El llegó como tantas veces, cansado sin ganas de hablar, con una cara como de perros y con el olor en su cuerpo del perfume de ella. La esposa fiel, como tantas noches, allí estaba en el lecho que tantas noches antes habían compartido, esperando su llegada, ansiosa por verle después de una noche sin él.
Su trabajo a veces le obligaba a pasar noches lejos de ella, pero ella lo esperaba. Esa noche, en espera de su caricia sólo recibió un reproche. Lo miró a los ojos, le exigió la explicación que tantas veces había evitado por miedo a perderle, y ante su pregunta tuvo la repuesta que tanto esperaba. En ese instante ciego, recogió sus cosas, en la puerta la despidió como a un extraño, que acabas de conocer, en el asiento del bus. Pasaron los meses, ella le esperaba aún sabiendo que no la volvería a buscar. Después de tanta espera, decidió sacar la espina, y puso fin a su contrato matrimonial. Así fue nunca más se volvieron a ver. Esa despedida tras la reja, fue el último adiós.