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Categoría: Infidelidad

El abrigo

Corría el mes de noviembre de 2013 y recibí, como regalo previo a mi cumpleaños un abrigo muy hermoso, color negro que supongo le costó mucho dinero a mi esposito. La caja era grandísima y cuando lo saqué no pude menos que admirarlo y probármelo de inmediato. Era largo y me llegaba a la rodilla. Muy abrigador.



Sin embargo, era difícil estrenarlo en el puerto, pues la mayor parte del año hace mucho calor y en esa época hay mucho viento y tierra. No quería ensuciarlo, de manera que preferí estrenarlo en una fiesta que se efectuó a fines de noviembre en Xalapa, en donde ya se reportaban temperaturas bajas.



La fiesta era en honor de aquellos que llevamos algunas especialidades y recibiríamos una distinción por parte de autoridades gubernamentales. Me fui en mi auto y llegué alrededor de las 5 de la tarde. Me hospedé en un hotel céntrico y acudí a una sala de belleza en donde me harían un peinado especial. Volví alrededor de las 7:30 y me cambié.



Por supuesto que lo que destacaría sería el abrigo y lo tomé delicadamente y me lo puse. Partí hacia la fiesta que se efectuaría en un salón muy grande en los límites de la ciudad. Llegué a buena hora y saludé a uno que otro compañero que me encontré allí.



La ceremonia no fue la gran cosa, sin embargo, me tomé unas copas de vino y eso me alegró un poco. Como era viernes podría desvelarme aunque ya era seguro que volvería hasta el sábado a casa. Conversé con algunas personas y de pronto, se acercó un apuesto joven que llevaba un traje gris con una corbata roja. El sujeto era algo pedante y muy seguro de sí se acercó hacia mí. Nos saludamos e iniciamos una conversación que se prolongó por una media hora. Las copas de vino abundaron y de pronto acercó su cara a mi oreja y me preguntó si nos podríamos ir. Yo sin más, le dije que sí.



Partimos cada quien en su auto y en un fraccionamiento al otro lado de la ciudad se estacionó y me pidió que subiera a su auto. Nos fuimos directamente a un motel que era de mucho lujo pues no sólo era una recámara, sino que también tenía una pequeña piscina, un jacuzzi y un sofá, además de un tubo de tabledance.



El tipo se desanudó la corbata y se quitó la camisa. Estábamos a media luz y de pronto, me pidió que me pusiera más cómoda. Decidí hacer mi jugada especial. Me quité lentamente mi abrigo y el tipo se sorprendió que debajo de él sólo llevaba una minitanga. No llevaba brassiere, ni blusa ni otra cosa, más que un collar que había comprado hacía tiempo. Sin quitarme mis zapatillas me acerqué a él y lo empujé hacia la cama. Él se quedó sentado mirándome fijamente, sin tocarme. Como no hacía nada pues no salía de su sorpresa, me acerqué y lo besé. Le bajé la cremallera del pantalón y me hinqué para comenzar a saborear su pene. Me agradó que su pene se erectó lentamente pero muy firme. Era un pene sino colosal, por lo menos de un buen tamaño.



Le chupé su pito y él me pedía más y más. Fui y me acosté en la cama y él me quitó delicadamente mi tanga. Acercó su boca a mi vagina y la separó con sus manos y me dio una de las mejores chupadas que he recibido de alguien. El tipo sabía hacerlo y le gustó que yo gimiera a buen volumen. Me introdujo sus dedos y luego se volteó para que yo pudiera chuparle su verga y él continuara dando lengüetazos en mi vagina. Ambos estábamos muy excitados.



Poco después, le coloqué un condón y le pedí que me cogiera duramente, tanto adelante por detrás. Ambos nos volvimos locos, él dentro de mí y yo moviéndome como una licuadora hasta que gritó que ya iba a eyacular. La segunda vez fue aún mejor, pues duramos más y gritamos de placer pues nos corrimos prácticamente al mismo tiempo.



Una vez que el encuentro concluyó fui al jacuzzi y me relajé, pues había sido una buena sesión de sexo. Él durmió toda la noche y cuando despertó yo ya estaba vestida, listo para que me llevara a recoger mi auto. Quedamos de vernos nuevamente pero eso no ocurrió.



Regresé a casa y guardé mi abrigo, uno de los mejores abrigos que me han obsequiado.


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