_A veces alguien se queda mirándote. ¿Sin motivo?. Y entonces se entabla una conversación.
_Lo que quiero decir es que ayer he tenido uno de los mejores revolcones de mi vida. Me metí en la cama con un hombre que sólo había visto una vez y que conocí por casualidad en el metro. Me invito a tomar algo y entonces me llevó a su casa. Yo le había advertido que no estaba preparada para eso. Pero él me dijo que a veces la excitación es superior a las circunstancias, y que hay que dejarse llevar.
_¡Domestícame! Le susurro con los ojos.
_Yo, irónica, busco a una persona especial, a un hombre capaz de expresar sentimientos en el sexo. En su casa, ante una infusión de tomillo, pierdo el sentido y acabo abierta de piernas a un sexo demasiado gordo para mis entrañas, pero exquisito. Tres largas horas tardo en recorrer con mi boca lo ancho y lo largo de este impresionante pene. El me grita entre sus dientes, que le vuelo loco de placer, y le como hasta sentir que me baña cada rinconcito de mi boca.
_El tiene un don extra sensorial, que le hace ser peligroso, y mis ojos sólo pueden aprobar todo lo que esta sucediendo. Me vierte miel tibia sobre todo mi cuerpo. Lo deja que se deslice por mis pechos y mis pezones antes de lamerlos. Traza un recorrido de miel desde mi ombligo hasta mi clítoris. Introduce la lengua en mi ombligo y desciende lentamente con su boca, mi cuerpo entero se estremece con una tremenda sacudida y el entonces me penetra suavemente mientras me dice mi nombre al oído. El orgasmo no tarda en llegar y es tan impresionante como su pene.
_Me deja en casa y nos despedimos hasta otro día, que por aquellas nos podamos encontrar por casualidad en el metro.