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En esta ocasión les contaré cómo le fui infiel a mi marido con mi propio jefe. Mi jefe es un hombre maduro de más de medio siglo, nunca pensé que me volvería loca en la cama y fuera de ella.
Mi nombre es Nancy, tengo 25 años, mido 1.65 metros de altura, con un cuerpo bonito, lindos senos y un porte de piernas delgadas con un trasero en forma de corazón, nunca tuve problemas para tener pretendientes antes de casarme. Me casé a los 22 años con Rubén de 25 años y aún no tenemos hijos.
Trabajo como secretaria ejecutiva para una empresa importante, mi jefe se llama Don Julio Sánchez, un señor de cincuenta años, de buen porte a pesar de su edad, ya cuenta con canas en las sienes, pero es una persona que cuida mucho su figura. Mi marido nunca tuvo celos por mi jefe, ya que Don Julio era demasiado serio en su trabajo y casi nunca bromeaba o trataba de entablar conversación con sus empleados.
Resulta que por la crisis que empezó en el año 2008, teníamos que reunirnos con las demás sucursales de nuestra empresa, la cual se efectuaría en la capital del país. La idea no le gustó mucho a mi marido, ya que estaría fuera de casa un fin de semana entero, pero sabiendo que viajaría con mi jefe, al final cedió y me deseo mucha suerte en la convención.
Desde que salimos del aeropuerto, Don Julio cambió completamente su forma de ser, era una persona amable y sonriente, además cambio su manera de vestir formal por una combinación bastante sport. Ya estando en el hotel de la convención, nos instalamos en diferente piso y habitación por supuesto.
Ese día había una presentación de resultados y propuestas estratégicas y nos tocaba presentar lo que hacíamos en este tiempo de crisis, durante una semana trabajamos en nuestras presentaciones, y fue allí donde apareció el Julio que yo no conocía, una persona súper inteligente, preparado y todo un profesional, la forma en que se desempeñó fue formidable, me quedé impresionada, todo lo que le preguntaban lo contestaba eficientemente y en ocasiones hasta con sentido del humor, lo ovacionaron cuando finalizó, y allí fue lo que más me sorprendió, dijo en público que “la clave para hacer una presentación como la que había hecho, se debía a una eficiente persona que ha llevado todo el registro a la perfección, y quiero que se le brinde un aplauso a mi secretaria Nancy”, y me dijo que me pusiera de pie mientras los demás me brindaron también una ovación. Luego el Gerente General de la empresa se acercó a nosotros y nos volvió a felicitar, personalmente me indicó que la empresa necesitaba gente como yo y dijo otras cosas muy agradables que me hicieron sentir orgullosa.
Al final de la convención, aproveché para hablar por teléfono con mi marido y contarle lo maravilloso que había sido ese primer día, luego nos retiramos a nuestras habitaciones para alistarnos y asistir al coctel de bienvenida que daba el hotel a nuestra empresa, lo cual sería en uno de los salones.
Me puse una combinación de un vestido negro, largo, tacones altos para compensar mi pequeño tamaño, seguido de un bonito conjunto de tanga y brassiere y unas medias con liguero. Siempre me ha gustado comprar lencería sexy para sorprender a mi marido.
El primero en recibirme en la puerta fue mi jefe, quien caballerosamente me dio el brazo para llevarme a presentar con algunos de sus amigos, jefes de otras sucursales, quienes me admiraron de pies a cabeza y comentando lo afortunado que era Don Julio por tener una secretaria tan bella a su lado. Eso me ruborizó un poco, me hizo sentir importante, les di las gracias por el gran gesto hacia mi persona, luego mi jefe y yo seguimos nuestro camino.
Ya estando en la fiesta me senté junto a mi jefe y con personas muy amables y chistosas. Muchas veces él se acercaba para preguntarme como la estaba pasando, yo varias veces me recostaba en su hombro, lo sentí como una figura paternal en ese momento. Pasaron las horas y no lo sentí junto a mi jefe, me tomé algunos traguitos y luego me invitó a bailar, resultó ser un excelente bailarín, no dejé que bailara con nadie más que conmigo, apenas terminaba una pieza, comenzaba otra y seguíamos bailando. Durante el baile pude sentir sus fuertes brazos y su torso.
Las últimas piezas que bailamos fueron las románticas, yo con mi cabeza en su pecho o en su hombro, y el platicándome al oído, susurrándome cosas que alimentaban mi ego. Me indicó que era una mujer muy bella y talentosa, y que mi marido era el hombre más afortunado del mundo al tenerme. Fuimos de los últimos en abandonar el salón, los traguitos me desinhibieron y bromeaba con él, además nos abrazábamos a cada rato, parecíamos amigos de toda la vida.
Terminó la fiesta y caminamos rumbo a nuestras habitaciones, pude notar la mirada de mi jefe recorrer mi cuerpo, y cuando estuvimos frente a su habitación, tomé la iniciativa de despedirme, me acerqué y el me dio un beso suave cerca de los labios, luego nos dimos un abrazo fuerte, pude sentir el aroma de su perfume, luego su boca se acercó a mi oído y me dijo:
-“Quisiera que entraras a mi habitación un rato”
Había tenido una velada increíble a su lado que no me pude negar. Entré a su habitación y cuando cerró la puerta, sus brazos me rodearon, y sin ser bruscos, me empezó acariciar y a besarme el cuello con mucha delicadeza.
Luego bajaron sus manos a mis caderas, subió mi vestido y me acarició con mucha experiencia mi redondo trasero, apretando mis nalgas suavemente, yo estaba sorprendida y solo repetía sin convicción –ohhh no Don Julio, no por favor, por favor, ¡no!, mientras una de sus manos ingresó dentro de mis braguitas y tocó los labios de mi vagina con suavidad y determinación, y con mucho ardor, mi vagina no pudo mentir, me estaba mojando por dentro.
Yo no lo podía creer, me estaba mojando con las caricias de mi jefe y no podía detenerlo.
-Estás mojadita! -me dijo dulcemente mientras probaba los jugos de mi vagina.
Luego mi jefe bajó el cierre de mi vestido y este cayó al suelo, también su paquete se pegaba a mis nalgas con todo erotismo, sentía como crecía un bulto enorme, luego quitó mi sostén y comenzó a acariciar mi espalda con sus tersas manos y a pasar su lengua entre mi cuello y mi nuca, sentía un escalofrió recorrer mi cuerpo.
Luego me llevó a la cama y me acostó boca arriba, y con delicadeza me sacó mis bragas completamente mojadas, me abrió las piernas, y sin pensarlo se sumergió entre mi vulvita, comenzó a chuparla con toda la experiencia de un hombre de medio siglo, allí emití el último –¡no por favor! Yo sujetaba mis piernas con mis manos, gemía y me retorcía de placer, no podía contener mis gritos que sonaban en todo el cuarto, este hombre me lamía la panochita como nadie lo había hecho. No tardé en chorrearme en su boca, Don Julio me abría más las piernas para que su lengua llegara hasta lo más profundo de mi vagina.
Su lengua era más áspera que la de mi marido y eso me estaba matando de placer, cada lamida suya hacía que me chorreara más. Yo no quería que me dejara de comer la panocha, no sé cuánto tiempo se la estuvo comiendo, pero pareció un siglo, yo eyaculaba y eyaculaba lubricantes de mi panocha.
Luego, me tomó de los muslos y me levantó un poco las nalgas de la superficie de la cama, su intención era darle un tratamiento oral también a mi ano, su lengua parecía una serpiente tratando de lamer y comerse mi culito. Su lengua en mi culo me dio también un placer enorme, después el recorrido de su lengua era de mi culito a mi clítoris.
-¡Ya no don julio, ya no aguanto, me voy a venir! -le repetía yo a él. No pude evitar correrme de nuevo, y emití otra tanda de lubricantes que el gustosamente bebió, además, ocasionalmente metía dos dedos en mi panochita para masturbarme mientras me comía el clítoris. Luego dejó de mamarme y empezó a desnudarse frente a mí, cuando se bajó su bóxer, pude ver su gran pija, era larga y gruesa, mucho más que la de mi marido.
Mi jefe abrió mis piernas, su enorme glande lo estuvo frotando contra mi pepa y mis pliegues vaginales, su pene por fuera me llegaba hasta el ombligo, no imaginaba como entraría por completo en mi interior.
-la quiero adentro por favor -le dije, en un arranque de calentura, la necesidad de sentir ese enorme pedazo de carne en mi interior traicionó mi mente y sabía que no había marcha atrás.
Don Julio puso mis piernas en sus hombros y sentí su enorme pija meterse dentro de mi pequeña vagina, se fue resbalando poco a poco mientras yo chillaba de placer, levantando más las piernas para que pudiera entrar. Cuando metió la mitad de su pene, se puso a bombeármelo con suaves movimientos, pero cada vez me la enterraba más adentro de mi feminidad, sentía cómo me partía en dos.
Después de varios minutos en ese tratamiento, por fin me la metió toda, me sentía llena por lo grueso de su pija. Con movimientos pélvicos me estuvo penetrando profundo y suave, poco a poco mi pequeña vagina se fue adaptando a su grueso miembro mientras veía en su rostro lo mucho que lo estaba disfrutando. Por un momento pensé en lo que estaba haciendo, siéndole infiel a mi marido, pero el placer eclipsaba mi conciencia, este hombre me estaba cogiendo delicioso.
Mi jefe seguía penetrándome con un ritmo suave y profundo, para su edad lo hacía bastante bien. No podía creer que estaba llegando a mi tercer orgasmo, el cual fue brutal, Don Julio supo cuando debía acelerar sus pistonazos para hacerme llegar a ese momento cumbre, rápidamente explote en tremendo orgasmo mientras Don Julio me sujetaba de mis tetas.
-Ahhh Don Julio ya me vengo! Ohhh Mmmm
Aun con los espasmos de mi orgasmo me cambió de posición, con mis piernas juntas, ahora se colocó de lado atrás de mí, no es una posición en donde haya máxima penetración, pero me estimulaba con sus caricias, yo jadeaba de placer, era todo lo que podía hacer. Estando en esa posición, me pude mirar en el espejo que quedaba frente a nosotros, me miraba espectacular, completamente desnuda, mis piernas adornadas con las medias, mi hermoso vestido y mis bragas yacían en el suelo mientras Don Julio me cogía cada vez más fuerte y profundo. También pude ver su rostro de satisfacción, estaba disfrutando igual que yo, cada vez me adaptaba más a su ritmo y sentía delicioso como entraba y salía su rico pene de mi interior.
Luego me levantó de la cama cargándome en sus brazos y me empezó a penetrar de forma salvaje. No podía creer que tuviera tanta fuerza, yo solo lo abracé y me dispuse a disfrutar, no paraba de gritar con tremenda verga incrustada. En esa posición sentía como me llegaba hasta el fondo de mi útero, era una sensación indescriptible, nunca me habían cogido de esa manera.
-Ahhh Don Julio Que rico!!! ¡Mas más más… Métamela hasta el fondo!!!
Luego de esa deliciosa cogida mi jefe se recostó en la cama y me indicó que me siente sobre él, ahora yo era la que llevaría el control, era mi turno de hacerlo gozar, ya mi panochita se había amoldado a su grueso miembro.
Con mi mano tomé su pene apuntándolo a mi vagina, y me lo ensarté de un solo golpe. Lo cabalgué suave al principio, sacándomela toda para luego dejarme caer hasta el fondo haciendo chocar mis nalgas con sus huevos, meneando mis caderas en círculos con su verga en mi interior, ese movimiento le fascina a mi marido y se notaba que a mi jefe también, solo escuchaba como resoplaba a cada embate que le daba. Así me estuve ensartando un buen rato apoyando mis manos en su pecho y mi jefe sujetándome de la cintura para tener mayor comodidad, mientras lo miraba y relamía mis labios haciéndole saber que estaba disfrutando cada centímetro de su verga y el no dejaba de subirme y bajarme.
-Ufff te mueves riquísimo!!!
-¿Le gusta cómo me meto su verga?
-Ahhhh sigue… me vas a hacer acabar!!!
-Ayy, Don Julio ya casi acabo ahhhh!!!
Cuando estuve cerca de otro orgasmo me empecé a mover más rápido, lo cabalgué como a un caballo salvaje, sentía como sacudíamos la cama. Luego con sus manos me tomo de las nalgas y empezó a taladrarme rápido y fuerte, él también estaba a punto de acabar, sentía como su verga crecía más y entraba hasta el fondo de mi vagina, en ese momento no aguante más, estallé, y lo mejor…nos vinimos juntos, yo a mi cuarto orgasmo, y mientras eso sucedía, él me rellenaba de esperma caliente mi bollito.
-Ahhhh Don Julio me vengo!!!
-¡Mmmmm Toma mi leche!!!
-Siii lléname hasta el fondo papi ahhhh.
Fueron largos chorros, uno tras otro, acompañados de los gemidos tradicionales de los hombres en clímax. A cada embestida, sentía un largo chorro que llegaba hasta el fondo de mi vagina, parecía que me estaba orinando, no dejó de taladrarme hasta que no salió más leche de su pene. Cuando se separó de mí, salió su verga seguida por un enorme rio de esperma, me dejo completamente llena.
Estando allí acostada junto a mi jefe y aún con la respiración acelerada, mi cabeza pensaba en dos cosas, por un lado, la deliciosa cogida que acababa de recibir, y por otro los cuernos que le había puesto a mi marido. Nunca pensé que llegaría tan lejos con mi jefe, y lo peor, haberlo disfrutado de esa manera. El sueño me ganó la partida me quedé dormida junto a Don Julio, en su propia habitación. Los dos terminamos sumamente cansados.
Con la claridad de la mañana, me levanté, vi el reloj, la convención iniciaba ese día dentro de dos horas, así que pensé en bañarme allí, ponerme la ropa de anoche, salir al pasillo y meterme en mi habitación antes de que alguien se diera cuenta.
Me empecé a bañar rápidamente, en mi cabeza me pasaba toda la sesión que había tenido con mi jefe, había estado increíble, no pude evitar masturbarme, mientras más recordaba, más me calentaba. En eso estaba cuando de pronto, se abre la cortina de la ducha: era Don Julio.
¡Ya no me tapé, para que!, él ya me conocía todo lo íntimo, así que lo saludé. Me saludó mientras me observaba completamente desnuda, me preguntó si podía bañarse conmigo, yo le dije que pasara.
Durante el baño, me dijo que me limpiaría la espalda, así que le di el jabón, empezó a pasarlo por mi cuerpo suavemente, pronto sus manos con jabón se convirtieron en caricias, me acariciaba la espalda, las nalgas y sus dedos jugaban con los pliegues de mi panocha.
Luego mi jefe colocó su pene ya erecto en medio de mis piernas, empezando un suave movimiento de penetración, sintiendo como su tronco rozaba los labios de mi vagina, nuevamente me invadió esa sensación de seguridad y atracción, sus caricias me volvieron a calentar como nunca. Me di la vuelta, y nuestras bocas se unieron, nos comíamos el uno al otro con mucho deseo, mientras mi jefe metía sus dedos en mi vagina, yo tomaba su pene, sintiendo como crecía en mi mano.
Mientras nos seguíamos besando me cargó y me abracé a su cuello, apuntó su pene a mi vagina y mi cuerpo lo volvió a recibir dentro. Abrí las piernas al máximo para sentirlo hasta el fondo, nos movimos más salvaje que la noche anterior, gemía como loca mientras los chorros de agua tibia caían sobre nuestros cuerpos.
-Ahhhhh Don Julio me encanta su verga ohhhh ¡Dame duro papi! ¡Ya me vengo!
En ese momento no pude contenerme más, y estallé abrazada a su cuello, mientras mi jefe no dejaba de penetrarme con fuerza, me estaba cogiendo delicioso. Podía sentir como su pene entraba hasta el fondo.
Luego qué pasó tremendo orgasmo, me siguió penetrando, ahora un poco más suave y pausado, mientras nos besábamos apasionadamente, yo seguía lubricando jugos de mi panochita.
Así ensartada me llevo hasta la cama y me recostó, se salió de mi interior y pude ver su pene completamente mojado por mis jugos. Rápidamente me levanté y sin pensarlo me lo llevé a la boca. Lo chupé con muchas ganas metiéndolo hasta el fondo, saboreando cada centímetro de su tronco lleno de mis propios jugos, luego bajé a sus huevos, lamiéndolos uno por uno, mientras él se masturbaba.
-Mmmmmm sabía que eras buena con la lengua
-Ayy Don Julio me encanta el sabor de su verga. ¡La quiero completita!
Estuve a punto de hacerlo estallar en mi boca cuando me detuvo, me volvió a recostar en la cama, y abriéndome las piernas me penetró hasta el fondo.
Me tomo de los tobillos colocándolos en sus hombros y me aplastó con su peso, el mete saca fue tremendo, mucho más fuerte que la noche anterior, yo gritaba mientras abrazaba su cuerpo con mis piernas. Mientras me cogía, bajó sus manos a mis nalgas, y con uno de sus dedos me acariciaba en círculos la entrada de mi ano, fue una sensación bastante extraña, era la primera vez que me acariciaban por ahí, hasta que logró meter uno de ellos y empezó a penetrarme.
Al poco tiempo no pudimos contenernos más, y ambos explotamos al unísono, mientras yo lo mojaba con mis jugos, el me llenaba con su leche, sentía como se desbordaba de mi interior, era demasiada, y no dejaba de penetrarme gimiendo de gusto.
Mi jefe se quedó un rato encima de mí recuperando el aliento, me había dado una cogida tremenda, mientras su boca se prendía de mis pezones. Cuando se despegó de mí, salió todo su líquido blanco, formando un enorme charco en la cama. Rápidamente hundí mis dedos dentro de mi vagina para saborear ese rico néctar que había dejado mi jefe en mi interior. Esa sensación de sentirme llena de leche de otra verga que no era la de mi marido, me puso más caliente de lo que aún estaba.
Después de haberme recuperado, me dirigí al baño a lavarme al menos la cuca y salir para mi habitación. Mientras caminaba rumbo al baño fui dejando un caminito de esperma que escurría por mis piernas, era demasiada la leche que Don Julio había depositado dentro de mi vagina.
En ese segundo día de convención, nuevamente mi jefe se ganó el show, y lo cuento, porque el mérito lo estaba compartiendo conmigo, en ese momento me sentía bien de estar cogiendo con ese gran hombre que tanto respeto infundía en los demás, que estaba dispuesta a seguir con esta rica aventura.
En el receso de la mañana, me dirigí a mi habitación, me tomé una foto en el espejo y se la mandé a Don Julio junto con un mensaje que decía “te espero en mi habitación en 5 minutos”.
Al poco tiempo ingresó Don Julio, me encontró sentada sobre la cama. Me había puesto un conjunto de medias negras con liguero, tanga y brassiere, era el favorito de mi marido, a Don Julio también le encantó, estaba verdaderamente sorprendido. Lo empecé a seducir, primero bajándome los tirantes del brassiere lentamente, para después quitármelo y acariciar el resto de mi cuerpo con mucha sensualidad.
Después empecé quitándome el brassiere lentamente mirándolo de una manera provocativa, el quedó impresionado con tremendo espectáculo que le brindaba, no tardó en desnudarse y rápidamente lo senté en la cama.
Me acerqué a él, estando yo de pie, terminé de desnudarme lentamente quedándome en puras medias. Luego bajé a sus huevos, uno por uno los fui metiendo a mi boca y con una mano sujetaba su verga y lo miraba fijamente, sabía que eso le encantaba. Le propiné una deliciosa mamada chupándola con todo el deseo posible, su falo estaba duro como la roca, traté de comérmela entera, pero solo me cabía la mitad.
Luego él se levantó y me cargó para ponerme en la cama, y rápidamente se lanzó sobre mí, me abrió las piernas y me chupó la pepa, Don julio estaba poseído, sus chupadas eran tan profundas que me hacía retorcer de placer.
Cuando estuve a punto de venirme, lo sujeté fuertemente con mis piernas y no lo solté hasta que sentí ese rico mar de flujos salir de mi vagina directo a su boca, mi jefe los bebió gustosamente.
Luego se subió encima de mí, me penetró de manera salvaje, y nuevamente me entregué a él, me clavó profundamente su gruesa verga, mientras yo abría las piernas al máximo, cada vez que entraba hasta el fondo, eran gritos que no podía contener, aún sentía que me abría por dentro.
-Mas más más…
-Mmmmmm
-Ahhh… ya me vengo… Dámela toda papacito rico… ahhh… hasta el fondo…
Quede desfallecida después de ese rico orgasmo, y al instante sentía como llenaba mis entrañas con su leche, otra vez terminó dentro de mí, en menos de 12 horas se había acostado conmigo tres veces y llenado mi conchita, ¿-que me pasa con este hombre??- en eso pensaba mientras mi jefe seguía vaciándose en mi vagina.
En la noche tuvimos otro encuentro más. El llevó dos botellas de vino a mi habitación y follamos como enamorados, lo hicimos en toda la habitación de muchas maneras y formas posibles. Esa misma noche, llamé por teléfono a mi marido para contarle cómo había estado la convención, y mientras conversaba con él, Don Julio me tenía sentada en su verga cogiéndome fuerte, no le importó que estuviera hablando con mi marido, a pesar de lo difícil que fue para mí contener mis quejidos, mi marido no sospechó nada, y justo cuando me estaba despidiendo de él, sentía como mi jefe inundaba mi vagina con su leche. El temor de llegar a ser descubierta por mi marido me causó un tremendo escalofrío, qué detonó un fuerte orgasmo como nunca lo había sentido. Este hombre me tenía a su total disposición y yo estaba encantada con su manera de cogerme, no me importaba que me dejara sin aliento, yo le pedía más y más.
Esa noche mi jefe me pidió hacer sexo anal, al principio me negué, nunca lo había hecho antes, temía que me rompiera el culo por lo grueso de su miembro, pero Don Julio al final me convenció y deje que lo hiciera.
-Don Julio, nunca lo he hecho por ahí, métamela despacio.
Después de darle un tratamiento oral a mi ano, mi jefe fue introduciendo su pene lentamente, me abrí las nalgas para facilitar su entrada, hasta que mi culito se lo tragó todo, empezó con un rico mete saca suave y profundo, sentía que me quemaba por dentro, después comenzó a taladrarme fuerte, eso me calentó mucho y me hizo venir a chorros.
Siempre quise experimentar el sexo anal con mi marido, pero fue mi jefe el primero que me hizo tener un orgasmo a través de mi recto, me estreno mi culito y de paso lo dejó bien abierto y chorreante de su leche.
Como era la última noche de la convención, no salimos de la habitación, Don Julio me cogió incontables veces, vaciándose en todos mis orificios, ninguno dejó sin llenarlo de leche, ya no me importaba convertirme en la putita personal de mi jefe, quería cada vez más de su verga y su rica leche.
Terminó la convención, yo regresé a la casa con mi marido, toda una perfecta puta que venía de ponerle los cuernos con mi propio jefe. Poco tiempo después de casarme con mi marido, mi ginecólogo me colocó un diafragma como método anticonceptivo, debido a que aún no queremos tener hijos, de no ser así, fácilmente hubiera quedado preñadita de mi jefe, después de haber llenado mi vagina incontables veces.
Después de lo ocurrido con mi jefe, creí que las cosas cambiarían, pero todo siguió igual, Don Julio un perfecto indiferente ante sus empleados, en cuenta yo. No entendía por qué su cambio de actitud, a pesar de que lo seducía llevando una falda más corta para mostrarle mis piernas. Por un lado, estaba ofendida por eso, pero más adelante agradecí a Don Julio que así fuera, ya que nadie se dio cuenta de nuestro affaire y tenía otra oportunidad de volver a probar su rica verga, ya que se aproximaba otra convención.
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