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Hace algunos años atrás, yo tenía un amigo de bastante edad, con el cual llevamos una amistad muy íntima. Como era mayor, yo le solía contar muchos aspectos de mi vida e igual él me los contaba sin reparos.
Pues bien, este amigo mío, según él mismo me había contado: había llevado una vida casi célibe hasta bien pasados los 50 años en los que conoció y se enamoró de una chica que recién había sobrepasado los 18 años. Tuvieron una tórrida relación durante algún tiempo, en el cual engendraron dos hijos,…y luego, ¡nada de nada!
Ahora, ella tiene sobrepasados los 58 años, mi amigo falleció hace algunos años a los 88.
Mi relato de hoy se refiere a esta amiga que me ha enseñado cosas deliciosas. Conocí a su familia hace algo más de 12 años. Por mi amigo, yo iba siempre a su casa a charlar y a visitarlos en general, pues sus 2 hijos también pasaron a ser mis amigos. Sin embargo desde el principio yo noté que ella, se ponía un tanto nerviosa en mi presencia, por lo cual yo siempre la eludía. No fue sino hasta unos 2 años luego de fallecer mi amigo, que cierto día, mientras le hacía una visita de cortesía, ella me habló de lo mal que había vivido su menopausia, de las alteraciones que eso le había producido y de los sobresaltos que sufría por las noches. "Son sus nervios –le dije- trate de disiparlos, y bueno, como amigo ha hecho muy bien de contarme, porque usted necesita alguien de confianza, fuera de sus hijos y familia, para compartir sus problemas". Así, que se acercó y me dijo: "Abrázame fuertemente" suspirando, yo la abrazé y ella recostó su cabeza en mi pecho. Permanecimos así unos instantes, ella muy estrechamente pegada a mí, nos soltamos y luego yo me marché. Como a eso de las 7 de la noche, me llama por teléfono y me dice: " por favor, necesito que venga, siquiera unos instantes…" Yo, ahí, recién intuyo para qué, al escuchar su voz jadeante y especial.
Me puse muy nervioso, pues tampoco soy un maestro en estas lides. Así que fui hasta su casa. Llegué y ella enseguida me dijo: "abráseme por favor y no me suelte hasta que yo le diga" Permanecimos así, hasta que dijo: "venga, vamos a mi cuarto… No bien entramos y me indicó su cama, me pidió que me tendiera ahí mismo y empezó a besarme y a frotar con sus manos por sobre el pantalón. Exclamaba en voz baja: "ohh, miren…qué cosa…" "por favor deja que te toque" "yo que pensaba que jamás iba a tener algo así en mis manos". Abrió los botones de mi pantalón y de mi interior, y sacó mi pene, que para entonces estaba esplendoroso, lo acariciaba y frotaba de arriba abajo, se lo frotaba en la cara, agarraba mis testículos y los frotaba con mucha suavidad. Me dijo: " métemela…ya no soporto más". Efectivamente, se quitó toda la ropa y se puso con las piernas levantadas; tenía un gran orificio dirigido un tanto hacia atrás, unos escasos vellos, y unos pliegues generosos. Pude entonces percibir todo su aroma, lo que me enloqueció, y haciendo un esfuerzo me zambullí en su orificio, mojado y caliente. Le lamí y metí mi lengua a más no poder, por lo que ella se agitaba y se estremecía. Luego me contaría que era la primera vez que le hacían eso. Enseguida y sin poderme contener, le introduje el pene hasta donde podía. Fue espectacular para mí: una envoltura cálida, muy lubricada y amplia, en donde cabían hasta las bolas. La embestí a la misionera. El ruidito que hacía mi pene al moverse dentro, era como si estuviera comiéndose un delicioso helado. Ella, aferrada a mi cintura me decía "si escucha…se lo está chupando" hasta que exploté. Pero me dijo que no la soltara y tampoco se lo sacara. Así estuvimos un largo rato, hasta que de mi erección no quedaba ni rastro y de por sí, se salió. Me dijo: "qué delicia mijito, me has hecho doler…pero qué dolor, quisiera que no se terminara nunca, y mira, qué cantidad has suelto, me has llenado…".
Fue la primera vez, porque desde ahí para este tiempo, lo hacemos siempre que podemos. Me he dado cuenta y ella mismo me lo ha contado, que lo realizado con su hombre, nada tiene que ver con lo de ahora. Por ejemplo, el otro día, le dije: póngase en cuatro, y le acaricié, le lamí y luego se la metí. En otra ocasión, yo duré bastante más tiempo del usual, y ella, feliz, tuvo cuatro orgasmos seguidos. Después me dijo, "eres tan hábil, yo nunca lo he hecho así…qué delicioso". En otra ocasión que la abrazaba por la espalda, mi pene babeaba entre sus nalgas, y ella, moviéndose, me decía "cuidado y no se vaya a extraviar de camino", por lo que yo le contesté, probemos, pero me ofreció que será en otra ocasión y que juntos iremos descubriendo mejores experiencias, porque ella está encantada conmigo. ¡Veremos!
Por esto, yo no cambio la experiencia con una mujer madura! ¡Deliciosas! Saben dar, y recibir.
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