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SINOPSIS: Madura mujer pierde su virginidad anal ante adolescente y la hace llorar de placer…
ECSagardez
La cena transcurrió en forma normal. Mi abuelo Angel, como siempre contaba las anécdotas de su infancia y los chascarrillos que se escuchaban en los muelles veracruzanos. El calor no amainaba y era el principal ingrediente de esa noche veraniega…
Mi abuela Faustina, como siempre había preparado el platillo preferido del abuelo, su tradicional "ropa vieja" con frijoles refritos y la espumeante cerveza "Superior" que no debía faltar en la mesa, sobre todo cuando había visitas, como era el caso de doña Felícitas… Amiga especial para la familia…
Por cierto, esa noche, ella lucía despampanante con su vestido de tela ligera y estampado en flores, además de dicharachera y sonriente. Su rostro asomaba la felicidad que la embargaba, luego del tremendo palo que habíamos tenido esa tarde y que, sin falsas modestias, le arranqué un espectacular orgasmo…
Al término de la cena, como es tradicional en Veracruz, nos dirigimos a la puerta y sacamos algunos sillones para sentarnos en la calzada y recibir el escaso aire fresco que en algunas ocasiones nos llegaba, producto de la brisa marina… Pero era indudable que el calor estaba haciendo estragos en todos… Así que luego de un buen rato de plática y de escuchar los chistes del abuelo. Solicité permito para ausentarme y dirigirme al baño para darme una ducha…
No sin antes, preguntarle a la abuela dónde iba a dormir… Pero doña Felícitas fue la que tomó la palabra y dijo:
— Por mi no hay problema si puedo dormir en tu cuarto. Me gusta la ventana que da al patio y parece que por allí corre aire…
Mi abuela respondió:
— Si quieres pon una colchoneta y le dejas la cama a Felícitas…
Sólo me limité a sonreir y asentí con la cabeza…
II
Me dirigí al baño. Pero mi mente calenturienta estaba trabajando a mil por hora… El solo pensar que dormiríamos en el mismo cuarto, me había provocado una erección… Pero no sabía si masturbarme o dejar todo para el momento en que el silencio de la noche nos reuniera en mi cuarto…
Dejé que el agua de la regadera corriera… Mi verga estaba dura y tiesa… El líquido preseminal pedía a gritos que se le extrajera, como si se tratara de una jeringa hipodérmica… Pero sólo le di dos o tres bajadas y subidas al prepucio… Para calmarme y concentrar todas mis fuerzas en lo que haría esa noche con doña Felícitas…
Luego de bañarme y secar mi cuerpo, me dirigí a mi cuarto… Llevando consigo una colchoneta individual que usábamos cuando había visitas. La hospitalidad y cortesía jarocha indicaban que debíamos dejarles las camas a nuestros invitados… Y ese dia no era la excepción…
III
El baño con agua fría y el intenso calor que no amainaba… Poco a poco me sumergieron en un sopor, hasta que me quedé profundamente dormido, con mi mano en mi enhiesto pene. Aún con la duda de masturbarme a la salud de doña Felícitas o esperar el tiempo necesario para coger con ella…
No supe ni cuanto tiempo transcurrió. Pero era notorio que los mayores ya se encontraban en su habitación, muy distante de la mía… Aletargado por el sueño, percibí cuando doña Felícitas entraba al cuarto, sólo con la toalla envolviéndole el cuerpo y cerraba con seguro la puerta…
Se acostó en mi cama. Pero no preguntó nada ni tampoco intentó despertarme… Aun en la oscuridad y la leve luz que entraba por la ventana, percibí que traía algo en la mano derecha. Pero no podía descifrar cuál era el objeto, aunque si un poco alargado…
La intranquilidad de masturbarme o poseer a la madura mujer me tenía bien empalmado… Pero no quería hacer ningún movimiento… Deseaba que ella tomara la iniciativa. Al cabo ella ya se encontraba semidesnuda. Sólo la cubría la toalla húmeda…
Yo me dejé mi truza de algodón. Pero era notable que mi pene estaba erecto y pedía una solución al problema de eyacular a través de una paja o esperar…
La maldita espera me estaba poniendo de mal humor. Porque doña Felícitas no se decidía y yo ya quería cogérmela…
IV
No se ni cuánto tiempo pasó… Al poco rato sentí el cuerpo de doña Felícitas como se me pegaba al mío… Y su voz sonó como un murmullo angelical, para decirme:
— Chico… ¿Estás despierto…?
La respuesta no se hizo esperar:
— Sí… Baja tu mano y siente como estoy… Tengo horas esperando que te decidieras a bajarte a la colchoneta…
Por lo que me contesta:
— Chico… Yo también pensé lo mismo… Pero era mejor esperar a que todos estuvieran bien dormidos…
Y dicho lo anterior, comenzó la acción…
V
Su mano se apoderó de mi verga y comenzó a masturbarme… Su boca se apoderó de mis tetillas y me las lamió y chupó… Yo me sentía en la gloria… Exhalaba suaves gemidos, porque lo que menos queríamos era hacer ruido…
Poco a poco fue bajando su cara y con su lengua me recorrió mi ombligo hasta que llegó al pene y se lo introdujo en la boca… Sentía como su lengua me provocaba un ligero espasmo…
Sus lamidas y chupetes a mi pene, mostraban a doña Felícitas como una mujer golosa… A veces se lo introducía todo y otras sólo acariciaba con su lengua mi glande, mientras con su mano derecha bajaba y subía el prepucio…
Era fascinante sentir esa mamada… Sus lenguetazos pasaban por mis testículos y de pronto se metía el derecho como el izquierdo, para lamerlos y morderlos ligeramente, lo cual me hizo sentir que algo recorría toda mi columna vertebral…
Fue inevitable y ella se metió todo el enhiesto pene en su boca para recibir las descargas de caliente sémen que se impactaron en su campanilla… Pero no chistó nada…
Al término de la eyaculación, su lengua comenzó la labor de limpieza sobre la punta y lo dejó reluciente de limpio… Pero a mi me provocaba cosquillas y el deseo enorme de poseerla…
VI
Ella no esperó más y se acostó boca arriba en la colchoneta… Abrió sus piernas y me pidió:
— Chico… Hunde tu cabeza en mi panocha… Dame, por favor una rica mamada… Pero hazlo pronto porque ya no me aguanto…
No fue necesaria su petición… Mi boca buscó sus pezones… Pero sólo fue un ligero paso para bajar de inmediato hasta su monte de Venus… Ese peludo monte que me había atraído la tarde del dia anterior, cuando la vi acostada en mi cama…
Mi lengua fue separando pelo por pelo… La humedad de su pucha se confundía con el fuerte y acre olor que despedía su vagina… Sin embargo, eso no importaba en ese momento…
Con mi lengua seguía explorando su bañada oquedad y logré asir con mis labios el clítoris, el cual chupé y rocé infinidad de veces, hasta arrancarle a la madura mujer hondos gemidos que trataba de contener con la toalla en su boca…
Su cuerpo se contorsionaba, por momentos estiraba sus piernas y se tensaba en forma tal que me hacía deducir que su goce era tremebundo y que estaba preparándose para tener su primer orgasmo de esa madrugada…
Los cuerpos de ambos estaban llenos de sudor… Nuestra calentura estaba apaciguada a medias… Pero ninguno de los dos cedía a la tentación de calmarnos, queríamos más y más sexo… El calor en el ambiente no importaba en ese instante…
Cuando de pronto, estira sus piernas, los dedos de sus pies se abrieron y ella exclamó murmurando:
— ¡Me veeeeennnnnnngoooooo…! ¡Chico… Me veeeennnnnngooooo…!
Y chorros de acre y salado líquido salieron de esa descomunal vagina que cayeron en mi rostro, sin darme tiempo de retirarme… Ella se había pegado a mi cara, en clara petición de que mi lengua la siguiera recorriendo, mientras ella tenía su orgasmo…
VII
Pero, el tiempo no era nuestra principal prioridad… Al día siguiente era sábado y tenía como opción levantarme hasta las 8 de la mañana, ya que no iba a la escuela… Así que ella continuó su labor, me limpió la cara con su toalla. Pero antes con su lengua me lamió el rostro… Probaba el sabor de sus fluídos y mi sudor… Además de besarme en la boca y chupar mi lengua… Era todo un deliquio, el sentir los carnosos labios de doña Felícitas, quien me transportaba a otro momento de éxtasis…
Mi verga estaba respondiendo y ella lo percibió, porque comenzó a pajearme, hasta sentirla en toda su longitud y grosor… Así que me pidió:
— Chico, cógeme… Metémela toda, como tu sabes…
Yo no respondía… La invitación no era motivo de desaire… Por lo que se puso en cuatro patas y de pronto me dijo:
— Pásame lo que está ahí en la mesita…
Me acerqué a la mesa donde hacía mis tareas y me encontré con un envoltorio y el cual contenía una zanahoria de buena longitud…
Cuando se lo entregué me dijo que se lo introdujera en el ano…
— Así sin crema, aún se siente fría, porque la metí al congelador… Vas a ver que rico voy a coger contigo…
Ella se puso de a perrito y con su mano derecha buscó mi verga para meterla en su vagina. Mientras yo le abría su culo y le introducía la zanahoria… Esa labor me costó trabajo, porque su esfínter, por momentos rechazaba el tubérculo… Hasta que por fin fue cediendo y logró entrar totalmente…
En tanto mi verga seguía un mete y saca en su vagina… Doña Felícitas acompañaba esto con movimientos circulares que me hacían vibrar de emoción y lanzar algunas leves bufanadas de aire… Mi mano derecha, al mismo tiempo, le metía y sacaba la zanahoria… Respondiendo a las dos penetraciones con intensa actividad… Hasta que me dijo:
— Déjala ahí y concentrate en mi panocha…
Su voz sonó melodiosa cuando expresó esa palabra… Porque mis sentidos se alertaron y mi verga respondió con mayor precisión, para sacársela totalmente y meterla toda con tal fuerza que lanzó un gran suspiro… Estaba gozando la señora y había que darle más y más adentro para que su felicidad fuera mayor…
Mis movimientos y los de ella entraron en un ritmo salvaje, pero a la vez cadencioso… Hasta que lanzó un ligero grito:
— No puedo más… Chico… Me veeeeeeeeeeeeeeennnnnngoooooo….
Y así lo hizo… Su cuerpo se laxó notablemente, para caer desmadejado en la colchoneta… Mientras yo le sacaba la zanahoria y sorpresivamente le introducía la mitad de mi pene en su culo…
Ella no esperaba esa acción… Pero le gustó tanto que no dijo nada y logró levantar sus nalgas, para comenzar a meterla y sacarla hasta introducirla totalmente en ese ano que me había atraído la tarde del dia anterior…
VIII
Por algunos instantes me contuve y evitaba venirme para que disfrutara la penetración… No era el dolor, sino el placer que le hizo derramar algunas lágrimas… Pero doña Felícitas no dijo nada… Aguantó con estoicidad la calidez, longitud y grueso miembro que le taladraba su recto…
El vaivén rítmico que había impreso a mi acometida en el ano de la madura mujer siguió por algunos minutos más… Hasta que mi leche caliente recorrió desde el saco escrotal y fue saliendo en claras descargas hasta confundirse con los residuos líquidos que su recto despedía… Dejando en el ambiente un raro aroma de sexo incontrolable.
IX
Doña Felícitas, siempre atingente con su joven amante, esperó que mi pene se fuera poniendo flácido y cuando salió de su ano, hizo un leve ruido como si se descorchara una botella de sidra… De inmediato la tomó y la limpió con su húmeda toalla…
Poco después, volvió a introducirla en su boca y la limpió generosamente… El capullo de mi verga se veía súper grueso… Era a causa de la hinchazón que le provocó el haberla introducido de golpe en el culo de la madura mujer…
Pero no importaba, ella la mamaba con tal vehemencia que no importaba el ardor, sino la felicidad que su boca me causaba que la hizo volver a la carga… Hasta que se montó sobre ella y comenzó a jinetear como si participara en una escaramuza charra… Cabalgaba con tal maestría que mi pene comenzó a reaccionar y poco a poco recobró el largo de su longitud y lo grueso…
Sus movimientos eran hacia arriba y hacia abajo, primero en forma desordenada y luego manteniendo un ritmo que la hacía jadear y decir algunas exclamaciones, propias de su caliente ánimo:
— Chico, dame más… Métemela toda… No me dejes nada afuera… Soy tuya… Dame tu lechita caliente… Vente adentro de mi… La quiero para mi solita…
Esas expresiones enervaron mis sentidos y me hicieron empujar mi pelvis y bajarla para entrar a su ritmo… Hasta que no me pude aguantar y le entregue varios chisguetes de esperma que ella recibió apretando sus piernas y pegándose a mi pelvis, para desmadejar su cuerpo sobre el mío… Señal de que estaba teniendo otro orgasmo, el cual rubricó:
— Chico… Me veeeeeeeeeennnn nnnnnnngggggggooooooo…
X
Cuando terminamos, los dos nos quedamos recostados en la colchoneta e hicimos planes… Pero ella estaba sorprendida de la cálida bienvenida que recibió en esa visita a la abuela Faustina y sobre todo le había gustado la forma en que la poseí por el trasero…
Por lo que me dijo:
— Chico, fue algo delicioso… Me hiciste derramar algunas lágrimas… Pero no fueron de dolor, sino de auténtico placer… Me había negado tanto tiempo a perder la virginidad anal, sin pensar que un jovencito como tu se lo iba a comer sin siquiera pedir permiso…
Y prosiguió:
— Eres todo un garañón… Por eso quiero seguir siendo tu amada Felícitas y ahora se que cuando venga a Veracruz o tu vayas a Loma Bonita, tendré pajarito para mi solita…
Los dos sonreímos por la ocurrencia… No podíamos carcajearnos, porque nos delataríamos ante los mayores de que habíamos hecho cosas a las cuales nos había conducido nuestra incontrolable calentura…
Todo el fin de semana cogimos por las noches en mi cuarto… Y el lunes cuando regresé de la escuela… Doña Felícitas había partido hacia Loma Bonita, dejándome un recado en el interior de un libro que colocó sobre la mesa y el cual decía textualmente lo siguiente:
"Chico te amo… Nos bemos en mi prósimo biaje para que me buelvas a dar otra cálida bienbenida… Siempre tulla Felícitas…"
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