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"Muevo mis caderas al compás de cada una de mis caricias para intentar profundizarlas aún más cuando, sin aviso, lo vuelvo a sentir. Noto como ese mismo miembro me penetra por completo con total facilidad. Pero no hay nadie más en la habitación cuando me giro."
Llevaba ya un par de semanas notando el característico peso del cansancio sobre mis hombros. Habían sido unos días difíciles para la empresa y el trabajo se había ido acumulando en pilas y pilas diarias de documentos, facturas, expedientes y reclamaciones de clientes. Cuantas más horas de mi tiempo empleaba en arreglar todo aquel papeleo más nuevas carpetas parecían surgir para desquiciarme. Por suerte, aquel miércoles nos concedieron una merecida tarde de descanso por el esfuerzo y trabajo realizado.
Sabía que hacer ejercicio ayuda con el estrés, pero poco había conseguido todas las veces que lo había utilizado como medio para intentar liberarme de la tensión que, de vez en cuando, invade mi cuerpo. Y ya lleva semanas persiguiéndome. Noto los músculos rígidos y las extremidades pesadas, por no hablar del mal humor que parece haber ensombrecido mi carácter amable y paciente. Así que sí, pensaba hacer un muy buen uso de esa tarde libre y sabía exactamente cómo.
Ni si quiera espero a entrar en casa, antes incluso de encajar la llave en la cerradura de la puerta que da a mi apartamento comienzo a liberarme de los dolorosos tacones que llevaban castigando mis pies durante toda la mañana. Al entrar y cerrar la puerta me deshago de los pantalones y la camisa de trabajo, quedándome únicamente en ropa interior. Suelo sentir que mi atuendo de secretaria es algo soso y apagado por lo que, en secreto, lo complemento con una bonita y cómoda ropa interior de encaje.
Abro el armario dispuesta a encontrar algo cómodo y ligero con lo que vestirme, a esas horas de la tarde el sol da de lleno en el apartamento y calienta el ambiente. Al final opto por una camisa ancha y blanca, que deja entrever una difuminada imagen del sujetador negro con bordados florares del mismo color, dibujados alrededor del pezón. Su borde acaricia mis muslos y mantiene también oculta, aunque por escasos centímetros, mi entrepierna. Satisfecha, complemento el atuendo más cómodo de la historia con unas enormes medias negras hasta la pantorrilla.
El reflejo de mi cuerpo en el espejo de la habitación me sorprende mientras me las recoloco. Una chica soberanamente sexy me contemplaba con unos brillantes ojos color café y el pelo de un intenso azabache, algo despeinado pero conservando aún unas bonitas ondulaciones. Su cuerpo, la forma del cual se podía contemplar perfectamente a través de la tela de la camisa, incrementándose aún más al estar ella colocada en frente de la ventana y, por tanto, a contraluz, parecía hecho para admirar. Esbozo una enorme sonrisa ante la imagen que aquel espejo me devuelve, había olvidado lo sensual que podía llegar a ser. Sin medir mis actos y casi en un gesto cariñoso me regalo una suave caricia por todo el torso de mi cuerpo, rodeando los pechos y acabando con un suave palmadita en una de las nalgas de mi trasero.
Mi cuerpo parece reaccionar de inmediato a aquel gesto, sediento de más caricias que puedan llevarle al éxtasis del placer y la relajación que tanto anhela. Llevada por el ansia empiezo a repartir caricias cada vez más rápidas y llenas de lujuria por toda mi figura, mientras me contemplo a mí misma en el espejo y deleito con cada roce. Casi como si mi mano fuera la de un extraño, observo atentamente como aprisiona uno de mis pechos por encima de la fina tela de la camisa. Rozo, al principio suavemente, el pezón con la palma de la mano mientras resigo con uno de los dedos la aureola que lo envuelve y que marca el sujetador. Empiezo a ejercer cada vez más presión sobre él, jugando después con mi pezón entre los dedos, apretándolo y estirando de él suavemente. Con la mano libre levanto ligeramente el borde de la camisa mientras separo cuidadosamente mis piernas, acariciando con la yema de los dedos la parte interna de uno de mis muslos antes de propinar tímidas caricias sobre la tela de mis braguitas. Empieza entonces a apoderarse de mí un calor intenso que aumenta con las corrientes de placer que provocan cada una de las caricias a mi entrepierna, extendiéndose desde ella a todo mi cuerpo.
De pronto me fijo en mi rostro a través del cristal, sorprendida. Veo en él una expresión liberada, con la cabeza algo inclinada hacia atrás y los labios entreabiertos, dejando escapar leves suspiros a medida que las caricias y los roces aumentan. Me muerdo el labio inferior ante la excitación que me provoca mi propia imagen masturbándose. Noto la humedad que empieza a lubricar mis labios vaginales sobre la tela de mis braguitas y, sin pensármelo dos veces, estiro de ellas hacía abajo, quitándomelas muy despacio. Intento no perder detalle de cada uno de mis movimientos. Coloco mi culo en poma a medida que la tela se desliza por mis nalgas hasta llegar a mis mulos. Por la posición la camisa no puede cubrirlo y veo perfectamente la piel blanca y tersa de mi trasero cuando me inclino para poder liberarme totalmente de mi ropa interior, quedando completamente desnuda de cintura para abajo a excepción de las medias.
Me vuelve loca comprobar lo visiblemente excitada y mojada que estoy e, incorporándome, empiezo a acariciar descaradamente la larga abertura entre los labios de mi vagina, presionando cada vez más para adentrar poco a poco mi dedo corazón en ella. Respiro entrecortadamente y muevo mis caderas al compás de cada caricia para intentar profundizarlas aún más. Gimo y me deshago de placer viéndome obligada a apoyarme en uno de los bordes del espejo para no perder el equilibrio. Lo que me permite observar muy de cerca mis pupilas dilatadas por la satisfacción. En todo momento mi mano izquierda ha estado presionando y pellizcando mis pezones, ahora por debajo de la tela del sujetador. Acerco esa misma mano a mis labios y chupo uno de los dedos, contemplando como mi lengua recorre toda su longitud hasta metérmelo en la boca y chuparlo con ganas. Completamente extasiada me incorporo y detengo el juego el tiempo justo para desabrocharme el sujetador y lanzarlo hacia una de las esquinas de la habitación.
Escucho entonces un suave sonido, casi como un gemido, proveniente de esa misma esquina. Pero no le doy mucha importancia y vuelvo a las caricias a mi entrepierna, esta vez más ansiosas. Acaricio mi clítoris a un ritmo feroz mientras alterno para adentrarme en mi vagina, gimiendo más fuerte. Apoyada de nuevo en el espejo veo mis pechos, bajo la tela translucida, balanceándose al ritmo de los movimientos de mis caderas. El roce de mis pezones erectos contra la tela me lleva a la lujuria, haciéndome gemir como una gata en celo.
Vuelvo a escuchar un leve suspiro, esta vez más cerca, pero cuando miro no hay nadie en la habitación y supongo de nuevo que han sido imaginaciones mías. Saco cada vez más mi culo, abriendo las piernas y deseando estar siendo follada en este preciso momento. Casi puedo sentir el tacto de unas manso frías sujetándome las caderas y la punta de una polla acariciando la entrada de mi vagina. Empiezo a acariciar mi clítoris con más violencia cuando, de pronto, noto como ese mismo miembro me penetra por completo con total facilidad. El juego previo me había dejado tan lubricada que mi vagina apenas opone resistencia. Desaparece tan rápido como había entrado cuando, desconcertada, intento incorporarme. Mi reflejo es el único que encuentro al mirar en el espejo y no hay nadie en la habitación a excepción de mí.
Sigo estando tan excitada que, pese a estar extrañada, aún brota de mi interior el ardiente deseo de segundos atrás. Después de lanzar un par más de miradas a la habitación y comprobar que, efectivamente, no hay nadie, no puedo evitar que mi mano se deslice de nuevo a mi entrepierna y pronto dejo de prestar atención. Empiezan a fallarme las piernas cuando aumento de nuevo el ritmo de mis dedos jugando entre mis labios vaginales. Me encuentro envuelta entre suspiros y gemidos al borde del orgasmo. Casi noto como mis paredes empiezan a contraerse cuando, sin aviso, lo vuelvo a sentir. Choca tan violentamente contra mi cuerpo que quedo casi completamente pegada a la fría superficie del espejo en el que me he estado mirando y mis pezones se endureces aún más al notar aquel gélido tacto.
Siento como el mismo miembro de minutos atrás se adentrar y sale de mi interior a un ritmo pausado, provocándome un placer que no había experimentado nunca antes. Extrañada, observo por el rabillo del ojo como, al igual que la primera vez, no hay nadie ni nada detrás de mí. No me puedo creer lo que está sucediendo cuando el ritmo de las embestidas empieza a aumentar. De mi boca se escapan quejidos de dolor y placer sin mi consentimiento y mi cuerpo reacciona a favor de los movimientos pese a que no sé lo que está pasando. Antes de darme cuenta, me encuentro de nuevo al borde del orgasmo. Pero, casi a punto de estallar, se detiene, saliendo de mí y, sin ser consciente de cómo, acabo sentada en el suelo con la espalda apoyada contra los pies de mi cama.
Vuelvo a verme completamente sola en el reflejo del espejo pero, cuando separo los labios para intentar decir algo o gritar, algo se cuela y se abre paso en mi boca. En un impuso inesperado, tal vez como acto reflejo, chupo lo que se me ofrece con total desconcierto. No tardo mucho en darme cuenta de lo que es. Al mismo tiempo, lo que parece una mano fría separa mis piernas y se adentra en lo prohibido, separando los labios y rozando con lentitud mi clítoris. De pronto vuelven a mí todas las sensaciones de segundos antes, a punto de estallar. Al borde del éxtasis empiezo a chupar y mamar con más ganas el miembro que me folla con una lentitud exasperante la boca. Mi lengua se pasea por la punta de éste y lo envuelve antes de tenerlo de nuevo entre los labios. De vez en cuando siento lo que creo que son unos testículos y los chupo con igual ansia. En un momento dado y de una embestida gran parte del miembro se adentra en mi boca y es entonces cuando, aumentando también el ritmo de las caricias a mi entrepierna, empieza a follármela más ferozmente. Llego al orgasmo casi inmediatamente, retorciéndome de placer en espasmos mientras continúa entrando y saliendo de mi boca a su placer. Al placer de alguien o algo que no puedo ver.
Y entonces sucede, mi camisa sale disparada hacía la cama, pasando por encima de mi cabeza y deslizándose por mis brazos. Mi cuerpo queda totalmente desnudo y expuesto ante mi estupefacción. Lo que parecen unas manos frías me empujan de las muñecas hacía arriba, obligando a levantarme y manteniendo mis brazos pegados a mi espalda. Desconcertada vuelvo a mirar por todos lados de la habitación en vano. A través del espejo veo como mi cuerpo se inclina, aunque esta vez hacía mi cama y dejando el culo en pompa como mi posición inicial. Vuelvo a sentir el tacto de una polla recorriendo todo mi trasero, lubricándolo con el orgasmo que acabo de tener. Cierro los ojos, la frustración ante todas las dudas que empiezan a formarse en mi cabeza y lo hastiada que me siento me llevan a apagar la razón y, está vez conscientemente, dejarme llevar.
Correspondo decidida y con ganas al roce de aquel cuerpo contra el mío. Soltando un suave gemido me inclino aún más y muevo mis caderas para corresponder a cada caricia de su miembro entre mis nalgas. Mi acto se ve recompensado, siento su polla deslizarse entre los labios de mi vagina, presionando con suavidad pero propinando fuertes embestidas. Su punta roza mi entrada cada vez que frota mi sexo contra el suyo y a cada retroceso creo que a la siguiente carga me penetrará. Deseo con todas mis fuerzas que lo haga y no me molesto en ocultarlo. Pero se hace de rogar, excitándome cada vez más y más haciéndome suplicar, obligándome a buscar por mí misma tener su polla dentro de mí con movimientos de cadera. De mi garganta salen fuertes gemidos y jadeos sin censar, incontrolables. Veo extasiada como mis pechos se balancean, erectos y desnudos, en cada embestida. Cuando la punta de su miembro se aproxima de nuevo a mi entrada me pongo de puntillas y logro capturarlo, sintiendo como se adentra hasta la mitad. Insaciable, y antes de que puedo volver a retirarla, cargo sobre ella haciendo que quede completamente dentro de mí.
Siento una leve presión en la fuerza que me mantiene las muñecas pegadas a la espalda cuando empiezo a mover mis caderas en círculos, provocando a mis sentidos estallar. Me muevo casi con el mismo afán con el que grito, metiendo y sacando su polla de dentro de mí cada vez a más velocidad. Ahora soy yo la que se lo está follando y saber eso me pone cachondísima. Capto una fugaz imagen de mí a través del espejo antes de correrme, tengo la boca abierta por el placer y mis pechos, con los pezones totalmente erectos, rebotan salvajes en cada choque. El orgasmo es tan brutal que me fallan las piernas y me precipito hacía la cama pero, al seguir con las manos atadas, me limito a giro la cabeza para evitar impactar de cara.
Sumida aún en los espasmos que recorren todo mi ser, llenándome de placer, su miembro todavía dentro de mí vuelve a la carga. Estoy completamente a su merced, inclinada sobre la cama con el culo elevado, noto sus caderas chocar contra las mías tan fuertes que mueven toda la cama. Su polla llega hasta lo más profundo de mí mientras mis paredes vaginales aún se contraen en repentinos espasmos. El placer es tal que se me corta la respiración. El ritmo de cada embestida aumenta más y más a medida que los segundos pasan, haciéndome rozar el cielo cuando eleva una de mis piernas y su mano se cuela entre ellas mientras sus dedos arrebaten también contra mi clítoris. Un par de minutos después vuelvo a correrme en un devastador orgasmo, que me deja totalmente exhausta sobre la cama cuando mis brazos se desprenden de su agarre. Sin poder evitarlo cierro los ojos y, relajada como nunca antes, me sumo en un profundo sueño.
Tal y como decía, sé aprovechar muy bien una tarde libe.
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