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No soy una persona normal. Se que soy una depravada sexual.
Siendo adolescente recuerdo que con las chicas de clase ya hablábamos de nuestras masturbaciones. Unas se lo hacían con la almohada; otras se meneaban las tetas; y alguna que otra como yo, y muy temprano, soñábamos con un sexo equívoco. ¿Qué quiere decir esto?. Que me sentía estimulada y como no sabía lo que tenía que hacer me ponía a mear pensando que de esta forma es como iba a alcanzar ese no se que. Esta fantasía ya se me quedó grabada para siempre, es decir el correrme cuando meaba, cosa que es imposible como sabéis.
Tenía un novio simpático, agradable, atractivo. Los dos íbamos a un pub de la zona. Allí fue donde vi por primera vez al maldito viejo. Un hombre de unos 60 años, absolutamente repelente, no tanto por el físico que hay que reconocer que no está nada mal comparado con otros de su edad (todavía es robusto), sino por su actitud. Su forma de mirar libidinosa, salida, de viejo verdísimo o eso me parecía a mí.
La vida sexual con mi novio era normal pero había en mí una especie de frustración, como si me faltara algo. Como si pudiese llegar a más y me lo estuviese perdiendo.
Una nochevieja fuimos a una de esas fiestas insoportables en donde tienes que esperar en la barra dos horas a que te atiendan y luego es que te meas encima. Y así fue. Yo estaba subida de tono y esperando una interminable cola para ir a un único servicio. Y para colmo de males vi al horrible viejo en aquella fiesta mirándome. Así que decidí salir fuera y buscar un sitio; unos matorrales, un jardín o algo donde poder mear. No aguantaba más.
Salí fuera a pesar del frío y empecé a caminar poniéndome muy nerviosa. Estaba lleno de gente. De tíos meando y no encontraba ningún sitio. Hasta que afortunadamente divisé que detrás de un balcón había un lugar oscuro, frente a un árbol. Allí fui. Me baje la falda y las bragas y justo en ese momento noté a alguien que venía acechándome por detrás y muy silenciosamente me penetraba un pene en el culo.
No me hizo ningún daño, a pesar de que era bastante grande, más que la de mi novio. He de decir que la penetración anal las pocas veces que la había hecho antes no me gustaba para nada. Al principio me sobresalto pero mi cerebro no funcionó en ese momento sino mis sensaciones. Si hubiese esperado un poco más habría gritado. Se trataba del viejo.
- Mea- me dijo.
Y efectivamente así de pie con su polla clavada en mi culo me oriné.
- Ahora- dijo el viejo.
Fue entonces cuando vino el trueno. Tuvo un orgasmo diferente a todos los que había sentido o mejor dicho no uno sino hasta cuatro. Un orgasmo múltiple. Uno detrás de otro. Mientras orinaba. Me estaba poniendo perdida, empapándome las piernas y a él también, su pantalón que lo tenía medio bajado. Él respiraba un poco agitado pero se mantenía firme. Yo jadeaba salvajemente hasta acabar en un ahogado grito. Por si fuera poco me di cuenta de que me cagaba. El viejo lo notó en seguida y saco su polla de mi con gran habilidad. Luego se limpió un poco con un pañuelo. Yo me fui a un rinconcito y ahí evacué el vientre.
Como los dos estábamos calados de mi orina el viejo me propuse llevarme a su piso. Yo ya ni pensaba, quizá por el alcohol y me fui con él.
Llegamos a su casa y en vez de meterme en la ducha vi al viejo desnudarse, con su cuerpo velludo y canoso y yo también hice lo mismo. Entonces me volvió a penetrar por el ano. Lo hacía muy bien. Era inenarrable la sabiduría de aquel hombre. Me la sacó de nuevo y me hizo beber mucha agua. Durante unos minutos me lamió el coño. Cuando me iba a mear otra vez me metió en la bañera y me la volvió a clavar por detrás. Tuve miedo porque creí que me dolía. No el culo sino el coño por dentro de la serie de orgasmos brutales que me llegaron.
- Dejate hacer- me decía el viejo- no te vas a morir.
Vi que a aparte de la meada me salía un liquido espeso de color más bien blanquecino. Y por cada orgasmo incluso creí que me cambiaba de color. Yo chillaba.
Mi vida cambió. Me pasaba días enteros pensando en el viejo. Soñando con él. Esclava suya. De su fortaleza, conocimiento e inteligencia sexuales y vitales. Soñando con que me violaba. Pidiéndoselo a gritos.
Volví a su piso.
Estaba con otra. Follándosela. Una jovencita. Demasiado. No voy a decir la edad para no comprometerle pero vamos adolescente. Como tenía que estar pasándoselo el viejo con esa ternura que tenía debajo. Pues bien parecía más bien al revés. Los movimientos del viejo enloquecían a la chica que no dejaba de aullar. Ya estaba atrapada. Intenté ayudarla metiéndole al viejo dos dedos en su culo. Entonces me señaló encima de una repisa donde había una prótesis, un consolador. Ésta tenía dos partes. Una de ellas era un gran falo y la otra uno pero más pequeño. Del tamaño aproximado de dos dedos. Le metí en su culo la parte pequeña y yo me introduje en la vagina la más grande. Así estábamos. El viejo encima de la joven y yo encima de él. La chica penetrada por delante, el viejo metiéndosela y yo follándole por detrás , al tiempo que él también me follaba. Sus movimientos nos enloquecían a las dos estallando en volcánicos orgasmos.
Total que abandoné a mi novio y me fui a vivir con el viejo. También con la chica joven. Imaginaros lo que hice solo comentando que mi novio era ingeniero y el viejo estaba al borde de la jubilación y el sueldo que cobraba por su trabajo no era precisamente para tirar cohetes lo que nos obligó a la chica y a mí a organizarnos par poder salir adelante los tres.
El viejo no era muy hablador. Ya dije que en cambio mi novio era simpático y dicharachero. El poder que tenía sobre nosotras se debía, decía él, al autocontrol. Él llevaba a la práctica el código del samurai, el bushido japonés creo que le llaman.
Los orgasmos que vivimos son en mi caso de dos tipos. Varios seguido o uno muy prolongado. La chica dice que tiene uno sólo muy intenso y fuerte y que al tenerlo la deja derrengada como si fuese un hombre.
Un ejemplo de su control lo hizo en un juego muy guarro. Estuvimos los tres una semana entera sin ir al servicio a digamos, cagar. Primero me cogió a mí. Me folló sin descanso. Yo encima de él. Y me cagué de auténtico placer. No le pude aguantar. Tuve un orgasmo de los largos, como de unos cinco minutos. Increíble. Luego se folló de la misma manera a la chica. También se cagó y le salía de su vagína un liquido mas amarillento que el pis. En esta ocasión se corrió varias veces seguidas pero muy intensas hasta el punto de gritar. Luego me volvió a coger a mí y me aguanto la follada unos veinte minutos sin parar. Esta vez la que se corrió con un único orgasmo sonoro fui yo, que al salir de él eyaculé tal cantidad de fluido que parecía que me había meado.
Á continuación le metimos por su culo unas bolitas japonesas (que son más pequeñas). Y yo se las sacaba y volvía a meter mientras la chica primero se la chupaba y luego le hacía una paja rápida. Haciendo esto las dos teníamos toda clase de espasmos. Hasta que al fin lo echó todo. Chocolate con nata. Nos pego un susto terrible. Se había desmayado. Inconsciente. Sin respiración. Pero afortunadamente sólo fue eso un susto.
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