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De un tiempo a esta parte estamos sufriendo en nuestro edificio donde residimos la tormentosa situación de vernos como unos energúmenos han ocupado un ático que estaba abandonado y desde ese primer día, los conflictos y desaires han sido norma cotidiana en una vecindad que antes era muy tranquila y silenciosa. Borracheras, suciedad, broncas e incluso el robo de enseres y comida están a la orden del día y la impotencia y rabia del resto de vecinos imperan en una situación que a corto plazo no parece tener fin. Que sepamos son 4, dos de ellos mulatos y por su forma de hablar parecen latinos y como no ya han tenido varios encontronazos con alguna vecina… ya que alguna de ellas están de muy buen ver y me consta que a mi esposa Frida también han llegado a lanzarle improperios cosa que por otra parte no me sorprende pues es una mujer exuberante, morbosa y muy sexy, le encanta zorrear a los machos con vestidos sugerentes y ceñidos realzando sus curvas, pero ante la situación tan complicada en nuestro edificio, ella me transmite de vez en cuando en tono indignante como debe de pasar el mal trago de sentirse acosada por estos okupas cada vez que se cruzan con ella y va sola.
Es por ello que la historia que a continuación os relato me dejó en shock pues es lo último que me podría esperar de mi esposa y aunque es ya una consumada hotwife, me pilló por sorpresa lo acontecido. Hace unos días, a media mañana, con los niños en la escuela y yo en mi trabajo, subió como suele hacer a menudo a la zona de la azotea para tender la ropa, en ese momento haciendo las labores, andaba con un trapo de andar por casa que justo le cubría como una palma por encima de las rodillas y sin sujetador conque al agacharse sus enormes tetas bailaban sin control y se le clareaban por ese trapo sus también enormes pezones y la tanga que llevaba. Justo al acabar y al iniciar el camino de vuelta a la escalera para bajar a casa, salieron del ático tres de los 4 okupas ya que el otro que quedaba según más tarde preguntó mi esposa, estaba en la puerta del supermercado del barrio mendigando algo para el almuerzo de todos ellos a lo que iniciaron un diálogo con ella.
Uno de los dos mulatos le insinúa que habían ocupado el ático, robado enseres, ropa, comida; pero aún no habían saboreado el sabor del coño de una de las muy buenas vecinas que residen en el edificio y que entre ellos habían hecho un concurso para determinar cuál de ellas era la más maciza y buena del edificio y que mi mujer había resultado la ganadora, invitándola a pasar al ático. Esto es realmente lo que me dejó estupefacto pues no sé qué le pudo pasar a mi mujer por la cabeza para aceptar esa invitación y a partir de ahí la cosa se empezó a poner muy cachonda.
Allí estaba ella, rodeada de latas de cervezas esparcidas en el suelo, restos de pizza y basura variada acumulada por el piso, la rodearon entre los tres y casi sin mediar palabra empezaron a oler su cuerpo, su cabello, acariciar con sus sucias manos sus muslos prietos hasta que uno de los dos mulatos fue el primero que se abalanzó a sus labios y comenzaron a besarse con frenesí y ese preciso instante según me comentó Frida fue cuando decidió entregarse a ellos definitivamente pues su cachondez y vicio le pudo más que el rechazo que sentía por ellos hasta ese momento. Ellos por ser verano, iban en bañador y el torso desnudo, los mulatos eran atléticos, el otro sumamente delgado y ya el bañador de cada uno les marcaba como a una brújula el camino a seguir que no era otro que cualquiera de los agujeros que Frida pudiera brindarles pues tardaron bien poco en excitarse y quitarse los bañadores ante el agrado de lo que se encontró Frida pues uno de los mulatos advirtió superar los 20 ctms de verga y los otros dos tampoco se quedaban atrás pero con una dotación un tanto más liviana pero no menos de 17 ctms aproximadamente. Ya iniciada las hostilidades, tumbaron a Frida en una mesa apartando los restos de comida arrojándolos al suelo y quitándole el trapo que llevaba, dejaron a descubierto sus tetones y uno de ellos haciendo la tanga a un lado, empezó a hacerle las delicias a Frida con una comida de coño extremadamente dulce y sensual con movimientos muy lentos de lengua y que para nada esperaba de un tipo tan rudo y asqueroso como el delgado mientras que a ambos lados de la mesa, los mulatos eran masturbados por Frida y eran mamados por primera vez por ella alternativamente mientras jugaban y chupaban cada uno de ellos sus tetas de vez en cuando y a ciencia cierta, ella se introdujo en una sensación tan placentera que no supo cuánto tiempo estuvo siendo devorada por esos okupas que fueron turnándose lamiendo su coño haciéndola llegar a un par de orgasmos sin ni tan si quiera llegar a clavar sus pollas. El concepto que tenía Frida de ellos cambió radicalmente tanto es así que les imploró se la clavaran hasta las bolas sin piedad y entre ellos hablaban de lo puta que era y que si yo conocía ese lado tan guarro de mi mujer sin conocer estos tipos nuestro modo sexual liberal y apenándose ellos de que no estuviera el compañero que les faltaba y que según ellos tenía una salvajada de polla por gorda que era y la de problemas que tenía ese tipo pues las mujeres lo rechazaban por ese motivo; ese dato, hizo cachondear aún más a Frida y siguiendo con la tanga a un lado, uno de los mulatos se la metió de golpe y entró como una bala pues su coño era ya un río de flujos y saliva de la comida de coño que la habían dado esos tres okupas. Los jadeos y gritos de Frida ante la follada que le estaban dando y que religiosamente iban haciendo turnos tuvo hasta un momento cómico y es que Gertrudis; una señora ya mayor y viuda, por lo visto estaba en la azotea tendiendo ropa y escuchando los gritos de mi mujer se acercó a chismorrear a una de las ventanas del ático y menos mal que uno de los mulatos se percató que se acercaba y antes de que llegara a la ventana y totalmente desnudo que estaba con su pollón en la mano le dijo que se largara para abajo o que si quería recibir también lo suyo ante lo cual la pobre de Gertrudis corrió escaleras para abajo llamándolos degenerados a todos los que estaban allí, sin saber que la que gemía de placer era mi esposa.
La complicidad era ya evidente y mi esposa, generosa, no titubeó en ofrecerles su imponente culo a su disposición pero sin dejar de tener otra polla en su coño así que tumbó a uno de los mulatos en la mesa y ya sin la tanga, cabalgó su polla mientras este devoraba sus tetas y el delgado se puso por detrás pidiendo un instante de parón en la cabalgada para asegurarse de clavar su polla en el culo de Frida que igualmente andaba ya muy lubricado pues por estar mucho tiempo tumbada en la mesa, los fluidos alcanzaron el ano de Frida y no costó demasiado la perforación du su culo pues el tamaño de ese polla era ideal para hacerlo, al igual que durante todo el acto, se pusieron de acuerdo para ir haciendo turnos y Frida fue capaz de llegar a orgasmar de nuevo, tres orgasmos recibió, uno por cada polla que se comió ese día. Los okupas sorprendidos por lo insaciable de Frida, y toda vez cumplieron como buenos machos con ella, decidieron regalarle un bukkake a mi mujer y cuando estaban ya a punto se coordinaron y mi mujer de cuclillas recibió un monumental baño de leche caliente que le corrió desde su cara y estando de cuclillas le llegó hasta los muslos.
Sin nada conque limpiarse, tuvo que acudir al tendedero de la ropa nuestra y aún con la ropa húmeda cogió una de nuestras toallas para poder limpiarse e irse para casa de una manera decente sin levantar sospechas por si se cruzaba con algún vecino. Ahora Frida cuando se cruza con ellos les lanza una sonrisa cómplice, ellos sin saber que yo conozco de ese encuentro, y con el desafío aún pendiente de la única polla que no probó ese día y que según ella, al mirarse cuando se encuentran, el tipo se agarra el paquete y le guiña un ojo como invitándola a terminar su faena con todos ellos.
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