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Me levanté antes que Sele, temiendo su reacción al darse cuenta de las manchas de semen. Mientras preparaba el desayuno para ambos, la escuché duchándose. Daba vuelta las tostadas cuando sentí el cuerpito de mi sobrina sobre mi espalda y sus dos manitas suaves cubriendo desde atrás mis ojos.
- Adiviná quién durmió hermoso y soñó con vos… - pronunció una dulce voz.
- Debe ser una chica bellísima… - sostuve sonriente, al mismo tiempo que me di vuelta. Vestía una minifalda negra mostrando sus preciosas piernas. Rodeé su cintura levantándola y estrechándola contra mi cuerpo, y besé al costado izquierdo de la comisura de sus carnosos labios.
Desayunando le conté que me quedaría en casa trabajando y pregunté su hora de regreso. Antes de irse a la universidad, le dije que le tomaría algunas fotos para actualizar el álbum familiar.
Al retirarse, me dediqué inmediatamente a lo planeado.
Conozco bastante de informática y redes por lo que dispuse cuatro cámaras diminutas con sensores de movimiento y voz y micrófonos, las cuales se conectaban con mi computadoras y celular. Probé todo, verificando que vería y escucharía detalladamente las actividades de Sele dentro de su habitación.
Luego miré la cama tendida de la sobrina. Levanté la manta y sábanas y observé los secos restos de mi lechazo. Se me ocurrió inspeccionar debajo de la almohada. Hallé un pantaloncito de dormir.
Advertí que en la parte de la entrepierna se encontraba manchado y durita. Lo llevé a mi nariz y sentí la fragancia de sus fluidos: ¡la pendeja se había masturbado!
Diario de pajas
Me desnudé, puse la prendita sobre mi pija y caí en la cama, dispuesto a pajearme y enchastrarlo de leche. En ese momento vi la notebook de Sele. Encontré una carpeta oculta llamada “mi porno”, con las subcarpetas “Cogidas”, “Lindas lesbis”, “Fiestitas”, y “Me”. En esta había casi 100 fotos de mi sobrina, la mayoría pajeándose, con dedos y puño, incluso hundiéndose consoladores en conchita y culo.
Mojada y palpitante, la poronga reclamaba acción, pero el nombre de otra carpeta reprimió mi calentura. “Mi diario”, se llamaba, y estaba subdivida en años (cinco anteriores) como en meses.
Fui al año, mes actual y día de llegada de Sele a casa.
Transcribo algunos párrafos:
“10 de febrero. Llegué a la casa del tío y me encantó como me miro las piernas y colita… El sigue siendo interesante… A la noche le dediqué la primera pajita.
12 de febrero. En tres días llevo siete pajas… Me di cuenta que el tío también se pajea, tengo que averiguar si también lo hace por mi… A la noche me dijo que me ponga el short que usaba en mi casa… Como me queda reajustado, me lo puse sin bombacha… Lo dejé duro al tío, vi el bulto de su pedazo… simulé estar triste y me dejé apoyar su pija sobre la cola… después la sentí sobre la concha… Dejo de escribir porque estoy mojada y quiero acabar imaginando su poronga adentro…”
Al terminar de leer, apenas me toqué y saltó mi semen.
Me limpié con el pantaloncito de Sele y volví a colocar debajo de su almohada.
Borracho de lujuria
Después de copiar todos los archivos, me bañé y fui a comprar algunos short y lencería erótica para mi sobrina. Decidí esperarla recostado en el sillón grande del living, vestido con la calza usada para andar en bicicleta. Sin calzoncillo, bolas y pene eran muy evidentes.
Sele entró a casa a las 19. Simulé estar dormido y me di cuenta que ella aprovechó, durante algunos minutos, para observarme. Luego me habló:
- ¡Hola tío! ¿Me extrañaste?
- ¡Hola hermosa! ¡Claro que te extrañé! – respondí mientras me incorporaba y acerqué para abrazarla, apoyándole mi erección.
- ¡Sos amoroso! – sostuvo, separándose.
- Sele, te compré algo de ropa; la dejé sobre tu cama. Ah, por las dudas, le hice un service a tu notebook…
- Ehh… Gracias… Voy a recostarme un ratito… - dijo confundida.
Al entrar a su cuarto y cerrar inusualmente la puerta, tomé mi computadora portátil para observar sus movimientos. Miró, con agrado, las prendas obsequiadas, se desnudó y acostó para acariciarse. Agitada, manoteó un pantalón corto, se lo calzó, y le dio más fuerte a la paja.
Yo me desnudé y comencé a tocarme. Me detuve al observar en el monitor que ella se levantó, buscó en su mochila y extrajo un grueso consolador con base. Lo asentó sobre el piso, se puso en cuclillas y lentamente descendió su conchita, hundiéndose en el pene sintético.
Enloquecido por su belleza, borracho de lujuria, con mi pija como un tronco, fui hasta el cuarto de Sele y abrí la puerta…
(Continúa: “Manjar”)
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