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"Una chica hetero de fiesta con las amigas en un local de moda, nunca imaginó que la ingrata espera para pedir a los pies de la barra, se convirtiera en un momento de locura."
Es día 23 de junio, estoy frente al espejo de mi habitación poniéndome ese vestido vaporoso corto, lleva con tirantes y puntilla en el borde, la verdad tengo que decir que me sienta de maravilla. Me he comprado también unos tacones estilo romano, que dejan el pie al descubierto y me hacen unas piernas de infarto.
Escucho las voces de mis hijos llamándome sin parar mientras estoy pintándome, preguntan una y otra vez por sus cosas, pero hoy es mi día… paso de ellos y no hago ni contestar, solo hay dos días al año en el que salgo con las amigas y la noche de San Juan es uno de ellos, hoy la lata se la van a dar a su padre.
Me pinto, me perfumo y me dispongo a salir, he quedado con Sara a las 8 para tomar algo antes de cenar. Vivimos en una ciudad del norte de España, la noche de San Juan aquí tiene mucha tradición, son muchas las hogueras instaladas en las diferentes plazas de la ciudad y hay un ambiente increíble.
Somos en total 6 amigas y aunque en realidad la cuadrilla somos alguna más, siempre hay alguna que por unas cosas u otras, falla en este día.
Cuando me encuentro con Sara, observo como lanza un “estas espectacular tía” y yo le contesto educadamente con un “tu sí que estas guapísima” aunque sé que en el fondo ella está más en lo cierto que yo.
Me llamo Luz, tengo 40 años, llevo 12 años casada y fruto de ese matrimonio tenemos dos hijos de 9 y 7 años respectivamente. Todos los días camino 10 km y el día que no camino hago 40 minutos de natación. Esto, junto a una alimentación equilibrada, ha conseguido que tenga un cuerpo que muchas de 25 desearían a pesar de haber sido madre por dos veces.
Mido 1, 62cm y peso 54 kilos, que en determinadas épocas del año pueden ser 52, tengo media melena castaña y pelo liso. A pesar de haber dado el pecho a los dos, mis pechos de la talla 90b aún soportan el peso de la gravedad, teniendo una sensual forma de gota.
Después de unas cervezas, rápidamente nos animamos y tras unas rondas por los locales del casco viejo, entramos al restaurante. Una vez en la cena y cuando ya estábamos en los postres, comenzaron las risas al salir el tema de la bisexualidad y del aumento de mujeres que se sentían como tal.
Según María (amiga de toda la vida y lleva un año divorciada), todas teníamos un yo bisexual, aunque ninguna lo reconociéramos. También nos habló de un estudio, en el que habían analizado las pupilas de varias personas de toda tendencia sexual. Según ese estudio, a todas las participantes les mostraban imágenes con relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, y seguidamente imágenes de relaciones con sexo diferente. Al parecer, aunque la dilatación de la pupila era menor cuando la chica veía las imágenes de dos lesbianas teniendo sexo, también se producía una excitación en una chica con tendencia hetero… esto venía a demostrar que todo el mundo en mayor o menor grado, tenía una tendencia bisexual.
Una cosa llevó a la otra y comenzamos a hablar de tríos… la pregunta era la siguiente; si en un momento dado hiciéramos un trio, preferiríamos dos chicas y un chico o dos chicos y una chica.
Me sorprendió que María comentara que ya lo había probado, antes era una chica de lo más sosa y desde su separación, parecía la reina del sexo desenfrenado. Comentó que sin duda son mucho mejor dos chicas con un chico, también se le escapó que había tenido una relación bollera y que estar con otra chica era lo más de lo más… su descripción exacta fue “el polvo de su vida”.
Yo me estaba quedando alucinada y cuando me preguntaron por mis preferencias sobre el posible trío, me sorprendí a mí misma diciendo que preferiría con dos chicas… la verdad sea dicha, nunca me lo había planteado, pero al hablar del tema e imaginarlo, me producía mucho más morbo participar en un trío con dos chicas.
La cena continuó, seguimos bebiendo y escuchando a María que por aquel momento estaba desatada… nos contó que había probado con una chica que había conocido en un chat y que al principio ni se lo había planteado, pero cuando sucedió, le había encantado y que en cuestión de sexo, no había nada como montárselo con una chica, según ella una mujer siempre sabe cuándo, cómo y dónde.
En mi caso, no tengo ninguna duda sobre mi sexualidad, estoy segura de ser hetero, pero al escucha María, una cierta curiosidad morbosa se había despertado en mi interior.
Salimos del restaurante y acudimos a uno de los pub de moda en la ciudad, es un irlandés muy grande, que en fechas señaladas retiran el mobiliario y dejan una pista expedita para bailar. Tiene un par de pisos y también un par de barras con un ambiente para gente de nuestra edad. Estuvimos bailando y enseguida se nos acercaron los moscones de turno, que despachábamos a la misma velocidad que llegaban.
Había sobrado algo del fondo del que me había hecho cargo, les propuse tomar algo, pero tan solo tres querían, por lo que me encamine sola a la barra para recoger las bebidas. La barra estaba llena de gente y cuando llevaba un rato intentando llegar sin suerte, decidí bajar a la planta baja donde hay otro local con barra que da a otra calle.
Esta planta baja no estaba menos llena que la de arriba, pero al llegar vi un hueco en el lado corto de la barra y allí me coloqué.
Nada más llegar, una chica morena de unos 25 años y un poco más baja que yo, se colocó justo a mi lado, aprovechando ese pequeño hueco que había quedado y que hasta ahora solo yo llenaba.
Seguido a la chica tres chicos se metieron por calzador justo al lado de la chica morena, lo que propició que esta se apegara a mí, de tal forma que pude sentir como su cuerpo entero se estrujaba contra el mío, a la vez que posaba sus manos en mis caderas para no perder el equilibrio.
Al sentir sus manos me di la vuelta para preguntar con la mirada, ella sonrió y señaló a los tres chicos que se habían metido tras ella y que la habían obligado a ocupar mí espacio, propiciando que ahora estuviéramos pegadas como sardinas enlatadas.
Por más que intentaba levantar la mano, el camarero no nos hacía ni caso, ya estaba empezado a resignarme a que la espera podía ser larga.
Por lo visto los chicos de atrás volvieron a removerse, eso propició un nuevo desplazamiento de mi menuda vecina, que volvió a estrujarse contra mí a la vez que posaba sus manos en mis caderas casi a la altura del culo. Esta vez no lo las retiró, permaneciendo ahí de una forma injustificada, por un espacio muy superior a lo estimado como correcto.
Esta vez no me volví porque aunque creí que no era muy normal ese tocamiento, había empezado a sentir una cierta excitación, la sensación del cuerpo de aquella cría rozando el mío.
Tenía la mirada perdida en la barra esperando el pedido que nunca llegaba, cuando volví a sentir las manos suaves de aquella muchacha descarada, en esta ocasión acariciando mi estómago… esta vez estaba segura de que no había sido empujada y comencé a sentir como las yemas de sus dedos me recorrían impúdicamente.
En ese mismo instante mi mano se posó sobre la suya e intente separarla de mí, pero ella se resistió, de alguna forma sabía que mi voluntad era débil y se mantuvo firme en su decisión de sobarme allí mismo, como si fuera una vulgar guarra.
Intentaba no mirar, intentaba disimular, intentaba apartar su mano sin ninguna decisión… ella sabía de sobra que si no hubiera estado disfrutando, ya me habría marchado en vez de permanecer allí estática dejándome usar.
Su mano continúo con el festín de mi cuerpo y comenzó a magrearme las tetas, había soltado con la otra mano el sujetador y las había dejado libres de ataduras, se deleitaba sobándolas a través del vestido. Era un vestido fino de gasa, por lo que la presión y roce eran sumamente estimulantes.
Por momentos mi conciencia volvía a la realidad e intentaba retirar sus manos de mi cuerpo, pero mi vana resistencia la excitaba más aún y sentía como su cuerpo se apretaba con el mío, sintiéndola presión en mi espalda de sus tetas gordas frotándose.
Me avergüenzo de mi misma al reconocer que por aquel entonces mi coñito estaba empapado, me sentía como una sucia zorra que estaba siendo utilizada para las más bajas pasiones de una bollera, pero reconozco que estaba siendo maravilloso sentir esas manos suaves y hábiles magrearme.
La gente a nuestro alrededor permanecía ajena a nuestro momento… yo miraba de vez en cuando, temerosa de ser observada por alguien, observaba a mi alrededor con miedo de ser descubiertas, pero la gente estaba a lo suyo, había demasiadas personas amontonadas y nadie prestaba atención a ese par de chicas en la barra intentando pedir.
Solo cuando se cansó de sobarme las tetas su mano comenzó a bajar y se coló por debajo de mi vestido sedoso, acarició mis muslos y cuando casi estaba a la altura de mi sexo, cerré las piernas y pose mi mano sobre la suya para evitar que siguiera… no le importó mi resistencia y con una increíble fuerza consiguió zafarse de mí y llegar a mi tanguita empapado. Sentí como una segunda mano se introducía por debajo e mi falda y entre las dos conseguían despojarme de la diminuta prenda, luego ´la fuerza de la gravedad la hacía caer, quedándose enganchado en mis tobillos.
No podía creer lo que me estaba sucediendo… soy una mujer hetero que hace unos minutos se divertía con las amigas y ahora estaba siendo sobada por una bollera y lo que era peor… estaba disfrutando como un vulgar zorra.
Mi corazón latía con fuerza, sus latidos eran un golpeo constante en mi pecho y la excitación me envolvía. La jovencita se agacho con naturalidad tras de mi, disimulando desenredó el tanga de mis tobillos y se lo guardo como trofeo.
Sus manos entonces volvieron a la carga y aunque de nuevo intente evitar que llegaran a mi rincón más íntimo, no pude frenarla y comencé a sentir como su mano recorría mis muslos con dirección a mi coño desnudo.
Tuve que agacharme mientras me apoyaba en la barra y mirar al suelo para disimular al sentir sus dedos rozar por vez primera mi chochito, un espasmo recorrió todo mi ser al sentir por vez primera los hábiles dedos de una mujer tocarme de una forma tan lasciva. Mis piernas permanecían cerradas pero no pude evitar la tentación de abrirlas para facilitar su trabajo.
Sentía a aquella cría acariciar hábilmente mi coño, las piernas me temblaban, sus dedos sabían exactamente como tocarme, sabían cómo hacer que todo mi cuerpo me abandonara y me dejara arrastrar por esa locura.
Estaba tan mojada que me sentía avergonzada, era una autentica perra en celo, comencé a dejarme llevar moviendo las caderas, acompasando el movimiento al juego de sus dedos, mientras, intentaba disimular como podía la excitación mirando al suelo.
Sus dedos se introdujeron con facilidad en mi rajita, se impregnaron de fluidos, que no dejaban de emanar, sentía como un fino hilo de flujo recorría mis muslos en sentido descendente.
No aguantaba más… estaba a punto, había llegado al punto de no retorno, en ese momento ella metió una segunda mano en mi entrepierna y comenzó a acariciarme la entrada del ano. Yo estaba tan loca que ya me daba igual todo, ni siquiera me preocupaba que alguien estuviera mirando, no podía dejar de disfrutar aquella maravillosa locura.
Su segunda mano comenzó a esparcir los fluidos por la entrada de mi culito virgen, introdujo una falange y sentí como me penetraba, sentí como las paredes de mi ano se resistían, pero ella no se amilanó y continuó introduciendo su dedo, hasta que casi estaba dentro por completo.
Yo quería explorar, disimulaba como podía, movía las caderas en círculos para saborear el maravilloso roce de sus dedos en mi sexo. En ese momento, mis piernas comenzaron a fallar y varios latigazos recorrieron mi cuerpo, mientras, intentaba disimular los gemidos ahogados que no dejaba de emitir. Mis caderas convulsionaron y empezaron a moverse como si de un ataque epiléptico se tratara.
Durante varios segundos de locura, todo mi cuerpo me abandonó y el orgasmo más maravilloso de mi vida se apoderó de mí, después de unos segundos, sus dedos dejaron de moverse y salieron de mi entrepierna.
Durante unos instantes permanecí jadeante con la mirada perdida en el suelo, tenía pánico a levantar la mirada, tenía miedo de que alguien se hubiera percatado, miedo a las miradas inquisidoras de alguien que nos hubiera visto.
Pero al levantar la vista solo vi al camarero que estaba esperando mi pedido… me hacía un gesto con su mirada como diciendo que no tenía todo el día.
Pedí tres cervezas aunque ninguna de las tres queríamos eso, pero estaba demasiado extasiada para recordar el pedido.
Acto seguido mire tras de mi pero ella ya no estaba, su espacio había sido ocupado por los chicos que aún permanecían allí y que habían propiciado nuestro encuentro con sus empujones.
Al llegar con la bebida a la altura de mis amigas, todas se percatan del brillo en mi mirada, ese brillo que tienen las personas que han pecado y no pudieron dejar de preguntarme que me había pasado… “nada que no estoy acostumbrada a salir y las multitudes me acaloran”.
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