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Categoría: Infidelidad

Lolita - sobrina Andrea I-

Un sabado a comienzos de la primavera fui a visitar a mi novia, en realidad queria ver a mi suegra.Llamé a la puerta de su casa como siempre y esperé que me abrieran. Grande fue mi sorpresa cuando me abrió una mujer a la que no conocía.
¡Hola! -me dijo como si nada- Tú debes ser Marcos, ¿no?
Sí -contesté.
Pasa -me indicó y entré a la casa- Te preguntarás quién soy. Pues bien, soy Carmen, la tía de Andrea.
¡Ah! La famosa tía -exclamé y le di dos besos- Encantado de conocerla.
OH, no me hables de usted, no me gusta -dijo sonriendo y me invitó a pasar al comedor- Debes llevarte muy bien con Maria y Andrea. No han dejado de hablar de ti desde que entré.
Espero que bien.
Por supuesto -me respondió- Puedes estar tranquilo. Mira quién ha venido.
¡Hola Marcos! -me saludó Maria desde el sofá- Ya conoces a mi hermana, ¡ven! Siéntate un momento con nosotras mientras esperas a Andrea. Se ha ido un rato con su prima, pero ahora vienen.
Así fue como conocí a la tía de Andrea. Me enteré que hacía un mes que se había separado de su marido. Había venido con su hija a la ciudad aceptando la invitación de su hermana y pensaba pasar con ellas una buena temporada. Por fin volvió Andrea y pude conocer a Clara, su prima. Tenía catorce años y era la criatura más inocente que había visto en mi vida, quizás debido a haber crecido en un pueblo, alejada de la vida de la ciudad.
En aquella época mi vida transcurría prácticamente entre la casa de ellas y mi escaso tiempo de escritor.
En una de las tantas noches que me quedaba a dormir. Maria, Andrea y yo, estábamos sentados a la mesa tomándonos un café mientras veíamos una entretenida película en la tele. La hermana de Maria estaba en su cuarto haciendo las maletas, pues se iba al día siguiente de vuelta a su pueblo para arreglar unos asuntos. Su hija se quedaría, ya que tenía vacaciones en el colegio. Al rato, entraron las dos en el comedor.
- Bueno, nosotras vamos a acostarnos ya -dijo con los ojos algo cansados- Mañana tengo que levantarme muy temprano y no creo que nos veamos así que... será mejor que me despida ahora.
Los tres nos levantamos y nos despedimos de Carmen. Aquella mujer había acabado por caerme bien, se parecía mucho a su hermana en la simpatía natural que ambas compartían. Me apenaba un poco que se fuese, pero también me alegraba pues así despejaría un poco mi camino hacia Maria que desde que ella estaba se había enfriado un poco.
- Tía, ¿te importa que me vaya contigo al pueblo? -se ofreció Andrea- Así no estarás tan sola... Siempre que a mi madre y a Marcos no les importe.
- Claro, cariño -dije yo- Te echaré de menos, pero me encanta que acompañes a tu tía.
- Por mí, ¡bien! -dijo Maria- Pero aún tiene que decir tu tía si quiere que vayas o no...
- Me encantaría -dijo su tía- ¿Seguro que no te aburrirás?
- Claro que no, contestó mi novia- Eso sí, tendrás que despertarme tú, yo duermo como un tronco.
- De acuerdo -aceptó Carmen entre risas- Buenas noches a todos y encantada de conocerte, Marcos.
- Lo mismo digo -contesté y tras darnos dos besos a cada uno se fue a su cuarto con su hija.
Nos sentamos de nuevo a la mesa y serví un poco más de café. El ambiente se había vuelto un tanto triste por la despedida de Carmen y todos estábamos algo cabizbajos, en silencio y mirando la tele. Fue Maria la que rompió por fin el silencio.
- Lo siento porque es mi sobrina y la quiero mucho, pero tengo que decir esto -dijo muy seria- ¿Se fijaron en el camisón que llevaba? Parecía una vieja. La pobre tiene un gusto horrible para la ropa interior.
Andrea y yo estallamos en una sonora carcajada. Al principio nos miró sin entender de qué nos reíamos, pero por fin se unió a nuestras risas. Las lágrimas nos caían sin poder evitarlo, hasta que por fin conseguimos controlarnos y acabamos de tranquilizarnos.
- Qué cosas tienes mamá -dijo Andrea levantándose tomando la cafetera- Voy a buscar más café.
- Pero si es verdad -insistió Maria mientras su hija salía del comedor- ¿No te parece, Marcos?
- Sí, la verdad es que le quedaba horrible -acepté- Pero hay que tener en cuenta que no es más que una niña.
- Y ahora que no está Andrea te voy a decir una cosa -me dijo en voz baja- Has visto qué cuerpo tiene la niña, nadie diría que solo tiene 13 años, ¿verdad? No sé qué les dan de comer a las niñas en ese pueblo...
Maria tenía razón. Ya me había fijado en que la niña estaba demasiado desarrollada para la edad que tenía. Sus tetas eran aún pequeñas pero dignas de la supermodelo más cotizada, el cuerpo tenia unas curvas que quitaban el aliento y su culo, redondo y respingón, era capaz de volver loco a cualquiera. Además, aunque no era guapa tenía algo que la hacía no pasar inadvertida.
- Creo que es cosa de familia -le contesté mirándola apreciativamente.
- Vaya, gracias Marcos -me contestó sonrojándose un poco y en eso entró su hija.
- ¿Quién quiere más café? ¿Marcos? -me preguntó, asentí con la cabeza.
Mientras Andrea llenaba de nuevo la taza de café recién hecho, pensé en lo que acababa de decirle a Maria. Al decirlo no le había dado demasiada importancia, lo había dicho casi sin querer. Pero al pensar en ello me sentí bien por haberme animado a decirle un piropo tan abiertamente cara a cara.
La mañana siguiente, al despertar ya se habían ido Andrea y su tía.
Me había acostado bastante tarde, por eso cuando noté que me despertaban me di media vuelta en la cama e intenté seguir durmiendo. De reojo miré el reloj y por la hora que era deduje que Andrea y su tía ya debían haberse ido. Noté que una mano volvía a llamarme. Naturalmente no esperaba que fuese otra que Maria, la única que había quedado en la casa, pero me equivocaba. Ante mí tenía a la pequeña Clara, vestida únicamente con unas pequeñas braguitas de color rozado y una camiseta que no llegaba a cubrírselas del todo. Eso sí, sus dos tetas, de un tamaño más que respetable, se marcaban con toda nitidez contra la tela de la camiseta. Por lo visto su madre no le había enseñado lo que eran los sostenes, pues no recordaba haberla visto con uno puesto en todos los días que llevaba allí con nosotros.
- Vamos Marcos, despiértate -me dijo, en la frase más larga que le había oído nunca- La tía ya está preparando el desayuno... ¿Te gusta mi camiseta?
- ¿Eh? ¿Por qué dices eso? -pregunté aturdido aún.
- Es que no paras de mirármela -dijo inocentemente la chica.
- Sí, me gusta mucho -acerté a decir, sin poder apartar la mirada de sus braguitas que permitían adivinar un pubis apenas sin vello, totalmente virgen.
- A mí también -admitió- Ha sido idea de la tía. No le gustaba mi camisón y me ha dicho que de momento podía ponerme esto, pero que mañana me iba a comprar otro más bonito.
- Así que te lo ha puesto tu tía... -empecé a decir pero en ese momento escuché a Maria que venía por el pasillo.
- Aquí viene el café con leche y las tostadas -anunció desde la puerta.
Al verla, mi sorpresa fue mayúscula. Llevaba puesto un camisón transparente, que era como no llevar nada, y un conjunto rosa de sujetador y braguitas. Mi preferido. No sé cuántas pajas me había hecho con aquellas prendas en mis manos. Estaba deslumbrante, más aún bañada en los rayos de sol que se filtraban por la ventana. Se sentó al otro lado de la cama y empezó a preparar el desayuno en una bandeja que dejó sobre mis piernas. Levanté la vista y admiré lo que se presentaba como una maravillosa mañana. El desayuno en la cama y una preciosa mujer a cada lado de la cama. ¿Alguien da más?
- Sabía que te iba a sorprender trayéndote el desayuno a la cama -dijo Maria sonriendo- Por cierto, ¿has visto el camisón que lleva Clara? Vamos Clara, levántate y enséñaselo a Marcos.
Clara estaba de lo más avergonzada. Se levantó como le dijo su tía, pero se quedó quieta y con la mirada fija en sus pies.
- Clara es un poco tímida -se disculpó Maria- Pero, como yo le he dicho, estamos en familia. ¿Verdad, Marcos?
- Claro -afirmé- Por supuesto.
- Bueno Clara -ya te he dicho que si piensas que a tu madre no le va a gustar el camisón que mañana te voy a regalar, no te preocupes. No tienes por qué enseñárselo, ese será nuestro secreto. Un secreto entre tía y sobrina. ¿Qué te parece?
- Un secreto... -repitió Clara en voz baja- De acuerdo.
- ¡Así me gusta! -exclamó Irma- Bueno, y ahora enséñale a Marcos cómo té queda el camisón, que todavía está esperando.
Un poco más convencida, Clara comenzó a darse la vuelta poco a poco. Sin que la chica se diera cuenta, Maria deslizó una mano por debajo de las sabanas y comenzó a masturbarme lentamente. Su cara reflejaba una excitación infernal que trataba de disimular por la presencia de su sobrina. Clara seguía dándose la vuelta y por fin quedó de espaldas a nosotros.
- Ves le poco que le favorecía el otro camisón. ¿Te has fijado en el culito tan bonito que tiene mi sobrina? -dijo Maria y aceleró el vaivén de su mano.
Levantándose un poco la camiseta, Clara me brindó una perfecta panorámica de su culo, el cual seguía elogiando su amada tía. Sus diminutas braguitas estaban un poco metidas entre sus nalgas y Maria se dio cuenta.
- Cariño, sácate las braguitas del culito -le pidió Irma.
Al ver cómo lo hacia estuve a punto de acabar. La paja que Irma me estaba propinando continuaba sin reducir la velocidad ni un solo instante, oculta por las sabanas. Se veía que le encantaba hacerlo, con una mezcla de lujuria y ternura conmovedora en su rostro y en los movimientos de su mano. Aunque la inocencia angelical de Clara calentaba mi pija tanto o más que la paja de su tía. Tenía el semen a punto de desbordar. Me di cuenta de que Maria se había llevado la otra mano a la entrepierna y la movía descontroladamente de un lado a otro.
- ¿Quieres que me quite la camiseta, tía? -preguntó tímidamente la chica.
- Claro, ¿por qué no? -asintió Irma- Al fin y al cabo estamos en familia.
Clara se sacó la camiseta por la cabeza sin dejar de girar lentamente, mostrándome todos los rincones de su joven e inexperto cuerpo.
- Mira Marcos, ya me están saliendo las tetas. ¿Te gustan? -me preguntó Clara, dejándome completamente desarmado.
- Claro que le gustan -contestó Maria por mí- Anda, ven aquí y siéntate para que Claudio te las pueda ver mejor. ¿Sabes que Clara me las enseñó anoche? Le dije que aunque ahora son bonitas, cuando sea mayor van a ser aún mejores. Venga, deja que Marcos te las toqué como yo te dejo tocar las mías.
La chica se giró hacia mí, mostrándome aquel par de pequeños aunque sugerentes pechos. Acerqué lentamente mis manos a ellos y los acaricié lentamente, como si tuviera miedo de hacerles daño o de que se rompieran. Acariciar aquellas dos tetitas fue un lujo que le agradeceré a Maria toda la vida.
- ¿Sabes qué, Marcos? -prosiguió Maria- Anoche Clara durmió conmigo y ¿a qué no sabes qué me pidió? Me dijo que le gustaría que le diera de mamar como cuando era un bebé. Le dije que yo ya no tengo leche, pero a ella no le importó y me las chupó igual...
- ¡Tía! -exclamó la niña poniéndose colorada por momentos- Me da vergüenza.
- No seas tonta, cariño -la tranquilizó Maria- Con Marcos no tienes que tener vergüenza, es como de la familia. A él le puedes decir qué es lo que te gusta, igual que a mí. ¿Y sabes por qué? Por que yo te quiero mucho.
- Yo también te quiero, Marcos -dijo la niña abrazándome y clavándome sus dos duritos pezones en el pecho.
- Ya... ya lo sé, cariño -logré decir mientras Maria se reía de mi rubor.
- Y Clara también quiere mucho a su tía Maria. ¿Sabes por qué, Marcos? -me preguntó sin darme tiempo a contestar- Porque sabe que cuando viene a esta casa puede pedirle a su tía todo lo que jamás le pediría a su madre. ¿No es así, Clara?
- Sí, tía... -contestó y se quedó un momento dudando- De hecho, quiero pedirte algo... Si a Marcos le parece bien.
- A Marcos seguro que le parece bien -se me adelantó Maria y yo afirmé con la cabeza- ¿Ves? Ahora dime qué quieres, cariño.
- Me gustaría chupar tus tetas como anoche, tía -dijo con una inocencia imposible de creer.
- Claro, mi vida -aceptó Maria con una sonrisa- Y seguro que a Marcos le gustara ver cómo lo haces. Dirigiéndome una lujuriosa mirada, apartó la todavía llena bandeja del desayuno e invitó a su sobrina a que se sentase entre ella y yo. La chica obedeció a su tía y se metió en la cama, entre mis piernas, sin darse cuanta de que mi pija estaba completamente dura. Maria me la había dejado a punto de caramelo, hinchada y palpitante, faltando únicamente la estocada final que sin duda pronto llegaría. Mi corazón latía más rápido que nunca, no podía creer lo que estaba viviendo.
Maria se abrió el camisón y se quitó el sosten en cuestión de segundos con un hábil movimiento, dejando por primera vez ante mis asombrados ojos aquel par de perfectas tetas. Expertamente como hacen las madres con sus bebés, tomó una entre sus manos y ofreció un hinchado pezón a la hambrienta boca de su sobrina. Clara se prendió a él como un recién nacido, acomodándose en la cama y dejando su tierno culito a escasos centímetros de mi excitadísima pija.
Tan solo unos instantes después, la chica estaba mamando de una forma que me dejó sorprendido. Maria, por el contrario, parecía conocer bien a su sobrina, pues esperó sin moverse hasta que la chica cerró los ojos y cayó en un dulce éxtasis. Clara mamaba ahora más lentamente e Irma la arropó contra ella. Mirándome tiernamente, corrió las sábanas. Yo miraba a la chica que seguía chupando con los ojos cerrados, y que si no fuera por el imperceptible movimiento de sus labios se diría que estaba dormida.
Vi cómo Maria empezó a bajarle lentamente las braguitas y tomando mi pija nuevamente en sus manos, pasó la punta por el culito de su sobrina. Aquello me excitaba muchísimo y a Maria también, a juzgar por los suaves gemidos que salían de su boca. Al mismo tiempo que me masturbaba frotando mi miembro contra el culo de su sobrina, sus dedos acariciaban a este de arriba abajo, caricias que la chica aceptaba con tímidos gemidos y acomodándose aun más cerca de su tía, levantando el culito para facilitar el trabajo de su tía. Tanta excitación era demasiado para mí y Maria lo comprendió con una sonrisa. Aceleró los movimientos de su manos y me hizo acabar sobre el culo de Clara. Ella no se dio ni cuenta, solo tenía sentidos para las tetas de su tía. Cuando acabaron de salir las últimas gotas de semen de mi pija hice ademán de apartarme, pero Maria me detuvo.
- Espera -me dijo en voz muy baja- Apóyala en el culo de Clara y deja que se te ponga blanda en medio de toda tu leche. Ya verás como te gusta mucho.
¿Que más podía ofrecerme esa mujer? Acerqué mis labios a los suyos y la besé con una ternura que despertó en ella una sensualidad que se podía palpar en el aire. Estaba completamente entregada a mí, hasta que, por fin, nuestros labios se separaron. Mirándome a los ojos, pasó dos dedos por el culo de su sobrina y después de mojarlos en mi leche se los llevó a la boca para lamerlos uno a uno. Una pequeña gota de semen resbaló por su barbilla, pero no le dije nada, me encantaba verla así.
- Por favor, saca un pañuelo de la mesita de noche y limpia todo este desastre -me pidió después de lamerse los dedos a conciencia- Voy a hacer que Clara salga de su trance y no me gustaría que lo viese.
Hice lo que me pedía, limpiando las sábanas, mi pija y el empapado culo de Clara. Cuando vio que todo estaba en orden, sonrió y empezó a mover suavemente el cuerpo de su sobrina.
- Clara... Clara... -la llamó en voz baja- ¿Qué te parece si sigues más tarde?
- ¡Tía... ! -protestó la chica apartando la boca unos centímetros de la teta de su tía.
- Vamos... Si quieres esta noche puedes dormir otra vez conmigo -intentó convencerla Maria.
- ¿De veras? Entonces, está bien... -aceptó por fin, apartándose definitivamente del hinchado pezón de Irma.
- Muy bien, cariño -le dijo su tía acariciándole la cara- ¿Y si me ayudas a hacer café mientras Marcos vuelve a calentar el desayuno que ya debe estar frío?
- ¡Claro! -exclamó la niña entusiasmada.
- Muy bien, pues ve yendo al baño por la ropa sucia que ahora mismo voy yo y te ayudo -le pidió Irma dándole un beso en la frente.
- Ahora volvemos Marcos -dijo la chica mientras salía alegremente de la habitación, moviendo ese culo que pocos minutos antes estaba totalmente cubierto con mi semen.
Maria la observó salir con una expresión de verdadero amor en la mirada, agitó la cabeza como saliendo de una ensoñación y con un suspiro se volvió hacia mí. Tomó el pañuelo de mis manos y se lo llevó a la nariz, aspirando el aroma que emanaba de él.
- Es una pena que sea un pañuelo -me dijo suavemente- Tu leche quedaría mejor en unas bragas, ¿no te parece?
- Y si fuesen tuyas, mucho mejor -le respondí.
Se quedó mirándome fijamente, muy seria. Estaba pensando algo, pero no sabía cómo decírmelo. Yo estaba expectante por saber qué era. Presentía que aquel era el momento cumbre, sus palabras podían significar el fin, o el principio de algo memorable. Afortunadamente fue lo segundo.
- Marcos, lo más importante es que no descuides a mi hija -me dijo muy seriamente- Si no lo haces y esto queda como un secreto entre nosotros, te prometo que a partir de ahora tendremos más experiencias como las de estos últimos días. Porque... yo parece que te gusto, ¿no?
- Mucho -le respondí tan serio como ella- ¿Y yo a ti?
- ¿A ti qué te parece? -me contestó con una pícara sonrisa.
- Tía, ¿vas a venir a ayudarme? -se escuchó la voz de Clara desde el baño.
- Sí Clara, ya voy -gritó y salió de la habitación no sin antes mandarme un beso desde la puerta.
Desde aquel día, Clara, Irma y yo, nos convertimos de alguna manera en cómplices. Cómplices de lo que más adelante vendría...
Datos del Relato
  • Categoría: Infidelidad
  • Media: 6.69
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1 comentarios. Página 1 de 1
lobo_ardiente
lobo_ardiente 18-05-2018 00:17:49

que buen relato, espero otra parte omás

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