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Caro cuenta cómo, de una manera muy especial, le curó el ojeado al hermano menor de su mejor alumno y, de paso, lo hizo debutar en la cama.
¡Hola! soy Caro, profesora de historia, otra vez lista para relatarles una más de mis experiencias. Éste en particular es algo así como la continuación de "Mi mejor alumno" donde les conté lo bien que la pasé con Beto, hijo de mi amiga Luli. También les había dicho que estaba segura de ella no sabía nada de este escarceo sexual pero que tiempo después supe que el hijo se lo confesó. Fue una suerte que ella no se enojara conmigo, al contrario, me lo agradeció infinitamente.
Pasó el tiempo y el que ahora tenía 19 años era Carlitos, su segundo hijo. Un soberbio muchachote lleno de vida y de bríos pero con un pequeño problemita que enseguida les explico de qué se trataba.
Una tarde de un miércoles cualquiera me encontraba sumergida entre papales tratando de descifrar la escritura jeroglífica de la última prueba de mis alumnos de la mañana, cuando sonó el teléfono. Era Luli preparada para derramar sobre mi oido una catarata de conflictos y dilemas existenciales.
Caro, menos mal que te encuentro. Me tenés que hacer un favor de esos que sólo vos saber hacer.
Primero contame de qué se trata y después te digo si estoy en condiciones de ayudarte.
Tengo problemas con Carlitos, no anda bien en el estudio.
Qué raro, siendo un chico tan inteligente es extraño que tenga problemas de estudio.
Lo que pasa que ése no es el meollo. No sé por donde empezar.
Calmate y contame desde el principio.
Voy a tratar de resumírtelo lo mejor que pueda. Carlitos hace casi un año que está de novio con una chiquilina bastante bonita, agradable y dulce.
Hasta ahí entiendo.
Sigo. Parece que quisieron intimar y a él las cosas le fueron para el lado de los tomates.
¿No pasó nada?
¡Peor, no le funcionó!
¿No se le paró?
¡Eso, eso! Una vez vaya y pase pero parece que es algo crónico. Lo intentaron en otras oportunidades y volvió a fallar. ¡Se puso como loco!
¿Lo llevaron al médico?
Si, pero lo revisó y dijo que es un tipo totalmente normal, que debe ser algo psicológico.
Llévenlo al psicólogo.
No quiere ir porque la novia lo convenció de que esto es producto de un mal de ojo o algo por el estilo que le hicieron.
Llévenlo a ver una bruja y listo el pollo.
¡Ya lo levamos a cuatro y ninguna dio en la tecla! Sigue igual y, para peor, bajó el rendimiento en el estudio. La semana que viene tiene un recuperatorio y no sabemos en qué va a terminar.
¿De qué materia se trata?
Historia, Caro, tu materia. ¿Podrías darnos una manito?
Con la historia puedo darle todas las manos que quiera, pero de mal de ojo no sé nada de nada.
¡Dale, Carito, ayudalo como a Beto!
A ver si entendí tu pedido. ¿Estás pidiéndome que le enseñe historia o que me acueste con él?
Las dos cosas. ¿Podés hacernos el favor?
El desafío es muy interesante pero no te puedo garantizar resultados.
¡Intentalo, intentalo! Con probar no se pierde nada.
Yo lo hago pero después no te quejes si no tengo éxito.
¡Bárbaro, bárbaro! Le digo que el sábado a la mañana vaya a tu casa y vos te arreglás. No le voy a mencionar nada de lo que conversamos. ¿Si?
De acuerdo, mandalo y veré lo que se puede hacer.
Nosotros vamos a aprovechar para ir hasta la casita de la costa.
Dejalo todo por mi cuenta.
¡Flor de fardo me había cargado Luli! Terminé de corregir los malditos parciales y me zambullí en la biblioteca para tratar de encontrar algo que me pudiese servir. No había mucho, sólo tenues e imprecisas descripciones del mal de ojo, brujerías y encantos varios surgidas de las páginas amarillentas de dos libros que habían pertenecido a mi abuela. Tengo que confesar que ese mundo tenebroso y oscuro me atrapó. Jueves y viernes al regresar de dar clase me sumergí en la lectura de esos dos vetustos textos. Palabras, palabras y más palabras pero nada concreto. Barrunté que si quería salir a flote, iba a tener que improvisar bastante.
Llegó el sábado y a las 9 en punto de la mañana Carlitos estaba tocando el timbre. Venía cargado de libros y carpetas, con una carita de asustado de puta madre. Lo acomodé en el cuartito de huéspedes donde había dormido Beto y después nos sentamos en el sillón del living. Me bastaron cuatro preguntas para darme cuenta de que Carlitos sabía lo suficiente como para aprobar el recuperatorio y mucho más.
Carlín, corazoncito mío, sabés bastante pero creo que tu problema no es que no sabés. ¿Verdad?
Puede ser.
Si no me decís la verdad, estamos pediendo el tiempo.
Lo que pasa es que no me puedo concentrar.
¿Por qué? ¿Qué es lo que te distrae tanto?
Mi novia.
¡Ah, no! ¡No me digas que tanto te afecta el no verla por un miserable día?
No, es otra cosa.
Contame, contame. No tengas miedo que no te voy a comer.
Lo que pasa es que no estoy...funcionando bien como hombre. Mejor dicho, no funciono como hombre.
¡Ah, mirá qué tragedia! – me burle – Si superas cuantos están pasando lo mismo que vos.
Pero a mi me pasa siempre.
¡No puede ser!
¡Te lo juro, Caro, te lo juro! Cada vez que me acuesto con Leti, mi novia, el "aparatito" se me pone más flojo que un fleco.
¿Cuándo te masturbás te pasa lo mismo?
¡Ahí está lo extraño! Cuando me masturbo todo va bien, termino como el mejor. Leti dice que estoy ojeado y creo que tiene razón.
¿Te animás a probar algo que me enseño mi abuela? La vieja era algo bruja y de esas cosas entendía bastante. Después de tantos años a su lado, algunas cosas aprendí.
Una mancha más qué le hace al tigre.
Bueno, bueno. Quedate aquí, relajate que yo voy a preparar mi cuarto para el experimento. Lo haremos ya mismo por si tenemos que repetir el proceso. Puede que no baste una sola vez.
Me dirigí apresuradamente al dormitorio, coloqué varias toallas sobre la cama, apilé almohadones, prendí cinco o seis velas, encendí dos sahumerios de incienso, apagué las luces y llamé a Carlitos, que entró con paso vacilante y temeroso.
Desnudate íntegramente y acostate sobre la cama.
Lo que vos digas.
Te explico que vamos a hacer una ceremonia para sacarte la mala leche del cuerpo.
No entiendo pero hago lo que decís.
Acomodate con los almohadones en la espalda, juntá la planta de los pies y seguí mis indicaciones.
Ahora qué.
Interrumpí las indicaciones para observarlo atentamente. ¡Qué lindo ejemplar de machito! Un metro ochenta, rubio, musculoso, fuerte y con una verga que tendría más o menos 18 o 19 cm de largo en posición de descanso. ¡Precioso!
Ahora te vas a empezar a masturbar lentamente. Bajate la pielcita poniendo el dedo pulgar arriba y el índice abajado. Suavemente, muy suavemente, mientras la mantenés así, presioná la base con los dos dedos tirando hacia abajo. Es importante que lo hagas tal cual digo.
Es muy agradable.
Ahora me voy a desvestir frente a vos para aumentarte la excitación. Mirame y seguí haciendo lo tuyo. Bien, vas bien.
Me paré al pie de la cama y continué con la puesta en escena. Desde ya les digo que yo también estaba muy excitada. Sin apurarme mucho, relajada, me desvestí muy despacio, hasta quedar totalmente desnuda. Busqué dentro del cajón de la mesita de noche y saqué dos plumas que tendrían cerca de 30 cm de largo, suaves y tersas, y las coloqué a los pies de la cama. Mientras tanto, me acariciaba los pechos con las manos, recorriéndome las piernas y el vientre, tratando de evitar en la medida de lo posible todo contacto con la cachu. No tenía apuro y anhelaba disfrutar plenamente de todo mi cuerpo. Carlin me observaba y continuaba pajeandose lentamente.
La vagina comenzó a humedecerse pero seguí sin tocármela. Me centré en los pechos, en los pezones bien erectos que apreté y tiré hacia fuera. Deslicé la mano desde los pechos para pasar al vientre, hasta llegar al vello púbico, al clítoris, que empezaba a ponérseme duro. Me abrí los labios mayores y pasé un dedo por el medio, .deslizándolo, comprobando que estaba completamente empapada.
¿Te gusta bichito?
¡Si, si1 ¡Estoy muy caliente!
¡Con cuidado, no te me vayas todavía!
Agarré una de las plumas y cerré los ojos porque quería descubrir todas las sensaciones me podían producir. Me la pasé por todo el cuerpo. Me gustó, sentí un cosquilleo delicioso. Acerqué la pluma a la entrepierna para pasármela primero por encima, haciendo círculos. Las caderas se me doblaban hacia delante y se iban moviendo cada vez con más vigor. Estiré la mano derecha y con la pluma acaricié la cabecita brillante de la verga de Carlitos, que suspiró cerrando los ojos.
¡Así, así! Vamos a sacarte la mala leche.
¡Me gusta, Caro, me gusta!
Esta pluma hará que tu mala leche vuele hacia el infinito. ¡Confiá, confiá!
Con la mano libre, abrí nuevamente los labios mayores. Como tenía las piernas totalmente abiertas aproveché para pasármela por toda la vagina. Una y otra vez, acariciándola, sintiendo como me excitaba más y más mientras me frotaba el clítoris cada vez más vertiginosamente con la otra mano. Cambié de pluma porque la primera estaba demasiado mojada por el flujo vaginal, que no paraba de salirme de la cajeta. Repetí los movimientos con la otra pluma, me acaricié la cachu y el hormigueo me puso frenética. Las plumas me estaban produciendo un placer increíble, una sensación totalmente nueva. Me acosté junto a Carlin y volví a pasarle la primera pluma por la base del pene. En pocos segundos quedó totalmente cubierta por sus jugos seminales.
Sentí que el cuerpo se me retorcía, las caderas se movían de abajo para arriba, la otra mano, casi descontrolada, continuaba masturbándome mientras la segunda pluma, empapada, rozaba el clítoris cada vez más rápido, más rápido, hasta que sentí una serie de contracciones bestiales. ¡Y ahí terminé!
Carlín no pudiendo soportar más la excitación brutal que le consumía el cuerpo, empuñó la pija con la derecha y con tres sube y baja bruscos y secos eyaculó largando tres tremendos y abundantes lechazos que se estrellaron sobre la toalla que estaba entre sus piernas.
¡AGHHHH! ¡AGHHHHH!
¡Muy bien, muñequito, muy bien!
Tomé nuevamente las dos plumas para proceder a acariciarle los testículos con ellas. Él levantó el pene hacia atrás para dejarme trabajar a conciencia. ¡Qué cataplines más hermosos!
¡Que la mala leche se aparte de este hombre y vuele hacia el espacio infinito transportada por el ave a la que pertenecían estas plumas! – recité a modo de oración pagana.
¿Ya está?
Falta, todavía falta. ¡Quedate quietito!
Abandoné las plumas mojadas sobre la cama, me ubiqué entre sus piernas y empuñando su pija comencé a absorberla con ferocidad.
¡AGGGHHH! ¡AGGGGHHHH! ¡QUÉ MAMADA MÁS SENSACIONAL!
¡Que salga hasta la última gota de mala leche que invade el cuerpo de este pobre hombre!
Después de esta segunda e improvisada pseudo oración, escupí sobre la toalla la leche que había logrado recoger en la boca. Con ágiles movimientos de lengua recorrí los dos testículos para dar cuenta de los posibles restos de semen.
¿Estás bien bichito?
¡Muy bien! ¿Habrá resultado bien?
Eso solo se va a saber cuando cojas.
¿Cuándo?
Dentro de un ratito nomás. Apoyá la cabeza sobre mis pechos y esperá un poco hasta que te repongas del esfuerzo. Si no dio resultado, probamos otra vez.
Carlitos se puso de costado y, tal como se lo había indicado, apoyó su cabeza sobre mis pechos. Noté que miraba insistentemente mis pezones pero no hice nada, me quedé quieta esperando su reacción.
Pensar que desde chiquitito te miraba las tetas.
¡No me digas! ¿Te gustan?
¡Me fascinan!
Pasá la lengüita por el circulito marrón. ¡No chupes, lamé!
¿Así?
¡Perfecto, bebé, perfecto!
Tengo que confesar que el chiquilín lo estaba haciendo bien y que la lengüita, calentita y húmeda, me estaba empezando a excitar de nuevo. Estiré mi mano derecha, agarré la pluma más grande y comencé a pasársela nuevamente por la pija. La reacción fue inmediata. ¡Se le paró como una estaca!
¿Querés probar si estás curado?
¿Podemos?
¿Sos tontito o te hacés?
¡Larguemos entonces!
Pensá sólo en que vas a divertirte, a gozar. ¿Si?
Lo obligué a acostarse boca arriba, con las piernas abiertas, me arrodillé frente a él y empecé a lamerle la verga pasándole la lengua desde la base hasta la punta. Una, dos, tres veces bastaron para que esa imponente mole de carne empezara a rezumar jugo seminal en abundancia.
¡Iumm, iumm, iumm! Tiene otro gustito.
¿Te parece?
¡Si te lo digo yo, ponele la firma! ¡Tiene otro gusto!
¡Chupame el juguito, chupame el juguito!
¡Iummm, iumm, iumm! ¡Que olorcito divino!
¡Seguí, seguí, que me gusta!
El jueguito me gustaba cada vez más porque el pendejo no ofrecía ninguna clase de resistencia. Lenta y meticulosamente se lo recorrí diez veces como si se tratara de un helado de crema. Cada tanto paraba para observarle la cara. Carlitos tenía los ojos cerrados y suspiraba agitadamente. ¡Ahora me tocaba a gozar a mi!
¿No querés chuparme la concha bebe?
¿Y si hacemos 69 no es mejor?
¡Si papito, haceme ium ium en la conchita que me gusta!
Dando un salto acrobático logré colocarme encima de su cuerpo de manera tal que le ubiqué la concha frente a la boca mientras yo podía disponer a mi gusto de sus casi 20 cm de pija. Hurgó desesperadamente mis labios mayores hasta lograr meter su lengua dentro de la vagina. A estas alturas mis jugos le inundaban la cara mezclándose con su saliva. Sobran las palabras para poder explicar lo que sucedía. Un aceitado concierto de lenguas ávidas que recorrían nuestros respectivos sexos. No tardó mucho en descubrirme el ojete. ¿Qué hizo entonces nuestro amiguito? Lo lamió y se empeñó en introducirme los deditos hasta donde le llegaban. Respondí con una tragada de testículos. Me metí el derecho bien adentro de la boca y lo apreté con la lengua contra el paladar. Después succioné con fuerza hasta que emitió un gritó que parecía que le había salido del alma.
¡¡¡AGGGHHH!!!
¡Iumm, iumm, iumm!
¡¡¡AGGGHHHH!!! ¡Despacito, por favor!
Perdoname bichito. ¡Me gustan tanto que se me va la mano!
Sospecho que, a modo de venganza, me metió tres dedos bien adentro del ojete y empezó un feroz mete y saca que me hizo ver las estrellas. ¡El calor de las entradas me llegaba hasta lo más profundo de los intestinos pero me gustaba lo que estaba haciendo el pendejo!
¡Quiero concha, Caro, quieeerooo concha!
¡Metemela chiquito, metemela bien adentro! ¡Haceme ver las estrellas!
No sé cómo se las arregló pero en tres segundos lo tenía arrodillado frente a mi, con la verga en la mano y dispuesto a metérmela hasta que me llegara a la garganta. ¡Mirá que había resultado bien rapidito para hacer los mandados! Sin tocársela ni dirigirla, la frotó contra mis labios mayores y de un solo impulso la metió hasta el fondo.
¡Uaauuu! ¡Bien adentro papito, la quiero bien adentro¡
¡Como me gusta, como me gusta!
Adentro, afuera, adentro, afuera. Pausa. Adentro, afuera, adentro. Estiré los brazos hasta alcanzarle los glúteos y, para ayudarlo en la penetración, comencé a hacer movimientos acompasados con las caderas. Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro, afuera.
¡Termino mamita, termino! ¡Oghhh!
¡Lechita adentro, lechita adentro! ¡Shiii, shiii, shiii!
¡AYYYYYY! ¡AYYYYY!
Sentí que un torrente de líquido caliente me invadía las entrañas con fuerza incontenible. Carlitos bombeó tres o cuatro veces más hasta caer exhausto a mi lado mientras una mezcla de semen y jugos vaginales brotaba espontáneamente de mi cachucha para derramarse finalmente sobre la toalla.
¡Meteme le dedito, meteme el dedito que todavía no terminé¡
¡Shiii, mamita, shiii!
Creo que usó dos dedos para someterme a una enloquecida penetración que duró menos de un minuto, tiempo suficiente para que llegara al orgasmo que tanto deseaba. Terminé con la cabeza echada para atrás, las caderas levantadas y los ojos en blanco.
¿Estaré curado? – preguntó inocentemente.
Aparentemente si. Habría que probar otra vez para estar seguros. De lo contrario, repetimos el tratamiento de la pluma.
El esfuerzo había sido mucho, tanto de uno como de otro, así que decidimos tomarnos un respiro. Cambiamos las toallas y nos recostamos sobre la cama para conversar.
¿Carlitos, esta fue tu primera vez?
No me avergüenza confesar que estás en lo cierto. Acabo de debutar.
¿Qué hacías con Leti?
Pajas y mamadas pero sin llegar jamás al polvo en sí mismo.
No está mal pero todavía te falta aprender mucho. Lo hiciste muy bien.
Lo importante es que lo disfruté a lo loco. ¡Caro, sos un hembrón!
Falta que aprendas una de las cosas más difíciles de hacer para el hombre.
¿De qué se trata?
Culear. Metersela a la mina por el orto. ¿Fui clara?
¿Es tan difícil?
Depende. Si sabés hacerlo, es maravilloso para los dos. De lo contrario, hasta pueden salir lastimados.
¿Me vas a enseñar?
¡Por supuesto!
Nos fumamos tres o cuatro cigarrillos mientras conversábamos de pavadas. Creí que había llegado el momento oportuno para la gran lección de mi vida. Carlitos aprendía o me dejaba el culo roto. Recurrí nuevamente a las plumas, le acaricié la pija con ellas hasta que advertí que había adquirido la dureza adecuada. ¡Era ahora o nunca!
Lo sorprendí colocándome con las caderas levantadas y el culo para arriba a los pies de la cama. Con la izquierda me acaricié varias veces la vagina mientras que con los dedos d e la derecha dilataba lentamente el orificio anal.
¿Te gusta el espectáculo chiquitín?
¡Tenés un culo imponente!
Poneme cremita en los dedos de la mano derecha así me lubrico bien. ¡Mirá bien todo lo que hago así aprendés!
Cumplió mi pedido con rapidez, no sólo me untó los dedos sino que me frotó el ojete con el dedo pulgar. Lo aparté para poder continuar con la dilatación. Primero un dedo, después dos y más tarde tres al mismo tiempo. Adentro, afuera, adentro, afuera.
Poneme más cremita en el ojete y después untate toda la pija. Especialmente en la cabecita.
¡La tengo recontra dura de la calentura!
Bien, bien. Cuando yo te diga apoyás la cabecita de la pija contra la entrada de mi ojete y te quedás quietito. La que va a empujar voy a ser yo.
¿No hago nada?
Vos quedate quietito, dejame hacer a mi. Una vez que haya entrado, la que me voy a mover soy yo.
Como vos digas.
Cuando estimé que tenía el ojete bien dilatado, me abrí los glúteos con las dos manos y se lo ofrecí para que se colocara en posición. Entendió como el más diestro de todos los hombres que conocí. Suavemente apoyó la punta de la pija sobre la entrada del ojete y aguardó mi orden.
¡Mantené la pija bien derechita y no te muevas que ya vamos!
¡Si mamita, si!
Tiré las caderas hacia atrás, sentí que la punta de la pija estaba justo en la entrada, cerré los ojos y mandé el culo hacia atrás. ¡La entrada fue apoteótica! Los casi 20 cm de carne penetraron raudamente y sin inconvenientes. Adelante, atrás, adelante, atrás, delante, atrás. Pausa. Adelante, atrás, adelante, atrás.
¡Shiii, papito, shiiii!
¡Qué culo, qué culo!
¡Más , más, más!
¡Tomá mamita, tomá!
¡Dame pija, bebe, dame mucha pija!
Tratando de gozar sin lastimarme, fue administrando la cadencia de los movimientos de mis caderas. ¡Una feroz sensación de calor me invadía las entrañas! Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro, afuera. Pausa. No sé todavía si hice bien, pero logré que mis esfínteres apresaran con tenacidad el miembro de Carlitos.
¡Me la estás estrangulando!
¡Aguantá un poquito más que me gusta papito!
¡OOGGGHHH! ¡OOGGHHH!
¡SIIII! ¡SIIIIIII!
¡Me vengo, me vengo!
¡No la saques, terminá adentro, terminá adentro
¡AAAAGGGGGHHHH!
¡Dejala adentro, dejala adentro!
Sentí que el chorro de leche me llegaba hasta lo más profundo de los intestinos. Caliente, espeso, viscoso. Lentamente, la pija fue empequeñeciéndose y saliendo para fuera seguida del consabido borbotón de semen.
¡Maravilloso, Caro, maravilloso!
¡Te pasaste, Carlín te pasaste!
¡Ahora sí que estoy seguro de haberme sacado de encima el mal de ojo!
¡Mirá que a seguro se lo llevaron preso!
¿Qué querés decirme?
Que vamos a tener que seguir haciendo pruebas hasta estar absolutamente seguros de que no te hace falta otra curación.
¡Esto no me lo esperaba! ¿Vamos a seguir garchando?
¡Por supuesto! Preparate porque esta noche no dormimos.
¿Polvo tras polvo?
Polvo, culeada y, para romper la monotonía, alguna que otra pajota. Pero antes me tenés que demostrar que sabés las lecciones de historia.
No hace falta que les cuente que Carlín se sabía la lección de historia de memoria. Las otras también. ¿Qué pasó esa noche? Usen la imaginación para tener una respuesta a la medida de sus expectativas. Para ayudarlos un poco, confieso que pasó de todo, lo que se dice de todo y algo más.
Carlín aprobó su recuperatorio, no volvió a fallarle a la novia y mi amiga Luli está chocha de la vida porque el hijo es un macho bien macho. Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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