Hola, me llamo Karin, actualmente tengo 18 años y vivo en Lima – Perú. Esta es la continuación de mi historia de mi infidelidad contada en el relato titulado “El sabor de la Infidelidad”.

Como dije al final de mi ultimo relato, mis pensamientos me torturaban, pues a pesar de haber tenido relaciones con Miguel (el amigo de mi enamorado), deseaba tener un nuevo encuentro con él y que me hiciera suya de nuevo. Mis sentimientos de culpabilidad de estar engañando a Roberto se debilitaban para convertirse en unos deseos irrefrenables de volver a hacer el amor con Miguel.

Por la tarde fuimos al cine los tres y yo me senté entre los dos, algo que en principio parecía una casualidad, aunque creo que el instinto me traicionaba, pues en el fondo quería que algo pasara.

Cuando comenzó la película, mi enamorado Roberto me agarró de la mano y Miguel con cierto disimulo acariciaba mi rodilla con la parte exterior de su mano. Poco a poco siguió subiendo su mano hasta la mitad de mi muslo, justo donde comenzaba la tela de mi minifalda, la cual era muy corta y como tenia mis piernas cruzadas se había levantado aun mas. Otra vez sentí un escalofrío, mi corazón palpitaba y mis pezones se endurecían. Estaba cometiendo una audacia que podía ser fatal, pero eso era muy excitante y me daba un morbo increíble, era superior a mis escrúpulos.

La mano de Miguel dejo por un momento mi pierna y se dedico a tocar mi seno derecho por encima de mi camiseta y se recreaba con la dureza de mi pezón. Yo miraba de reojo a Roberto pero estaba concentrado en la película. Miguel seguía muy entretenido con mi teta, pero no le parecía suficiente y su otra mano, esta vez sin tanto disimulo y aprovechando la oscuridad, se coló entre mis piernas, las cuales yo descruce y entreabrí para facilitarle la labor. El continuó subiendo por la parte interior de mis muslos hasta llegar a mi ropa interior y acariciar mi rajita. Al rozarme el sexo, dí un pequeño salto, que alertó a Roberto, pero le dije que no me pasaba nada, que solo me sentía algo mareada por la proyección . Me levanté y me dirigí al baño con una supercalentura increíble.

- ¿Te acompaño?, me preguntó mi novio.

- No cariño, no hace falta, enseguida vuelvo.

Al llegar a los servicios me miré al espejo, mis mejillas estaban coloradas. Me lavé con abundante agua fría para apagar mi calentura. Todo mi cuerpo ardía y no tenía agua suficiente para enfriarlo. Mientras observaba mi cara en el espejo me decía a mi misma: "Este no es el momento ni el lugar apropiado", pero cuando Miguel me tocaba no podía remediar entregarme a sus caricias y a todo lo que me quisiera hacer.

Cuando estaba secándome la cara con unas toallas de papel, alguien me abrazó por la cintura tras de mí y pegó su cuerpo al mío besándome en el cuello. Cuando me volví bastante asustada, comprobé que era Miguel.

- Pero ¿que haces aquí?, le pregunté muy sorprendida.

- Quiero estar cerca de ti, ya ves que no te quiero dejar sola ni un momento.

Mientras decía esto me acariciaba las tetas por encima de la camiseta y me besaba en el cuello y me mordía el lóbulo de la oreja.

- No Miguel, por favor, puede entrar alguien.

Sin contestar me agarró de un brazo y me llevó hasta una de las cabinas de los inodoros. Nos encerramos y allí volvió a abrazarme y a hacerme sentir la dureza de su miembro entre mis piernas.

- ¿Y Roberto?, puede sospechar estando los dos fuera, le dije.

- No te preocupes, le dije que iba a por palomitas de maiz.

Siguió besando mi cuello, cosa que hizo que cerrara los ojos para sentirle mejor. Rápidamente y sin darme cuenta me había despojado de la camiseta al igual que la falda. En un dos por tres me quitó mis calzoncitos quedándome completamente desnuda. En cuestión de segundos el hizo lo mismo y nos quedamos ambos completamente desnudos en aquel reducido espacio. Colocó la tapa del inodoro y se sentó. Yo no pude resistir la tentación y ante la vista de su tiesa y preciosa verga me arrodillé entre sus piernas y de un bocado me la metí casi entera en la boca como una poseida, empezándo a succionarla primero despacio y luego a mayor velocidad, haciéndo una buena mamada a aquella enorme tranca, chupando y rozando con mi lengua toda su longitud, haciendo girar mi boca sobre ella y emitiendo ruidos como si estuviera comiendo un caramelo. Parecía una niña saboreando su chupete.

- Siii, sigue, sigue, sigue así, jadeaba él.

Seguí con mi labor de chuparle pero mi conchita pedía a gritos ser perforado y levantándome me coloqué sobre sus piernas orientando su verga a la entrada de mi cueva. Me senté lentamente sobre su erecto pene, sintiendo su calor a cada centímetro que se iba colando en mi interior. Mi vagina se adaptaba sin mucha dificultad al poderoso tamaño de su garrote. Sosteniéndome a las paredes de los costados subía y bajaba sobre su tiesa barra y no parábamos de gemir y jadear llenos de gusto. No tardó en correrse y llenarme por completo con su cálida y abundante lechecita, yo lo hice segundos después de sentir su leche en mi interior. Ambos tuvimos un orgasmo increíble.

Miguel sabía hacerlo muy bien, me daba mucho placer, sintiendo un gusto fuera de lo común, y el añadido de ponerle los cuernos a mi enamorado, tan cerca de nosotros, me había convertido en una especie de esclava de Miguel. Cada minuto que pasaba lo deseaba más y más. Era un chico guapísimo y que estaba más que bueno.

Él fue el primero en volver a la sala con las palomitas y a decirle a Roberto que me había visto, me había preguntado como estaba y que yo le había contestado que mejor, que estaba lavándome la cara.

Cuando volví yo, Roberto me preguntó preocupado:

- ¿Estás mejor cariño?

- Si, ahora ya me encuentro muchísimo mejor, le contesté con un poco de ironía.

Si él supiera..........

Karin.

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