él fue su forma tan sencilla de tratarla.
Existía la distancia y la diferencia de edad, pero eso no le importaba en absoluto.
Los encuentros fueron muy fugaces.
Cada vez que podía, iba a su encuentro en el tren. Cuando llegaba, se asomaba por la ventanilla y allí, en el andén, estaba él esperándola.
Igual que una colegiala, empezaba a correr, tirándose a sus brazos.
Ya en su casa, subía a la habitación y se encontraba como siempre en la mesilla, el ramito de jazmines en un vaso.
Era como si una parte de ella estuviera allí con él.
Un día, cuando venía de trabajar, recogíó la correspondencia. Una carta llamó su tención.
Su letra le era desconocida, pero llegaba de León. Impaciente, la abrió y empezó a leer.
Un amigo le comunicaba que Mario había sido incinerado. Había muerto hacia dos días de un infarto de miocardio. Perdió el conocimiento; al volver en si, se hallaba en su habitación.
En ese instante algo murió en ella; ya no vivía.
Con todo el dolor de su corazón tuvo que aceptar
los hechos, y juró que nunca más otro hombre tendría su cuerpo.
No se arrepintió de nada; lo único que lamentó fue no haber tenido un hijo suyo, la naturaleza le privó de esa dicha.
Siempre estaba en su pensamiento; fue él quien le hizo sentir el verdadero amor.
Mario, antes de morir; dejó dicho que sus cenizas fueran esparcidas en su jazminero.
Allí fue donde se enamoró de Marta, así estaría más cerca de su corazón.
Pasaron varios años y todavía sentía sus brazos estrechando su cuerpo.
Él vivió siempre en su memoria.
¡Cómo iba a olvidarlo, cuando fue él quien le dio la felicidad más grande de su vida!