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Categoría: Confesiones

Su olor especial

Durante tiempo tuve dificultades para ligar, mis cortejos eran largos hasta que la relación se consolidaba llevándonos a mayores. Una vez se producía el encuentro amoroso el cambio era radical, todas ellas pasaban a una disposición clara y manifiesta, lo que propiciaba el que las requiriese a tenor de mis deseos y necesidades.

Con Pilar ocurrió también así, la conocí y traté en sitios comunes, nos caímos bien desde un principio y teníamos charlas distendidas. En la primera ocasión que tuvo oportunidad me manifestó su soledad, era viuda, lo que parecía un salvoconducto para que fuéramos a más, pero no fue así, quizás porque yo me manifesté también solitario pero encantado de serlo. En estas cosas hay que ser más malicioso. El caso es que durante meses nos tratamos en grupo y mantuvimos nuestras cortas pero amenas conversaciones.

Inesperadamente, un día me dejo un mensaje en el móvil.

Voy a preparar de cena albóndigas con tomate y patatas crujientes y no es plato para una sola persona. ¿Te apuntas?

Ni que decir tiene que le di una respuesta rotunda.

Por supuesto. ¿A qué hora voy? Me respondió de seguido. ¿Las ocho y media es buena hora para ti? Sí. Ahí estaré y llevaré un buen Ribera del Duero.

Preparó cena para tres y la rematamos entre los dos con una buena dosis de tinto “Mataromera” que aporté al evento.

Después, caímos en el sofá, puso la tele y cogidos de la mano nos quedamos dormidos.

Una hora larga después, el calorcito ambiental, la recuperación de la noción de tiempo y espacio me llevó a una manifiesta erección. Tenía aún cogida su mano y directamente propicie un acercamiento entre ellas. La reacción por su parte no pudo ser más receptiva. Sus dedos aceptaron de buen grado a la nueva amiga y confraternizaron hasta ponernos en evidencia.

Pilar estaba tan excitada que tardamos en poder acoplarnos, lo tenía cerrado a cal y canto como una novicia. La holgura llegó más tarde y sus gritos también. Me pedía más y más. Explosionó de forma sorpresiva y ya no dejó de gemir y gritar todo el tiempo. Ella estaba en éxtasis y la complací en todo, le hice con la lengua giros de hélice en su botoncillo y por último la remate por detrás.

A partir de ese día, casi todos los fines de semana me dejaba mensajes con platos sugerentes, pero aún tenía el fuerte olor de su culo impregnado en mi pituitaria. El mismo, que un día me excitó con su recuerdo y propició un mensaje mío directo y sin paliativos,

Deseo darte de nuevo por ahí.

Ella en su respuesta tampoco se recató,

Y a mí que lo hagas.

Me presenté en su piso una hora después sin avisar.

Abrió la puerta y aún con el gesto de sorprendida me llevó a su habitación y se me entregó totalmente.

Volvieron sus mensajes y el olor con rechazo primero y excitación después. Le doy por detrás en muchas ocasiones y en todas ellas el olor fuerte y especial de su culo se viene conmigo.
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