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Anne salió del baño completamente desnuda tras varios minutos de prepararse. Se rasuró las piernas. Modeló para sí frente al espejo un par de veces. Se juzgó lista para papi.
Lo primero que vio fueron los velludos hombros de su enorme amante salir de la burbujeante y vaporosa tina.
“Hola novio guapo”, dijo Anne. “¿Está listo mi osote peludo para el romance?”, preguntó con sensual tono de voz. “¿No te la jalaste?”
Don Tomás solo respondió con un ademán para que se metiera al jacuzzy.
Anne se puso detrás de él y se sentó sobre el borde. Comenzó a deslizarse sobre sus nalgas hacia la nuca de su padre. Abrió sus muslos y puso cada uno sobre sus hombros.
Tomó la cabeza de su padre y comenzó a frotar con ella su babeante vulva, varios minutos, emitiendo gemidos mientras Tomás murmuraba de placer, sintiendo como se humedecía su pelo con los jugos de su novia. Tomó a papi por el pelo, con su mano tirando de él, sin importarle que le doliera, frotándose con su cabeza, como si fuese un consolador.
“¡Aaaah, ahhh... aaaahhhh… papi… ah!, ¡me encantas!”, gemía Anne.
Casi para venirse, Anne se separó y subió por la cabeza de su padre sintiendo su ondulado y entrecano cabello acariciar su encantadora abertura, dejando tras de sí su húmedo deseo, bajando con sus nalgas por su cara, sintiendo su gigantesca nariz entre ellas, deteniéndose y frotando con ella su rajadura. Quería que, por primera vez, su padre le hiciera unas pocas de caricias con su lengua. Tomás se separó un poco y besó su vulva y su culo, acariciando las blancas y suaves nalgas, al tenor del espumoso burbujeo.
Anne gimió suavemente, pero siguió deslizando su cuerpo hacia abajo. Tomó el pene de su padre bajo el agua en sus manos y lo insertó en su vagina, sintiendo su familiar dureza, de espalda a él.
Don Tomás tomó a su hija de las caderas mientras ella se movía rítmicamente, disfrutando al máximo la perfecta penetración, durante varios minutos.
“Novio, no te pusiste condón, ¿verdad?”, preguntó con sensual voz al sentir la rigidez de su padre penetrarla por completo.
“Mmmm... no”, contestó, sonriendo. “Yo creo que tampoco necesitaba esa pastilla mugrosa que me diste”, agregó. “A ver si no me pega un soponcio”, dijo.
“Papi, eres un sesentón y tenemos el fin de semana por delante”, dijo Anne.
“¿Y si me embarazas, cabroncito?”, continuó ella. Tomás ignoró su pregunta. “Estoy fértil novio”, dijo, y continuó moviéndose.
“¿Acaso has notado que me falte energía hija?”, preguntó Tomás.
“Mmmm... no mi amor. Eres un garañón. Una inesperada sorpresa”. Contestó Anne, “pero eres más intenso y aguantas más con la pastilla, y como que también más duro”, agregó entre gemidos.
El ritmo subió y solo se escuchaban los chasquidos del agua mientras Tomás se tiraba a su hija y el agua salpicaba entre las suaves nalgas y el velludo estómago, haciéndola alcanzar su primer orgasmo de esa inolvidable noche, en medio de irrestrictos gritos y jadeos.
“¡Aguanta mi amor… hazme gozar como nunca, mi osote peludo!” comandó ella.
Anne se incorporó. Tomás contempló la sensual y madura belleza del cuerpo de su hija humedecido con rastros de espuma. Se le notaba en su leve flacidez el paso de los años. Sus senos ligeramente caídos y un leve exceso de grasa abdominal la hacían más deseable para Tomás, más “doña”, más madura. Volteó hacia él comenzó suavemente a sentarse sobre su erecto pene, pero esta vez trenzó sus brazos en la nuca de su padre y se besaron apasionadamente, casi queriendo devorarse.
“Mmmm… mmhhh”, “no te he mamado tu cosota papi”, susurró Anne al oído de Tomás, mordisqueándole la oreja y metiendo su lengua por el oído, “ni traes condón. A ver si no me embarazas”, dijo, pero las despreocupaciones de sus palabras le aseguraron a Tomás que no pasaría nada si había un accidente. Con el efecto de Cialis, su eyaculación se retardaría, pensaba él.
Tomás enloqueció tras lo que su bella hija hacía, y aumento el ritmo para que, en comparsa con ella, llevaran la experiencia del coito a niveles nunca antes sentidos.
Anne y su padre se detuvieron un momento cuando el temporizador de la bomba paró. Con el dedo del pie, Tomás bajó la palanca para drenar el agua del jacuzzy. Poco a poco fue bajando el nivel mientras sus desnudos y espumados cuerpos quedaban expuestos. Moviéndose rítmica pero lentamente, Anne alcanzó su segundo orgasmo.
“¡Ahhh, ohhh papi, papi… que feliz me haces!… ¡cómo me llenas! “¡Te debo tu mamada subacuática para mañana!”, dijo Anne.
Tomás tomó a su hija de las nalgas, sin sacarle el pene, y se incorporó cuidadosamente para con ella para no resbalar, cargándola fuera del jacuzzy. Anne trenzó sus piernas en la espalda de su padre, sin separar su boca de la de él. Caminaron hacia la cama, bombeándola lentamente al caminar; le sacó la verga y la sentó. Se dirigió al baño por una toalla y la envolvió, secándola lo mejor que pudo, mientras ella lo miraba con sus verdes ojos, adornados por su rubia caballera, enchinada de las puntas en su frente y a los lados por el agua, haciéndola verse más sensual y atractiva de lo común.
Don Tomás se paró frente a su hija. Anne contempló su imponente físico y lo bien que le había sentado reactivarlo sexualmente. Se veía fuerte, lleno de vida y energía. Sus 8 pulgadas se erguían frente a su cara como un monumento digno de adoración.
“¿Ves novio? Tu verga apunta hacia arriba, como que se le dobló la cabeza, hasta siento que me quiere decir algo”, dijo Anne sonriente, comenzando a lamer la parte inferior del húmedo y duro tronco de Tomás, como lo había hecho antes, mirándolo a los ojos como en el hotel de México, mordisqueando sensualmente debajo de su circuncidado glande. Don Tomás puso sus enormes manos en sus caderas y se arqueó un poco hacia atrás, mientras su hija le hacía el placentero y ansiado sexo oral.
Mientras Anne lo mamaba, Tomás miraba fijamente una de las ventanas de la habitación, que tan amplias eran, sin cortinas, y, al tener el cristal sumido en una cornisa de unos 60 cm, empezó a planear tirarse por el culo a Anne mientras ella estuviera de rodillas en la cornisa y el de pie tras ella, deleitándose con la vista de la bella Manhattan de noche.
Sin explicación, Don Tomás retiró su pene de la boca de Anne. Se inclinó y la besó. Caminó hacia la ventana y retiró un par de adornos de la cornisa.
“¿Qué haces papi?”, pregunto intrigada.
“Ven aquí preciosa”, ordenó Tomás a su hija. “Ven, súbete aquí”, dijo indicándole con la palma de su mano donde y como la quería.
Anne obedeció. Se acercó y Tomás la tomó de las caderas y la puso de rodillas sobre la cornisa.
“¿Ves?”, dijo Tomás. “Cabes perfectamente. Contemplemos la ciudad mientras te la meto por detrás, ¿qué tal?”.
Anne sonrió y colocó sus manos en cada ángulo superior de la ventana.
“¿Y si nos ven, novio?”, preguntó sensualmente. “¿Y si ven que te estás culeando a tu novia?”, repitió con tono de despreocupación, al tiempo que sacaba sus apetitosas nalgas hacia su padre, preparándose para recibir su embate.
En silencio, Tomás se arrodilló disfrutando el bello cuadro de las suaves nalgas de Anne, y las besó y lamió. Lentamente, comenzó a meter su lengua por el culo de su bella amante, mientras con su mano acariciaba febrilmente su chorreante vulva, arrancándole gemidos que fueron de menos a más.
Anne golpeó suavemente el cristal para constatar que no se iría de boca cuando su padre le profanara de nuevo el culo, seducida por la belleza de la ciudad. Pensó que, en alguna de las pocas ventanas encendidas en algún rascacielos de enfrente, quizá habría alguien mirándola con telescopio, como en las películas.
Tomás se incorporó a medida besaba la espalda de Anne, haciéndola que se irguiera un poco hasta que sus nalgas quedaron perfectamente niveladas, aguardando que se la metiera.
Comenzó a lubricar el ano de su hija llevando sus babas y las de ella con el glande, haciéndola gemir en anticipación.
Poco a poco y sin mucho esfuerzo, comenzó a penetrarla suavemente, hasta llegar con firmeza a lo más profundo que podía.
Anne gemía de placer, mientras su padre metía y sacaba con lenta constancia su invencible erección y fue aumentando su ritmo en urgente necesidad por vaciarse.
“¡Dame tu lechita papi, dámela!”, gritaba Anne, mientras Tomás jadeaba descontrolado ante la inminente explosión.
En su último movimiento, en menos de un par de minutos, Tomás se detuvo en el punto más profundo, apenas tirando y empujando las nalgas de su bella hija, abrazándola por el estómago, hasta liberar su caliente y abundante torrente de semen dentro de ella. Habían pasado muchos días desde el hotel de México, su última vez, y su carga era proporcional a ese tiempo: muchísima.
Anne movió circularmente sus nalgas mientras su padre se quedó prácticamente inmóvil, soltándola, asegurando que se quedara hasta la última gota de su vital fluido dentro de ella, apretando con ellas lo más que podía.
Don Tomás quedó exhausto. Apenas y podía permanecer de pie. El prolongado efecto del agua caliente más la intensa actividad sexual lo derrotaron. Era la primera vez que se tiraba a Anne parado. Suavemente, sacó su pene del vaporoso culo de su novia. Ella quedó un momento más en la cornisa mientras él se dirigía a la gigantesca y mullida cama, viendo su obra en la ventana: las bellas nalgas de Anne embarradas con su semen, mientras ella las abría con ambas manos, como mostrando a su padre su hazaña.
Anne descendió lentamente, también exhausta y agradecida con el fabricante de Cialis que le había dado a su padre una increíble capacidad de satisfacerla, prácticamente de volverla loca, y saciar como nunca lo había logrado su apetito sexual. Tomás alcanzó a ver cómo le salió un poco de su semen mientras se doblaba para descender de la cornisa.
Se acercó a la cama y se desplomó junto a él. Melosamente recostó su cabeza en el velludo pecho de su padre. Se incorporó un poco y lo besó en la boca. Se quedaron dormidos profundamente pasadas las 2 de la mañana.
CONTINUARÁ...
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