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Categoría: Zoofilia

Por estar ociosa

~Mi nombre es Lara, y tan reciente como hace unas pocas semanas mi esposo y yo adquirimos una finca abandonada. La idea era que los dos recorreríamos toda la finca para ir conociéndola y preparando una lista de las mejoras que le debíamos hacer. Pero mi esposo se debió marchar, ya que había recibido una llamada de su jefe, por lo que decidí salir a conocer todos los alrededores. Lo único que vi fue un gran campo abandonado, y un riachuelo que pasa justo por dé tras de la casa, pero ni una sola persona por todos los alrededores.


Así que cuando regresé a la casa, algo cansada y sudada, decidí darme un baño, pero para mi sorpresa no salía aguan por la tubería. Lo que después de pensarlo un rato, era lógico que sucediera, ya que como esa casa estuvo cerrada más de un año, el tanque se encontraba completamente seco. Pero eso no me quitó las ganas de darme un buen baño, así que en el pequeño riachuelo que pasa por dé tras de la casa, me bañe. El sitio estaba tan tranquilo, que lo hice completamente desnuda. Al regresar a la casa me quedé envuelta en la toalla que llevé para secarme.


Por aquello de no aburrirme, puse un poco de música, y me comencé a servir uno que otro trago de ron, cosa que no acostumbro hacer, pero como me encontraba sola, no me pareció que le hiciera daño a nadie con eso. Poco a poco durante el resto de la noche, prácticamente me he bajado yo sola la botella, y en cierto momento, como sabía que estaba sola, terminé por quitarme la toalla con que me encontraba envuelta.


Quizás por lo mucho que bebí y el calor que sentía, se me ocurrió darme otro baño en el riachuelo, al que fui a parar tan solo con la botella en mi mano. Después de un corto pero muy refrescante chapuzón, me tendí en la orilla, observando el cielo estrellado de esa noche sin luna. Ya me estaba quedando dormida, cuando sentí que alguien le había dado un tremendo agarrón a mi coño.


Asustada dando un grito, me desperté, al abrir mis ojos me vi completamente sola, lo único que vi fue un perro grande de pelaje corto, pero bien oscuro, se encontraba a pocos pasos de mi. No podía creer que fuera el perro quien me agarró el coño, pero al verlo lamer su propio instrumento, eso como que me hizo ver que lo que realmente pudo haber pasado, el condenado perro lamió mi coño profundamente. Quizás por la borrachera, me quedé de lo más tranquila aun con mis piernas bien abiertas, y me puse a pensar un sinfín de cosas raras, cosas como que de momento, ese animal se me tiraba encima y trataba de penetrarme con su parada verga.


No se precisamente porque no dejé de pensar en ello, al tiempo que yo misma, al tiempo que no le quitaba mis ojos de encima a ese perro, comencé acariciar profundamente todo mi coño, hasta el punto que las paredes de mi vulva se humedecieron bastante. Por unos instantes me llevé mis dedos hasta mi nariz, y los olí. En ese instante noté que el perro había parado sus orejas, y olfateaba en el aire sin dejar de mirarme. Fue como que una cosa, me llevó a otra, y sin pensarlo estiré mi mano en dirección al perro, que lentamente acercó su hocico y olfateó mis dedos, para de inmediato ponerse a lamerlos todos.


Al sentir su áspera y caliente lengua entre mis dedos, casi de manera automática me volví a enterrar mi mano dentro de mi coño, y tras volver a humedecerlos con mis líquidos vaginales, le acerqué mis dedos nuevamente al hocico del perro. Poco a poco continuó lamiéndome los dedos y acercando su cabeza hasta mi coño, después de un corto rato, nuevamente pasó su lengua entre mis piernas. Quizás por lo raro de la situación me sentí, tremendamente excitada, tanto que no hice nada por detener sus siguientes lamidas sobre la piel de mi vulva.


Por no sé cuanto tiempo yo permanecí recostada sobre la tierra con mis piernas bien separadas, dejando que ese perrazo lamiera tan sabrosamente todo mi coño. Era algo tan inusualmente divino, que no podía o mejor dicho no traté de detenerlo, al punto que cuando alcancé entre gemidos y gritos de placer un orgasmo, me quedé pensando cómo sería, si lo dejase que me usara como perra, aunque tan solo fuera una vez, al fin y al cabo me encontraba sola, y por lo que había leído en una ocasión, si una se lava lo suficientemente bien no hay riesgo de coger una infección.


Lentamente me fui poniendo en cuatro patas, al tiempo que el perro continuaba lamiendo sabrosamente toda mi vulva, haciendo que todo mi cuerpo, temblara de placer en ciertos momentos.


No bien ya me había puesto en cuatro, cuando aparecieron otros perros, ladrando y gruñéndome de manera amenazante, tanto que me llevé el susto de mi vida, y me produjo mucho miedo, pero bastó que el perrazo que estaba a punto de montarme mostrase los dientes, que los otros simplemente se quedaron quietos. Sus gruñidos lejos de asustarme más, me dieron mucha confianza, y casi de inmediato se ha trepado sobre mí, en cosa de segundos sentí como su poderoso miembro entraba sin problema alguno dentro de mi húmedo coño, por lo que me sentí bien perra.


Para ser mi primera vez, con un perro lo estaba haciendo de lo mejor, no dejaba de sentir como entraba una y otra vez su miembro dentro de mi coño, mientras que yo movía mis caderas, sentía su peludo cuerpo sobre el mío, sus patas delanteras me sujetaban con fuerza animal, mientras que yo disfrutaba de todo lo que sucedía. Hasta que de momento comencé a sentir algo más, era como si la misma verga del perro, dentro de mi propio coño crecía, y el placer que me continuó produciendo fue infinito. En ese instante poco sabía sobre lo que era quedarme abotonada, pero poco me importó.


Por un buen rato el perrazo, continuó dándole sabrosamente a mi coño, hasta que el calor de su semen lo comencé a sentir dentro de mi vagina. Si me acordé que en una ocasión había leído algo al respecto, y que hasta que su verga no se deshinchase, no la podría sacar de mi sudado coño, a menos que no quisiera que me mordiera. En esos momentos el perro se bajó, por lo que quedamos culo con culo, en espera de que finalmente lo pudiera sacar de mi coño, por lo que tomé la botella y pude darme otro trago de ron, y pasamos un largo rato hasta que finalmente el animal se pudo separar de mí, yo me quedé tirada en la orilla del riachuelo pensando en darme otro baño, ya que olía a perra, a sudor y a quien sabe que más.


Mis piernas se quedaron abiertas, y aunque agotada, deseosa de que el perro hubiera seguido. Fue cuando volví a sentir otra profunda lamida, pero no del perrazo, sino de otro de los canes, que al parecer lo acompañaban. Yo la disfruté, y deje que ese segundo perro continuase, mientras que yo me daba otro trago. Quizás por lo excitada que aun estaba, me volví a poner en cuatro, y ese segundo animal continuó haciéndome sentir las delicias de la zoofilia, lo cierto era que me sentía toda una perra en celo, deseosa de dejar que el resto de la jauría me diera placer.


Al igual que el primero quedé como en las nubes, después de esperar a que finalmente se bajase de mí y eventualmente sacase su verga. De mi coño chorreaban por mis muslos, chorros de semen que el mismo perro limpió con su lengua, haciéndome disfrutar de esa rara sensación de haber sido bien jodida por otro animal.


Los otros dos perros también me hicieron disfrutar de lo lindo, la diferencia fue que en medio de mi ocio, se me ocurrió dejar que uno de ellos me lo enterrase dentro de mi culo, de lo que me arrepentí luego. Aunque valió la pena el realizar la prueba. A medida que iba terminando con cada uno de ellos, se retiraban al monte de donde salieron, hasta que finalmente quedó el más pequeño, al cual comencé acariciar su barriga, y a los pocos segundos, de ociosa me dediqué a mamar su pequeña verga, mientras que el pequeño perrito lamía sabrosamente mi clítoris, hasta que prácticamente comenzó a meter casi por completo su cabeza dentro de mí coño, cosa que me dejó tremendamente satisfecha.


Después de toda esa orgía con casi toda la jauría, casi arrasándome me volví a dar otro baño dentro del riachuelo, y dando tumbos finalmente llegué a la cama. Durante toda esa noche, no hice otra cosa que soñar que era una perra y que todos esos perros se montaban sobre mí clavándome sus vergas una y otra vez.


Al día siguiente, me desperté cerca de las tres de la tarde, y aun todo mi cuerpo olía a perro, mi coño y mi culo todavía chorreaban la leche de ellos, además mi cabeza parecía que iba a estallar, y todavía me dolía algo mi culo. Por lo que ya con más prudencia, y con jabón volví al riachuelo a bañarme como era debido.


Cuando finalmente mi esposo regresó a casa, desde luego que no le dije nada de lo sucedido, ni tan siquiera que me había tomado una botella de ron yo sola, ni que había visto los perros. Pero les confieso que me quedé con la idea de repetir esa experiencia, pero sin forzarla.

Datos del Relato
  • Categoría: Zoofilia
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