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CAPÍTULO 3 “un rostro, una voz”
“El amor es algo más que una mirada, que no basta con decir unas palabras y que un beso es nada más que una emoción” Lupita D’Alessio.
Regina desfogaba el estrés en la pista de atletismo, desde que tenía memoria le encantaba correr, la velocidad y el movimiento de su cuerpo la hacían sentirse viva. Era increíble lo mucho que la reconfortaba el darle 2 vueltas a la pista, sentía que sus preocupaciones y problemas iban quedando atrás con la nube de polvo que levantaba a su paso.
Pensando en que por fin cumpliría su deseo de conocer al famoso Miguel Ángel Aranda, por más que quisiera disimularlo no podía evitar su emoción y nerviosismo pero…¿Por qué su hijo había dicho que probara suerte? ¿Es que acaso ya conocía al locutor? ¿Y si se trataba de una cita a ciegas? Seguramente quería distraerla para que no pusiera suficiente atención en la famosa Patricia, claro…su Sebas era todo un diablillo.
En cierta forma se sentía tonta, como una adolescente tonta que iba a conocer a su artista favorito “¿Pero qué diablos me pasa?”pensó para sus adentros. Se trata de un locutor cualquiera, apenas haciéndose de un nombre y aunque su programa de radio era muy popular no era más que una persona abriéndose paso en el mundo de los medios de comunicación. “Hasta debe ser casado” se dijo resignada mientras daba la última vuelta a la pista.
Al finalizar el recorrido se dio cuenta que se había tomado menos tiempo en la ruta de hoy, eso era maravilloso porque aumentaba más su rendimiento y resistencia, que eran dos cosas que para una mujer de su edad estaban muy lejos de realizarse. A continuación procedió a hidratarse y entonces lo vio, al caballero con el que casi se había tropezado, esta vez él estaba llegando a la pista y se dispuso a calentar.
Regina estaba, prácticamente, con la boca abierta; admirando la hermosa anatomía de aquel hombre que se estiraba ofreciendo una vista maravillosa de unos brazos y piernas bien tonificados. Ella retiró un poco sus gafas para poder observarle mejor, no quería que sus ojos se perdieran ni un solo minuto del espectáculo que se hacía presente. Era realmente un hombre joven, un treintañero quizá, no un jovenzuelo pero si menor que ella. ¿Qué se sentirá ser estrechada por esos fuertes y varoniles brazos?
El hombre se había percatado de su mirada y le ofreció una sonrisa bella y seductora; Regina sintió un calor intenso de subía desde la punta de los pies hasta su rostro y coloreada desvió la mirada para después volver a colocarse las gafas. Tenía que pensar en algo para salir corriendo de ahí sin tener que cruzarse con aquél tipo y cuando menos lo esperó, el individuo se dirigía a ella, entonces emprendió el trote y pasó junto a él sin detenerse.
Cuando estuvo en el interior de los vestidores sintió que su corazón latía desbocadamente, comenzó a realizar sus ejercicios de respiración mientras se decía a si misma que era una tonta.
-Por dios que estúpidaaa, seguramente el tipo ese me vio y ahora ha de creer que me trae de un ala, sí claro…
La empleada que siempre la atendía entró de sorpresa haciendo que Regina se sobresaltara y soltara un sonoro grito.
-¡Niña pero que pasa contigo! ¡Casi me matas de un susto!
-¡Perdón! Lo lamento mucho señora Marroquín, no creí que estuviera aquí, no la vi pasar.
-Está bien, dame mis cosas y espérame afuera.
La empleada obedeció y salió del vestidor. Regina se encerró en un cubículo y comenzó a desvestirse, planeando el cómo salir huyendo sin ser detectada, no quería que aquel hombre la viera, suficiente vergüenza le había causado el verse descubierta, así que no daría pie a que el tipo se imaginara cosas que no eran, abrió el grifo de la regadera y el agua fría impactó contra su cuerpo.
En su mente estaba la perfecta silueta de aquel hombre, que la hizo recordar a las esculturas griegas que había visto en los libros de artes y en los museos. “Podría ser una fiel réplica del David de Miguel Ángel…” pensó…“Miguel Ángel” ese nombre asaltó su mente, estaba intrigada entre ambos hombres, la voz tan bella que siempre la acompañaba todas las tardes y la increíble imagen del tipo del club, en su mente comenzó a hacer una fusión entre los dos individuos y no pudo evitar la eminente excitación.
Pocas veces había recurrido a la autosatisfacción y a decir verdad desde que su marido había muerto no había tenido ningún comportamiento de índole sexual; así que fue inevitable que una de sus manos se deslizara entre sus piernas, tocando la piel mojada hasta llegar a su intimidad que era una colina cerrada después de muchos años en el olvido. “¿Por qué no?” pensó y comenzó a masajear su órgano genital delicadamente.
Ahogando gemidos su mente se llenaba de la imagen del hombre que había visto hace unos momentos y de la voz del desconocido Miguel Ángel, estaba deseándolos a ambos y fusionándolos para formar un mismo ser. Un sinfín de sensaciones aletargadas volvieron a la vida, como los botones de rosa florecen y el rocío de un extraordinario orgasmo se hizo presente.
Regina volvió a la realidad y el sonido del agua la hizo recobrar la consciencia; lo que había sucedido había sido un arrebato, por supuesto, era algo que no debía suceder de nuevo pero…cuan placentero había sido. Cuando su esposo vivía, juntos gozaban de una vida sexual plena, a pesar de que su esposo ya era entrado en los cincuenta y tantos no habían perdido su fuerza viril y realmente se brindaban un placer desmedido.
Su presente le dictaba que tenía que terminar de asearse y darse prisa para ir a trabajar, muchas actividades la aguardaban pero sobre todo pensaba en la cita que tendría lugar esa misma noche con el enigmático Miguel Ángel Aranda. Se vistió rápidamente con un traje sastre a rayas rojas y blancas de Chanel y unas medias de red para rematar con unos tacones de aguja rojos para combinar, se realizó un maquillaje sencillo y realizó nuevamente la operación del cuidado de su cabello.
Cuando salió del vestidor la empleada la miró sorprendida, Regina con su belleza era capaz de asombrar a quien le diera la gana.
-¿Señora hoy no irá al spa?
-No, se me hace tarde. –le respondió entregándole su bien remunerada propina, mientras que otro empleado tomaba su equipaje y la escoltaba a la salida.
Se puso sus gafas Chanel, todo un coordinado al último grito de la moda, si algo había que recalcar era que Regina Marroquín tenía una debilidad desmedida por la moda y las últimas tendencias europeas. Las miradas se hicieron presentes, pero nadie osaba a dirigirle la palabra a esa radiante dama de gafas oscuras que no dejaban ver más allá de los cristales. Un empleado que se encontraba cerca le abrió la puerta para que pudiera salir y sólo por eso se ganó una generosa propina.
Doña Regina irrumpió en el vestíbulo de su empresa causando furor, las miradas, los comentarios se hacían presentes y a ella le encantaba sentirse admirada, odiada, deseada…Subió al elevador que la llevaría a su oficina y estando ahí, Rebeca e Ivanna ya la esperaban.
-Buenos días señora Regina.
-Buenos días chicas –respondió la reina pasando de largo entregando su abrigo y bolso a Ivanna- ¿Rebeca podrías venir un momento?
Rebeca tomó su libretita y fue detrás de ella. Al entrar a su oficina, sobre el escritorio reposaban una guarnición de fruta fresca, café y agua de lluvia embotellada de la famosa marca Mawün. Regina sonrió por el detalle, porque no recordaba haber encargado eso para esa mañana.
-¿Y esto? –preguntó a Rebeca dedicándole una cálida sonrisa.
-Es…sólo un detalle señora pero prefiere lo retiraré…
-No, no…muchas gracias por todo, no te hubieras molestado.
-No es molestia señora, Ivanna y yo queremos que su estancia sea más que cómoda.
-Ah…¿Ivanna también? Agradécele de mi parte.
La chica le sonrió y ella le devolvió la sonrisa. Tomó asiento en su escritorio y comenzó a picar la fruta.
-¿Enviaste las rosas a Fernanda?
-Sí señora, a esta hora ya deben estar en su casa.
-Muy bien, perfecto. Mira quiero que canceles mis compromisos de hoy, me ha salido un imprevisto con mi hijo, así que quiero que hagas una cita en el salón de belleza y también para la señora Dalila.
-¿El spa de Sport City?
-No, linda. Agéndala con Alfredo Palacios y asegúrate que sea el quien me atienda, nadie más, pero antes hazme una reserva en Olive Garden para dos personas. Olive a las 2 y Alfredo 4:30.
-¿Olive, también con la señora Dalila?
-Así mismo.
Rebeca anotó lo más rápido que pudo.
-Es todo, linda, puedes retirarte.
Rebeca salió de la oficina con una sonrisa de oreja a oreja, con esos detallitos esperaba recibir un jugoso aumento más temprano que tarde.
Cuando por fin estuvo sola, llamó a su amiga para comunicarle de las reservaciones, el teléfono dio tono muchas veces pero Dalila no atendía. Decidió intentarlo un par de veces más hasta que por fin respondió.
-Hola –Dalila se oía un poco extraña del otro lado de la línea.
-Hola Dali… ¿Pasa algo?
-No nena, ¿Por qué?
-Te escucho rara ¿Estás bien?
-Si amiga, todo bien –Dalila hacía un esfuerzo por no sonarse la nariz en medio de la llamada.
-¿Estas segura?
-Sí guapa, todo bien. Dime ¿En qué te ayudo?
-¿Nena, no recuerdas que quedamos de hablar para ponernos de acuerdo para ir a comer? Hice reservaciones en tu restaurante favorito.
-Oh Dios, lo había olvidado cielo, Reggie lo lamento pero no podré acompañarte…
-No me digas eso amiga, necesito verte, contarte lo que me está pasando.
-Reggie, estoy agripada de verdad…
Regina conocía muy bien a su amiga, habían sido amigas desde niñas y sabía cuándo Dalila mentía o más bien, sabía perfectamente que ella no sabía mentir.
-Dalila, por favor…vamos a comer y me cuentas y te cuento. Por favor amiga…
Dalila se quedó callada por un momento.
-¿Sigues ahí?
-Sí, está bien nena, yo te veo en el restaurante ¿Ok?
-Bien, querida, te veo a las 2.
Tras colgar el teléfono a Regina la invadió la preocupación
-Ojalá no sea lo que estoy pensando…
Una interrupción de Ivanna la sacó de su zozobra.
-Señora, tiene una llamada de Fernanda Castillo.
Regina sonrió y le hizo un ademán para que le entregara su móvil.
-¡Fernanda Querida! Qué gusto saludarte ¿Cómo está la señora de los cielos?
-Jajaja ¡Regina, Regina! Eres un amor ¿Sabías?
-Cariño, me halagas, pero nadie más guapa y maravillosa que tú.
-¡Qué hermosa! Muchas gracias. Preciosa, hablo para agradecerte por el hermoso arreglo de rosas que me enviaste, y tú dedicatoria, tan bella…eres muy buena con las letras eh.
Regina dejó escapar una risita tímida.
-Cariño, me alegra que te haya gustado, fue sólo un pequeñísimo detalle para agradecerte el que hayas aceptado trabajar con nosotros, la junta directiva está más que feliz con tu participación. Estamos ansiosos por comenzar…
-¡Ay que lindos! Me muero de ganas por arrancar de lleno con este proyecto y sé que ya te lo dije y que te debo tener aburrida pero muchas gracias por tomarme en cuenta, por la oportunidad. Jamás terminaré de agradecerte.
-Guapa no hay nada que agradecer, ya sabes que esta es tu casa y en mi tienes a una amiga, cuenta conmigo siempre.
-Muchas gracias Regina de verdad que eres una reina, entonces nos veremos la próxima semana para empezar con las actividades de la campaña. Te mando un beso enorme guapa, que estés maravillosamente.
-Gracias nena, igualmente un besito, hasta entonces.
Regina terminó la llamada y sonrió satisfactoriamente, Fernanda era de verdad encantadora y presentía que se llevarían muy bien. “Nada mejor que una hermosa dama y sobre todo una profesional” pensó satisfecha, tenía un presagio de que la nueva colección sería un éxito total y rotundo. Había invertido muchas horas perfeccionando los primeros diseños y todavía faltaba muchísimo por hacer, con la ayuda de Fernanda y su equipo el nuevo lanzamiento pasaría a la posteridad.
Se enfrascó nuevamente en el trabajo, bocetando, checando nuevas tendencias y ordenando sus ideas sobre los futuros diseños, pero a pesar del trabajo lo sucedido en las duchas del club no la abandonaba ni un instante. Llegó la conclusión de que su cuerpo necesitaba sentirse vivo de nuevo, quería sentirse deseada, ser amada; pero ¿Por quién? No lo sabía y no podía permitir pensar en Miguel Ángel o en el desconocido del club a quienes había dedicado aquella intensa estimulación.
Tenía la firme idea de que el ser humano era ciego ante los colores y dejando de lado la descabellada idea de involucrarse con aquellos individuos a quienes ni siquiera conocía, se puso a pensar que probablemente su nueva media naranja estaba frente a ella, pero que era incapaz de verla. Tenía que poner mucha atención en los detalles, alguna señal, algún gesto que le indicaran que la espera había terminado que una vez más, la vida le estaba dando una nueva oportunidad de amar y de entregarse al amor.
La jornada finalmente terminó y Regina se dispuso a ir al Restaurante donde había quedado con su amiga. Julio Iglesias la complacía con su hermoso tema “Todo el amor que te hace falta”
-Porque vivo, como ves, como las aves siempre vagabundo, porque junto a mí, en verdad, no existe nadie que me marque un rumbo…-Regina disfrutaba cantando los éxitos de Julio, que eran sus preferidos.
Porque tengo la avidez de un perro viejo,
se callar lo nuestro,
porque sé que en el amor nos entendemos;
tienes que seguir pensando sólo en mí.
Regina subió el volumen en la siguiente estrofa…
Porque tienes que guardar la compostura
de una gran señora.
Pero es que necesitas de aventuras
más que de otras cosas.
Ya sabemos qué nos gusta y como somos
y nos complacemos,
y a la vez soy un romántico discreto;
tienes que seguir pensando sólo en mí.
Porque sólo yo,
te puedo regalar,
todo el amor que te hace falta,
te puedo ver mil veces
sin que nadie sepa nada,
porque nadie a mí me exige
explicaciones ni palabras.
Porque sólo yo,
te puedo procurar,
todo el amor que te hace falta;
yo sé perfectamente
lo que quieres si me llamas;
que pena si una cosa así tan bella
terminara.
-Tienes razón Julio, necesito aventuras más que otra cosa. ¿Habrá un hombre capaz de complacerme?
Porque sólo yo,
te puedo regalar,
todo el amor que te hace falta…
Dijo Julio Iglesias, a toda respuesta…
Repitió la canción hasta que llegó al restaurante, bajó del coche y entregó las llaves al encargado del aparcamiento, y con paso elegante se dirigió a la entrada del establecimiento. Un empleado le abrió la puerta invitándola a pasar.
-¿Tiene reservación, señora? –Le preguntó una simpática pelirroja con una constelación de pecas esparcidas por todo su rostro.
-Regina Marroquín.
La chica la miró con ojos muy abiertos y acto seguido revisó la lista de reservas.
-Su reservación será para dos. ¿Es correcto, señora Marroquín?
-Es correcto, señorita.
-Venga conmigo por favor.
La pelirroja guio a Regina hasta una mesa apartada del bullicio, un ambiente tranquilo, su mesa preferida y los empleados del Restaurante lo tenían más que claro. Regina tomó asiento con ayuda de la chica.
-En un momento vendrá un camarero a tomar su orden.
Regina hizo un ademán de agradecimiento y se dispuso a esperar a su amiga. Momentos después llegó el camarero con dos cartas y ella le informó que esperaría un poco antes de ordenar. No tuvo que esperar mucho, porque pocos minutos después, Dalila hizo acto de presencia. Iba con un hermoso Valentino color violeta a juego con un bolerito del mismo tono, zapatillas y bolso blanco, se veía preciosa pero había algo raro en su semblante, eso sin contar sus enormes gafas oscuras.
-¡Dios mío pero que preciosa te ves! –dijo Regina, poniéndose de pie para saludarla de beso.
-Gracias amiga…-respondió Dalila débilmente apenas devolviéndole el beso.
-¿Qué pasa Dali?
-Nada, todo bien –Dalila se esforzaba mucho por tratar de sonreír.
Sin previo aviso, Regina le quitó las gafas y corroboró su sospecha, lo que tanto temía había resultado real. El ojo derecho de su amiga tenía un moretón de un color más intenso que el del vestido que llevaba.
-Regina por Dios…-exclamó Dalila apretando los dientes y tratando de cubrir su ojo morado.
-¿Por Dios qué? ¿Por Dios qué, Dalila? Ese maldito te volvió a pegar…
-Regina dame las gafas por favor.
-¿Por qué dejas que ese malnacido te trate así? Un día de estos te va a matar…
-Por favor, te lo suplico…-Dalila dejó escapar un sollozo casi inaudible.
Regina devolvió las gafas a su amiga quien se las puso más rápido que inmediatamente.
-Siéntate, hablemos –le dijo ayudándola e hizo una seña al camarero para que esperara lejos de la mesa.
-Ufff…lo de la gripa no fue nada convincente ¿cierto?
-No sabes mentir Dalila…
-No quería preocuparte.
Regina cerró los ojos, intentando no perder la cordura.
-Tienes que dejar a ese desgraciado, es un animal, mira nada más como te dejó…-le dijo acariciando su mejilla, que ya las lágrimas habían comenzado a humedecer.
-Ya sabes cómo se pone, pero mañana, mañana estará todo mejor…
-¿Qué? ¿Cómo puedes hablar de un mañana al lado de esa bestia? Tienes que dejarlo, yo te ayudaré, contrataré al mejor abogado de este país y vamos a dejar a ese maldito en la calle…
-No Regina…
-¿Qué dices? ¿Quieres que ese hijo de puta termine matándote? No me vayas a salir con la idiotez de que aún lo sigues queriendo, después de las palizas que te pone.
-Es el padre de mis hijos…-le dijo llorando al mismo tiempo que apretaba su mano.
-Nooo...eso sí que no, mi vida. Tú no quieres a ese animal como padre de tus hijos, además los muchachos ya están grandes y después de todo lo que han vivido estarán más que de acuerdo en que te divorcies de ese adefesio.
-Regina no insistas, no puedo separarme de mi marido…
-¿Tienes miedo de que te deje en la calle? Hermosa, eso no va a pasar, yo te voy a ayudar…
-No, el dinero no me importa pero entiende, no puedo…
-¡Por Dios Santo, Dalila!
-No insistas, te lo ruego.
-¡No! No estoy conforme al ver que estas eligiendo quedar a merced de ese cabrón, no quiero quedarme a ver como acaba contigo…
-Amiga, de verdad, todo estará bien…no te preocupes, yo voy a esforzarme por no hacerlo enojar más.
Regina abrió la boca para decir algo pero Dalila se lo impidió.
-Shhh…mejor ya, vamos a ordenar y me cuentas que es lo que te tiene tan emocionada.
Regina no tuvo más remedio que ceder y después de ordenar la comida, le platicó a su amiga todo lo que había ocurrido, desde el tipo que había conocido en el club, la discusión con su hijo, el cómo se habían reconciliado y la sorprendente noticia de que iba a conocer al famoso Miguel Ángel Aranda.
-¿En serio? –Dalila casi se atraganta con la sopa.
-Así como lo oyes, querida…
-Tu hijo quiere mantener distraído tu radar –dijo Dalila con una risita picarona.
-Ay Dali, que bárbara, lo mismo pensé yo.
-Jajaja no, tranquila, sólo trata de pasártelo bien. ¿Ya sabes que vas a usar?
-Un Gucci que tengo guardado en el armario, una cosa realmente divina.
-¿Nuevo?
-Nuevecito, lo compre hace unos meses cuando fui a Milán, esta hermoso.
-Al tal Miguel se le va a caer la cara cuando te vea eh.
-Jaja ¿de qué hablas mujer? Estoy segura de que le doblo la edad.
-¿Y? a poco no te atreverías…
-¿Dalila? Jajaja que cosas dices…
-Si yo tuviera tu cara, tu cuerpazo, tu carácter y sobre todo…tu libertad ya me habría largado con un jovencillo.
Regina se echó a reír.
-Estás loca, amiga…sería como estar con mi hijo ¡Ay no!
-No tendría nada de malo, una aventurilla, salir de la rutina, tu sabes –dijo Dalila guiñándole el ojo.
Pero eso era lo que menos quería Regina, una aventura. Ella quería algo duradero, un compromiso, alguien que a quien amar y a quien entregarse, porque si se trataba de sólo pasar el rato de nada servía bajar de su pedestal. Quien quisiera su amor debería ganárselo.
Después del postre Regina convenció a su amiga de acompañarla a casa para mostrarle el hermoso Gucci que tenía guardado para una ocasión especial. Mientras Regina se duchaba, Dalila quedó maravillada con el hermoso vestido negro, con un escote en cuello v perfectamente disimulado con una delicada tela de encaje negro transparente. Le ayudó a escoger zapatos y bolso, tenía que verse maravillosa como siempre.
-Acompáñame al salón de belleza…por favor.
-Ahí si no puedo nena, ya sabes cómo es Alfredo de chismoso, no quiero que la gente esté hablando.
-Pero si te saqué una cita…
-Pues cancélala nena, no pienso ir. No quiero exponerme.
Regina se sentía impotente al ver a su amiga tan vulnerable pero prefirió no insistir.
-Está bien Dali, la voy a posponer y cuando te sientas mejor entonces vamos juntas. ¿Te parece?
-Me parece –le respondió dándole un abrazo.
Tras despedirse de su amiga, se dirigió al salón de belleza dónde el estilista de las estrellas ya la esperaba. Como en todo lugar, Regina robó miradas al arribar a la estética y Alfredo, quien la respetaba y quería mucho siempre la recibía a cuerpo de reina. El arreglo de la dama fue espectacular, melena ondulada, resaltando sus mechas doradas, maquillaje de coctel en un elegante smokey eye y labios de un rojo intenso.
Regina Marroquín salió del lugar arrancando suspiros, ya que se había puesto el hermoso y entallado Gucci en tono negro, con escote que permitía admirar sus medianos y firmes pechos; el vestido era muy entallado llegándole justo debajo de las rodillas, marcando sus bien torneadas piernas y todo en conjunto la hacían ver como un inmenso monumento a la belleza y femineidad.
Al subir al coche se comunicó con su hijo, quien le envió la ubicación del lugar, acto seguido programó el GPS y consultó la hora; eran cuarto para las 8, seguramente llegaría a tiempo. La ciudad estaba infestada, pero los automóviles avanzaban rápido, lo cual la tranquilizó demasiado. Recordó que no había escuchado “Amor a mares” ese día, pero sonrió al recordar que conocería a Miguel Ángel esa misma noche.
Conectó su iPod al estéreo de su Mercedes y este arrojó una melodía aleatoriamente.
El sensual saxofón de “Careless Whisper” se hizo presente, Regina sonrió, era una clásico de los 80’s y recordó su adolescencia, cuando escuchaba ese tema una y otra vez. Una melodía sensual, sugerente, emotiva…
I feel so unsure,
As I take your hand and lead you to the dance floor.
As the music dies...
Something in your eyes,
Calls to mind a silver screen,
And all its sad goodbyes.
Regina aumentó el volumen de la melodía…
I'm never gonna dance again,
Guilty feet have got no rhythm.
Though it's easy to pretend,
I know you're not a fool.
I should have known better than to cheat a friend,
And waste a chance that I'd been given.
So I'm never gonna dance again,
The way I danced with you.
Siguió escuchando éxitos ochenteros hasta que finalmente llegó a su destino. Arandel se trataba de un hermoso lugar con arquitectura barroca, lo primero que se le vino a la mente fue un piano, Italia y por su puesto el romance…
El encargado del valet parking ya la esperaba y ayudándola a salir del vehículo la encomendó con otro empleado quien la condujo hacia el interior del restaurante. Las luces estaban bajas, atenuadas pero el ambiente sin dudas era encantador.
-¿Alguna reservación, señora?
-Marroquín…
El encargado revisó la lista y comprendió de quien se trataba.
-Por favor señora Marroquín si es tan amable…por aquí.
El hombre la llevó hasta una mesa justo frente al escenario y ahí sucedió la magia inevitable…
Pudo ver a un apuesto joven, vestido de etiqueta tocando o mejor dicho acariciando el piano, los ojos de Regina fueron directamente a las manos de aquel hombre, esos dedos se movían ágil y delicadamente mientras desprendía los primeros acordes de “Killing Me Softly” El hombre comenzó la canción con la voz más hermosa y angelical que había escuchado en su vida, los ojos de la dama se deslizaron por los brazos del cantante hasta llegar a ver su rostro y como si el joven se diera cuenta de que ella lo observaba, alzó la mirada y sus ojos se encontraron con los de Regina; ella sintió que iba a desmayarse.
El cantante era nada más y nada menos, que aquél hombre que había visto en el club.
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