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"Nunca había tenido sexo con una mujer casada. A mis cuarenta años, mi vida sexual, se limitaba a mi primera novia, a los dieciocho; tres rolletes de días y mi última ex pareja, con la que estuve tres años, hasta hace tres años tiempo atrás."
Nunca había tenido sexo con una mujer casada. A mis cuarenta años, mi vida sexual, se limitaba a mi primera novia, a los dieciocho; tres rolletes de días y mi última ex pareja, con la que estuve tres años, hasta hace tres años tiempo atrás.
Siempre he tenido mucha obsesión por las mujeres de pechos grandes. Profesoras del colegio; del instituto; madres de compañeros; vecinas; da igual la edad; los pechos grandes y llenos, siempre me han atraído.
Ni que decir tiene, que estando sin pareja, siempre vuela mi fantasía pensando en mujeres bien dotadas, mientras me masturbo.
En especial llevo mucho tiempo fantaseando con Nuria. Ella es la mujer de mi mejor amigo, Jorge. Él y yo nos conocemos desde hace veinte años. Es un buen tipo; un bala en la veintena, siempre liado con mujeres, hasta que se casó. Aunque conserva el rollo macarra. Nuria y él llevan dieciocho años juntos, quince de casados. Ella tiene cuarenta y dos; y él, cuarenta y cinco.
Jorge y yo, nos conocimos en una fiesta, con un grupo de amigos comunes y desde entonces, mantenemos la amistad desde hace dos décadas. Cuando me presentó a Nuria, al poco de empezar a salir con ella; siempre me gustó y desde luego, sus pechos grandes, fueron mi oscuro objeto de deseo.
Nuria, como el buen vino y para mi gusto, ha mejorado con los años. Ahora, ya en la cuarentena, tiene ese morbo de vecina de al lado a la que te follarías incansablemente.
En torno al uno sesenta y algo de estatura; morena de pelo largo y rizado; guapa de cara, de esas que tienen algo en la sonrisa, que no puedes dejar de mirar. Esta rellenita. Muslos potentes; buen culo sin ser el trasero de una chica Playboy, pero de esos que apetece sobar hasta correrte de gusto. La cintura marcada, aunque con sus chichillas. Y sí, unas tetas grandes y llenas, que te hacen enloquecer.
Siempre que salimos los tres por ahí, no puedo dejar de mirar como abultan sus tetazas bajo jerseys ajustados, blusas, vestidos de verano finos y escotados, etc. Y qué decir en verano, cuando me voy con ellos a la playa. Ver a Nuria en bikini, me provoca morbo y agobio. Agobio, por Jorge Me da cosa que me pille devorando con los ojos las tetas de su mujer. Aunque supongo que conociendo como conoce, mi pasión por las pechugonas, se lo imaginará.
También me agobia que ella se dé cuenta. Aunque una mujer tetona, estará acostumbrada a ello. Y más de una vez, creo que ha pillado.
Nuria es muy simpática. Mientras que Jorge tiene esa personalidad más acida (mala hierba, nunca muere); Nuria es alegre, extrovertida pero con un punto de timidez, que a veces te choca. Lo mismo suelta una burrada, que se ruboriza por una tonteria sin mucha maldad.
Durante años, la mujer de mi amigo ha ocupado mis pajas. Me he imaginado chupando y amasando sus tetas enormes; comiéndole el coño; follándomela hasta caer exhausto.
Alguna vez, Jorge me comenta cosas de su vida sexual. Siempre hemos hablado de sexo con mucha soltura, de los polvos con ex y rolletes; y a veces, me cuenta sin entrar en muchos detalles, algún polvo de los suyos con Nuria. Como el que se pegaron en el autocine una vez, estando en la última fila de coches. O la vez que Nuria se la chupó en el parking del Carrefour, en un momento de calentón y les pilló el vigilante de seguridad. O aquella vez que estaban follando en un mirador y al terminar vieron a un viejo que les había estado espiando sin saberlo. Estas cosas, siempre alimentaba mis fantasías, pues me imaginaba a su mujer en el ajo, y me daba aún más morbo.
Lo que jamás pude imaginar, fue que algún día mis fantasías se harían realidad…
Lo que voy a contar, sucedió este pasado verano.
Jorge, su mujer y yo; estábamos tomando algo en un bar donde solemos parar. Hablando de ir de vacaciones, Jorge me propuso algo.
– Venga, Roberto; podías venirte de vacaciones con Nuria y conmigo, a una escapadita de cuatro días a Tenerife. Hay una buena oferta y sí que vale la pena, hace mucho que no vamos juntos de vacaciones – me dijo, Jorge.
– No sé, Jorge. Perderme cuatro días ahora… – dudaba yo.
– La última vez que fuimos juntos, fue hace tres años cuando aún estabas con tu ex, Claudia. Desde entonces, nada… ¡Venga, hombre! – insistía, mi amigo.
– ¡Ay!, pues sería divertido – exclamó, Nuria.
De pronto, la idea de volver a ver a Nuria en bikini, me animó. La última vez, fue el verano anterior, un fin de semana de playa. Deseaba volver a ver aquel culo y aquellas enormes tetonas. La de pajas que me habré hecho, con fotos de Nuria que tengo, en bikini.
Acordamos que sí. Pedimos cuatro días de vacaciones en nuestros trabajos y preparamos el viaje.
Ya en Tenerife, el primer día lo dedicamos a hacer turismo y salir esa noche de fiesta. Recuerdo que Nuria llevaba un vestido negro, que le marcaba el trasero y aunque no era muy escotado, sus enormes tetas se veían impresionantes. Nuria en tacones, está tremenda.
Yo dormía en la habitación contigua a Nuria y Jorge. Aquella noche al llegar de madrugada, me di una ducha y al meterme en la cama, les escuché reír al lado. Durante un instante, hubo silencio. Agudicé el oído y pude sentir el crujir de la cama y suspiros. “¡vaya, están follando!”, pensé.
Durante una hora, la cama no paraba de traquetear; se oían ligeros suspiros y a veces se escuchaba algún ligero gemido de Nuria; y gruñidos de Jorge.
Yo estaba al otro lado de la pared, con mi verga más dura que la roca, imaginando lo que estaba sucediendo al otro lado. Me la meneaba suavemente, concentrado en escuchar.
Pero algo extraño sucedió. Quería correrme; pero una especie de voz interior, me decía que aquel viaje me depararía algo sexual y morboso. Me dije, “espera; resérvate” . Me quedé pensativo y al final, el sueño me pudo. Me dormí fantaseando con las tetas y el culo de Nuria.
El segundo día, fuimos a la playa. Pasamos todo el día allí, en la playa de Los Cristianos.
Ver quitarse el vestido veraniego a Nuria y quedarse con un bikini negro, fue infartante. Allí estaba; con sus muslazos, su cintura marcada, con su tripita y aquellas tetas rebosantes, que parecían reventar el sostén del bikini.
Yo no paraba de mirarla con disimulo.
Nos bañamos, comimos, charlamos de todo un poco, nos reímos y paseamos por la playa. Pero siempre, mis ojos puestos en aquellas tetazas y el culo de Mónica. Solo pensaba en follarme aquel par de melones. Y hubo un momento en que la miraba sin disimulo.
Esa noche, Jorge y su mujer, volvieron a follar. Yo, en la habitación de al lado, me subía por las paredes, fantaseando con la tetona.
Al día siguiente, Jorge quiso ir a una cala solitaria que le recomendaron. Fuimos en autobús; estaba bastante lejos. Era la playa de Diego Hernández. Una cala tranquila de arena fina y aguas turquesas. Hacía sol y aun así, casi no había nadie. Unas doce personas. Aun así, nos alejamos un poco, para estar solos.
Yo no paraba de mirar a Nuria, absorto, mientras se bañaba. Gabriel y yo, estábamos sentados en las toallas sobre la arena, tras unas rocas que nos daban cierta intimidad.
– ¿Está jamona, eh? – dijo Jorge.
– ¿Eh? ¿Tú mujer? – pregunté sorprendido.
– Claro. Estás embobado mirando, cabrón – respondió Jorge, guiñándome un ojo.
– Bueno, pues… – dije avergonzado.
– Venga Rober, que hay confianza, coño. Si la de cosas que hemos hablado tú y yo. Que no me importa que la mires. Si con lo que te gustan las tetudas a ti, mamonazo – me dijo riendo.
– Hombre, tu mujer siempre me ha parecido guapa. Y no te voy a mentir; tiene muy buena delantera. Sus tetas son enormes como cántaros – respondí.
– Tiene unas domingas que alucinas. Tú no las has visto al aire, muchacho; si no, alucinarías más – dijo mi amigo, riendo.
– La verdad es que son imponentes, las tetas de Nuri– dije animado, al ver que mi amigo se lo tomaba con gracia.
– ¡Venga, confiesa! – Exclamó Jorge– ¿Te la has Jalado pensando en Nuria, alguna vez? – preguntó, riendo con malicia.
– Bueno, yo… pues… Bueno… – no sabía que responder, muerto de vergüenza.
– Va coño, que no me molesta y lo sabes. Dime… – dijo Jorge, sonriendo.
– Pues sí, Jorge. Desde que la conocí, unas cuantas. Tu mujer está muy bien. Y claro que lo he hecho – dije lanzado.
– ¿Qué te gusta de ella? Desembucha… – dijo riendo, mi amigo.
– Todo en general. Pero en especial su delantera. Tiene unas domingas que… ¡Buf! ¡Tela! Vamos, como dos melones… – respondí riendo, al ver que Jorge me mostraba ese morboso interés suyo, con una sonrisa socarrona.
– A mí me chiflan. Llevo dieciocho años comiéndome esas tetonas y cada día me gustan más, hombre. Y no veas como se menean, cuando estamos al lío. Y sobre todo, como las mueve la puñetera, cuando me hace una cubana – dijo Jorge, mientras reía morbosamente.
Mi polla empezaba a endurecerse, con aquella conversación. A lo lejos, Nuria seguía bañándose.
– ¡Buf, Jorge!, qué suerte tienes de meterla entre esos globos. Yo en mi vida he catado una mujer tetona – dije excitado.
– ¿Quieres verle las tetas a Nuria? Voy a provocarla un poco, que te las enseñe y te deje tocar – dijo mi amigo, riendo.
– ¡No jodas! Te mata… – respondí.
– Nuria es tímida, pero tiene su punto lanzado, si tiene buen día. Ya verás como la provocó y lo hace. – dijo Jorge. – Mira, ahí viene… – señaló.
– ¡Porfa Jorge!, no digas nada, que me da vergüenza – exclamé con el corazón en un puño, mientras su mujer, se acercaba caminando por la arena torpemente con sus bamboleantes tetazas, hasta nosotros.
– ¿Qué hacen ahí hablando? – preguntó Nuria, con su bikni mojado y sus enormes pezones marcándose bajo el sostén.
– Pues estábamos hablando sobre que estás muy jamona y que a Roberto le encantan especialmente tus tetonas, que tienes unas perolas enormes, cariño – dijoJorge.
Yo no sabía donde meterme. Nuria sonrió sonrojada y se sentó entre su marido y yo, en la toalla de él, delante nuestro.
– Cochinos que son, – dijo – siempre pensando en lo mismo – prosiguió, con una sonrisa.
– Qué dice Rober, que le encantan tus domingas y que alguna vez ha fantaseado con verlas. Va cari, enséñanoslas… – dijo Jorge riendo y guiñando un ojo a su mujer.
– Sí hombre, no te fastidia… Me da vergüenza. A ver, que Rober tengo confianza con él; pero no voy a sacarme el tetamen aquí delante de él – dijo ella riendo y haciendo aspavientos con las manos.
– Va, mujer… ¿Tú que dices Rober? – dijo su marido.
– Hombre, yo encantado – respondí mirando a Nuria, que sonreía avergonzada.
– Pero si son unas tetas… Anda que no habrás visto tetas en tu vida y por Internet… – dijo ella, ruborizada y con una pícara sonrisa.
– Como esas tuyas, no ha visto, cari – dijo su marido.
Tras unos instantes de risas y súplicas de Jorge a su mujer y conmigo muerto de vergüenza; Nuria aceptó.
– Vale… Pero no arméis escándalo, que os conozco. Y tú, – refiriéndose a mí – ni palabra a nadie, jamás – dijo ella.
Nuria miró alrededor; metió una mano por el sostén del bikini y se sacó una teta y luego la otra.
Allí estaba Nuria, arrodillada entre su marido y yo, que estábamos sentados a su lado; sonriendo nerviosa y con sus enormes pechos al aire. Las tetas de Nuria eran enormes. Con una caída natural fantástica; llenas, macizas. Blancas, con venitas azuladas y unos pezones marrón clarito, muy carnosos y unas enormes areolas difuminadas.
Ver a Jorge reír y que Nuria, que jamás pensé aceptara, hacerlo aunque estuviera muerta de vergüenza; me puso a cien.
– ¿Has visto que perolas tiene mi chica? – me preguntó Jorge, con picardía.
– ¡Dios Nuria! ¡Vaya cántaros! – exclamé. – Tienes unos biberones enormes – dije excitado, mientras Jorge y Nuria estallaban a reír.
– ¿Biberones? Lo de mi chica son ubres – dijo Jorge, mientras se ponía tras su mujer y le tocaba las tetas.
– Jorge que nos van a ver – dijo ella, airada.
A mí aquello me disparó la libido. Mi amigo parecía disfrutar con aquello. Y Nuri, aunque muerta de vergüenza, se reía y parecía divertirse.
– ¿Puedo tocarlas? – pregunté.
– Tócalas, tócalas – dijo Jorge.
Sin esperar respuesta de Nuria, me puse a su lado, de rodillas como ella y puse mis manos en sus tetonas. Su tacto, era lleno, pesado, macizo y suave. Levanté y amasé aquellas tetas enormes, mientras ella miraba alrededor.
– ¡Wow, que tetorras Nuria! Son enormes. Y cómo pesan…- dije mientras amasaba su tetamen.
Jorge se tocaba el miembro por encima del bañador, mientras reía con morbo.
– ¡Joder cari, esto me pone! Qué morbosa eres, cuando quieres – dijo Jorge.
– Nos van a ver – respondió ella nerviosa, mientras yo seguía amasando con firmeza sus tetas.
– Sabes que la fantasía de Roberto, es poder metertela entre las tetas. Le he dicho que es tu especialidad – dijo Jorge, guiñándome un ojo.
– Serás guarro… – dijo su mujer, mientras yo, con la polla dura a reventar, seguía levantando y tocando las enormes domingas de Nuri.
– Es la verdad. Se te da de miedo – dijo Jorge.
– ¿Enserio, Nuria? – pregunté sin dejar de acariciar y levantar aquellas tetazas.
– Bueno… Se me da bastante bien – dijo Nuria guiñando un ojo y riendo sonrojada.
Entonces, cuando creía estar en un sueño, viviendo algo irreal, el morbo de desató…
Jorge se puso de pie ante su mujer y se sacó el miembro.
– ¿Le hacemos una demostración? – dijo mientras se pajeaba su polla; de un tamaño grande y grueso, como la mía, aunque ligeramente curvada. Nuria se ruborizó y miró a todos lados.
– ¡Jorge, por Dios!, qué nos van a ver. ¿Qué haces? Y Roberto delante… – dijo avergonzada.
– A mí me encantaría – dije, mientras eché un vistazo alrededor.
– Vamos… Venga, póntela entre esas tetonas, cari – dijo Jorge, mientras tumbaba a Nuria en la toalla.
Ella, nerviosa, decía que no. Pero Jorge ya se había puesto a horcajadas, sobre su mujer.
Mi amigo, puso su verga entre las tetas enormes de ella y Nuria, avergonzada y con los ojos cerrados; junto sus tetonas alrededor de esta. La polla de Jorge ni se veía. Solo la punta.
Jorge empezó a frotarse moviendo las caderas adelante y atrás, haciendo que su miembro se deslizase entre las ubres de su mujer.
– ¡Joder cariño, qué tetas! ¡Ufff! Qué gusto… ¿Ves Rober? Es una experta en cubanas… – dijo Jorge.
Él movía su polla frenéticamente, entre las tetas de su mujer. Yo me había sacado la polla y me la meneaba, tumbado mirando la escena; mientras Nuria juntaba y separaba sus enormes tetorras, al ritmo de las embestidas de su marido, aprisionando su polla entre ellas.
Jorge aceleró el ritmo. El vaivén era frenético.
– ¡Joder cariño, me corro..! ¡Aaaah, qué perolas Nuri..! Sigue… ¡Me corro! – gimió Jorge.
Nuria me miraba ruborizada, mientras me masturbaba. Jorge le frotaba el rabo como un poseso entre las tetazas, mientras jadeaba.
Entonces mi amigo, tras unos diez minutos o así, se puso tenso y gruñendo de placer, se corrió entre los enormes pechos de su mujer. La polla de Jorge, apretada entre las tetonas de su mujer, soltó un borbotón de semen blanco, que recorrió el cuello de Nuria.
Tras unos minutos de paz; mi amigo quedó tumbado en la toalla, mientras Nuria se levantó corriendo con su cuello y tetas bañadas en semen, hacia el agua.
Yo, aún empalmado; no daba crédito de lo presenciado.
– ¡Joder qué morbo! Nunca había estado con Nuria así, delante de nadie, Rober – dijo Jorge, vistiéndose.
– ¡Buff! Tu mujer, me ha puesto super cachondo. Algo así siempre lo he fantasea do. Qué tetorras, ¡pufff! – respondí.
Nuria, llegó de lavarse en el agua. Estaba sonriente y avergonzada. Me hizo jurar mil veces, que jamás contaría aquello.
De camino al hotel, ni hablamos de ello. Fuimos a las habitaciones directo, para ducharnos y bajar a cenar al restaurante del hotel.
Mi ducha fue con agua fría. No podía quitarme la escena de aquella tarde, de la cabeza.
Durante la cena, hablamos como si nada de otras cosas. Creo, que los tres estábamos un poco cortados y no queríamos sacar el tema. Pero Jorge, que había bebido mucho con la cena, empezó a decir que lo de aquella tarde había sido fantástico y Nuria avergonzada de que alguien le oyera; dijo que ya era hora de subir a dormir.
En el ascensor, mi amigo no paraba de reír y desvariar. Yo no dejaba de mirar a Nuria; con aquel vestido veraniego vaporoso, de color marrón y estampado con flores, que marcaba sus tetas y el sujetador. Sus piernas, también se veían de rodilla abajo y llevaba unos zuecos de cuña que las estilizaban. Solo pensaba en follármela… Aunque yo no estaba borracho como Jorge, si tenía ese puntillo de valor que da el alcohol. Después de ayudarla a acostar a su marido, que cayó frito en la cama; me acerqué a Nuria, con el corazón a punto de estallarme. No podía aguantarme más…
– Nuria… Verás… ¡Buff! Es que lo de esta tarde me ha puesto a cien – dije en voz baja. – Rober, ni una palabra a nadie… – dijo ella.
– Nunca lo diré a nadie. Pero… Joder… Es que estoy superexcitado. Tú… ¿tú podrías hacerme lo mismo que a Jorge? – dije tartamudeando por el alcohol y en voz baja.
– ¿Qué? ¿Qué te dejé follarme la tetas? Rober… A ver… Que lo de hoy, se nos fue de las manos a Jorge y a mí. Pero que no somos de esos liberales o eso… Rober, que yo te tengo mucho cariño, pero no es buena idea – dijo, ella.
– Por favor… Llevo fantaseándolo hace mucho. No lo diré a nadie. Ni Jorge lo sabrá. No me dejes así, Nuri…
Jorge roncaba en la cama y Nuria me miraba con un gesto de nerviosismo, mordiéndose el labio inferior.
– Vamos… Llevo deseándolo dieciocho años. Eres mi fantasía, Nuria – le dije, mientras una de mis manos, tocaba sus tetas por encima del vestido.
– Vale… Pero solo eso y ni una palabra a nadie. Venga, rápido y se acabó – dijo ella.
– Vamos a mi habitación… – le dije.
– No, no. Aquí en el baño. No quiero que mi marido se despierte y vea que no estoy. Así que ojo con el ruido… – dijo ella.
Yo estaba tan cachondo, que la abracé y empecé a sobarle el culo, allí, en la misma habitacion; con su marido roncando en la cama.
– ¡Para, para, aquí no! En el baño… – susurró ella, mientras intentaba apartarme.
– Quítate el vestido – dije, alzando suavemente la voz, mientras intentaba besarla por el cuello y en la boca.
Le subí el vestido con agresividad y forcejeando entre susurros, mientras me decía que allí no; le bajé el sujetador de encaje negro. La tumbé en el butacón a los pies de la cama y empecé a amasar sus tetas.
– ¡Joder Nuria, qué tetona eres! Qué par de biberones… Estos cántaros me ponen cachondo desde hace dieciocho putos años… – le decía susurrando; mientras juntaba aquellas enormes tetas y pasaba mi lengua por sus pezones.
Amasaba aquellas tetas como si no hubiera un mañana y las chupaba, abarcando con mi boca todo lo que podía.
Nuria había dejado de forcejear y me sujetaba por los hombros y la cabeza; aprisionándome contra sus tetas.
– Vamos… vamos… Quiero comerte el coño… – le dije en voz alta.
– ¡Rober, silencio! – dijo susurrando.
Cogí las bragas de Mónica y de dos tirones, las rompí. Me lancé a por su coño… Ella se recostó en el butacón y yo de rodillas con mi cara entre sus muslos y mis pantalones bajados, con la polla más tiesa que en toda mi vida; empecé a lamer su coño.
Metía mi lengua en su vagina; lamía sus labios; su clítoris; lo chupaba; metía dos dedos en su coño, mientras mi lengua, trabajaba su botón del placer.
Nuria se retorcía y jadeaba, amasándose las tetazas. Era como si los dos nos hubiéramos olvidado que Jorge estaba a menos de dos metros durmiendo.
– Ven… Chúpamela… Quiero que me la chupes… – le dije a Nuria, mientras me ponía en pie y me quitaba el pantalón.
Agarré a Nuria por su melena rizada y acerqué mi polla a su boca. Ella la cogió y empezó a menearla, moviendo mi capuchón arriba y abajo. Allí, en la penumbra de la habitación, solo iluminada por la tenue luz naranja de la calle; Nuria sentada en la butaca, empezó a chupármela. Su cabeza y su mano se movían rítmicamente. Sentía sus labios apretando mi polla; su lengua y el calor de su saliva.
– Así… así… chúpala. Vamos… Traga… Qué cachondo me pones… ¡Aaah! – le dije, mientras con mis manos amasaba sus tetazas y ella chupaba y lamía mi rabo.
– ¿Te gusta? – preguntó, tomando aire.
– Vamos… Quiero follarte esas domingas… Quiero follarte los melones, Nuria… – le dije, metiendo mi polla entre sus pechos.
Nuria juntaba y separaba sus tetonas, al ritmo de mis embestidas. Mi polla subía y bajaba entre las perolas de la mujer de mi amigo y mi muslos, chocaban contra ellas, haciendo un ruido de chapoteo. ¡Flop, flop, flop, flop! Se oía por toda la habitación.
– ¡Joder que ubres, Nuria! ¡Qué tetorras tienes, guarra! ¡Aaaah, voy a correrme! – grite.
– ¿Te gusta… te gusta follarme el tetamen? – dijo ella.
Entoces, me fijé en una sombra a mi lado, detrás deNuria. Era Jorge. Se había despertado y con la cara somnolienta por la borrachera, estaba desnudo masturbándose y mirando. No nos habíamos dado cuenta.
Nuria agarro la polla de su marido y empezó a chupársela mientras me pajeaba a mi también.
– ¡Aaah, así vamos, chupa! – decía Jorge, marcado el ritmo de la mamada sujetando la cabeza de su mujer.
Mónica iba cambiando de polla. El ruido de la saliva en su boca al chupárnosla, era puro morbo para el oído.
– ¡Ufff! ¡Cuánta polla! – dijo Nuria, tomando aire.
Jorge, tumbó a su mujer en la cama y la penetró al estilo misionero. La cama crujía a cada embestida y Nuria resoplaba, sus enormes pechos se bamboleaban arriba y abajo. Mientras, yo me masturbaba viendo la escena.
Luego de un rato, me tumbe en la cama y Mónica se puso encima de mí. Se metió mi polla dentro y comenzó a mover las caderas. Notaba su coño humedeciendo mis testículos. Se movía frenética, mientras yo apretaba sus nalgas con mis manos. Con mi boca chupaba sus pezones; sus enormes tetazas quedaban ante mi boca, balanceándose como péndulos.
– Muévete, muévete… ¡Vamos! Qué gusto, joder… – gemía yo.
– Cariño, que zorra eres cuando quieres… Vamos, chupa… – le dijo Jorge a su mujer, mientras el de pie sobre la cama, se la metía en la boca, mientras ella me cabalgaba.
– ¡Joder… aaah, me corro! – gritó Nuria, quien aumentó el vaivén de sus caderas.
Entonces noté una humedad bestial en mi polla. Ella, cayó desplomada sobre mí. Se había corrido.
Jorge, bajó de la cama y levantó a su mujer.
– Vamos, zorrón. Dame ese culo un poquito, sabes que me encanta y te vuelve loca – dijo él.
– ¡Joder, me vais a matar! – respondió ella.
Nuria se puso a cuatro patas en la cama, a mi lado. Su culo se veía tremendo con la espalda arqueada. Sus ubres se balanceaban y yo no pude resistirme a amasar con mis manos, aquel par de maravillas.
– Este es mi vicio. Me encanta que Gabriel me folle el culo… Me pone muchísimo… – me dijo ella, mientras sonreía acalorada y empapada en sudor, con su pelo enredado sobre la cara.
– Yo nunca me he follado por el culo a una tía – le dije.
– Eso tiene arreglo. Fóllate a mi mujer, vamos… – dijo Jorge.
– Hay que probar cositas nuevas – respondió su mujer, sonriendo y sacando la lengua.
Me puse un preservativo de una caja que Jorge me dio, de la mesilla de noche. Empapé mi rabo de lubricante y mientras Jorge, tumbado en la cama, besaba a su mujer y le sobaba los melones; yo me coloqué tras ella. Con una mano, separé una de sus carnosas nalgas; puse la punta de mi miembro en el ano de Nuria y fui poco a poco metiéndosela. Mi glande quedó dentro de su culo.
– ¡Aaauh, auh, auh! Suave… Duele… – gimió Nuria.
– Tranquila… Esto te encanta… Ven chúpamela mientras tanto… Así… así… Joder… – le dijo su marido; mientras ella le chupaba el miembro y yo, se la metía por el culo.
La sensación era brutal. Su ano estaba prieto. Tenía mi polla metida hasta los huevos y mis embestidas, pasaron de ser suaves, a vigorosas. Mis muslos golpeaban con fuerza las nalgas de Nuria, haciendo un ruido de cacheteo muy excitante. Ella gemía y jadeaba, mientras chupaba la polla de su marido y se tocaba el coño. Jorge, marcaba el ritmo de la mamada sujetando la cabeza de su mujer, con ambas manos. La cama crujía como si fuera a estallar.
– ¡Aaah, me corro! – gimió Nuria, mientras se frotaba el chumino. Se había corrido.
Entonces, tras unos minutos de relax; Jorge dijo:
– Vamos, ahora dos pollas, cariño. Siempre has dicho que era tu fantasía -.
Yo me tumbé en la cama y Nuria se metió mi polla en el coño, puesta sobre mi. Mientras Jorge se ponía un condón y lubricaba su gruesa polla; yo aproveche a chupar y amasar, las pesadas y llenas tetonas de su mujer.
– Joder… qué perolas… Tienes unos cántaros. Cómo he fantaseado con estas ubres, Nuria – le dije.
– Así, chúpalas… Toca, vamos… ¿Te gustan mis melones, eh? – sonrió Nuria.
Gabri, penetró por el culo a su mujer. Yo empujaba desde abajo, levantando mis caderas, metiendo mi rabo con vigor, en el coño de Nuria; mientras cogía con mis manos aquellas tetorras enormes y las chupaba con frenesí. Mientras, su marido le embestía el culo.
– ¡Aaaah, qué tetorras Nuria! Qué gusto… – gemí.
– Así… así, no paréis, no paréis… – dijo ella.
– ¡Córrete joder… córrete! – decía su marido, mientras la penetraba el culo.
Nuria se corrió de gusto, empapada en sudor. Sus tetonas estaban mojadas.
Jorge sacó la polla del culo de su mujer y se quitó el condón con brusquedad.
– Me corro… – dijo Jorge – ponte de rodillas, vamos… vamos… – mientras se tocaba.
– Yo también, no aguanto… – dije.
Mónica se puso de rodillas en el suelo y apartó el pelo de su cara. Sonrió y con los ojos y la boca cerrados, empezó a amasar sus tetazas; mientras su marido y yo, nos masturbábamos sobre su cara.
– ¡Uuuuaaah me corro! – gimió Jorge.
Un borbotón de semen, salió del miembro de Jorge y aterrizó en la cara de su mujer, sobre sus labios. Luego, otro más pequeño, seguido de una lluvia de gotas, que aterrizaron en la cara y el pelo de su mujer, y por el suelo y la cama.
– ¡Aaaah… joder qué gusto… Joder! – grito Jorge, extasiado.
Nuria tenía la cara cubierta de semen y seguía con sus ojos cerrados, ofreciéndome ahora su rostro, a mí; que me masturbaba sobre ella.
– Tócate las tetonas… Tócate esas ubres… ¡Aaaaah, me corro! – grité.
Dos chorros de semen blanco y espeso, golpearon la cara de Nuria en la frente y los labios. Otro, salió por encima de su cabeza, aterrizando en su pelo y la cama. Y un cuarto, se deslizó chorreando de mi polla, hasta su cara, regándola. Y finalmente otro más, que aterrizó en sus tetonas.
Jorge estaba sentado en la butaca, sonriendo. Yo, al borde del infarto por placer. Nuria se puso de pie, desnuda, con nuestro semen arrollando por su cara y sus enormes tetorras.
Nos dimos una ducha, por turnos. Hablábamos de lo brutal que había sido.
– Nunca habíamos incluido a nadie en el sexo, antes. A ver, si experiencias de tener mirones cerca; pero no un trío – dijo Jorge. – Ha sido la hostia, ver cómo te follabas a mí mujer – siguió.
– ¡Buff, Gabri! Tenía tantas ganas de follármela. Gracias tío… Qué morbo – le dije.
– ¿Qué tal mis dos folladores? Estoy muerta… Eso sí, como nueva – dijo Nuria, envuelta en una toalla, saliendo del baño.
Tras hablar de lo sucedido, nos fuimos a dormir los tres. Yo a mi habitación.
Al día siguiente ya nos íbamos por la noche. Así que aprovechamos para hacer turismo y, como no, recordar la noche anterior.
Jamás olvidaré aquella noche.
Mi relación con Jorge y Nuria no cambió, seguimos siendo muy amigos y aquella no fue la única vez, que pude disfrutar de Nuria y sus enormes tetas. Jorge me ha dejado disfrutar de ella, más veces. Y Nuria, me ha ido enseñando un lado oculto suyo, que no imaginaba.
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