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Premoniciones

Me levanto sudorosa. Las sabanas de seda ennegrecidas por un tinte intenso, se agolpan y enredan mi cuerpo desnudo formando una segunda piel.



Siento el corazón latir fuertemente, muestra inequívoca de mi estado de nerviosismo y aturdimiento. Mis ojos buscan entre las paredes de la habitación signos de realidad, las ideas se confunden y tan solo la luz del día penetrando entre los recovecos de la cortina, me permiten dislumbrar cierto alo de veracidad.



Resulta difícil diferenciar la realidad, de los sueños, sobre todo si estos se entremezclan en un espacio temporal concreto.



Desde temprana edad el mundo de los sueños forma parte de mí. Aunque el transcurso del tiempo y la madurez propia de una mujer de 27 años, me ha hecho comprender el binomio entre sueño y premonición.



En mi caso, en estos últimos años, la dualidad de ambos mundos ha tendido sorprendentemente hacia el mundo de las premoniciones.



Creo recordar que a los 14 años, coincidiendo con mi despertar sexual, tuve la primera premonición. Aquella noche ví en sueños una escena que se repetiría 2 días después, eso si, en el comedor de mi casa y con mis ojos bien abiertos.



Ahora 13 años más tarde aquella chica inmadura en todos los sentidos y con un cuerpo de patito feo se ha transformado. Mi cabello moreno de media melena lisa, los ojos verdes y unas facciones bien marcadas, junto a una sonrisa trabajada por ortodoncistas. Conforman un rostro que sin querer resultar engreída suscitan interés y admiración por más de uno.



No me considero una mujer 10, ni creo poder llegar a ser modelo en mi vida, pero me siento atractiva y todas las mañanas cuando me visto, me gusta mirarme desnuda en el espejo.



Ver como resalta mi figura delgada entre unos pechos medianos y un pubis debidamente cuidado.



Por cierto mi nombre es Noelia.



Imagino que tendréis curiosidad por saber que me ha hecho despertar suvitamente esta mañana.



Os contaré mi sueño, pero antes de nada recordar una cosa, el cerebro es el dueño de nuestros cuerpos.



El verano estaba resultando asfixiante, los termómetros difícilmente bajaban de los 32 grados durante la noche. Juan me cogía de la mano y juntos nos dirigíamos al restaurante donde habíamos quedado con Sonia y Daniel.



Son una pareja 2 años mayor que nosotros pero con los cuales mantenemos una gran amistad.



Al llegar veo a Sonia una espléndida chica rubia de 1.67 de altura, se podría considerar una mujer voluptuosa ya que sus pechos, una 95, y su cuerpo armonizado dejan entrever la sensualidad de las curvas femeninas.



Daniel por su parte se trata de un chico moreno de 1.88, que cultiva su cuerpo en el gimnasio en su tiempo de ocio.



Nos sentamos a cenar y poco a poco las horas, los platos y como no, las botellas, fueron cayendo.



El vino empezaba a nublar mi mente, y la sonrisa se apoderaba de la mesa. La brisa marina que entraba por unos grandes ventanales refrescaban nuestras sudorosas pieles.



Media hora más tarde, al abandonar el local, nos dirigimos a una playa cercana con una gran toalla y 4 copas con su correspondiente botella de cava.



Llegamos y nos sentamos en la arena, descorchamos el cava y Juan nos sirvió las copas. Justo en ese momento Sonia nos llamo la atención haciendonos callar.



Su mano señalaba hacia la izquierda, a unos 50 metros, donde se podía diferenciar entre unas tumbonas una pareja joven, calculo yo sobre los 19 años.



El chico estaba tendido y la chica, arrodillada sobre la arena, le lamía el pene. Resultaba evidente que si nosotros podíamos apreciarlos con tanta claridad, ellos eran plenamente conscientes de que les estabamos observando.



Las manos de Juan acariciaban mi espalda, y su boca se entretenía en mordisquear el lóbulo de mi oreja, mientras mis ojos se cerraban fruto de la excitación.



Recuperé la razón y el paisaje había cambiado totalmente. La pareja de las tumbonas estaba completamente desnuda y la chica, sentada sobre su acompañante, se introducía el pene con leves movimientos de cadera que hacían arquear por completo todo su tronco superior.



Aunque lo realmente sorprendente sucedía a escasos cm de mi.



Sonia palpaba sin ningún reparo el paquete de Daniel. No pude evitar fijarme en esa polla atrapada entre la tela de unas bermudas, sus dimensiones tanto en grosor como en longitud me cortaron la respiración, aún más cuando los dedos de Daniel se introducieron en el interior de la falda de Sonia en busca de su clítoris.



En ese preciso instante los gemidos provenientes de la chica de las tumbonas nos llamo la atención y a juzgar por los espasmos de ambos jóvenes todos comprendimos que el orgasmo les había alcanzado.



Nos miramos los cuatro e inmediatamente Daniel, con voz entrecortada, propuso seguir la fiesta en su casa de verano, palabras que aún retumban en mi interior.



Juan acepto la oferta mirándome fijamente a los ojos buscando mi aprobación.



Como si de una sonámbula se tratara me levante y les dije. – de acuerdo vamos-.



Subimos al coche de Daniel, él conducía. Sonia y yo nos sentamos en el asiento posterior cerrando la puerta tras de mi. Pero esta se volvió a abrir y Juan se introdujo en el asiento trasero con nosotras dos.



Circulábamos por una autovía dirección norte. En el preciso instante que Juan posó su mano sobre mi muslo acariciandolo y mirandome como si me estuviera desnudando. La mano se dirigió entonces a Sonia realizando ese mismo juego, cogiendo esta vez los dedos de Sonia para dejarlos caer sobre mi muslo.



Mis ojos se abrieron como platos, me sentía contrariada, ya que aunque jamás me había planteado mi tendencia homosexual o bisexual, he de reconocer que el efecto de esos dedos multiplicaba por mil el efecto producido previamente por Juan.



Cerré los ojos y aunque en un principio mi reacción fue resistirme, esa idea desapareció como desaparecen las gotas de lluvia en la inmensidad del océano.



Notaba las llemas de sus dedos hacer círculos sobre mi entrepierna. Alcanzando cotas más altas, cada vez mas cercanas al ardor de mi vagina. Recuerdo como la excitación me había llevado a niveles antes desconocidos para mí.



De repente una boca aprisionaba, por encima de la tela fina de mi blusa, el pezón izquierdo. Propinando leves pero intensos mordiscos a veces imperceptibles a veces dolorosos. Haciendo chorrear mí tanga absolutamente empapada.



El coche se detuvo, habíamos llegado.



Sin mediar ningún comentario salimos del vehiculo. Sonia saco las llaves de su bolso y abrió la puerta. Una mano se poso sobre mi nalga derecha y al girarme en busca de Juan encontré el rostro de Daniel, mientras sus labios me decían lo bella que estaba esa noche.



Por un momento el miedo se apodero de mi, y justo cuando iba a dirigirme a mi novio para pedirle que nos marcháramos a casa, el se acerco a mi y me estrecho entre sus brazos.



Me sentía protegida y sabía perfectamente lo mucho que ambos deseábamos pasar esa velada en compañía de nuestros amigos.



Un haz de luz iluminó la piscina, y Sonia sin decir nada empezó a desnudarse.



De manera casi simultanea Juan y Daniel me instaron a seguir sus pasos y en un santiamén estábamos los cuatro en ropa interior.



Los chicos con boxer ajustado, uno de color beige y el otro de color azul oscuro.



Sonia lucía un esplendido conjunto de tanga y sujetador de color Burdeos.



Yo en cambio me mostraba con un tanga y un sujetador de color negro con blonda.



Nos lanzamos al agua y lo que en un principio eran juegos infantiles de horcajadas y salpicones se tornaron en leves manoseos y pequeños toqueteos por nuestras partes más intimas.



Estaba super cachonda y por la mirada que todos teníamos, os puedo jurar, que no era la única persona en aquella piscina, que necesitaba follar inmediatamente.



Así que finalmente fui yo quien rompió el hielo y empecé a besar a mi novio, al principio suave, pero rápidamente mi lengua y su lengua se enzarzaron dando rienda suelta a nuestras manos para acariciar y tocar nuestros glúteos.



Juan desató mi sujetador y este desapareció flotando por la piscina, sus dedos pellizcaban mis pezones y su boca se apoderó de ellos para lamerlos, chuparlos, morderlos y succionarlos.



Apoyados sobre las escaleras de la piscina me senté sobre Juan y mi culo se movía frotando mi clítoris contra su enorme polla ya totalmente empalmada.



No aguantamos ni 15 segundos cuando le arranque de un tirón los calzoncillos, actuando el de igual forma con mi tanga.



Volví a sentarme, pero esta vez mi vagina obtuvo una electrizante sensación al notar el pene duro y grueso justo en su entrada.



Cerrando los ojos me deje caer. Y mientras las manos de Juan amasaban mis pechos su pene se introducía imperiosamente en mi interior.



Dios- gemí. Notaba cada uno de sus interminables cm de carne tensa dentro de mi vagina totalmente empapada. Le montaba cual jinete a su montura y los alaridos que emanaba la garganta de Juan no hacían más que llevarme a un grado superior de excitación. Abriendo los ojos ví frente a mi a Sonia a cuatro patas, sobre el césped a menos de un metro de nosotros, mientras Daniel le daba mi mismo trato.



Ambas nos mirábamos y sonreíamos.



Justo en ese momento he despertado así que la excitación de esta mañana es bastante lógica.



-Un golpe me sobresalta-, la puerta de la habitación se abre y entra Juan dándome los buenos días. Pienso para mi que quizás el sabrá calmar el fuego que hay en mi en estos momentos.



Se tumba a mi lado y me besa dulcemente la oreja, mientras me susurra:



Cariño han llamado Daniel y Sonia preguntando si repetimos el próximo sábado.


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