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Hola, me presentaré. Mi nombre es Angel, soy ingeniero de telecomunicaciones, y hago este inciso, porque mi profesión tiene que ver mucho con la historia que os contaré y que me parece tremendamente morbosa, por eso, creo que es digna de ser publicada.
Esto sucedió hará un par de meses. María vive en Valencia y yo en Alicante. Esto es así desde hace un par de años. Por motivos laborales, tuve que cambiar mi residencia.
María y yo llevamos juntos varios años. En realidad, nos conocimos estando ella aún casada, ante lo cual, fue primero infiel a su marido, y posteriormente le abandonó para venirse conmigo. Ella tiene un hijo de su matrimonio de 6 años.
Estuvimos viviendo juntos más de un año en su casa, hasta que a mi me destinaron a Alicante, localidad a poco menos de 200 kms. de Valencia. A partir de esos momentos, sólo nos veíamos los fines de semana, los cuales, habitualmente yo iba a su casa y los pasábamos juntos allí.
Su exmarido, Franciasco, iba a recoger y a devolver a su hijo los fines de semana alternos, que le correspondían según el acuerdo del divorcio. Ella me comentaba lo pesado que se ponía cuando iba a su casa, intentando agarrarla, besarla, acariciarla. No entendía demasiado bien el que ella no pusiera orden, y le impidiera subir a su casa.
En cualquier caso, y no terminandome de creer lo que allí pasaba, según María, decidí hacer lo imposible para enterarme.
Un día, aproveché un sábado, que ella tenía que trabajar. Puesto que tenía acceso a su casa, lo que hice fue montar una red de cámaras que yo podía controlar a través del ordenador de mi propia casa. Fueron muchas, y era perfecto. Tenía una visión completa de toda la casa, principalmente de los lugares que podrían resultar vitales. Cocina, salón y dormitorio estaban totalmente vigilados con una nitidez perfecta. Tambien disponía de un sistema de audio perfecto. Realmente me sentía orgulloso de mi trabajo, era algo más propio de la antigua KGB que de un aficionado metido a detective.
Al llegar a mi domicilio, despues de pasar el fin de semana con ella quise probar mi invento. Era perfecto. La veía sentada en el sofá, hablando por teléfono con una amiga. María me parecía la mujer más atractiva del mundo. Rubia, ojos azules y grandes, no excesivamente delgada y sobre todo con mucho estilo, hasta con el pijama que solía llevar cuando estaba en casa.
A los pocos momentos, sonó el timbre y vi que entraba Francisco. El niño le dio un beso y vi como él se acercaba a ella. Intentaba acecharla, pero ella se escabullía de la forma que podía. Él no paraba de decirle lo guapa que estaba, y despues de varios intentos infructuosos se rindió y se despidió de ella. Le pidió un último beso, que ella le negó.
Así fueron sucediendo las semanas. Cada vez que coincidía que él tenía al niño, a la vuelta era más o menos el mismo espectáculo, y María de una forma más o menos educada, terminaba quitándoselo de enmedio. La verdad es que me sentía bastante tranquilo, y me hacía confiar totalmente en mi pareja.
A los tres meses más o menos, un domingo, tuvimos una discusión. Ella estaba muy enfadada conmigo despues de ello. El mal ambiente que nos rodeaba, me hizo marcharme antes a mi ciudad. Estuve todo el día en mi casa, y la verdad, es que presentía que esa tarde, la devolución de su hijo, no iba a ser tan inocente como de costumbre.
Esa tarde, como siempre, el padre de su hijo se presentó en casa. Fue a darle un beso como intentaba hacer habitualmente, y como siempre, ella se escapó. El niño estaba dormido, por lo que lo dejaron en la habitación.
Empezaron a hablar de temas que afectaban a ambos. El colegio, la salud, el pago de la pensión. La conversación era bastante inocente.
Francisco dijo que se iría, y daría antes de marcharse un beso al niño. Así lo hizo. Ella, mientras tanto, fue al dormitorio a colocar ropa que había terminado de planchar. De repente él entró allí y la acorraló.
Ella intentó apartarle, aunque la verdad es que con poca intención. Su ex, la tocaba por todos lados e intentaba besarla. Sólo le respondía que tenía pareja, y que la dejara en paz.
De repente, él le metió la mano por debajo del pijama. Aunque parecía que intentaba zafarse, la verdad es que vi como abría una de sus piernas y la colocaba encima de la cama.
En esos momentos estuve a punto de llamar por teléfono, pero no sabía que decir, ni que hacer, además que no terminaba de disgustarme lo que estaba viendo.
Yo la conocía muchísimo, y sabía que la mirada que estaba poniendo en esos momentos era de total excitación. Me imaginaba sus labios vaginales, que tantas veces había tocado, ahora acariciados por otros dedos que se estarían empapando con sus líquidos internos.
Yo notaba el bulto de las manos que tenía en la entrepierna. Viendo los movimientos que esta hacía podía imaginar cuando le metía el dedo dentro de su vagina, y cuando le acariciaba el clítolis. Ella ya no se resistía, y sólo sabía apoyar su cabeza contra la pared, mientras su ex la iba excitando más y más, hasta el punto de casi tener un orgasmo.
En estos momentos, él aprovechó a besarla. María ahora no se negó y le respondió con todo el explendor de su boca y lengua. Por su parte, Francisco, no sacaba la mano. Yo veía como ella iba dando pequeños saltos con el pie que tenía apoyado en el suelo. Sabía que él le estaba metiendo el dedo hasta el final de sus entrañas. Mi novia le agarraba sus hombros para no caerse, pero ya tenía los ojos cerrados y notaba que su orgasmo estaba a punto de llegar. De repente vi que ella se relajó, y él sacó su mano. Sonreía mientras se veía que sus dedos estaban totalmente empapados.
Su comentario fue totalmente machista. Me gusta saber que te sigo excitando. Esto es lo que te estás perdiendo por estar con el maricón de tu novio en lugar de conmigo.
Ella no decía nada, sólo se sentía avergonzada, aunque la notaba con las piernas temblorosas, lo que significaba que había tenido una gran corrida. Conocía muy bien sus reacciones en los momentos íntimos.
Ella intentó apartarle para salir de su habitación, pero él le volvió a impedir el paso. La notaba con pocas fuerzas, algo normal despues de un orgasmo brutal. De nuevo la agarró y volvió a besarla. Ella aceptó aunque no colaboraba demasiado. Se limitaba a dejarse hacer todo lo que él quería.
Su marido la tiró suavemente sobre la cama, y comenzó a besarla. Le quitó la camiseta del pijama, a lo que ella colaboró levantando sus manos. No llevaba sujetador y sus pechos, totalmente puntiagudos, fruto de la excitación quedaron a la vista, tanto a la suya, como a la mía.
Le besó los pechos, le pasaba la lengua, le daba pequeños mordisquitos. Unas tetitas que pocas horas antes de la discusión, habían sido mías.
Despues le bajó el pantalón del pijama. Un pantaloncito azul claro, muy fino. María se dejaba hacer aunque sin colaborar demasiado.
Le separó la piernas y comenzó a comerle su coño. Notaba como sus dientes agarraban sus labios y su lengua llegaba a su clítolis. Ella estaba de nuevo muy excitada, y de repente se levantó, y empezó a desnudar con fuerza e insistencia a su marido.
En un segundo, le dejó sólo con su boxer. Se lo bajó y sacó su polla que empezó a comerla con auténtica ansia. Él la tenía totalmente tiesa, empalmada, a punto de lanzarle toda su leche.
Cuando pensé que se correría en su boca, se levantó y la volvió a tirar a la cama. Le separó las piernas y comenzó a penetrarla. Al principio léntamente, poco a poco más rápido, hasta que empezó a gritar y noté que había echado todo su semen en el coñito de mi chica.
No sabía que hacer, que decir......
Estuvieron un rato sentado juntos viendo la televisión. Al rato, él le acararió el pelo, y arrimó sus labios. Volvió a besarla a lo que ella respondió.
En esta ocasión, fue ella quien le invitó a ir a la cama. Se desnudó rápidamente, dejando de nuevo su rajita, parcialmente rasurada a la vista de ambos. Sólo que yo no podía tocarla.
Él tambien se desnudó enseguida. Esta vez no hubo preliminares. Despues de unos breves besos, y una ligera pasada de sus manos por sus pechos, ella se puso a cuatro patas, y vi como le separaba los labios vaginales, para volver a penetrarla.
Ahora estuvieron bastante rato, en torno a veinte minutos. María no paraba de gritar y de gemir. Al final, él volvió a correrse, momento en el cual, ella se derrumbó y él cayó encima de ella.
Cuando terminaron, él se marchó. A la hora más o menos, decidí llamará por teléfono, y hablamos durante unos veinte minutos. Ella estaba ahora muy tranquila.
Le pregunté que tal se había portado su marido esa tarde, y me dijo que sólo había estado un momento, y se había marchado enseguida. No hice comentarios, tenía que pensar, y al menos, lo mejor, es que las cámaras seguían donde las había colodado.
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