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Categoría: Maduras

Le pusimos el cuerno a su marido

Le pusimos los cuernos a su marido.



 



Yo tenía 21 años, un año mayor que mi prima, Ana, hija de mi tía Anita. Desde hace tres años nos fuimos a estudiar a Guadalajara, donde rentamos una casa de tres recamaras, pero solo un baño. Aunque no quiero platicarles sobre mi prima, sino sobre mi tía Anita. Desde que recuerdo, todos felicitaban a mi tío Carlos por su guapa esposa. Y es verdad, mi tía es una mujer muy hermosa, alta, morena de pelo largo, aunque siempre lo trae de chongo. De joven debió tener un cuerpazo porque ahora que tiene poco más de cuarenta años, mantiene un cuerpo bien formado, no es delgada, es frondosa, robusta, de espalda un poco ancha, con hombros suaves. Tiene unas caderas grandes espectaculares, una cintura muy delgada en comparación con sus caderas y sus tetas también son grandes. Sus vestidos siempre son pegados a su cuerpo y escotados. Las zapatillas de tacón la hacen ver más alta, siempre anda muy bien vestida. Mi prima también tiene muy buen cuerpo, ya que hace mucho ejercicio, vamos casi toda la semana por las noches a un gimnasio cerca de la casa.



 



Mi tía nos visita con frecuencia, aunque por lo regular solo se queda con nosotros unos días. Esta vez, a mediados de octubre, llegó mi tía a visitarnos como de costumbre. Se suponía que estaría dos semanas, por asuntos de la empresa de mi tío. Los negocios llevaron más tiempo del esperado. Pronto llegamos a finales de noviembre y ella seguía con nosotros. Decidió quedarse para regresar juntos, a Nayarit, en las vacaciones de diciembre. Todo transcurría normal, hasta que un viernes por la mañana, al ir a bañarme, intenté abrir la puerta del baño, pero estaba puesto el seguro. Mi tía estaba dentro, dijo que pronto saldría que ya le faltaba poco para terminar. Regresé a mí cuarto. Minutos después, gritó para decirme que podía pasar al baño. Cuando llegué al corredor, ella salía del baño con la toalla enredada a su cuerpo. No se como al salir y dar el paso, le dio un jalón fuerte a la puerta, la punta de la toalla quedó prensada en la puerta, haciendo que la toalla cayera de su cuerpo. Mi tía quedó completamente desnuda, no sabía que hacer si, cubrir su cuerpo o levantar la toalla. Yo me quede inmóvil admirando su fenomenal cuerpo. Ella hizo un movimiento rápido para levantar la toalla, pero por lo mojado del piso se resbaló. Ahí reaccioné para ir a ayudarla. La ayudé a incorporarse, se golpeó la rodilla, la cubrí con la toalla y la acompañe a su recamara. Ella se apoyó en mí para caminar, la acompañé hasta que se sentó en la cama, seguía quejándose por el dolor. Sin pensarlo, me hinqué para revisar su rodilla. No tenía nada, era solo el golpe. Mi tía tenía las piernas ligeramente abiertas, no pude evitar mirarle ahí en medio. ¡Que sorpresa para mí! El sexo de mi tía tan cerquita de mí. Me quedé con la mirada clavada entre sus piernas, aunque la verdad no se veía mucho por la cantidad de vello de su pubis. Ella se dio cuenta, cerró sus piernas y dijo que estaba bien que ya le dolía muy poco. Salí tratando de ocultar mi erección con mi toalla.



 



Mientras me bañaba, con una erección tremenda, recordaba la imagen de mi tía desnuda, pensé en lo rico que habría de coger una mujer tan frondosa y guapa como mi tía. Por la noche cuando llegué de la escuela, mi prima me estaba esperando para ir al gimnasio. Subí a mi cuarto a cambiar mi ropa, cuando bajé encontré a mi tía vistiendo chamarra y pants deportivos. Ella había decidido acompañarnos al gimnasio. Era la primera vez que nos acompañaba en casi siete semanas que tenía con nosotros.



 



Llegamos al gimnasio, yo me dirigí al vestidor al igual que mi prima y mi tía. Salí y comencé a hacer los ejercicios de calentamiento. No había mucha gente en el gimnasio, era viernes por la noche. Noté la cara de asombro de un tipo, voltié a ver que miraba, era mi prima y mi tía saliendo del vestidor. Las dos hermosas, pero yo me fijé en mi tía, tenía un conjunto de licra muy pegado a su cuerpo, se veía una mujer sensacional. El short negro, combinaba muy bien con el leotardo verde limón, escotado que dejaba ver sus grandes atributos.



¿Cómo me queda mi ropa? – me preguntó mi tía.



¡Muy bien! ¡Te ves muy guapa tía!- le respondí.



¿Verdad que sí? – terció mi prima – hasta pareces mi hermana.



¡Lo dicen por adularme! – dijo muy contenta.



 



Se puso junto a mí para hacer ejercicios. Cada vez que se agachaba yo hacía un esfuerzo grande para no voltear a ver sus nalgas que se veían enormes, riquísimas. Después de un rato ellas se fueron a hacer bicicletas. Yo me fui a hacer un poco de pesas en las diferentes maquinas del gimnasio. Después ellas también se pusieron a hacer pesas. Mi tía mostró buena condición física, hizo los mismos ejercicios que mi prima, algunas veces hacía series de más. Casi al final de nuestra sesión mi tía hizo sentadillas con pesas, utilizando una barra con peso en los extremos. Este ejercicio requiere de asistencia, mi prima no quiso interrumpir su serie de ejercicios, por lo cual mi tía me pidió ayudarle. Me coloqué detrás de ella, tomándola por su delicado talle, acompañando sus movimientos hacia arriba y abajo, cuidando la postura de su espalda y atento por si las pesas pudieran caer. Al estar detrás de ella, era imposible no verle sus glúteos tan grandes subiendo y bajando. ¡Ah! ¡Lo sabroso que ha de coger mi tía! - pensé. Al terminar descansamos un poco. Le pregunté por su rodilla. Me dijo que estaba bien, que por eso había decidido hacer un poco de ejercicio, para ver si no tenía ninguna molestia. De regreso a la casa, después cenar, mi prima fui la primera en tomar la ducha, luego mi tía. Ella me gritó que ya podía usar el baño. Unos minutos después me dirigí al baño, dando tiempo a que mi tía fuese a su cuarto. Sin embargo, al abrir la puerta, mi tía seguía dentro del baño, lavándose los dientes, casi desnuda, vestía solo una tanga de esas que llaman de hilo dental y una toalla enredada en su cabeza. Yo salí inmediatamente disculpándome:



¡Perdón tía! No pensé que estuvieras aquí. – le dije apenado, quedándome fuera del baño.



¡Pásale hijo! Ya terminé – me contestó muy tranquilamente.



¿Y Ana? – me preguntó por su hija.



Creo que ya se fue a dormir – le respondí



Entonces ayúdame tú por favor, ponme un poco de loción en la espalda.



¿Yo tía?



Sí hombre, tú, quien más. ¡ándale date prisa!



 



No podía negarme, entré y la vi de frente casi desnuda, sus grandes tetas un poco caídas se veían majestuosas. Me apresuró, a ponerle loción. Vació un poco en mis manos para untársela. Con suavidad se la froté en su espalda. Era imposible para mi no fijarme en sus nalgas que se veían enormes, con su diminuta tanga. Puso más loción en mis manos, para cubrir sus hombros y cuello. Ella cerró los ojos mientras le ponía la loción. Yo estando atrás de ella, a través del espejo del baño, podía ver como sus tetotas se balanceaban, Miré mas abajo, su abdomen casi plano mostraba un ombligo muy pequeño, de donde salía una fina hilera de vellos, mas abajo, la tela de la tanga no alanzaba a cubrir los vellos de su pubis, y además por ser tela blanca, el manchón negro de sus nidito se transparentaba. Mi pene reaccionó de inmediato.



Gracias hijo – me interrumpió mi tía.



 



Me dio un beso en la mejilla y salió tranquilamente del baño. Me dejó tan caliente que tan pronto entré al baño me masturbé. No podía dormir, esa noche, pensando en el cuerpo de mi tía, su sexo, sus grandes nalgas y pechos, su cintura en mis manos y sus caderas subiendo y bajando tan cerca de mí, mis manos en su espalda, sus tetotas balanceándose, su beso. Mi mano fue otra vez a mi palo, me di otra buena masturbada pensando en ella.



 



El día siguiente salí temprano de la casa a reunirme con otros compañeros y hacer trabajos de la escuela. Al regresar, por la tarde, mi prima iba de salida para ir a pasear con sus amigas. Mi tía se encontraba en la sala acostada en bata de dormir. Me extrañó verla así, porque ella siempre anda bien vestida. Pensé que estaba enferma. Le pregunté si se sentía mal. Me contestó que todo el cuerpo le dolía, que incluso para bañarse y vestirse tuvo problemas pues le dolían los hombros para levantar los brazos. Era el dolor muscular por el exceso de ejercicio del día anterior. Se incorporó para despedirse de mi prima, quejándose por el dolor muscular en su cuerpo. Mi prima antes de irse, me sugirió darle un masaje en los hombros a mi tía, para ver si esto disminuía las molestias. Mi tía dijo que era buena idea, que el masaje seguro le quitaba lo envarada por el ejercicio. Mi prima salió, yo subí a buscar aceite para el masaje.



 



Encontré crema líquida. Le dije a mi tía, si quería el masaje con la crema. Ella aceptó y se acomodó sentada en el sillón, con la bata bajo los hombros, era evidente que no tenía sostén. Me coloqué detrás de ella, puse un poco de crema en mis manos y procedí al masaje de su cuello y hombros. Mi tía se quejó un poco, pues estaba muy adolorida, pero dijo que el masaje le hacia sentir muy bien. Continué un rato, dando masaje a su cuello y nuca. Después ella me pidió extenderlo hacia su espalda, así lo hice. Aunque la posición que teníamos no era la más adecuada para el masaje de su espalda. Ella lo notó y me dijo:



Esperate hijo, voy a acostarme en el sillón para que puedas darme bien el masaje.



Sí tía, me parece buena idea.



Ella se acostó, descubriendo más su espalda. Yo puse crema sobre mis manos y comencé a darle masaje, poniendo énfasis en los músculos de la columna vertebral, que estaban muy contraídos. Mi tía se fue relajando, sin embargo, el masaje era principalmente del lado izquierdo de su cuerpo, ya que el sillón, impedía trabajar bien en el lado derecho. Entonces mi tía me propuso:



¿Sabes qué hijo? Creo que será mejor si me das el masaje en mi cama. Así podrás hacerlo mejor y puede que ahí me quede dormida un rato.



Como tú digas tía, lo cierto es que será más parejo el masaje – le respondí.



 



Subimos las escaleras, ella quejándose del dolor en sus piernas, le pregunté si también le daría masaje a sus piernas, ella dijo que era buena idea. Llegamos a su habitación, ella, dándome la espalda, sacó sus brazos de la bata. Se acostó boca abajo, a la mitad de la cama, cubriendo con su bata de su cintura hacía abajo. No pude evitar ver como sus tetotas quedaban aplastadas por su cuerpo, saliendo a los lados de sus costillas. Me hinqué junto a ella, continué con el masaje de su espalda, combinado con golpes pequeños en su espalda. Cuando le toqué la zona lumbar, ella dio unos quejidos placenteros, estaban sus músculos muy contraídos.



Ahí, hijo, ahí me duele. Ponle un poco más de fuerza - me dijo.



 



Yo aumenté la fuerza y la extensión del masaje, mis manos iban desde la mitad de su espalda hasta la parte alta de sus caderas, cubiertas por la bata.



Así, hijo, así, más fuerte y más abajo.



 



Mi tía bajó su bata hasta la mitad de su cadera, para que no estorbara a mis manos. Me di cuenta que vestía otra tanga de tela muy fina. La delgada tira de la tanga hacía que sus glúteos se vieran enormes y casi desnudos. Yo tragué saliva con dificultad al ver otra vez esas nalgotas tan cerca de mí, mi palo también reaccionó de inmediato. Tuve que guardar la calma y las ganas de darle una mordida a sus glúteos. Me concentré en mi trabajo y al cabo de unos minutos, le pregunté a mi tía si ya era suficiente.



Faltan mis piernas – me contestó.



 



Me dirigí a sus piernas, tomé una de ellas, puse crema en mi mano y comencé a darle masaje a su tobillo y planta del pie. Después procedí con el otro pie, y luego con la pierna. Al masajear la pierna, mi tía nuevamente dio esos quejiditos en señal que estaba disfrutando el masaje. Al terminar sus piernas, le pregunte tímidamente:



¿También tus muslos tía?



Sí hijo, también los tengo muy adoloridos.



 



Ella removió su bata y dejó al descubierto sus espectaculares nalgas, cubiertas únicamente con su tanga de hilo dental. La sangre se subió a mi cabeza, que nalgotas tenía mi tía. Yo fingí indiferencia y dejé caer crema líquida sobre uno de sus muslos. La esparcí en todo el muslo, con movimientos circulares, al tocar la parte interna del muslo, mi tía separó sus piernas para mejor acceso a mi mano. No pude evitar mirarle su sexo, la mancha oscura de su culo, apenas cubierto con la cinta de la panty, se veía sensacional, muchos vellos salían a los lados de la tanga y el bulto de sus labios vaginales se dibujaban en la delgada tela de la tanga. ¡Puta madre! No podía yo creer que casi le estaba viendo el sexo desnudo a mi tía Anita. Haciendo de tripas corazón, continué dándole masaje a su muslo. Después al otro, y lo mismo, mi tía abrió un poco más sus piernas, dándome una mejor vista de su entrepierna. Sin preguntarle, yo subí mis manos para masajearle sus glúteos, esperaba alguna reacción de ella, pero al no decir nada, yo continué con mi tarea. Mis manos iban desde su cintura hasta sus muslos. Cuando llegaba a la cinta de la panty, con una mano la levantaba y con la otra le daba masaje. En eso lo que dijo mi tía me dejó frió:



Si te estorba la panty, ¡quítamela!



¡Ay no! Tía, como crees! – alcancé a responder.



En serio, quítala para que no estorbe.



Es que me da pena – le contesté.



Pena ¿Por qué? ayer ya me viste desnuda, así que no tengas pena.



De todas maneras……



Quítala, que yo me voy a cubrir con mi mano – me interrumpió.



 



Ya no dije nada, tomé la tanga por los lados y la retiré con calma. Mi tía levantó la cadera para facilitarlo, y pasó su mano por debajo de su vientre para cubrir con su mano su sexo. ¡Puta madre, ya estaba mi tía completamente desnuda! Yo seguí con mayor libertad dando el masaje, mirando a cada rato como su mano, escasamente tapaba su sexo. Mi tía me pidió el masaje en la parte lumbar y luego bajar hacia sus glúteos. Así lo hice, sin embargo no resultaba un masaje parejo. Me coloqué hincado en medio de sus piernas, así podía frotar muy bien la región lumbar y descender hacia los glúteos y muslos. Cada vez que mis manos bajaban, yo le abría ligeramente sus nalgas, para mirarle su sexo cubierto con su mano. Su dedo medio apenas y le cubría el agujerito de su culo, se notaban las estrías de su culo, cubiertas con vellos muy finos, su mano tapaba completamente su vagina. Solo se notaba una gran cantidad de vellos alrededor de sus dedos. Me vino un deseo enorme de verle su sexo a mi tía.



¡Que rico se siente hijo! – me dijo ella suspirando.



¡Que bueno tía! ¡ya veras que se te quitará lo adolorido!



 



Después de un rato de estar masajeando sus glúteos, me concentré en la parte interna de sus muslos. Con suavidad frotaba mis manos hasta tocar la suya que cubría su sexo.



¿También ahí te duele tía? – le pregunté esperando que quizá se molestaría.



Sí, hijo también ahí, dale masaje a todo – fue su respuesta.



¿A todo? – le pregunté para aclarar.



Sí hijo, toda esa parte me duele.



 



Con más confianza toqué la parte interna de sus muslos. Al mismo tiempo, con mis manos masajeaba cada uno de los muslos. Con mi movimiento los separaba despacio, mi tía suspiró profundamente diciendo lo bien que ella sentía. Puse otro chorro de crema sobre sus glúteos, un poco escurrió hacia su culo, cubriendo el dedo de mi tía. Yo embarré la crema en sus nalgas, después llevé mi dedo hacia su culito, para embarrar el que había quedado ahí. Con mucho cuidado, lo tallé a un lado del dedo de mi tía, prácticamente sobre su agujerito. Su respiración era muy agitada y dijo:



¡Ay! ¡que rico, que rico se siente!



 



Al momento que mencionó esto, ella bajó un poco su mano, dejando al descubierto su culito, desde luego que yo con mi dedo medio, le di un masaje muy suave haciendo círculos en él. Mientras yo le masajeaba su agujerito, ella comenzó a darle masaje a su conchita. Claramente veía yo como su mano subía y bajaba, presionando su conchita. Cuando su mano bajaba, me permitía ver como sus labios vaginales estaban muy crecidos, y los jugos de mi tía se aparecieron por entre sus vellos. Mi palo estaba a punto de reventar, lo tenía completamente erecto. Con mi mano libre lo apreté para evitar que eyaculara.



 



Seguí con el masaje sobre su culito, comencé a bajar poco a poco hacia su conchita. Cuando mis dedos llegaron a su vagina, mi tía movió su dedo sobre su clítoris.



¡Ay hijo! ¡Que rico! ¡Que rico! Más suavecito hijo – me dijo.



¡Ahí más suavecito, ahí más suavecito! – me repitió.



¿Así tía? – le pregunté, tratando de hacerlo muy suave.



¡Más suave hijo! ¡más suave! ¡Mejor usa tu lengua ahí!



¿Qué? ¿Qué dijiste tía? – no lo podía creer.



Que uses tu lengua, debe ser más suave que tus dedos.



 



Sin más, me hinqué y acomodé para llevar mi lengua a su sexo. Con mis manos separé sus grandes glúteos y dirigí mi lengua directo a su vagina. Con suavidad recorrí sus labios vaginales y su clítoris, subí mi lengua despacio, hasta su culo. Mi tía, respirando muy agitadamente separó, con sus manos, sus nalgas para poder meter mejor mi lengua. Le tallé mi lengua sobre su culito, y después hice lo mismo con su vagina, la punta de mi lengua entró en su conchita, y también la moví muy rápido hacia arriba y abajo. Mi tía comenzó a dar unos quejidos muy fuertes y largos diciéndome:



- ¡Así hijo! ¡Así! ¡No pares! ¡No pares que me estoy viniendo!



 



Escuchar que se estaba viniendo me hizo perder la cabeza, le mamé su sexo con desesperación, quería comerme su concha, le metí mi lengua en su vagina lo más profundo que pude, le chupe y mordí sus labios vaginales y trababa de beber todos sus jugos, así estuve hasta que mi tía me paró.



- ¡Esperate hijo! ¡Esperate tantito!



 



Mi tía se voltió para quedar boca arriba, jaló una almohada y la puso debajo de sus caderas. Abrió sus piernas y señalando con su dedo sobre su clítoris me indicó:



¡Aquí hijo! ¡Ahora síguele aquí con tu lengua!



¡Me urge que le des masaje ahí con tu lengua!



 



Mi tía usó sus manos para separar los pelos de su vagina, yo fui directo a su clítoris para frotarle mi lengua. Los alaridos de mi tía se hicieron prolongados. Después me pidió con desesperación:



¡Cómeme hijo! ¡Cómeme ahí por favor!



 



Ella puso sus manos sobre mi cabeza pegándola a su sexo, por supuesto que yo abrí mi boca para succionar su clítoris que quedó entre mis labios.



¡Así hijo! ¡Así! ¡No pares de chuparlo! ¡No pares!



¡Cómeme así hijo! ¡Que rico me comes! ¡Que ricoooooo!



 



Las palabras de mi tía, hacían que yo le hiciera muchas cosas a su vagina, la mordía, la chupaba, le metía la lengua y se la besaba. De momento ya no sentí sus manos sobre mi cabeza, y ya no se escucharon sus palabras y gemidos. Sin dejar de comerle su clítoris levanté mi vista para verle. Tenía una de sus tetas tomadas en sus manos, haciéndola hacia arriba para meter el pezón en su boca. Se estaba mamando ella misma el pezón con mucha fuerza. Verla así, me hizo ponerle más fuerza a la mamada que le daba a su clítoris. Su orgasmo no tardó en aparecer. Su cuerpo tembló y se sacudió muy fuerte cuando le llegó su orgasmo. Con una mano detuvo su teta en su boca y con la otra presionaba mi cabeza contra su sexo, mientras su cadera subía y bajaba con gran fuerza. Su orgasmo fue muy largo, cuando terminó quedó sofocada, con los ojos cerrados.



 



Yo aproveché para quitarme los pantalones y calzones. Hincado caminé, con mi palo bien parado, hasta quedar cerca de su cabeza. Cuando mi tía abrió sus ojos, lo primero que vio fue mi miembro sobre su cara. Me sonrió pícaramente, diciendo:



¡Me imaginaba que tenías un buen tamaño!



 



Sin más, ella lo tomó con su mano y lo llevó a su boca. Comenzó a darme una mamada, como una mujer de su edad sabe darla, que rico le hacia su boca a mi verga. La chupaba, la sacaba y metía a su boca, me lamía los huevos. Yo me puse a agarrarle sus tetotas sintiendo la gloria con su mamada. El cuerpo de mi tía se retorcía, una mano tenía en mi palo, la otra, la llevó a su conchita para masturbarse. Era evidente que mi tía seguía caliente. Mi eyaculación pronto llegó.



¡Me corro tía! ¡Me voy a venir! – le dije.



 



Ella se metió la cabeza de mi miembro a su boca y la succionó con tanta fuerza que fue la venida más chingona que yo haya tenido. Me vine dentro de su boca, muchos espermas salían por sus comisuras labiales, ella solo chupaba y chupaba, tragándose la mayor cantidad de semen. Mi tía lo siguió chupando con menos fuerza cada vez, según ella iba sintiendo que mi miembro perdía dureza. Mi palo estaba semi erecto, cuando ella lo sacó de su boca. Con su lengua recogió los espermas alrededor de su boca y se los tragó. La mano en su conchita seguía ahí, se estaba metiendo y sacando un dedo de su vagina. Su otra mano agarró una de sus tetas y la apretó. Cerró sus piernas y estiró su cuerpo, dando un gemido muy suave.



 



Yo me agaché para tomar sus tetas en mis manos, ella levantó un poco su pecho ofreciéndomelas. ¡Que tetotas! Estaban muy grandes y flácidas, se sentían muy suaves y carnosas, sus pezones y areolas estaban erectos. Comencé a besar su pecho, sus tetas, y subí a su cuello, poco a poco acerqué mis labios a su boca. Ella con sus labios un poco abiertos parecía esperar mis besos. Besé sus labios, ella correspondió. Nos abrazamos y fundimos en cientos de besos. Nuestras lenguas jugaban, las chupábamos y mordíamos con suavidad, alternadamente. Volví a besar su cuello y cerca de sus orejas. Podía sentir la respiración de mi tía muy agitada. Regresé a besar sus pechos. Tomé una teta con mis dos manos, dejando su pezón libre, mi lengua hizo círculos sobre la areola y después mis labios chuparon suavemente el pezón. Mi tía dio un quejido placentero. Eso me motivo a chuparle su teta con más ganas.



¡Despacio hijo! ¡Despacio usa solo tu lengua! – me corrigió mi tía.



 



Tal como ella lo pidió, mi lengua jugaba con su pezón, también le daba pequeños besos y suaves mordidas.



¡Así hijo! ¡Así! – me dirigía ella.



¡Así! ¡Que rico me haces hijo!



Mientras yo le mamaba sus tetas, ella estiró su brazo para acariciar mi miembro, tratando de reanimarlo, mi palo pronto reaccionó.



¡Ya esta lista! – me dijo mi tía refiriéndose a mi verga.



¡Métemela hijo! ¡Méteme tu cosota que la necesito!



 



Mi tía giró un poco su cuerpo, para quedar acostada de lado, sacó la almohada debajo de su cuerpo, y subió una rodilla hacia su abdomen. Con una mano separó su glúteo, dejando su sexo a mi disposición.



-¡Métemela aquí hijo! ¡Métemela por aquí! – dijo levantando más su glúteo.



 



Yo me moví hacia sus nalgas ¡Que enormes y ricas se veían sus nalgas! Coloqué mis rodillas a los lados de su muslo sobre la cama, y con mi brazo sostuve su otra pierna con la rodilla doblada. Puse la cabeza de mi miembro en la entradita de su vagina, mi tía con su mano, abrió sus labios vaginales.



¡Méteme tu cosota hijo! ¡Métemela ya que la necesito dentro!



 



Se la metí toda desde el primer empujón, entró muy fácilmente. Mi tía tenía su vagina muy resbalosa y caliente. Que rica sensación, cogerme así a mi tía. Puse mis manos sobre su cadera para apoyarme y darle los empujones más fuertes. Los dedos de su mano en su concha acompañaban a mi palo cada vez que entraba y salía. Se notaba que a mi tía le gustaba sentir como la penetraban. Sus quejidos aparecieron nuevamente. La mano en su sexo, le daba masaje a su clítoris. Con su mano libre tomó uno de sus pechos y se lo llevó a la boca. Todo el pezón de su teta quedó dentro de la boca de mi tía, la chupaba con ganas, mientras no dejaba de acariciar su clítoris, ni yo de cogérmela. Su cuerpo tembló y estalló en un alarido muy fuerte. Su orgasmo llegó tremendo, en mi pene se sentían claramente las contracciones de su vagina. Lo apretó tan fuerte que sentí como si tuviera una mano apretándome el palo. En la siguiente metida, la sensación de apretura de su vagina fue simplemente sensacional. Ya no hice intento de sacar mi verga, la dejé ahí para que mi tía la disfrutara con su orgasmo. Ella seguía moviendo sus caderas muy rápido, yo quería ya venirme junto con ella, pero todavía me faltaba un poco.



¡Híncate tía! ¡Híncate tantito! – le pedí.



 



Ella obedeció, se hincó poniendo sus rodillas juntas, parando su culo y colocando su cabeza de lado sobre la cama. ¡Puta madre, que culote se le veía a mi tía! Me paré detrás de ella, con mi mano sostuve mi palo para metérselo en su vagina. Debido a que sus piernas estaban juntas, me apretaba más rico el palo aumentando la sensación de placer. Coloqué mis manos sobre su cintura, de ahí me apoyé para cogérmela. Así me la había imaginado en el gimnasio. Que hermoso culo se le veía a mi tía, muy oscuro y cerrado, cubierto con vellos muy finos. Que suaves se sentían su cintura y caderas, mis manos recorrían desde su cintura a sus costillas, acompañando el movimiento de mi cogida. Hice mi cabeza a un lado para ver a mi tía. Ella tenía nuevamente un pezón dentro de su boca. Las contracciones de su vagina comenzaron a aumentar, signo evidente que su orgasmo se acercaba. Apoyé mis manos sobre sus hombros, así le di las metidas más fuertes, pues quería terminar junto con ella. Los temblores de su cuerpo aparecieron, justo cuando su vagina apretó muy fuerte mi verga. Un zumbido llenó mi cabeza, que explotó junto con mi venida. Mi tía no dejaba de gemir y mover su cuerpo. Yo abría y cerraba mis ojos, sintiendo como mi palo aventaba la leche dentro de ella. Fue la eyaculación más larga que he tenido.



 



Terminamos los dos agotados, nos quedamos acostados. Ella bocabajo dándome la espalda. Yo tenía los ojos cerrados, pensaba que era un sueño, que estaba soñando que me había cogido a mi tía Anita. Ella habló primero:



¡Ay hijo! ¡Mira que locura hicimos! – dijo un poco nerviosa, yo me quedé callado.



Ni modo, ya le pusimos el cuerno a tu tío– yo seguí callado.



Pero va a ser un secreto entre nosotros ¿verdad? – yo moví mi cabeza afirmando.



¿Por qué no hablas? ¿Estas arrepentido? ¿No te gustó? – preguntó seria.



No tía, para nada, es que nunca pensé que pasaría– le respondí.



¿Te gusto?



Mucho tía, mucho. Me gusto mucho.



¡Tampoco me imaginaba que fuéramos a estar así! – dijo sonriendo- pero me vino bien después de casi dos meses sin coger.



¿Te gustaría repetirlo? – me preguntó sonriendo.



¡Claro!



 



Por la noche, después de que mi prima habló por teléfono para decir que llegaría tarde, inmediatamente nos fuimos a su cuarto a coger como locos. Esos días han sido los más buenos de mi vida. Ahora de vez en cuando nos visita. No saben la alegría que me da al verla llegar.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 8.25
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