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El autobús iba completo, nos apretábamos como podíamos. En cada arranque y parada podía ver como los cuerpos se hacían hacia delante o hacia atrás, tropezándose entre ellos. Además, era verano, y el calor que desprendíamos era muy notable. Yo había conseguido ponerme al final, en la esquina y en pie, pero apoyando la espalda, y ya iba sudando. Volvía a casa después de haber pasado unas horas en la piscina, por lo que llevaba el bañador y una camiseta únicamente, pero aun así el sudor resbalaba por mi cuerpo, estaba deseando salir de allí.
En la siguiente parada bajaron cuatro personas y subieron dos, una de ellas mujer, con unos leggins cortos blancos y una camiseta de tirantes que realzaba su delantera, que era generosa, así como su culo, que era totalmente apreciable con ese pantalón. Pensé en si llevaría tanga o no llevaría nada. Se colocó delante de mí, agarrada a la barra lateral. El bus arrancó y los cuerpos se hicieron hacia atrás por inercia, menos yo, que estaba bien apoyado en la ventanilla. Pero la mujer de los leggins sí retrocedió, dejándome atrapado entre la pared del bus y su hermoso y generoso culo.
—Perdona. —Se volvió para disculparse. Mis pensamientos sobre ella habían hecho despertar mi entrepierna, no con una erección completa pero sí un bulto notable, que había sido palpado por sus nalgas.
—No te preocupes —le dije— seguimos con vida, que es lo importante. — Y al decir esto ambos sonreímos y ella se volvió mirando hacia delante.
Le miré el culo, me encantaba, era redondo, respingón, perfecto. Me tentaba la idea de pegarme a él, pero el respeto me lo impedía, aunque era tentador tenerlo a unos cinco centímetros de mí.
En la siguiente parada bajaron dos personas y subieron cuatro, era increíble, me acordaba del camarote de los hermanos Marx, seguramente aquí sí que estaba su tía Tula, entre la multitud.
El bus volvió a arrancar y aquel culo volvió a pegarse a mí, que seguía con la polla semi erecta y, además, solamente llevaba el bañador, con lo cual tuvo que notarse. Ella giró la cara hacia mí y sonrió, y yo le devolví la sonrisa, no podíamos hacer otra cosa, si por la inercia del bus nos dábamos algún golpecito, pues se asumía con deportividad. Pero de pronto ella volvió a pegar el culo, esta vez voluntariamente porque no había habido ningún tirón del autobús, y a separarlo rápidamente, como si de un accidente se hubiera tratado. Ahora ya no hizo ningún gesto hacia mí, sólo volvió a su posición normal. El golpe a mí me había hecho reacción, mi polla recibió más sangre y se hinchó más, afortunadamente ella me tapaba, porque en este punto el bulto era demasiado notable.
Una nueva parada, bajan dos y suben tres, más agobio. El bus salió y el culo volvió a mí, pero esta vez se quedó y sentí como se agitaba para colocar mi polla en el centro, atrapada. Empezó a moverse suavemente, despacio, dando juego a mi polla que ya era firme. De pronto sentí como me empujaba hacia atrás y me atrapaba entre la pared y su culo, presionándome y moviéndose. Era divino sentirlo así, íbamos tan ligeros de ropa que el tacto era brutal, y ella se movía con disimulo, pero acertadamente.
Estuvimos en ese juego un rato, entonces ella se llevó la mano atrás, haciendo que se rascaba la parte baja de la espalda con el dedo anular, y con los otros buscaba mi polla. Acariciaba la punta con los dedos sobre el bañador. Dejó caer la mano con disimulo y me la recorrió entera de arriba a abajo, hasta apretarme los huevos y volverla a subir. Noté como su mano se coló bajo mi camiseta, sus dedos en la parte baja de mi abdomen, pero buscaban algo, colarse en el bañador. Yo intenté facilitarles el acceso irguiéndome, y ella pudo meter la mano y agarrármela ya al natural. Volvió a pegar el culo y con su mano movía mi polla, restregándosela por su maravilloso culo. Nadie podía ver nada, estábamos tan apretados y los viajeros iban tan agobiados por la gente y el calor que nos daba cierta libertad de maniobra.
Me estaba haciendo una delicada paja con culo y mano, y yo dejándome llevar encantado de la vida. Entonces la mujer se separó escasos centímetros y me trabó el bañador en las pelotas, dejándome la polla y los huevos al aire libre. Yo estaba muy excitado como para negarme. Me la cogió y la puso en horizontal, apuntando a su culo directamente, empezó a mover el glande arriba y abajo entre sus cachetes, me encantaba el roce. La colocó rígida en horizontal y empujó el culo hacia ella. Mi polla se apretaba entre sus nalgas hacia adentro, sintiendo su agujero ahí, hundiéndose con la presión. Hizo ese gesto de clavársela varias veces, como si le estuviera follando el culo, era maravilloso.
Llevé mi mano izquierda, que la tenía apoyada en la misma barra que ella, a su cadera y apreté. Lentamente la iba bajando, quería comprobar lo húmeda que estaba. Seguí bajando despacio, por si recibía algún rechazo, pero no fue así. Pude llegar a su coño y acariciarlo con los dedos sintiendo que, como había deseado, estaba empapadísimo. Me recreé ahí, la fina tela de su pantalón me permitía notar todo, así que empecé a masajear su clítoris. Sé que le gustó porque acentuó sus movimientos, se la clavaba y también la movía de arriba a abajo.
Tanto roce en el glande y el nivel de excitación eran tales que sentía que, a poco que me lo propusiera, podría correrme. Pero ella tuvo otra idea, y se la coló entre las piernas, por debajo del culo. Sacó la mano de atrás y la puso delante, colocándomela bien entre sus labios, rozando su coño aguado. Empezó a moverse hacia delante y hacia atrás mientras que con su mano apretaba mi polla hacia arriba para sentirla bien. Yo seguía masturbándola, notaba mi glande en mis dedos a cada embestida. Noté que aceleraba el ritmo, sospeché que se avecinaba el orgasmo. Ella giró la cabeza hacia mí y asintió con su cabeza, dándome a entender que sí, que se iba a correr. Mi polla estaba a punto, también quería soltar sus jugos.
Me acerqué a su oreja.
—Me voy a correr. —Le dije al oído.
Ella giró de nuevo la cabeza, y puse mi oreja.
—Y yo, no pares ahora. —Me susurró sensualmente, excitada. Había pegado sus labios por completo a mi oreja y ahora me chupaba el lóbulo, engulléndolo.
Yo me había sumado al movimiento y sentí que se me cargaba el arma y que se iba a disparar, porque como buena arma la carga el diablo. Noté que su cuerpo se estremecía y un mordisco tremendo en mi oreja, se estaba corriendo de lo lindo. Me excité tanto que empecé a soltar chorros de semen en su mano, con la que me sujetaba y empujaba la polla.
Nos recompusimos, ella buscó en su bolso un pañuelo y limpió su mano lo que pudo. Se giró hacia mí y coqueta se pasó sus dedos por los labios y chupó alguno. Nos quedamos mirando un rato sin decirnos nada. El bus se detuvo y bajó y subió gente, no presté atención. Arrancó y de nuevo ella se estrelló de culo contra mí, no pudimos evitar reírnos. Pero la siguiente parada era la mía.
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