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Casado Con Raquel (2 de 9)

Raquel continuó educandome y al segundo mes me había desentendido por completo de darle placer pues me había dejado bien claro que no es lo que quería. Cada vez me corría más y más rápido y eso la hacía a ella más y más feliz. Me había convertido en un amante cada vez más perezoso, subconscientemente era algo que me preocupaba pero no fue algo que combatiera.



Había pasado una semana sin follarla y cuando Raquel se abrió de piernas toda ofrecida no lo dudé un instante. A los treinta segundos ya me había corrido, la saqué y me disponía a darme la vuelta para dormir cuando me preguntó:



- ¿No vas a hacerme correr?



- Pero pensaba que...



- No pienses... Ya sabes lo que quiero: Que me comas.



Dió comienzo una nueva fase: Al principio la follaba para inmediatamente comerla pero ahora hacer el amor sería solamente con mi boca, besandola en los labios, chupando sus pezones, acariciandola mientras la comía y cambiando de postura cada pocos minutos hasta que alcanzaba el orgasmo.



Por supuesto también tenía erecciones, pero Raquel declinaba que la penetrara. Se ofrecía para masturbarme. Lubricaba mi polla con aceite corporal y me masturbaba.



- Tienes una polla preciosa...



- Gracias Raquel.



Las primeras dos veces me masturbó hasta correrme, pero después de pronto se quejaba que se le cansaba la mano y que siguiera haciendolo yo.



- Me gusta ver cómo te masturbas...



Era verdad, le gustaba. Y a mí me gustaba montarle un numerito y tomarme mi tiempo hasta llegar a correrme. Raquel participaba activamente y su cansada mano para masturbarme de pronto encontraba la energía para acariciarme el escroto o que sus dedos juguetearan con mi ano.



Raquel me limpiaba la polla del aceite corporal y mi vello púbico de toda la corrida al finalizar. Y entonces estaba dispuesta de nuevo para que la comiera. Una noche Raquel me confió que:



- Tu polla realmente no me motiva nada... No me malinterpretes, aquellos orgamos eran buenos pero tu lengua siempre me ha hecho sentir mucho mejor.



- ¿Y qué me dices de las pollas de otros hombres?



- Es diferente... Esos orgasmos son de verdad excepcionales, pero a ellos no los quiero para comerme, sólo a tí.



La confesión de Raquel fue como una potente explosión para mi ego, pero me aseguró que era feliz con la evolución.



Hice un tímido intento de cambiar la situación, pero unas pocas palabras de Raquel implorandome que la llenara con mi semen y no tratara de aguantar más fueron suficientes para quebrar mi voluntad.



- Ahora cómeme...



Paulatinamene, Raquel empezó a comentar mi apetito por el semen y las sesiones de masturbación que siguieron tomaron otro cariz.



Ya no limpiaba mi semen del pubis y se lo tragaba, sino que me lo devolvía con un beso. Al mes siguiente ya ni beso, sino que lo recogía con sus dedos y me hacia limpiarselos con mi lengua.



- Sabe bien, ¿a que sí?... Ya sabes lo mucho que me excita esto, ¿verdad?... Voy a hacer que desees sólo comerme... Así... Estoy tan mojada... No puedo esperar más a sentir tu lengua.



Sabía que estabamos embarcados en un proceso, Raquel era la guía y yo el todo voluntarioso discípulo. Inicialmente tenía una idea nítida de a dónde encaminaba Raquel nuestra relación.



Hacía muchos meses que habíamos ido al club de parejas, pero Raquel me dijo que estaba dispuesta a que volvieramos. Sólo que esta vez no puso el pretexto de que estuvieramos con otra pareja.



- Necesito muchas pollas, igual que la última vez... Para que me llenen de semen y así me comas... Tú también que sea así, ¿verdad?



Igual que un perro bien entrenado, mi boca se hacía agua al pensarlo.



Volvimos al club de parejas pero esta vez Raquel no sólo me hizo buscarle hombres, también insistió en que estuviera viendola. No fui muy selectivo en los hombres que escogí, pero Raquel me dijo entre polvo y polvo:



- Pollas grandes... Quiero tíos con pollas grandes...



Igual que un chico de los recados aplicado, sólo escogí los que Raquel quería.



Ser testigo de su desbordante pasión mientras la follaban y saber que mi polla nunca la había hecho experimentar ese tipo de placer era humillante y me llevaba a preguntarme si acaso Raquel había fingido sus orgasmos conmigo cuando la penetraba.



Al final de la velada me sentía completamente incompetente como amante, y Raquel lo sabía. Su solución fue bien sencilla. Se abrió de piernas y me aseguró que mi lengua era lo que siempre había deseado.



Entre una lamida y otra le pregunté si había fingido su placer cuando habíamos follado.



- Piensas demasiado... ¿Y qué si lo hice?... Es tu boca lo que siempre he necesitado... Y te gusta comerme, ¿verdad?... Especialmente despues de que haya estado con otros hombres y esté llena de su semen. No te preocupes por tu polla dandome placer. Tienes la mejor lengua... Así... Chúpame... A fondo... Méteme tu lengua bien dentro... ¿Puedes saborearlos?... Se que estás tan excitado como me estás haciendolo sentir a mí. Apuesto a que quieres correrte... Vamos, no trates de aguantar... Quiero que te corras... Y cuando nos hayamos corrido quiero verte chupandosela a alguien... Hazlo por mí... Porque quieres satisfacerme, ¿verdad?



No pude aguantar más. Me corrí limpiando con mi lengua el semen de los ocho hombres que se habían corrido en Raquel. Y no habían pasado treinta segundos cuando ella también se corrió.



Me encontraba exhausto, avergonzado y humillado. Y Raquel estaba pletórica, orgullosa de mí y feliz.



- Espera aquí, voy a buscar a alguien...



Raquel volvió unos minutos después y enseguida me encontré de rodillas ante un fornido camionero chupandosela. No paré hasta dejarlo seco por completo y sólo entonces Raquel y yo nos vestimos y regresamos a casa.



Dimos un nuevo giro en nuestro proceso: Ahora Raquel iniciaba nuestras sesiones amatorias con las palabras:



- Hazme el amor... Por todo mi cuerpo con tu boca y tus manos.



Mientras lo hacía Raquel me preguntaba si me excitaba al ver un hombre tras otro follandola, llenandola con su semen, viendo su cuerpo resplandecer de excitación orgasmo tras orgasmo. No le mentí. Le dije, entre frenéticos besos y lamidas, que sí.



- Demuestramelo...



Le enseñé mi erección. Mi polla estaba lista para explotar.



- No, quiero que me lo demuestres de verdad...



No sabía a qué se refería.



- Córrete para mí...



Empecé a masturbarme de nuevo.



- No, no te toques... Deja que tus pensamientos te lleven a alcanzarlo... Ten en tu cabeza la imagen que más te excite y deja que ocurra...



Cerré los ojos y, mientras mi lengua se enterraba en su vagina, por mi cabeza volvieron a pasar las imagenes de los hombres follandola, uno tras otro. Igual que un esclavo obedeciendo los deseos de su Ama recordé como iba a por más pollas para Raquel.



Mi polla estaba que explotaba y con mi cara presionada contra su sexo, mi lengua hundida en lo más profundo de su vagina y el recuerdo del sabor del semen teniendo que limpiarlo todo hasta volver a saborear sólo la esencia de Raquel la sensación fue de tal magnitud que en ese momento me corri en las sábanas sin haberme tocado.



Gruñí al eyacular y no pude seguir lamiendo debido a los espasmos de mi polla.



- Te has corrido... Me haces tan feliz... Sigue comiendome... Tu lengua es lo mejor...



Descansamos abrazados cuando Raquel se corrió también, pero era ella quien me sostenía a mí mientras yo besaba su pezón.



- Me tratas tan bien que me siento una reina contigo. Nadie puede reemplazarte por mucho que lo intenten... Ni un hombre, ni cien hombres, ¿y sabes por qué?



- No Raquel..." -Musité retirando mi boca de su pezón.



- Porque me has dejado conocer tu yo más íntimo, porque no tienes secretos para mí... ¿No te sientes liberado?...



Con anterioridad siempre era Raquel quien tenía la necesidad de que la abrazara, pero ahora era yo quien encontraba comfort en sus brazos.



A Raquel le gustaba especialmente que volviera a tener una erección mientras me hablaba de nuestra forma de vida y, en particuar, la forma en que hacíamos el amor.



- Es única...



Raquel me dejaba ponerme sobre ella e intentar volver a hacer el amor como antes, largas sesiones amatorias, pero era tan difícil para mí ejercer de nuevo el autocontrol necesario para lograrlo.



- No te corras... Todavía no... Estoy casi a punto...



Por supuesto no llegaba a consegirlo, pero Raquel no se enfadaba por ello pues terminaba comiendola. Las pocas veces en que sí conseguía aguantar hasta que ella orgasmara se mostraba igual de feliz.



- Qué bueno eres conmigo... Aguantando hasta el final... Estoy orgullosa de tí... Ahora, cómeme toda...


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