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Después de la vivencia de las fiestas de barrio. Me marche con un grupo de amigos con los que ya había quedado hacía tiempo, nos marchamos a escalar y a hacer senderismo. Fuimos en total 9 personas, estuvimos 12 días y además de pasarlo bien, me oxigene con tanta naturaleza para bastante tiempo, fueron unos días de tranquilidad absoluta, sin móviles, ni televisión, solos con la naturaleza.
Regresamos un domingo a las doce de la mañana. En la estación nos despedimos, pero quedamos en reunirnos un día para planificar otra excursión. Cada uno se fue por su sitio, como la estación quedaba muy cerca de mi casa, cargue mi mochila a la espalda y me dirigí andando a mi casa.
Al cuarto de hora aproximadamente llegaba a mi barrio. Domingo y esa hora, las terrazas de los dos bares estaban llenas. Me chistaron de una de ellas y vi a Antonio llamándome con mucha insistencia. Por lo que no me quedo más remedio que acercarme. Aunque estaba loco por llegar a casa y ducharme.
Una vez que me acerque vi que habían juntado varias mesas y estaban sentados Manolo y María, Pedro y Susi, Adrián y Begoña, Alex y Teresa, Adolfo y Martina, Carmen y Antonio, pero además había tres nuevas parejas que yo no conocí y un hombre mayor.
Antonio me dijo que me sentara que me tenían que contar una cosa. Yo dije que me dejaran subir a casa, a ducharme y cambiarme, que en tres cuartos de hora estaba, bajaba y hablábamos de todo lo que quisiesen. Me dijeron que venga, que me diera prisa. Cuando iba para mi casa pensaba que esta gente no daba nunca ni un respiro.
Cuando bajaba después de la ducha tan relajante que me había dado, pensaba que puñetas era tan importante. Una vez que llegue, había una silla vacía esperándome, nada más sentarme me presentaron a las tres nuevas parejas, que por cierto las conocía de vista. Eran Vicent y Milagros, Suni y Santi, Abel y otra Begoña que la llamaremos Bego, para no confundirla con la primera Begoña. Todas las parejas estaban entre los 35-45 años. El hombre que estaba solo era el párroco de la iglesia. Se me olvidaba decir que Vicent era el presidente de la asociación de vecinos. Eran las “fuerzas vivas” del barrio.
Salude a todos y como siempre examine de arriba abajo a las mujeres que me acababan de presentar, no estaban nada mal. Bueno el tema es que querían que el equipo de fulbito, con el nombre de la asociación de vecinos, participase en un campeonato que empezaba a finales de septiembre. Ellos habían pensado que siguiera con ellos. A lo que respondí que ningún problema, que el deporte me gustaba.
Pero luego venia la segunda parte. La parroquia tenía un grupo juvenil de chicas y chicos. Que lo llevaban varias madres, entre ellas varias mujeres de las que estaba allí. Querían que yo estuviera también, para organizar eventos, actividades deportivas… Lamentándolo mucho tuve que decir que no. Ya que la universidad, los trabajitos informáticos, las instalaciones y clases, me aportaban un dinero que me hacía falta.
La cara tanto del párroco como de más personas que había allí fueron de disgusto. Pero les dije que si podía colaborar, pero no todos los días. Ya me miraron de mejor manera. Este Antonio era un liante. Siempre me estaba metiendo en algo. En ese momento justo Antonio dijo… “Sabía que no me fallarías, ya te encontrare nuevos clientes para que les arregles algo”, no quise desaprovechar la oportunidad diciéndole… “Te lo agradezco, pero a ser posible que me paguen”, esto se lo dije porque ya había varios que después de realizar el trabajo, si me habían visto ya no se acordaban. Me di cuenta que Antonio se quedó cortado.
Mientras disimuladamente, no les quitaba ojo a María y a Begoña, venía con ganas de “guerra” después de 12 días. Ahora todos se pusieron a hablar de las cosas que se podían hacer desde septiembre, yo callaba y escuchaba. Cuando me preguntaban decía algo y poco más. Eso sí, seguía pasando de Begoña. Estando yo hablando con el párroco que se enrollaba conmigo, hubo una media discusión entre Adrián y Begoña, la llamaba la atención por uno que paso y la miro. El la decía que por ir vestida como una… y se cortó no acabo. El cura puso orden y nos cruzamos la mirada Begoña y yo, se notaba que rabiaba. Era un problema tener alguien tan celoso al lado.
Ya eran las dos de la tarde, cuando todos empezaron a levantarse para ir a sus casas a comer. Las primeras que se adelantaron fueron las mujeres y yo me quede a solas un momento con María, que se quedó rezagada a posta.
-Creía que te habías perdido, como no se te veía y el teléfono lo tenías apagado…
-Sí, es que me fui a la montaña.
-Pues te he puesto falta, jajaja.
-Pues yo tenías ganas de verte, aunque me gustaría verte más de otra manera. (La sonreí mirándola) Pero no quiero que se mosquee tu marido.
-Por Manu no te preocupes ya te contare. Luego te llamo por teléfono. ¿Te parece bien?
-Cuando quieras.
Ya salió el resto de la gente y cada uno para su casa. Antonio y yo nos íbamos para nuestras casas, cuando me dijo que seguro que no tienes comida, así que te vienes a casa y ya hablaremos de eso que no te han pagado, ahora me dices quien ha sido. No me apetecía nada ir a su casa a comer, más que nada por el cansancio que tenía, pero tal como iba de “contentillo” no perdí el tiempo en discutir.
Una vez en su casa, Carmen puso un plato más y la comida ya la tenía preparada, la hizo la noche anterior. Solo faltaba que llegar Bárbara. Carmen me hizo una seña y me dijo que el médico le había dicho que en 10 días, ya podía seguir mi vida normal, nos miramos y nos sonreímos, sabíamos d sobre lo que quería decir eso.
Me miro de manera muy extraña y a continuación dijo… “Antonio, no queda nada de vino ni de gaseosa, baja un momento al bar”. Y veo como ella esconde una botella de cada. Antonio maldice por tener que bajar, pero protestando se va. Fue cerrarse la puerta y Carmen agacharse, desabrocharme el pantalón, con cara de gusto, me empezó a hacer una mamada que era pura gloria. Era fuera de lo normal el gusto que me estaba dando, me tenía que apoyar para no caerme del placer que me estaba dando. Me estaba costando correrme, quería hacerlo pronto, no nos fueran a pillar o quedarme a medias. Pero Carmen se debió de pensar lo mismo, porque acelero la mamada de una manera inhumana, la avise de que ya estaba y se la metió lo más que pudo, corriéndome a continuación de una manera inusitada.
Una vez que se lo trago todo y lamio mi polla hasta dejarla bien limpita, me dijo que me la guardara, lo hice, pero la erección no se me bajaba, ella me toco por encima del pantalón y me dijo… “Qué maravilla, como se nota la fuerza de la juventud…”
De pronto se puso a reír y pregunte el motivo, ella me dijo que “Habían metido al zorro a guardar las gallinas”, se refería a lo del grupo parroquial, con tanta madre y se volvió a reír. La pregunte por el cambio de Bárbara, diciéndome que le duraría poco, porque el noviete ese, era un tonto de baba, que no era su tipo. Cuando me iba a contar más se oyó la puerta, era Antonio que llegaba con su hija y el noviete.
Ella me miro muy digna, menuda tontería tenia encima, pero bueno imagino que era la edad. La comida fue de lo más normal, algún comentario con segunda intención por mi parte para Bárbara y Carmen. Nada más terminar de comer me marche, diciendo que estaba muy cansado de todos estos días, me despedí, pero como Bárbara no estaba allí, que estaba en la cocina, recogiendo todo, me acerque antes de irme para despedirme, aproveche que tenía las manos ocupadas y la metí mano por detrás, sobándola bien el culo y al oído le dije que ganas tenia de follarme otra vez ese culito. Ella con voz enfadada, pero en bajito me dijo que ni soñando, que la dejara. Me fui riendo.
Estando en casa medio dormido en el sillón, sonó mi teléfono, era María, que ahora que estaba sola me llamaba,
-Hola semental.
-Sí que empezamos bien, jajaja. Te podías pasar un momento por aquí y ya verías.
-Hoy me es imposible, estoy reglosa, acabo hoy o mañana. Pero además no tengo quien se quede con el niño.
-Pues si quieres una experiencia nueva y gratificante, el jueves noche, si te fías de mi… Y claro esta si no se mosquea tu marido que eso sería lo último que quisiese.
-Por Manu no te preocupes, que desde que nos vio liarnos, está más guarro y no para de hacérmelo, esta incansable. Lo único que desea es verme llena de tu leche.
-Me alegro pero eso es difícil.
-Ya está solucionado, he empezado a tomar anticonceptivos, así que… le daremos el gusto.
-Pues ya sabes el sábado noche, si quieres te tengo una sorpresa.
-No sé cómo me las apañare pero cuenta con ello. ¿A qué hora quedamos?
-A las diez de la noche, pero fuera de mi casa.
-Ah, entonces, quedamos en algún sitio, yo voy en mi coche, lo aparco y me recoges.
La dije donde la recogería y una vez que ella quedo conforme, me pregunto que la diera una pista sobre la sorpresa. Yo la dije que la pista es que si me hacía caso, lo pasaría como nunca. Siguió insistiendo pero me mantuve y no la di más pistas. Cuando ya nos despedíamos, la dije que se vistiera lo más provocativa que pudiera, ella con voz de sorpresa me pregunto como de provocativa. Mira te doy una pista, el día que bajaste con ese vestido todo escotado, eso es como ir de monja, así que imagina como quiero que vayas. Nos despedimos, seguro que hasta el jueves le estaría dando vueltas, tanto a la sorpresa a cómo vestirse.
El lunes y martes fueron días normales para mí, aunque hice por encontrarme con alguna de las mujeres que me gustaban, no hubo manera, no coincidí con ninguna. El miércoles estaba por la mañana en casa después de ir al gym, estaba recién duchado en pantalón corto sin camiseta, cuando llamaron a la puerta. Deseaba que fuera Carmen o Bárbara, ya que nadie llamo al portero automático, así que tenía que ser una de ellas.
Una vez abrí la puerta, allí estaba Begoña, toda tiesa con una cara difícil de describir.
-Mira, mira, quien ha llamado. Buenos días doña estirada.
-¿Por qué eres tan borde conmigo? ¿No puedes tener una palabra amable nunca conmigo?
-Te diría que pasaras, pero… no quiero ofenderte, ni molestarte y mucho menos teniendo el capullo celoso que tienes.
-Oye no hace falta que insultes a mi marido. (Dijo con falsa dignidad, se le noto mucho)
-Yo no he dicho que fuera tu marido. Eso lo has deducido tú. ¿Quieres pasar?
-Paso pero espero que seas adulto y te comportes.
-Ahora dime que es lo que quieres.
-El viernes que hay la primera reunión parroquial. A las seis de la tarde.
-Puafff. Que pocas ganas, de verdad. Pero por ser la primera iré.
-Bueno pues me voy, ves que bien te has comportado, que fácil.
-(Pongo la mano en la puerta) Mira estiradilla. Esto me lo podías haber dicho por teléfono. Por lo que si has subido hasta aquí, es porque tu marido no está en casa y has venido para que yo intentara hacer algo. Pero no, no te voy a hacer nada, si quieres algo lo dirás, lo pedirás y sabes que será así, no sé porque lo retrasas. Se te ve en la cara. Cuando se tiene un celoso como tu marido, quiere decir que te folla fatal y lo peor que te dice que eres una puta, por follar por ahí y encima no follas. Tu mismita.
-Como te pasas.
-¿No tienes otra frasecita?
-Vete a la mierda.
-Ves, ahora así con mal genio te has puesto guapa. Aunque en otra circunstancia te hubiera dado unos azotes en ese culito tan poco usado.
-Ja, eres un mocoso.
-Mira lo que te digo. El gilipollas de tu marido y esta vez sí lo digo yo. Se va de viaje la semana que viene dos días. Así que aprovecha y te subes aquí a follar, o bajo yo. Porque cuando lleguen tus hijos será más difícil. (Ella me miro con cara sorprendida) Veo que no sabías lo del viaje, pues lo comento la semana pasada.
-Te confundes conmigo, yo no soy una cualquiera. Soy fiel y decente.
-Peor para ti. Yo las prefiero indecentes y muy putas a la hora de follar.
Abrí la puerta y la invite a salir. Se fue un poco ofuscada, como si fuera una niña pequeña que la hubiera pillado haciendo una trastada. Una vez que cerré la puerta, me sorprendía a mí mismo siendo tan descarado con esta mujer, pero estaba claro que si daba el paso, sería la bomba follar con ella, lo intuía.
El jueves yo llegue antes al sitio en el que tenía que recoger a María. Al rato logre aparcar. Cuando vi llegar a María, la hice señas, quiete mi coche para que aparcara el suyo. Cuando se bajó del suyo me quedé asombrado. Vaya escote y vaya minifalda llevaba, si alguien la había visto en el barrio, mañana seria el comentario de todo el mundo.
Ella nada más meterse en mi coche…
-¿Voy bien provocativa? Porque tengo una pinta…
-Sí, si me gusta y sí, me encanta la pinta de puta que tienes. ¿Pero cómo has salido así?
-Porque he bajado directamente al garaje. Nadie me ha visto. Ahora cuéntame la sorpresa.
-No, no. Sobre la marcha lo veras.
Mientras conducía en dirección al local de parejas liberales, la iba metiendo mano entra las piernas, estaba toda mojada antes de empezar. Una vez que llegamos me pregunto que era ese sitio. Se lo dije y que los jueves era el día especial de los tríos. Se quedó muy dudosa. En un principio no le hacía mucha gracia. Pero accedió y entramos.
Era pronto todavía, había pocas parejas, chicos solos si había más. La fui explicando todo el funcionamiento. También aprovechaba para meterla mano y comentarla al oído como se la estaban comiendo con la mirada todo el mundo. Tanto hombres como mujeres. Eso la ponía cachonda, se notaba. No quería forzar mucho la cosa tampoco, ya que en poco tiempo había pasado de hacer las cosas solo con su marido, a estar en ese lugar.
La lleve a recorrer el local, le dije que nos podíamos poner toallas para ir más cómodos, pero ella rechazo la idea, por lo menos de momento. Pasamos por la cama gigante, había cuatro parejas enrollados entre sí. Ella miraba embobada. Yo desde atrás la lamia el cuello, la mordisqueaba el oído, le decía cosas calientes y la acariciaba. Ella estaba ardiendo, no quitaba ojo.
Luego seguimos el recorrido viendo el jacuzzi, que en esos momentos estaba vacío. Pasamos a la otra parte. Donde vimos la habitación de sado, la dije que la ataría allí y me la follaría como quisiese. Me dio un beso con lengua muy ardiente.
Continuamos y la lleve directamente, saltándome dos habitaciones más al cuarto oscuro. Una vez dentro ella se agarró a mí un poco temerosa, pero por primeriza. Nos metíamos mano, nos besábamos. Me fui moviendo poco a poco hasta estar cerca de los barrotes, que seguro que estaban los chicos solos esperando. Solo podían meter las manos.
Ella estaba ardiendo total, me decía que necesitaba follar ya. Pero de pronto quedo en silencio y pego su boca a mi oído diciéndome… “Me están metiendo mano”, solo dije que disfrutara. Ella me besaba con más furia, gemía y suspiraba muy fuerte, era el momento, la cogí de la mano y me encamine a la salida.
Ahora nos metimos en el cuarto del gloryhole (Agujero en la pared para meter la mano o la polla). Una vez allí cerré bien la puerta y la apoye en el poyete. Tenía apartada su braguita, llevaba mojada hasta los muslos. Me pregunto que era ese cuarto y la dije que esperara. Mientras seguía metiéndole mano, ella quería ser follada ya, pero yo quería que se pusiese tan caliente que no pudiese aguantarse a nada.
De pronto salió parte de un brazo por el agujero y tocaba su pierna, ella en un principio se asustó, pero luego daba facilidades a esa mano. Al rato la mano desapareció y apareció una buena polla, como la mía más o menos. La hice una seña y ella miro. Se le abrieron los ojos. No sabía qué hacer. La levante del poyete y lleve una mano suya hasta la polla. No tuve que decirla nada más. Mientras nos besábamos, ella hacia una paja a esa polla. Que creció rápidamente a tope.
Ahora me coloque detrás de ella, le dije al oído que se la chupara, pero ella dijo con la cabeza que no, no menciono palabra. Metí mis manos por debajo de su faldita y saque sus braguitas, al agacharme aproveche para darle una lamida en su culo y su coñito.
Ella se retorció de una manera exagerada. Luego me levante me desabroche el pantalón sacando mi polla, totalmente empalmada, se la coloque desde atrás entre sus muslos. Se mojaba todo mi tronco con su coñito. Ella se movía como una culebrilla, intentando meterse mi polla. Pero yo no la dejaba. De vez en cuando acercaba mi capullo, para metérselo un poquito y eso la volvía loca.
Al final me debió entender, porque inclino su cuerpo, dejando el culo en pompa y se metió la polla desconocida en la boca. Cuando lo vi se la metí hasta el fondo. Nos movíamos los dos con muchas ganas. Ella se comía con ganas esa polla, hasta que ella se corrió. Se levantó y me dijo que había sido total. Añadiendo adora si podemos ponernos las toallas.
Nos pusimos las toallas. Y pasamos por la cama grande que había alguna pareja más. Nos fuimos a la barra y nos hidratamos. María dijo que iba al baño. Cuando se fue se acercaron dos parejas que ya conocía yo de otras veces, físicamente estaban bien y eran agradables. Me propusieron irnos las tres parejas, les explique que ella era la primera vez, que no quería que saliese corriendo y las dos mujeres nos dijeron que las dejásemos a ellas.
Cuando regreso María se los presente, en un principio se quedó muy cortada, pero al rato estábamos todos con una conversación de lo más distendida. Cada pareja como quien no quería la cosa metía mano mutuamente. Cada uno veíamos con claridad lo que hacían los otros.
Cuando creí oportuno cogí a María de una mano y me la lleve para un cuarto. No cerré la puerta del todo, a propósito, al rato llegaron las dos mujeres solas, nosotros estábamos en pleno fragor. Ellas nos miraban, para luego muy despacito tumbarse con nosotros. Cuando María me comía la polla, ellas empezaron a tocarla, por lo que paro y se giró.
Yo la dije que tranquila y la lleve su cabeza hacia mi polla. Ella continúo y se dejó hacer. Ya estamos los cuatro allí enzarzados. Siendo María el centro de atención de las dos mujeres y de mí. Estaba que se salía, era increíble como jadeaba, bueno más que jadear gritar. Aparecieron los dos maridos desnudos y empalmados, les hice una seña y se acercaron a donde estaba yo, ella estaba tan cachonda que cuando quite mi polla y vio las otras dos, ni se lo pensó, estaba como poseída, se las comía intercambiándolas a cada momento.
Me aparte y me coloque para follarla, cuando la notó, se empezó a mover, hasta que la notó toda dentro, allí estaba ella dos pollas en la boca y una follándola. Las dos mujeres se pusieron a hacer un 69. Cuando note que María estaba a punto de correrse se la saque. Eso le molesto y protesto vehementemente.
Me tumbe y la hice sentarse. No hizo falta decir nada más, era como si todo estuviese planificado. Una vez que la tenía toda dentro, se agacho a besarme, pero también invitando a que alguien se la metiera por detrás, no hizo falta esperar mucho. Se la metieron rápidamente.
Allí estaba ella ahora follada por delante, por detrás y una polla en la boca. Gritaba y gritaba. El placer era inmenso y se notaba. Se oyó como se corrían las mujeres y acto seguido cuando nos vieron, se acercaron cada una por un lado y le comían las tetas, que ellas con asombro decían que le salía leche. Pero no paraban. Notaba también como una de ellas metía una mano para tocarla el clítoris. El primero que se corrió fue el que la tenía en la boca, luego ella de una manera extraordinaria. Y casi al mismo tiempo le llenamos el culo y el coño.
Ella una vez que se la sacaron del culo, se tumbó sobre mi pecho. Me dijo al oído que estaba rota, que iba a tener agujetas para un mes, pero que GRACIAS MUCHAS GRACIAS.
Como ella tenía que levantarse pronto el viernes dijimos de irnos y nos despedimos, quedando las dos parejas en la habitación. Una vez en los vestuarios me metí en la ducha y la dije que se metiera, pero me dijo que no y sonriéndome me dijo… “Que ahora la tocaba cumplir en su casa y tenía que ir así, que ese era el acuerdo”
Una vez en el coche, ella decía que yo tenía una mente muy sucia y más para la edad que tenía. Pero que estaba dispuesta a seguir recibiendo sorpresa y se rio. La deje en su coche y nos fuimos para el barrio.
Al día siguiente me levante tarde, descanse muy bien. Por la tarde me acerque al salón donde había la reunión parroquial. Fue un cortazo, los únicos hombres que habíamos era el párroco y yo. El párroco una vez que me presento a las mujeres que no conocía nos dejó solos.
Era curioso, de todas las mujeres que había, a dos me las follaba (María y Carmen) y una tercera (Begoña) que estaba loco por follármela. Todas las asistentes eran más o menos de la misma edad. Una vez iniciada la reunión, yo no hablaba nada, solo observaba, entre otras cosas porque los primeros temas eran de las primeras comuniones, las confirmaciones, las catequesis… y yo no tenía hijos así que calladito.
Pero de una cosa si me di cuenta, cuando no estaban de acuerdo, alguna pequeña discusión, se hacía siempre al final lo que una mujer muy estirada decía. Su opinión era como una orden. Esta mujer se llamaba Eugenia. Iba súper bien vestida (mientras las demás iban normal, pantalones vaqueros, faldas o vestidos normales) y súper maquillada, peinada como si acabara de salir de la peluquería. Era como si las tuviese hipnotizadas.
Luego llegaron los temas de las actividades. Allí si opinaba yo, pero a pesar de que el párroco, el presidente de la asociación de vecinos, me dijeron que tendría mano ancha para hacer y decidir, esta mujer nada más hacia que ponerme pegas. Llego un momento en el que pasaba de lo que decía. Eso se veía que la molestaba, por lo que vi no debía estar acostumbrada. Yo veía que las que conocía, me hacían gestos sobre todo con los ojos, para que me callara.
Al final, dijeron de parar un momento, para que las que fumaban pudieran salir un ratito a fumar. Salieron todas y yo me quede allí sentado, una vecina que conocía se me acerco…
-Tú no sabes quién es Eugenia ¿Verdad?
-Ni lo sé ni me interesa, lo único que sé es que además de estúpida es una pija estirada.
-Jajaja, es verdad, pero que sepas que es la mujer de un político muy conocido e importante. (Diciéndome quien era)
-¿Y…?
-Nada, nada yo solo te lo digo.
Entraron todas de nuevo. Las cosas no cambiaron, llegaron varias mujeres más, que llegaron tarde. Se pusieron al corriente de todo y seguimos. Me gustaba estar allí, porque había mucha mujer “interesante” y yo podía obtener un “beneficio”, aunque este mal decirlo. Pero tampoco estaba dispuesto a aguantar a una tía tan pesada como esa.
Llego a tal extremo que un momento dado dije… “Mire señora, he venido aquí por hacer un favor, lo que no estoy dispuesto es a estar discutiendo con usted por discutir. No me ha dado ningún motivo para demostrar que mis propuestas no son adecuadas o acertadas. Simplemente se ha limitado a decir NO, porque NO. Eso se lo aguantara quien quiera pero yo no estoy dispuesto. No veo nada más que una solución, me marcho por donde he venido y no pierdo más el tiempo. Ha sido un placer conocer al resto”
Me fui a despedir del párroco, cuando aparece Eugenia y me dice si podemos tener unas palabras. La digo que por supuesto.
-Disculpa Carlos que te haga una pregunta, ¿Tú sabes quién soy yo?
-Ya me lo han dicho, pero te adelanto que me da igual.
-¿Cómo? (Toda estupefacta)
-Pues es fácil. Sé que eres la mujer de un político muy importante, muy beata, muy estricta. Que me da igual. Yo he venido aquí porque me pidieron el favor. No me apetecía mucho, pero me comprometí y vine. Pero igual que he venido me voy.
-No es necesario que te vayas. Solo que cuando tengas una diferencia conmigo, me lo dices en privado.
-Pero si has sido tú la que has provocado todo esto.
-Lo mismo es que no es uno de mis mejores días, podías volver.
Regresamos juntos y el resto de la reunión fue tranquila, llegamos a los acuerdos necesarios para tratar de hacer funcionar todo y como ya era tarde salimos todos a la vez. Begoña se quedó hablando con otras mujeres, Carmen y yo nos fuimos solos.
En el camino fue prácticamente un monologo, ya que Carmen fue la única que hablaba y yo escuchaba con interés. Me comento que Begoña estaba muy “quemada” conmigo, que le dijo que no había visto nunca nadie tan chulo, creído, prepotente y descarado. Pero también añadió que se notaba que tenía unas ganas tremendas de marcha.
A continuación me hablo de Eugenia y no sé porque motivo me dijo que de esa me olvidara. Que era muy beata, muy chapada a la antigua y si oía una palabra mal sonante o subida de tono, además de ponerse rojísima, le llega hasta faltar el aire.
Ya en el ascensor y una vez que se cerró la puerta nos morreamos de lo lindo. Ella se puso “rabiosa” al igual que yo. Apreté el último botón, ella no se dio cuenta. Cuando llegamos la saque del ascensor y subimos el tramo de escaleras, hasta el descansillo que da a la puerta de la terraza, ella lo único que decía era que estaba loco, eso sí, lo decía en voz baja, como también me decía que todavía no podía.
En plena oscuridad, la di la vuelta la apoye en la barandilla y sin esperar más, se la coloque en la entrada de su culito y diciéndola por aquí el medico no ha dicho nada, se la fui metiendo sin contemplaciones. Ella trataba de no gritar, pero se le escapaba algún ruido. De pronto se encendió la luz y se oyó funcionar al ascensor.
Al momento se podían oír en la lejanía unas voces, una de ellas era la de Begoña. En ese momento se la metí hasta el fondo. Carmen no decía nada, se contenía. Me incline un poco, lo suficiente para tocarle las tetas y pellizcar esos pezones duros. También la toque el clítoris y note como estaba mojadísima.
Ella se apoyó como pudo, para poder tener una mano libre, haciéndose una paja mientras yo la follaba, oí como se aguantaba para no chillar en la corrida, pero su culo se movió con más rabia. Lo que aproveche para agárrala bien de las caderas, darle más duro y más rápido, hasta que la llene de leche.
Una vez acabamos, ella se giró, me garro la cara en la oscuridad y me dio un beso, suave, llenándome mi boca con su lengua. Nos bajamos hacia el ascensor nos metimos en él y nos fuimos para nuestras casas.
Esa noche, cuando estaba en mi cama tratando de dormir, me vinieron a la cabeza Begoña y Eugenia. Begoña porque ya iba siendo hora de atacar con todo. Tenía muy claro, que tendría que dar un paso más y pronto, porque si no se enfriaría la situación. Estaba convencido de que ella no vendría los días que el marido estuviera fuera.
Por otro lado estaba Eugenia, una mujer de unos 45 años, muy mandona, acostumbrada a que todo el mundo haga lo que ella dice. Físicamente, aunque la ropa que llevaba no dejaba vislumbrar mucho, tenía pinta de estar bien. Era un gran reto, porque en su mirada y en sus actos, no descifre nada que pidiera indicar que quería algo. Pero, estaba dispuesto a explorar las posibilidades que había.
Al día siguiente por la mañana, me hice el encontradizo con el marido de Begoña, dijimos de ir a tomar algo, hablábamos de futbol, cuando en esas llego el omnipresente Antonio. Que traía el coche lleno de cosas para Adrián. Lo descargo todo y se fue a aparcar. Adrián nos pidió ayuda para subir todo. Yo me ofrecí sin pensarlo, quería ver a Begoña.
Llevábamos todo y estábamos esperando el ascensor, cuando en el bajaba Begoña. Que se sorprendió al vernos. Su marido dijo que subiera un momento para ayudarnos. Antonio dijo de subir en dos veces, pero Adrián se encabezono que lo pidamos hacer en solo uno. Así que nos metimos todos con todo lo que había traído Antonio.
Yo me coloque de tal manera, que Begoña quedaba encajonada en una esquina y yo entremedias de ella y los otros dos. No habían dado al ascensor y yo tenía mi mano debajo del vestido de Begoña. Que no decía nada pero no me facilitaba las cosas. Pero aun así, llegue donde quería y un dedo mío hizo su labor. Se movía con total descaro entre sus piernas. Pero no me dio tiempo a mucho más, ya que llegamos a su planta.
Salimos y empezamos a meter todo en la casa. Cuando ellos estaban en la habitación del fondo, ella con voz dulce me llamo para que la ayudase, yo iba todo contento, cuando sin esperármelo, me soltó una bofetada de campeonato, que se oyó retumbando en toda la casa.
Ellos preguntaron y ella con mucha frialdad dijo que se cayó una tabla. Yo totalmente indignado, en voz alta me despedí, para que no me vieran, porque me imaginaba que el bofetón se notaría en mi cara.
Toque la puerta de Carmen y la dije que me tenía que hacer un favor urgente. Ella me dijo que si, diciéndola que como quien no quiere la cosa llamara a Begoña para quedar ahora mismo y que luego me contara. Ella lógicamente me pregunto que sucedía y yo le dije que ya la contaría.
Casi a la hora de la comida me llamo por teléfono Carmen…
-Si cuelgo sin decir nada es que ha llegado mi marido.
-Ok. Cuéntame.
-ya me he enterado que te han dado un señor guantazo.
-Pues sí, ha sido bueno.
-Por lo que me ha dicho, su intención no fue dártelo fuerte y mucho menos que sonara como sonó. Simplemente fue para provocarte, para saber si eres “duro” o una nenaza.
-¿Cómo?
-Sí, porque dice que no le gustan las nenazas y a los que la fuerza se le van por la boca. Como a su marido, que está haciéndose el gallito siempre en público y luego en casa lo único que le falta es llorar, se pasa todo el día pidiéndola perdón.
-Pues menos mal que no quiso darme fuerte, menuda cabrona.
-No sabía si pedirte perdón o que. Yo la he convencido de que te pida por lo menos disculpas.
-¿Qué va hacer? ¿Te ha dicho algo?
-Pues que en público no se atreve porque la gente preocuparía, pero que ir a tu casa a pedírtelo, no se fía. Me pidió que fuera en mi casa o en la tuya pero estando yo.
-Llámala, queda con ella esta tarde a la hora que ella quiera en mi casa, diciéndola que tú estarás aquí ya.
-Me he adelantado a ti y le he dicho que a qué hora le vendría bien, me ha dicho que a las cinco. He quedado en llamarla para confirmárselo. ¿Qué hago?
-Vale llámala y dile que a las cinco, que tú ya estarás aquí.
-Si no te llamo es que todo está bien y yo a las cinco yo estaré un poco antes.
-No, no me has entendido, tú no estarás, cuando pasen diez o quince minutos la llamas diciendo que te ha surgido algo.
Lo reconozco estaba nervioso, no sabía bien que hacer, como actuar. Pero sabía que el paso que tenía que dar, tenía que ser a las cinco. De lo contrario había que olvidarse de esta madurita apetecible. Cada dos por tres miraba el reloj, era como si el tiempo no pasara. Mientras iba pensando que hacer. Perdí la cuenta de las cosas que se me pasaban por la cabeza, alguna de ellas disparatadas. Al final lo deje y me dije que sobre la marcha actuaria. Sonó el timbre, mire la hora y solo faltaban unos minutos para las cinco. Abrí la puerta.
-¿Qué vienes a darme otra bofetada?
-NO. De eso quería hablar.
-Pues pasa.
-No esta Carmen. (Con cara de preocupación)
-Se ha tenido que marcha pero ahora viene.
No sé qué me paso, me senté en una silla, estire de su mano, la tumbe en mis pierna, me costaba porque ella se puso como una fiera. Pero la logré contener. La levante el vestido, quedando su culito al aire, tapado únicamente por unas braguitas pequeñas. Fue visto y no visto. La di varios azotes, no sé cuántos, pero las nalgas estaban bien coloradas.
Paso de gritar, de indignarse, de moverse a pedir de por favor que ya estaba bien. Que no volvería a suceder. Mientras ella hablaba, deje de dar más azotes, pasando ahora mi mano con suavidad, acariciándola. Yo ya no la sujetaba, pero ella no se levantaba. Ella tenía que notar mi erección en su tripa. Porque yo estaba a tope.
La ayude a incorporase, le lleve al sillón grande y me senté junto a ella. Ahora no hablaba, estaba muy callada. Acaricie su cara, su pelo. Para luego pasar un dedo por sus labios. Ella al principio no hacía nada. Luego abrió un poquito su boca, aproveche para meter mi dedo y ella lo chupo, lo lamio.
Cogí su mano y la lleve a mi polla, por encima de mi pantalón. No hizo falta decir nada más, ella la apretaba con ganas y también recorría su largo. Justo ene se momento sonó su teléfono, yo creía que sería Carmen, pero era su marido. Oí como decía que iba ahora mismo y colgó. Me miro a los ojos diciéndome… “El gilipollas de mi marido, que ni jode ni deja joder”
Antes de que se fuera la dije, “ya sabes que noche te espero y no me hagas que te dé otra vez en ese culito tan bonito que tienes”, ella como única respuesta lanzarme un desafió… “¿y si llego tarde esa noche… ?” lo dijo con una sonrisa maliciosa.
Ahora sería cuestión de días el saber que sucedía. Mientras tanto yo seguía moviéndome por el barrio, me di cuenta que se me daba bien eso de hacer de relaciones públicas. Desde que me metí a colaborar con la asociación de vecinos y con el consejo parroquial, la gente se abría más a mí. También hay que decir que contaba con lo bien que hablaban algunos y algunas de mí, aunque fuera por motivos diferentes.
Ya entramos en la nueva semana y también en el mes de septiembre. Ya empezaba todo a volver a la normalidad. La víspera de irse de viaje Adrián me entere que sus hijos venían ya el siguiente fin de semana y Carmen quería quedar ya mismo, porque me dijo que estaba ya lista para un buen “combate” y que todavía no le había dicho nada al marido.
La conté por encima lo sucedido con Begoña y que esperaba a mañana para saber lo que sucedía. Que quería y me apetecía que ella participase. No la hacía mucha gracia, entre otras cosas porque no la veía dispuesta a participar. Yo la conteste que no se preocupara por ello, que sería problema mío, en un principio a regañadientes dijo que se lo pensaría. Aunque yo sabía que vendría.
A la mañana siguiente, asistí a un acto de las asociaciones de vecinos, culturales, deportivas, sociales… el acto para mi sorpresa estaba lleno de gente, aunque era un día laborable. Asistía Eugenia, que acompañaba a su marido, que nos dirigió unas palabras. A ella se la veía siempre con una sonrisa, aunque se veía que estaba totalmente vacía esa sonrisa.
La observe durante todo el acto. En algunas ocasiones se la veía la mirada perdida, pero eso sí, sin perder su sonrisa. La gente la saludaba falsamente, era increíble los comentarios que oía sobre ella (Frígida, estirada, mal follada, creída…), por parte de algunas personas, tanto hombres como mujeres, que luego sin embargo, la saludaban adulándola.
Yo sabía que ella me había visto hacía ya un buen rato. Pero no creí necesario acercarme a saludarla. Ella trataba de hablar con el marido, pero evidentemente el pasaba de ella, estaba más atento como “buen” político, a quedar bien con toda la gente. Vi que ella sonriendo se separó de la gente y se acercó a mí.
-Hola, buenos días, no te veía yo en estos sitios.
-Ni creo que me vuelvas a ver. (Dije sonriendo)
-¿Por qué motivo no ibas a volver?
-Porque nada más veo mucha hipocresía. No me gusta. Aquí todos queréis quedar bien. Tu marido dice lo que la gente quiere oír. Tú sonríes como si estuvieses anunciando pasta dentífrica y la gente te está poniendo a bajar de un burro, pero luego van y te saludan adulándote. Pues va a ser que no, que no volveré.
-¿Qué dicen de mí?
-Jajaja, eso solo lo diré en presencia de un abogado, jajaja.
-Cuanto miedo.
Llego más gente a saludar y sin despedirme, poco a poco me fui retirando, hasta alcanzar la salida y marcharme. Me fui tranquilamente y pensando en lo de esta noche. Que todavía no estaba claro. Que cuando llegue al barrio quien me lo confirmo fue Carmen. Que le dijo a Begoña que si podía decir a su marido que estaría en su casa esa noche y Begoña, toda nerviosa le dijo que ella no estaría. A lo que la contesto Carmen que estupendo, que se cubrirían mutuamente. Justificándose Begoña, que la dijo que no pensara mal, que es que había quedado con dos amigas para cenar, aprovechando que el celoso de su marido no estaba. Carme dijo que a ella más o menos la pasaba lo mismo.
Ya tenía claro que esta noche iba a ser muy buena. Explicándole a Carmen que ella estaría escondida, hasta que Begoña estuviese en plena faena. Su única contestación fue… “Eres un grandísimo CABRON, pero sabes disfrutar de la vida”.
Me cruce por la calle con Begoña y me pare muy poco tiempo, lo justo para decirla… “A las 10,30 de la noche te espero, no llegues tarde o me enfadare y ya sabes lo que pasa si me enfado” Continuando mi camino, me latía a mil por hora el corazón y la polla me hervía de lo cachondo que estaba.
CONTINUARA...
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