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Hoy quiero contarles otra historia de mi paso por la marina de guerra, en este caso fue cuando por casualidad me convertí en el chofer de un capitán. Yo contaba con apenas 19 años de edad y por recomendación de otros superiores fui a parar a la casa de Manuel (nombre que le daré a mi jefe en esta historia)
El vivía junto a su esposa y su suegra en un chalet dentro de un barrio exclusivo para oficiales, de los tantos que rodean la base naval y como de estas cosas uno nunca se olvida hoy quiero contarlo en esta página que en su momento me dolió muchísimo y aunque dicen que el tiempo cura del pasado siempre aprendemos algo.
Manuel era un hombre alto de contextura delgada pero de carácter muy fuerte aunque siempre se dirigía a mí de una manera correcta. En síntesis un marino pero de los fanáticos que siempre abundan, pero en esos momentos se sentía molesto porque su buque aun permanecía en reparaciones.
Su esposa Julia era también delgada, de mediana estatura, de pechos grandes para su talla pero muy parados y firmes. Su cuerpo estaba bien formado y proporcionado con piernas gruesas que a la altura de sus muslos marcaban la diferencia.
Marta su suegra parecía venir de una familia adinerada porque siempre usaba muchas alhajas, se mantenía siempre arreglada y pintada como para ir a una fiesta. Su edad nunca la supe pero igualmente se mantenía muy bien, su cuerpo era armónico y esto se notaba a simple vista debido a los vestidos que usaba con mucha elegancia entallando una figura de manquen a la perfección.
Lo único malo era su carácter y su soberbia para decir las cosas, pero siempre yo trataba de evitarla para no tener ninguna clase de problemas.
Al principio mi trabajo era sencillo porque todas las mañanas debía llevar a Manuel hasta el puerto e irlo a buscar por la tarde y lo único que me exigía era puntualidad.
Mientras que en el resto del día me dedicaba a la limpieza y cuidado del auto, alguna emergencia en la casa o realizar algún mandado de último momento para la cocinera.
Al poco tiempo de estar allí me había hecho amigo de la cocinera, de la mucama y del viejo José que trabajaba como parquero que siempre me llamaba "el acomodado" quizás porque mi trabajo era demasiado simple y el resto de las horas era deambular sin rumbo fijo.
Una mañana después de llevar a mi jefe, llegue con el auto y lo estacione bajo los árboles, tal vez para mantenerlo fresco o no ensuciar el garaje. Pero al llegar caminando hasta el portón sentí voces y unos gemidos extraños que me llamaron la atención.
Para ver quién era corrí sigilosamente hacia un costado de la edificación y me estire para mirar que sucedía. Apenas me asomo veo a José que tenía a Marta agarrada de los muslos con las dos manos mientras trataba de chupar sus enormes pechos que se movían para todos lados.
—aaaarrrggggg Mi amor aca noooo aaaaagggg. Pedía la vieja mientras trataba de zafarse de las manos de José que estaba enloquecido por la pasión.
—Mira como estas toda mojada Martita. —Déjame que te lo ponga un poquito
—Nooooo no no no no quédate y ven a mi cuarto esta noche. Le decía Marta preocupada de que la vieran
Cuando José levanto la vista y me vio, me asuste, pero él solo me cerró el ojo y me hizo señas para que me fuera y así lo hice, Pero ya ese hermoso culo me había excitado demasiado y mi pija clamaba por salirse de mi pantalón.
En los días siguientes mi trabajo se amplió un poco más, pero igual me gustaba llevarla a Julia a todos los lugares que me indicaba, esperarla y volverla a traer a la casa. Casi siempre era ir al mercado, al médico o a la peluquería y yo admiraba su belleza y me derretía con una sonrisa suya.
A medida que pasaban los días iba conociendo al detalle los movimientos de la casa y mientras tanto Manuel esperaba impaciente que su barco terminara de repararse para salir a navegar.
La casa era grande pero por momentos se sentía vacía ya que todo el mundo hacia lo que le parecía, menos Julia que siempre se refugiaba en su habitación excepto cuando ejercía su mando en la cocina para preparar el plato del día.
Todo el barrio parecía guardar muchos secretos y solo había que estar allí para saberlos, muchos detalles me lo pasaba la cocinera, una gorda con cara de buena pero con una lengua más larga que la calle. Ambos nos habíamos hecho muy confidente y a veces intercambiaba exquisitos postres por información fidedigna y así nos complementábamos unos con otros.
Yo todavía era un pendejo pajero y tenía poca experiencia con las mujeres, a mi edad solo había tenido un encuentro carnal con una prostituta pero el hecho de pagarle tampoco me había excitado demasiado.
Julia en cambio parecía ser una mujer muy frágil, no poseía la soberbia de su madre sino todo lo contrario siempre poniéndose a la altura de sus empleados y preocupándose por ellos. Era muy dulce y se hacía querer por todos. Muchas veces me había preguntado si sería hija legítima de Marta porque las dos eran totalmente diferentes.
Cuando iba con ella me sentía bien siendo su chofer y ella también comenzó a tener un gran cariño por mí, durante los trayectos teníamos largas charlas sobre cualquier tema hasta que al tomar confianza empezó a soltarse más y a contarme sobre sus problemas e intimidades.
Quiero decirles que esto es algo innato en mí, que la gente me elija como su confidente, quizás será porque les inspiro confianza no sé, pero algo de eso debo tener porque siempre es así.
Cuando Manuel salió a navegar yo me comencé a quedar en la casa de huéspedes a pedido de él, porque Julia estaba embarazada y ante cualquier emergencia tendría que estar cerca para llevarla al doctor.
Una noche tarde me golpearon la puerta lo que me hizo saltar como un resorte de la cama. Al abrir me encontré con José que venía desesperado a pedirme un lugar para estar con la vieja Marta.
—Dale Jorgito!!! Necesito que me hagas un favor. Me decía un poco agitado
—Bueno. Le contesto —Mandate por la puerta del fondo que te la dejo abierta.
Después de abrirles me oculte en las sombras del pasillo y vi que Marta venia tomada de su mano y como dos tortolitos entraron a la habitación. Tratando de no hacer ruido me acerque hasta la puerta que estando entre abierta dejaba escapar un haz de luz al costado del marco, y tratando de bajar mi respiración me apoye suavemente para poder mirar.
Marta estaba re-sacada y desconocida totalmente, de lo agria y soberbia que era no tenía nada, ahora parecía una puta de cabaret. En pocos segundos ya estaba chupando la pija de José y este le metía sus manos dentro del bracier para sacar sus enormes tetas que sobaba y estrujaba mientras su pija jugaba en el medio para que Marta lo esperara del otro lado para darle un lengüetazo.
Por momentos parecía ahogarse pero ella insistía en llenarse la boca con los huevos y la pija de José. Después él se tiro en la cama y ella se le subió arriba, cuando sintió su penetración Marta enloqueció de placer retorciéndose y gimiendo como una loca, mientras yo en el pasillo me hacia una suculenta paja mirando su hermoso culo aprisionado por las manotas de José para atraerla hacia él y mandársela hasta el fondo.
—Aaaayy paaapi, Sos mioooo solo miooooo aaaarrrrrgggg. Gritaba Marta ordenándole que tendría que ser así.
—Siiii mi vida, si me tenés atrapado con tu hermosa conchita, no puedo cogerme a otra, Noooo
Exclamaba José casi sin aire, por los movimientos dominantes de Marta que seguía arriba disfrutando su penetración.
Quiero aclarar que José era casado pero muchas veces como en esa ocasión justificaba sus llegadas tarde con tareas anexas en su labor
—Si te veo con otra mujer te mato. aaaaayyyy Papi nooooo.
Después la puso boca arriba y la volvió a penetrar pero el horrible culo del jardinero me sacaba del encanto y no podía ver la conchita de Marta como se estiraba, solo sus gritos justificaban la acción de una buena cogida.
Minutos después ambos quedaron en silencio, casi exhaustos y unidos besándose por un largo rato.
Mis piernas temblaban al filo de un calambre por todo el esfuerzo de mis pajas y sin más me fui a dormir pensando en la viejita coqueta como se las tenía guardada.
Al día siguiente me encontré con José en los fondos de la casa y como ya teníamos una buena amistad le pregunte...
—che José!! Como hiciste para conquistarte a la vieja?
—Ja ja ja Mira creo que le gane la confianza haciéndola reír un poco, después me conto que se sentía sola, algo deprimida y cuando menos lo esperas nos besamos y ahí me la empecé a coger.
—Porque Martita es bastante hija de puta. Le replique sin ningún reparo.
—Noooooo para nada, la vieja es buena lo que pasa que al yerno no lo quiere y bueno...cosas de familia. No se soportan mutuamente.
—Y la hija? Pregunte cortando su explicación
—La Sra. Julia está embarazada, no se para que...porque andan mal,... y viste que linda que esta? me tiro para ver que decía yo
—sip!! Es muy bonita. Solamente conteste y me fui a continuar con mis actividades
Había algo que me atraía de esa mujer pero aun no sabía que era, igualmente estaba casada y esa barrera me era imposible de traspasar. Siempre vivía pendiente de ella y su embarazo y muchas veces me ponía mal cuando la veía triste y me daba bronca de que su marido no le prestara la debida atención.
Durante mis vacaciones extrañaba nuestras charlas amenas y divertidas y no veía la hora de volver a verla, quizás ya me había acostumbrado tanto que mis buenos momentos dependían de ella.
Una mañana soleada de Julio salimos para el centro de la ciudad con la intención de hacer algunas compras y en un momento me pidió que tomara el camino viejo hacia el mar.
—Si como no Julia. Conteste rápidamente —Lo que usted diga
Sentí su voz temblorosa y vi lágrimas en sus ojos, realmente me preocupe de que le estuviera pasando algo, pero me dijo que estaba deprimida.
Y en breve me explico
—No te preocupes Jorge, esta angustia es propia del embarazo, además vos sabes que me siento muy sola y con el único que converso es contigo, yo sé que te canso pero...
—Nooo Julia que va...por favor!!! Exclame tratando de atajar su pena
—Mi marido nunca esta y yo necesito de su contención y amor...me entendes?
—Si Julia Créeme que te entiendo!!!Pero si necesitas algo lo que sea puedes contar conmigo.
—Gracias Jorge!!! Sos muy noble y por eso te quiero mucho, exclamo con mucho sentimiento
De inmediato acelere el auto y busque un lugar alejado donde estaríamos más tranquilos, al llegar pare el auto y el silencio se desmorono cuando comenzó a llorar desconsoladamente. Quizás estaba sobrecargada de tensión y eso le haría bien, pero como no me gustaba verla llorar salí por mi puerta y entre por la de atrás para sentarme a su lado. la abrase muy fuerte y luego acaricie su panza ya bien redondita, cuando eleve mi cabeza me esperaba con una sonrisa pero como nuestras bocas estaban muy cerca cerré mis ojos y nos unimos en un hermoso beso que duro varios segundos.
—Sos tan dulce Jorgito. Me dijo mientras acariciaba mi rostro como dándome pie para continuar.
Sin hacerme esperar acaricie sus pechos y su pancita de nuevo, luego baje hasta su falda, me abrió las piernas para que mi mano entrara hasta sus bragas que se mojaron al instante ante mis caricias.
Nuevamente nos unimos en un beso apasionado que duro mientras ambos buscábamos desnudarnos para tener el contacto de nuestra piel que ardía de pasión para satisfacer sin medidas nuestros instintos salvajes y poco después nos encontramos jadeando en medio de una jugosa penetración que no podía creer.
Mi verga era un hierro caliente buscando el fondo de su vagina que sentía palpitar por esos espasmos que venían en forma de chorros hacia mí mientras ella contraía sus músculos y apretaban el grosor de mi carne, ambos gemíamos como enamorados por aquel maravilloso momento.
Sentada arriba mío sentía mi pelvis y mis bolas totalmente mojadas mientras sus pechos hermosos y blancos, deseaban ser besados con mucho amor y cuidado para arrancarle gritos de placer y locura que hacía tiempo no tenía.
—Despacio Jorgito que me duelen un poco, me decía refiriéndose a sus pechos bien crecidos y de areolas estiradas que se preparaban para amamantar
—_aaaaaggg Jorge noooooo aaaayyyyy
—Tranquila Julia, relajate, disfruta de mi pija, le susurraba al oído
—Aaaaauuhh aaaayy que lindo sos, quiero que seas mi amor secreto si?
—Si amor seré lo que tú quieras, es la primera vez que quiero a alguien así
Sus acabadas eran preciosas y su piel era tan suave que cuando la tocaba me estremecía todo el cuerpo, cuando quise cambiarla de posición abrí la puerta y le di lugar para que se pusiera en cuatro. Vi su vagina enrojecida por el rose de nuestras carnes y me vinieron unas ganas terribles de llenarla de leche. Entonces la monte y la empecé a coger muy suavemente para no perjudicarla hasta que llego mi momento y pude invadir sus entrañas con mi jugo de amor que brotaba como un manantial dentro de su vagina.
Después de aquel hermoso acto como dos amantes furtivos me la empezó a besar y chupar con una delicadeza y una suavidad increíble, eso me excitaba hasta la locura mientras yo acariciaba su cuerpo que sin pensarlo había sido mío y estaba muy feliz por eso.
Al verlo parado de nuevo se sentó dándome la espalda y se tiro hacia adelante para que viera su vulva como se estiraba y contraía con los movimientos hasta que en breves minutos logro sacarme la leche que me quedaba. Después si nos quedamos desnudos, acariciándonos con la única compañía del mar que rugía al compás del viento pero el sol calentaba los vidrios y nos dejaba el sabor salado de nuestra piel.
Cuando mire la hora nos vestimos rápido y salimos a toda máquina para el centro comercial, cuando la vi bajar en el mercado me enorgullecí sabiendo que entre sus piernas aun llevaba algo de mi semen y que minutos antes había disfrutado de sus carnes por primera vez.
Los días posteriores y cuando no se sentía muy dolorida se me aparecía a cualquier hora o me hacía señas para que fuéramos al mismo lugar para amarnos como dos adolescentes. El problema es que cada vez nos sentíamos mas unidos y cuando nació Guillermito como su esposo no estaba en ese momento me pidió si yo podía acompañarla en la sala de parto y eso creo que fue lo que nos selló para siempre.
Mucho se hablaba de nuestra relación dentro del personal de servicio, pero Manuel nunca se enteró y a su madre tampoco le importaba demasiado pues ella ya tenía lo suyo con mi amigo José.
Con ellos estuve casi tres años como chofer y Guillermito era un bebe que hacia feliz a toda la familia y cuando los llevaba a ambos para algún control del pediatra yo lo sentía como mi propio hijo y lo disfrute como tal.
El día que me marche para embarcarme todos lloraban, pero como todas las experiencias valen aprendí que la marina no es para hombres casados porque tanto ellos como sus familias sufren su ausencia. Ese día de la despedida fue muy triste para mí, ella tenía un futuro y yo recién empezaba a vivir.
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