Soy Enrique, un flaco alto, rubio de 38 años. Mi herramienta es mediana, ni chica y monumental y soy un poquito degenerado en el sexo.

Mi mujer, Marcela, es una rubia, delgada, con las carnes en su lugar.

Ambos somos más que liberales, en realidad, Marcela es medio putita y siempre dice que sí a mis propuestas. Hemos hecho tríos con mujeres, tríos con varones, intercambios con parejas, sexo grupales. Mi esforzada mujecita se ha mamado varias vergas juntas, dobles penetraciones anal vaginal, doblevaginal, ha pajeado a varios machos, en fin, nunca dice no.

Una tarde caminaba por el centro de la ciudad y ví una mujer realmente hermosa, ojos de ensueño, cuerpo de diodsa, sonrisa amable, elegancia total..

Buequé un tema para abordarla. cosa que no fue difícil, ya que ella era tan abierta, la invité a tomar algo y esa charala duró un tiempo largo. Le comenté que para mí el sexo era muy importante y me dijo que para ella también. Como en broma coincidimos que era para gozarlo repetidamente.

Viendo el cariz de la conversación, la invité a mi casa. Cuando llegamos, Marcela la recibió con su hermosa sonrisa. En tres palabras les propuse suber al dormitorio, cosa que las dos aceptaron.

Nos desnudamos y llegó la sorpresa, La hermosa mujer era un travesti con una enorme verga y un par de bolas de antología.

Marcela no perdió tiempo, uso esa verga para su gran goce y beneficio, la recibió por todos sus orificios, incluso era tan enorme que en un momento gimió ante la penetración, las pajas se sucedieron, las mamadas eran su placer.

Yo logré culear a ese prodigio que me recibión con espléndido gozar.

Peo allí no terminó la cosa, a pesar que no soy homosexual, me calentó la verga y la situación, yo también comencé a pajearlo y mmarle ese delicioso zipote. Lamí, chupé y en un momento, llevado por la calentura, me di vuelta y esa elegante señorita me metió la verga en el culo. Sentí que mis paredes se estiraban hasta casi reventar, sentí un delicioso dolor, sentí, además que un chorro de leche me llenaba las tripas..

Debo decir, que Marcela y yo sentimos por más de un semana un delicioso dolor sordo en nuestros vientres.

Al travesti no lo vimos nunca más.