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Mi nombre es Elena y, como lo platicó Mario, mi novio en un relato anterior, fuimos a la boda de su hermana menor, al salón social de un hotel a las afueras de la localidad donde vive su familia, a quienes, dicho sea de paso, no había tenido oportunidad aun de conocer ya que solo tenía saliendo cinco meses con él.
Al parecer la familia del novio de mi cuñada la menor era bastante acomodada ya que no solo contrataron aquel lujoso salón, sino que además rentaron habitaciones para los invitados foráneos para no tener que preocuparnos por las incomodidades del trayecto.
A pesar de que la comida estaba bastante rica, las bebidas llegaban en abundancia y la música era bastante buena, alternando un grupo musical local con el DJ que ponía música bastante movida entre los descansos del grupo, me aburría bastante estar rodeada de perfectos desconocidos que no me prestaban la menor atención. Para colmo, mi novio se reencontró con una prima que tenía bastantes años de no ver y se dedicaron toda la velada a platicar de sus aventuras pasadas, y en algún punto fueron ganando confianza hasta que algo raro pasó y sospecho que me pintaron el cuerno de lo lindo en una prolongada ausencia de ambos, pero esa es otra historia. La que voy a platicarles, pasó conmigo en ese mismo lapso cuando mi novio desapareció convenientemente de la escena.
Yo soy una chica de buenos atributos, no tiene caso negarlo. Tengo unas lindas tetas paraditas que me gusta lucir con amplios escotes, sin llegar a lo vulgar y esta ocasión no fue la excepción. Llevaba para la ocasión un vestido entallado color salmón, sin mangas, con un escote lo suficientemente grande para atraer miradas de deseo que me hacían sentir bastante bien. A mis 26 años, mis piernas son firmes y bien torneadas, bronceadas ya que vivimos en la costa, razón por la que no necesité ponerme medias para ese evento familiar. Mis piernas oscuras y el vestido arriba de las rodillas formaban la combinación perfecta para lucir mis atributos aún más. Mi cabello castaño, mis ojos cafés y una boca con labios prominentes completaban el cuadro con el que me presenté esa noche a la boda. Un poco antes de salir, lo consulté con el espejo y me dio su total aprobación a lo que le correspondí con un beso y un guiño coqueto.
El caso es que estaba yo ahí aburrida en el evento, mientras Mario charlaba animadamente con su prima Magda, revisando mis redes sociales en el celular cuando recordé la aplicación Tinder que aún conservaba. La había dejado de utilizar desde que empecé a salir con Mario pero en esta ocasión, un impulso me hizo abrirla para ver como estaba el ganado en esa región. Empecé a revisar varios perfiles pero ninguno de ellos me interesó demasiado. Perfiles insulsos, feos, demasiado jóvenes, demasiado viejos, demasiado poco…
De pronto vi la fotografía de un hombre de unos 40 años, con una mirada profunda y enigmática y una media sonrisa en su rostro. Era una mirada que no trataba de convencerte de nada sino que te mostraba una seguridad y presencia que me cautivó desde un principio. Furtivamente voltee a ver si mi novio había notado mi súbito interés en ese perfil pero Mario estaba ido y absorto en la plática con su “querida” prima.
Sus datos de perfil decían que se llama Andrés, y casi sin pensarlo moví mi dedo para aceptar su perfil. Quería ver mas información del galán. Sus datos decían lacónicamente que era empresario, su interés eran las mujeres y era residente local del pueblo.
Estaba bastante ocupada viendo esta información cuando mi teléfono vibró una vez en mi mano.
- Hola. – Me escribió. – ¿Cómo estás, Elena? – Me sobresaltó que supiera mi nombre pero cuando me percaté de que estábamos ambos en Tinder. Sonreí.
- Bien gracias. ¿Y tú?
- Acá disfrutando de esta noche fresca de viernes. ¿Eres de acá?
- No, vine a una boda en el Salón Guirnaldas
- ¿En el hotel Coral?
- Si, creo que así se llama el hotel.
- Ah genial. ¿Se casa alguien de tu familia?
- No, es una conocida. La vine a acompañar. – Me ruboricé ante la mentira que acababa de lanzar. No supe por qué, pero supuse que era para no tener que dar explicaciones de que mi novio me tenía totalmente ignorada.
- Y me imagino que ya estás aburrida con tantas charlas triviales de gente que ni conoces.
- Algo así. ¿Y tú, qué haces?
- Estaba a punto de cenar cuando vi la notificación en Tinder. Casi se me atraganta el pedazo de hamburguesa al ver tu hermosura.
- Ayy, no exageres. Gracias por el cumplido. tú tampoco estás nada mal.
- Calla, que me harás ruborizar. Apuesto a que vas vestida como una diosa ahora mismo.
- Pues se hace lo que se puede. Un vestido color salmón, a media pierna, bonito escote, nada del otro mundo.
- Estoy seguro que ese color debe hacer juego con tu piel morena y esos ojos café enigmáticos y sugerentes. El escote es un plus para ese cuadro tan lindo que deben estar viendo los otros comensales.
- Ni tanto. Estamos en un lugar apartado del salón
- ¿Con quienes estás?
- Con unos amigos que vinieron acompañando.
- ¿Te atreverías a enviarme una foto de cómo estás ahora?
- No, ¿cómo crees? No acostumbro hacer eso. Hay demasiado pervertido en internet estos días.
- Si, no podrías saber si soy un adolescente lleno de acné masturbándome en el sótano de la casa de mis padres.
- Exacto. Una nunca sabe.
- Bueno, y ¿qué tal si tu resultas ser un plomero que quiere salir a conocer su lado femenino esta noche?
- Jajaja, te pasas. Te prometo que puedo parecer cualquier cosa menos un plomero.
- Eso es seguramente lo que diría el plomero homosexual si estuviera charlando conmigo, ¿no crees?
- Jejeje, supongo que si.
- Te envío una foto de mi cara llena de acné.- En ese momento recibí una foto de él mismo, sonriente y guiñando un ojo hacia mi. Al fondo se veía el contorno de una sala bastante elegante. Seguramente el tipo sabía vivir bien. En un impulso, puse la cámara en modo selfie y me tomé una foto para enviársela a él de vuelta. En un último momento, la giré levemente para que solo se pudiera apreciar la mitad de mi rostro. Al hacer esto, la foto se centró en mi cuello y el escote pronunciado de mi vestido color salmón.
- Guau, de verdad que tienes unas tetas bastante apetecibles. – Escribió después de haber recibido mi foto.
- Todos ustedes los hombres son unos cerdos, solo en eso se fijan, jajajajja.
- Pues es lo que me mandaste, cariño. Si me hubieras mandado una foto de tus manos te las estaría chuleando igual
- Bueno, ¿qué te pareció?
- Que me dejó con ganas de más.
- ¿Cómo de qué más?
- No lo sé. Me gustaría ver cómo se ven tus piernas con ese vestido tan bonito.
- Eres un salido,
- Ya lo sé. Sospecho que tú también lo eres y eso me encanta.
- Convénceme. - escribí apresuradamente. Un segundo después de enviar el mensaje, sentí la punzada de la culpa pero ya el paso estaba dado.
Volteé a ver a Mario que me preguntaba si quería bailar. Mecánicamente le dije que no y al ver que el esposo de su prima tampoco quería bailar, invitó a su prima tomándola por el talle con bastante familiaridad. En ese momento me llegó un nuevo mensaje y voltee nerviosa a ver si Julio, el esposo de Magda, la prima de Mario se había dado cuenta pero a estas alturas la bebida había empezado a hacer efecto en el y ya no me estaba prestando atención como lo hiciera al principio.
En mi teléfono apareció la foto de un abdomen masculino desnudo con el cierre del pantalón abajo, de forma que se podía ver su ropa interior tipo elástico azul y el contorno de un instrumento que, a simple vista se miraba de buenas proporciones. Era una foto un poco atrevida pero me quedé un buen rato admirando la forma atlética de su cuerpo y lo sugerente de la parte de su cuerpo que no dejaba ver su pantalón. Definitivamente aquello no era lo de un adolescente con acné en el sótano de la casa de sus padres. Como un resorte, me dirigí al baño de mujeres a donde saqué la cámara de mi celular y me tomé varias fotos frente al espejo apuntando a mis piernas bien torneadas y bronceadas. Después me metí a uno de los sanitarios y, apuntando con la cámara a mi entrepierna, me tomó unas cuantas fotos donde se alcanzaba a apreciar el contorno de mi vulva contra las pequeñas bragas blancas que había elegido para la ocasión. Finalmente, me tomé un par de fotos de mi rostro guiñando el rostro en una actitud provocadora
“Por si acaso”. Pensé. Si no me animaba a usarlas, podía enviárselas a Mario para que se animara a hacer algo después de la boda.
Envié dos fotos de mis piernas y regresé apurada a la mesa. El corazón me latía muy fuerte, y estaba levemente consciente de que me estaba empezando a calentar con aquella situación. No tenía nada mejor que hacer y estar caliente y abrumada al menos me hacía olvidar el aburrimiento.
- Qué hermosas piernas. Gracias por esa linda visión.
- Gracias. Tu foto también me ha gustado. Se ve muy sugerente con ganas de
- ¿De mas?
- Algo asi, jajajaja. Es que una se queda pensando, no es bueno quedarse con la duda.
- Lo dice la chica que no quiso poner su cara
- Ayyy, no me gusta. Perdón. ☹
- Te perdono si me dices que mas quieres ver.
- Jajaja, todo. Jeeje, no es cierto, ¿que vas a pensar de mi?
- Que estás deseando que pase algo, igual que lo deseo yo…
En este punto, me llegó una foto de su entrepierna. Aun estaba su pene cubierto por su calzoncillo pero su excitación hacía que se levantara y se viera el bulto de su miembro presionando sobre la tela elástica. Tragué saliva imaginando ese pedazo de polla en mi boca.
- ¿Y qué crees que pudiera pasar? – Escribí pretendiendo que no me había afectado la imagen tan sensual que acababa de recibir. Mi entrepierna se había empezado a humedecer casi sin darme cuenta. Ya era oficial. Estaba caliente. Le mandé una nueva foto de mis piernas y, como no queriendo, la que tomé en el sanitario con mi vulva apretada dentro de mis bragas blancas.
- Lo que tu quieras que pase. Uyy que lindo se ve eso. Me encantas.
Sentía un escalofrío recorrer mi cuerpo. Acababa de enviarle una foto comprometedora a un desconocido. Aunque no se viera mi rostro, sino solamente mi entrepierna, era demasiado para saber que cruzaba una línea de la cual ya no me podía regresar.
- Lo que yo quisiera está un poco complicado. – Escribí mientras veía el salón concurrido a mas no poder y mi compañero de mesa haciendo los honores a su sexto o séptimo trago.
- Complicado es mi segundo nombre, cielo.
“¿Cielo?” ¿En qué momento habíamos pasado de ser unos completos desconocidos a decirnos expresiones de cariño? Una voz muy sutil (la verdad demasiado sutil), me decía que me debía alejar de aquella situación cuanto antes. Como casi siempre que se apodera de mi la calentura, decidí ignorarla y escribí,
- Calmate Andrés Complicado Penelindo
- Jajaja si, Elena Tecaesdebuena Telaquierometer.
- Epale! Qué grosero :P
- Simplemente digo lo que pienso.
- Además, no es como que pudiéramos vernos hoy así que ni te emociones.
- Ponme a prueba cielo. Di la palabra y en menos de 10 minutos me la estarás chupando. Si tu quieres claro.
- Jajaja, si, como no. Y cual es esa palabra.
- “Cógeme” y tu deseo será una realidad.
- Ajajaja, no te creo. Solo di la palabra. ¿O tienes miedo?
- No, no tengo miedo.
- Entonces dila.
- Jajaja, estás loco, ¿sabes?
- La palabra, corazón.
- Jejeje, corazón.
- Bueno, espero que te la sigas pasando muy bien en la fiesta.
- ¿Ya me dejas?
- Estoy ardiendo por tu culpa y no te animas a dar el paso que te pido. Me la voy a ir a jalar y de ahí, ya veré qué mas hago.
Al escribir esto, me mandó una nueva foto de su verga en toda su esplendorosa desnudez. Era grande y gruesa, con unas venas que recorrían todo su tronco y me sorprendí preguntándome que sentiría mi lengua recorrer todo ese tronco venoso. Esta vez ni siquiera me preocupé en confirmar si nadie me estaba viendo. Simplemente la abrí y me deleité con las posibilidades de la noche.
- ¿Y para qué desperdicias tan rica verga con una paja? – Escribí
- Porque tú no te animas a sentirla bien dentro de ti, mientras te cojo de la cintura para penetrarte mejor.
- Ufff, eso suena bastante bien.
- Di la palabra.
- Ok, cógeme. Ya, ¿contento?
- Todavía no. Sal al estacionamiento trasero del hotel junto a la fuente del angelito y vas a ver un carro blanco, un Cadillac estacionado. Te acercas y de ahí vemos qué pasa.
- ¿Es en serio?
- Totalmente. Te dejo corazón. 10 minutos.
Me quedé pasmada sin saber qué decir. No tenía idea de lo que pasaría, pero en ese momento se acercó Mario a la mesa, sudoroso al igual que su prima después de haber estado bailando por un buen rato. Me pareció que la temperatura se había elevado un poco con aquel par y no me fue difícil imaginarme con una pesada cornamenta en la frente. Bueno, de cualquier manera, eso era lo que necesitaba para dejar los escrúpulos a un lado y dejarme llevar.
Estuvimos conversando por un breve rato. Llegó un punto en que casi olvidé la posibilidad de que Andrés pudiera llegar hasta el hotel, aunque realmente tenía mis dudas.
De pronto, sentí vibrar el celular en mi mano y al ver la pantalla leí un lacónico “Ya estoy aquí. Te espero”
Sentí latir mi corazón a toda prisa y volteé a ver a mi novio sintiéndome descubierta. El seguía con un gesto pensativo con sus manos metidas entre las piernas como niño regañado y la mirada ausente. Le dije que saldría a tomar un poco de aire y se ofreció a acompañarme a lo que, pro supuesto, me negué. Estaba sumamente caliente, pero era la visión de ese pene delicioso la única que podría calmar mis ganas en ese momento.
Caminé hasta la fuente del ángel que no tardé mucho en encontrar al salir del salón. Al fondo, se veía un camino de piedra que daba a la parte posterior del hotel y al terminar varios autos estacionados. Uno de ellos, un Sedán Blanco de lujo en la parte mas lejana del lote, permanecía con los faros prendidos y hacia allá me dirigí. Cuando llegué Andrés estaba esperándome en la parte trasera y me abrió la puerta con un simple, “pasa” tenía la voz grave y varonil y me encantó desde que la escuché. Sin mas preámbulo, me metí a la parte trasera del carro donde me recibió con un beso apasionado que me dejó viendo visiones. Su lengua entraba en mi boca y acariciaba cada centimetro dentro de ella, sin olvidar el contorno de mis labios y mi propia lengua que tocaba la suya con ansia.
Sus manos buscaron el contorno de mis tetas por encima del vestido mientras me besaba y sentí una descarga eléctrica recorrer mi cuerpo. Sentí mis pezones duros y mi vagina se iba encharcando ante las caricias de aquel extraño, solos en aquel paraje desolado en un estacionamiento…
- ¡Espera! - Dije mientras me incorporaba tratando de recomponer la posición de mi vestido.
- ¿Qué pasa, Elena? – Dijo con paciencia cansada como un maestro que le tiene que explicar a su alumno que los monstruos no existen.
- Es que nos pueden descubrir aquí. Es peligroso.
- ¿Y no te gusta el peligro? – Dijo sonriendo esa sonrisa que tenía en su foto de contacto.
- Si, pero no me gusta amanecer en la cárcel por conducta indecente.
- No hay nada de indecente con que me chupes la verga…
- Tal vez para ti no, pero la policía podría tener una opinión distinta.
- Además, no tienes nada de qué preocuparte. Jesús nos está cuidando.
- Jajaja, vaya. Me resultaste muy religioso para ser tan caliente, Andrés.
- Jajajaja, noooo. Jesús es mi chofer y nos está cuidando de que no llegue nadie inoportuno. – Dije soltando una genuina carcajada ante mi ocurrencia.
- ¿Cómo nos cuida? – Dije sorprendida.
- Digamos que llegó a un acuerdo monetario con los guardias para que no se acerquen por acá o nos avise si viene alguien… puedes estar tranquila. – Dijo tomando mi mano y dándome un nuevo beso en la boca.
Con aquella explicación, no tuve mas remedio que recostarme en el asiento y dejarme llevar. En un santiamén, sentí sus manos hurgando en mi entrepierna, y haciendo a un lado mi braga mojada, me metió su dedo de forma tal que me hizo estremecer y gemir. Quise aplacar mi gemido pero el me susurró que el auto era a prueba de ruidos así que podía gritar todo lo que quisiera.
Con firme delicadeza, tomó mi cabeza y la enfiló hacia su entrepierna donde me recibió aquel apetitoso miembro que tanto había anhelado desde hacía un rato. Sentir la fibrosa textura de su pene grueso y duro en mi boca fue como una inyección de hormonas directo a mi entrepierna. Abrí mi boca lo mas que pude para poder meterlo por completo en mi. Lo sentí vibrar mientras recorria el glande con mi lengua, y desde la lejanía dl resto del mundo, mas allá de su pene y mi boca, lo escuché gemir y me sentí contenta de darle ese tipo de placer. Deseaba complacerlo, que se derritiera de placer y se dejara hacer en mis manos y mi boca, hasta que no tuviera mas remedio que inundar mi boca con su leche tibia. Sus manos cogieron mi cabeza para agilizar mi movimiento y sentí que me ahogaba pero aun asi continue implacable dando placer a toda la extensión de su hermoso instrumento hasta que mis esfuerzos se vieron recompensados con un ronco grito que salió de sus labios, seguido de una copiosa venida que tuve que tragarme por completo para no ensuciar mi vestido.
Como pude me desnudé por completo y me recosté en el asiento, abriendo mis piernas hacia él, diciéndole un “te toca, chato” con la mirada. Ni tardo ni perezoso, se hundió entre mis piernas y metió su lengua profundamente en mi cosita húmeda a pesar de la incomodidad debida a la estrechez del espacio que nos quedaba en la parte trasera del auto. Mi cabeza golpeaba rítmicamente sobre el reposabrazos del asiento pero no me importó. Cerré los ojos para sentir mas profundamente las sensaciones que me provocaba la mamada de coño que me estaba dando mi querido desconocido. Sus manos alcanzaron mis senos y los empezaron a estrujar. Sentí un dulce dolor y el roce con mis pezones y esa deliciosa anticipación cuando todos tus sentidos se ponen en alerta para recibir el orgasmo que se estaba gestando desde lo profundo de mi vagina.
Sentí su lengua jugar con los escasos vellos en mi pubis, su saliva cayendo como un torrente encima de mi y su áspera barba rozando mi pubis y fue todo lo que necesité para estallar gritando como una poseída mientras iba mojando la tapicería de su lujoso auto con mis jugos de amor, desparramando el olor a hembra caliente por cada rincón de ese auto.
Continuará...
Dark Knight
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