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Categoría: Confesiones

Carta romántica a una Desconocida

Sepa que estoy aquí, deseando ponerla sobre mis rodillas y nalguearla y masturbarla, hasta que sus jugos me bauticen. Besar su espalda, apretar sus tetas y continuar masturbándola, maravillado con sus convulsiones.

Bueno señorita, si usted me lo permite, también me gustaría lamerle el culo, masajeárselo. Eso con propósitos que más tarde comprenderá.

Por lo pronto, terminada la previa labor, la colocaría sobre la cama con las piernas abiertas para zambullirme en su entrepierna y empaparme con su sabor. Recorrería sus labios vaginales con especial énfasis y jugaría con mi lengua en su clítoris. Claro, si tan distinguida dama me lo permitiese.

Por supuesto, si ese es su interés, yo podría recibir su tsunami de salados jugos que erosionan de placer mis neuronas. Recibiría sus jugos con digno ahínco, bebiendo hasta su última gota, para después besarla y pruebe su propio sabor de mis labios y barbilla.

Sin embargo, yo también requeriré, claro, si fuese pertinente, meter mi verga en su boca hasta que quede bien lubricada con su saliva de súcubo nocturno. Para después volver a abrir sus piernas y penetrarla con firmeza y determinación, con la delicadeza de que un caballero es capaz, entrando y saliendo de usted con un aire glorioso acariciando los pulmones.

Si me permite, ya, por último, la voltearía, la pondría en la alfombra, boca abajo, si acaso con una pequeña almohada en su pelvis para que levante su trasero. Colocaría bastante lubricante en mi pene y comenzaría a cogérmela por el culo, gradualmente, sé que sus quejidos me excitarían, así que cada vez más fuerte se la metería como un animal salvaje, educado, eso sí, pero salvaje, intentando partirla en dos… Hasta que finalmente pueda eyacular sobre su culo. Dejaría allí, tiritando, mi pobre semen nocturno. Inmediatamente la cargaría para ponerla sobre la mesa del espejo en la habitación, y abriría sus piernas para de nuevo alternar, de manera más o menos azarosa, lamidas con masturbación. Mis labios recorrerían con ternura sus labios y embestiría con mi lengua su cueva.

Si me lo permitiese, con mi mano izquierda masturbaría su vagina y su culo, mientras con la derecha sobaría su monte de venus y su clítoris. Repetiría esa operación en varias ocasiones, sin tener piedad si se viene, lo continuaría haciendo.

La voltearía para que besara su imagen en el espejo, está vez de rodillas, arrodillada frente a usted que es su propia diosa. Yo recorrería a besos y tiernas lamidas su espalda, escribiría versos con mi lengua en las líneas de su espalda, desde su nuca hasta su culo. Mordería su cuello desde atrás, lamería sus nalgas y retorcería sus pezones, dulcemente, con fuerza. Me embriagaría del olor de su cabello y metería sus dedos en mi boca. Quiero devorarla completa, totalmente, absolutamente.

Después nos pararíamos ambos, la besaría en los labios, profundamente, con mi lengua bailando un tango con su lengua, nuestra saliva será la música del universo. Besarla y morderle los labios, jugar con sus comisuras en apasionados besos profundos. Luego me acostaría boca arriba, con los brazos en la cabeza mientras usted, sumisa y totalmente extasiada, se encarga de motivar de nuevo mi verga, con tiernos besos y suaves lamidas, poco a poco recuperaría su fuerza dentro de su garganta, se deslizaría por su lengua, mi glande besaría su campanilla y así volveríamos al carnaval del placer. Usted se montaría sobre de mí, le diría que es usted mi puta y es usted mi zorra, espero no la ofenda, pero es parte de la jerga sexual. Así que me montaría, me cogería, me cabalgaría, estaría bajo su control… Agarraría sus nalgas, y agarraría sus senos, y justo cuando me iría a venir, la quitaría, y usted me perseguiría como una serpiente depredadora, así que de golpe soltaría un caudal de semen sobre su rostro, mismo que en suaves zigzags se deslizaría hasta sus senos y usted lo untaría, obscena y feliz en sus pezones.

 

Sepa que es lo que deseo, si usted me lo permite.

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