Adiós adolescencia, adiós inocencia
Capítulo 20 - Primavera borrascosa. Rafael y sus líos.
El invierno ya no estaba tan crudo ni gélido dejando que la primavera se fuese acercando alegrando de esta manera el ambiente. Yo me sentía muy contento porque ahora ya tenía mi escarabajo, la Muñequita se comportaba comprensiva, de vez en cuando me daba una vuelta por la tasca de Zvonko para encontrarme <
> con la maestra Berbel, asistía a las clases todos los días para no perder el paso en los estudios, y en las tardes me reunía con mi grupo para estudiar; en fin, no me podía quejar. Y de vez en cuando llamaba a Berlín para platicar con la Hermosura sobre las trivialidades cotidianas, especialmente las relacionadas con las chicas, pues siempre indagaba por ese tema. Se divertía al escuchar mis anécdotas estudiantiles.
Por otro lado tenía la amistad cercana de mis compañeros de estudio y de residencia, entre ellos el contacto fraternal con Rafael. Este tico era de carácter calmado y medio taciturno, pero en el fondo bullía de energía. Él seguía empatado con la rubia Gisela quien lo apodaba oso o abuelo por su comportamiento bonachón. Él se daba sus escapadas de vez en cuando al bar en donde trabajaba una chica alegre llamada Vicky y se perdía fines de semana enteros, luego regresaba satisfecho aspirando de su pipa. Gisela nos aburría con su preguntadera por el paradero del tico, nosotros no sabíamos qué responderle porque desconocíamos la dirección de la casa de la ya mencionada Vicky. Bueno, y aunque lo hubiésemos sabido, nunca se lo habríamos dicho para evitarle líos a Rafael.
Precisamente con esta Vicky le sucedió una anécdota que nos sacudió toda la mandíbula debido a las carcajadas al ser contada la historia por otro gran amigo nuestro de aquella época a quien apodábamos Rabi porque era hijo de un rabino que tenía su parroquía en la gran Colonia en las riberas del Rin. Ello sucedió durante una cena en nuestro piso en la cual yo preparé una lasaña. Una vez finalizada la cena encendimos nuestros cigarrillos expresando nuestra satisfacción. Entonces Rafael animó a Rabi: -"anda Rabi, cuéntale a mi hermanito Arturo y a los demás presentes lo que nos pasó anoche en el Centro Deportivo con Vicky y su chulo, ja, ja. Sí, sí cuéntales todos los detalles del tonel, ja, ja. Hicimos una buena faena, ¿verdad Rabi?, cortamos orejas y hasta rabo"-. En esos momentos entró a la cocina Franz quien al vernos alegres se unió al jolgorio y salió a buscar refuerzos para escuchar la historia de Rabi. Se formó una ronda amplia, plena de mucha bulla en nuestra cocina, tal y como lo éramos en aquellos años ya lejanos en el calendario, pero cercanos en la memoria. Rabi encendió un cigarrillo más, aspiró profundo, lanzó una tremenda bocanada al aire mientras que al mismo tiempo se acariciaba y rascaba su barba, paseó su vidriosa mirada, bebió un trago más de su botella, se sentó en la mesa para dominar el escenario e inició su relato.
-"Bueno, todo comenzó cuando me fui al Sport Center para comerme una chuleta empanada con papas fritas y beberme una cerveza. Al llegar allí me encontré con Rafael que estaba acompañado de una pelirroja alta y hasta bastante buenota, con una tetas grandiosas y un culo como un palacio, para entrar allí con todo el armamento que tenemos los hombres; ambos estaban en una mesa arrullándose como tortolitos, Rafael le metía mano por debajo de la mesa porque ella tenía una falda ancha y abría las piernas para permitir el acceso de su mano hasta todo allá adentro; bebían cerveza del mismo vaso, fumaban del mismo cigarrillo, entrelazaban sus manos y se miraban como pareja de escueleros. De todas maneras me senté con ellos para no estar solo porque no había nadie más, ni de la residencia ni del tecnológico.
Ellos no me prestaron atención y siguieron con su romance, yo me dediqué a comerme mi ración sin prestarle atención a su besuqueo y manoseo; huy, qué chuponazos se echaban, parecía que se acababan de conocer, ja, ja, ja, y Rafael metía las manos por todos lados tan descaradamente que Friedel vino a llamarle la atención y les dijo que si seguían con ese romance tan intenso se tendrían que ir del lugar, ja, ja, ja, ellos no le prestaron mucha atención y siguieron con su ataque mutuo, pues sabían que no cumpliría sus amenazas.
De repente entró un hombretón con pinta de mata gente e increpó a Vicky rudamente, la tomó de un brazo y la haló para que se levantase ordenándole en voz alta: <> y la sacó a empujones del local. Era su chulo, pues la Vicky es puta, pero cara, no de burdel barato; ella pidió ayuda a gritos y Rafael saltó tras ellos; y yo, solidario, me fui a ayudarlo.
Afuera se armó una zaranda de palabras por parte nuestra, Vicky se libró de sus manos y se escondió detrás de nosotros, el chulo trató de apartarnos para hacerla volver a su lugar y entonces Rafael le conectó un directo a su barbilla que lo hizo tambalear; nos miró muy estupefacto sin reaccionar y allí nos le fuimos encima, él echo a correr calle arriba, yo lo alcancé y le metí una zancadilla, ja, ja, ja, se resbaló y cayó al piso, entonces comenzó a gatear, pero Rafael le propinó un puntapié en medio de las piernas logrando su objetivo de masajearle furiosamente los güevos con su bota, y entonces lanzó un alarido de coyote: <>.
Mientras se revolcaba adolorido lo agarramos, lo levantamos, le quitamos la correa de su pantalón, se lo bajamos y lo metimos en un tonel de basura que estaba allí cerca, lo cerramos al tiempo que él aullaba, trancamos la tapa, la amarramos con su correa para que no se pudiese salir y durmiese allí, ja, ja, ja. Él chillaba: <>; ella fue hasta el tonel para propinarle un puntapié con su zapato derecho gritándole: <>.
Nos largamos del lugar dejándolo allí ahogándose en su clamor doloroso: <>. No le prestamos atención y nos fuimos al centro. Esta mañana supimos que unos viejitos llamaron a los bomberos para sacar al chulo del basurero porque ellos no podían desatar el nudo de la correa, entonces vino una ambulancia para trasladarlo al hospital para que le mirasen los güevos y la rodilla que se había golpeado al caer.
Y Rafael pasó una noche de espanto y brinco con la Vicky, ja, ja, ja. Ella tiene un perro pekinés que es un borracho porque ella no le da agua sino vino blanco para beber, ja, ja, ja, y cuando Rafael la tenía bien clavada, le llegó el perro por detrás a lamberle los huevos y el culo, ja, ja, ja, le metía la lengua entre la raya del culo y gruñía, luego le pasaba la lengua por los güevos y gruñía como queriendo comerse la carne colgante de Rafael. Y él tratata de quitárselo, pero Fido no cedía y seguía lambiendo y gruñendo. Entonces Vicky lo calmó al Fido con sus pies y se tranquilizó, pues se dedicó a lamérselos, ja, ja, ja; y así Rafael pudo seguir cogiendo, pues el perro le lamía los pies a Vicky y Rafael se lo metía bien hondo para complacerla. Mírenlo, está todo pálido el muchacho, ja, ja, ja; salud"-. Ahora comprendía yo la seca frase de Rafael referente al tonel de la basura. Toda la patota se desbarataba a carcajadas escuchando la narración de Rabi. Fue una tarde muy agradable, pues luego llegó Vicky con su pekinés y completó esa reunión repleta de lasaña, vino y amistad así como anécdotas recientes referentes a Rafael con la gigantesca prostituta. Luego de un rato se retiraron al cuarto de Rafael para intimar.
La vecina de Ceci
Mi relación con la Muñequita era maravillosa, yo la visitaba con mucha frecuencia debido a la facilidad del carrito y por ello me podía movilizar de un sitio a otro rápidamente. Fornicábamos despiadamente en cada momento que se nos ofrecía y presentaba; en su apartamento, en mi covacha; y ella no se cansaba de sentirse muy admirada por mi persona, pues me hacía olvidar a la francesita Marie Claude. La maestra había pasado a jugar un segundo papel porque su trabajo le exigía mucho y no tenía tiempo disponible para disfrutar la lascivia mutua. Ceci tenía una costumbre los fines de semanas, se largaba a su pueblo a visitar a su familia; siempre lo decidía de forma imprevista, por ello me tenía que conformar con ella sólo hasta los viernes, pues los sábados generalmente partía a Rüthen, y yo quedaba sin saber qué hacer. A veces me iba a casa de Berbel, pero no siempre aceptaba ser fornicada, pues ella sabía de mi relación con Ceci porque nos había visto ya varias veces por los alrededores de su casa y mostraba cierta renuencia a ser sólo el reemplazo de emergencia; sólo cuando estaba muy excitada, entonces sí permitía que la cabalgase y hasta de manera implacable, ya lo dije en capítulos anteriores que era muy fogosa.
En una de esas ocasiones jeroglíficas, pues no sabía si encontraría a Ceci, me fui a buscarla armado de mucha música con mi radio cassette y además un par de botellas de vino tinto para complementar el equipaje. Mi plan era llevarla a comer en un local, pues tenía unos reales sobrantes gracias a un trabajo realizado el fin de semana anterior en una fábrica de artículos eléctricos. Partí optimista y alegre con la firme creencia de que se entusiasmaría mucho con mi sorpresa, ella amaba las sorpresas, en especial las mías. Estacioné el vehículo y me acerqué a su puerta, toqué el timbre, casi de inmediato se abrió la puerta, subí hasta llegar a su apartamento, estaba cerrado. Del otro emanaba la voz de un cantante famoso en esos años, apareció su vecina Verónika luciendo un vestido de falda corta, mangas largas y cuello redondo amplio, nos miramos unos instantes sonrientes, estiramos las manos para saludarnos, ella empezó a explicarme: -"oh Arturo, qué pena, pero Ceci se tuvo que ir de repente a su pueblo porque se enfermó la mamá; una hermana suya, muy bella por cierto y de nombre Magdalena, vino a buscarla en un escarabajo bastante destartalado, se fueron pronto. Tú sabes que ella está todavía muy acongojada por la muerte del papá; bueno, y me dijo que tú vendrías porque querían ir al cine y luego cenar allá en el centro, regresará el domingo en la tarde. Lo siento mucho por ti, pero así es esta vida. Fíjate que mi Jochen* tampoco vendrá, pues lo encuartelaron este fin de semana, también estaré solita acá en este gallinero en donde vivo; qué fastidio, bahh"-. *Jochen = [YOJEN].
Mientras hablaba, se contoneaba perezosamente mostrando su lánguida silueta larguirucha que se adornaba con su largo cabello rubio cayéndole hasta sus pechos, su pálida piel le hacía juego a su cabellera; se sostenía en una sola pierna al tiempo que se apoyaba con una mano en la puerta; prosiguió con su argumentación: -"¡ah, qué bien!, con música y vino vienes, lástima que ella no esté aquí para que disfruten; estamos en la misma situación; ella se fue y mi Jochen no viene tampoco, no sé cuántos días estaré sin verlo; qué aburrido es el servicio militar. Pero sabes, nos podemos divertir un rato para no frustrarnos este sábado; sé que querían ir al cine y luego a cenar, y después querían venir para acá a divertirse un rato con música y vino, además de mucho entrenimiento privado.
Bien, pues yo te propongo la siguiente idea; claro, si te gusta. Podemos ir al cine y a cenar, me traes a casa, oímos esa música linda tuya, nos bebemos un vino y luego te puedes quedar a dormir en su apartamento; ¿te parece bien?, es una buena idea, ¿verdad?, tú decides qué haces"-. No cesaba de contonearse bajo el m arco de su puerta mientras yo la oteaba sosteniendo toda mi artillería de sonido y bebida, no sabía qué responder porque mi mente ya volaba a casa de la maestra o a la tasca de Zvonko para buscarla, pues me imaginaba que al invitarla al cine y a cenar, entonces después sería un <> como cantó la Fania en <> ya hace bastantes años; estaba indeciso porque el dinero de la cena y el cine con la Verónika sería un verdadero despilfarro, creía yo seguro de ello mientras reflexionaba; ella carraspeó: -"ejem, ejem, pongamos las cosas en su cuarto, yo tengo una llave"-.
Abrió y entró para encender la luz, la seguí como un autómata, coloqué mi armamento en la mesita y me planté en el centro de la habitación observando su sonrisa casquivana, reaccionó sacándome de mi atolondramiento: -"vamos a ver qué películas pasan, ¿cuál querían ver ustedes?, dímelo, quizás me guste también; espera, ya regreso con el periódico, siéntate, tú conoces bien su habitación"-. Salió saltando y volvió pronto portando la página de los cines de la ciudad. Se sentó a mi lado sonriente, cosa rara en ella porque siempre tenía semblante de frustrada, explayó la hoja sobre sus piernas indagando por la película que Ceci y yo habíamos elegido para esa tarde: -"dime cuál era la querían ver"-. El anuncio era de casi media página, se lo señalé; saltó emocionada: -"¿quéé?, ¿ésa? ¿Love story?, ¿a esa película querían ir?, ¡qué romántico y dulce!, pues vamos y la vemos, y después cenamos en algún sitio que tú conozcas; sí, sí, Love story me gustaría verla, he leído bastantes comentarios en los periódicos; sí, vamos"-.
Tomó la iniciativa sin darme chance alguno a protestar o proponer otra idea. Me olvidé de la maestra. Salió de allí mientras gritaba: -"ya vengo, busco mi abrigo y me pongo mis botas para ir al cine; ojalá hayan todavía entradas; ay, qué emoción, <>, qué bonito, se va a salvar el sábado; no te vayas porque me decepcionaría muchísimo, ja, ja, ja; qué lindo, <> con Ryan O´Neall y Ali McGraw; uy, yupi; espérame que ya vengo, uyy"-. Y salió disparada hacia su refugio para adornarse con sus botas y abrigo, pues aún arreciaba el frío a pesar de la primavera ya presente en esa época del año, regresó nerviosa con sus botas ya calzadas solicitando colaboración: -"ayúdame con el abrigo y vamos pronto, pues habrá mucha gente queriendo entrar; ojalá encontremos las dos últimas"-. Menos mal que la película era presentada en varios cines, por ello no tuvimos problemas para conseguir las entradas, incluso hasta en un sitio agradable y no delante de la pantalla. El tema romántico y dramático de dicha película le llegó al centro de su humanidad, pues regó unas lagrimitas sinceras contemplando las escenas entre O´Neall y McGraw, sobre todo al final cuando ella muere en brazos de su elegido. Allí aproveché para enlazarla y ofrecerle mi pañuelo para que se secase sus ojitos lacrimeantes debido a la intensidad dramática de las últimas escenas; de vez en cuando miraba de reojo para contemplar o palpar visualmente mi reacción: -"¡oh Arturo perdona!, pero es muy triste todo, ella morirá en sus brazos, qué romántico; a tu Ceci le habría gustado mucho, ella es muy romántica; ¿vendrás con ella verdad?, tienes que traerla para que vean juntos esta película; sabes, venimos los cuatro la próxima vez, ¿sí?"-.
Ya en la calle reflexionamos sobre el sitio para ir a comer algo. Por aquella época empezaban a retoñar las pizzerías en Alemania, así como restaurantes españoles, yugoeslavos, turcos y portugueses debido a la avalancha de mano de obra para la industria germana llegada de esos países. Ella estaba indecisa e insegura, pues no quería que nos viesen juntos en algún local o sitio cercano a su domicilio, se decidió por una solución salomónica pero atractiva; insinuando una pequeña vocecilla de chica inocente me propuso: -"sabes Arturo, cerca de la casa hay una pizzería nueva, podemos comprar unas pizzas allí, las llevamos a casa y las acompañamos con tu vino y música; ¿te parece bien mi idea?"-. Yo no salía del estupor, pues ella era generalmente muy silenciosa, discreta; pero en ese momento se presentaba alegre, sus caderas se contoneaban al compás de sus palabras adornándolas con una mímica insinuante. No pensé mucho y acepté su oferta, pues me salía más barata que ir a un restaurante, se alegró mucho: -"yuupi, bien"-. Los dos italianos que atendían el lugar eran bastante jovenes y hablaban muy poco alemán, nos entregaron las pizzas en unos empaques algo originales pero transportables, nos fuimos a casa de ella para disfrutar de ese manjar que a mí poco me gustaba y gusta; pero las chicas, son las que mandan, ja, ja, ja.
Nos instalamos en su habitación para no desordenar la de Ceci, aunque a mí me habría gustado más allí, pues me sentía más a gusto porque ya me era muy familiar, mas ella insistió en que fuésemos a la suya: -"Arturo, vamos a mi cuartico porque allí me siento más tranquila; no te molesta, ¿verdad?; además, además la película me dejó muy trajinada con tanto drama, pero muy linda la historia, y ahora quiero olvidarla comiendo pizza, bebiendo ese vino y escuchando esa música tan linda tuya, siempre que la pones apago mi radio y dejo abierta la puerta para poder percibirla sin molestarlos a ustedes cuando están ocupados entre sí, je, je, je; soy algo indiscreta"-. Bueno, esa indiscrección suya me era conocida, ya que no pasaba desapercibida porque se la teníamos que soportar con cierta frecuencia, tenía un olfato especial para interrumpirnos cuando estábamos bien concentrados en nuestro lindo y bello quehacer íntimo y sexual. Ceci reaccionaba exasperada en esos momentos, a mí me causaba cierta hilaridad, ya que veía en esas acciones una especie de cierto interés de ella hacia mí, mas yo no le daba ni prestaba atención.
Subimos ágil pero sigilosamente las escaleras para no despertar a los vecinos y así mismo evitar habladurías por parte de ellos. Abrió su puerta y yo entré portando la bolsa con el manjar italiano, ella dispuso su mesa pronto batiendo alegre sus lánguidas caderas; no se podían comparar con las redondas y rellenitas de Ceci, mas su largo pelo rubio le daba cierto encanto a su larguirucha figura, su voz me sacó de mi ensimismamiento mental: -"Arturo, por favor, trae tu música y el vino para completar este acontecimiento contigo, apúrate. Mira qué pizzas, uhm"-. Fui al cuarto de Ceci para traer el acompañamiento que le daría el toque decorativo a esa improvisada cena. Descorché el vino y lo serví en los vasos, ella no tenía copas; busqué el sitio más adecuado para enchufar el radio, le coloqué el cassette con la música de Los Beatles así como Simon & Garfunkel, ello la entusiasmó: -"¡oh, qué lindo todo!; ven, comamos ya porque estoy muerta del hambre y no aguanto más. Buen provecho"-. Y se dedicó a engullir la pizza, era cierto lo de su apetito; yo también comía mientras la observaba devorar los trozos de la pasta plana recubierta con salami, jamón, tomates y queso Gouda desmenuzado por toda la superficie, bebía del vino y me lanzaba miradas risueñas que incluso llevaban una cierta llamarada de coquetería. Me extrañaba mucho ese comportamiento suyo porque generalmente se mostraba fría e indiferente cuando estábamos juntos compartiendo y departiendo.
Terminamos la cena, ella recogió los restos de la misma colocándolos en su lavamanos, no tenía lavaplatos, pues era un edificio construido después de la guerra para aliviar la deficiencia de viviendas de aquellos años. Yo me tendí en su sofá muy cómodo, ya que sabía que no podría irme a casa porque ya había bebido algunas copas de vino y ello sería arriesgar a perder la licencia en un control de la policía. Ella iba y venía llevando y trayendo cosas de un lado para otro, se notaba cierta nerviosidad que no me podía explicar; la dejé hacer sus tareas, encendí un cigarrillo y dejé que las pompitas de humo fuesen ascendiendo hacia el techo; ella se ufanaba en poner orden en su covacha.
El vino, la pizza, la película, la música y el ambiente me desinhibían provocando en mi mente cierto juego de ideas con respecto al resto de la noche. Ya no podía irme con mi escarabajo a ningún sitio; salir a pie hasta la tasca de Zvonko para buscar a la maestra me daba pereza debido precisamente a la cantidad de vino que ya llevaba mi cuerpo, entonces decidí que me quedaría a dormir en el cuarto de la Muñequita y pasar allí la noche aunque ella no estuviese. Me senté en el sofá y apagué el cigarrillo al tiempo que observaba a la flaca en su trajinar de aseo, de vez en cuando me miraba sonriendo. La música no cesaba dándole romanticismo a la noche; mi mente empezó a juguetear con los recuerdos frescos de mis chicas, en especial con Ceci me ocupaba mucho, la flaca larguirucha venía e iba mostrándome sus largas piernas y sonriéndome al tiempo que bebía también de su vaso un sorbo de vino.
Hubo un momento en que Verónika hubo de acercarse a mi sitio porque por encima de mi cabeza tenía una repisa en la cual colocaba sus vasos, ninguna de ellas tenía un estante o armario para la vajilla y entonces tenían que repartirla en varias repisas y esquinas de sus muebles; muy espartano era el mueblario de esas habitaciones. Se plantó a un lado mientras trataba de tararear la música y se dedicó a colocar sus vasitos en la mencionada repisa. Mis ojos tenían ante sí su cuerpo, sobre todo su bajo vientre cubierto por su vestido y luego veía la blancura de su piel, tras la tela de su traje se dislumbraba tenuemente la conjugación del arco de sus piernas con el vértice de su Monte de Venus; esa panorámica produjó un impacto en mis pensamientos haciéndome reaccionar rauda y espontáneamente, sin pensar.
-"¡Ay!, ¿qué haces?, eres un loco, saca esa mano tuya de ahí y pronto; ¡ay!, bruto, ¡ay!; no me metas los dedos allí, sácalos ya; tu mano es como una garra; ¡ay!, no, no, saca ya esos dedos de allí; no que me rasgas la pantaleta y esta recién comprada: ¡ay!, ¿qué quieres?"-. En mi emoción le había invadido su intimidad con una mano aferrándome con ella a su Monte de Venus, mis dedos se hundían en su ranura y hoyito provocando en ella una verdadera sorpresa. Sus piernas tambalearon provocando que se sentase a mi lado, pero sobre mi mano agresora y cuyos dedos no se cansaban de explorar entre sus carnes. Cerró sus piernas en señal de defensa, mas mi mano no se apartaba de su intimidad, al contrario, se refocilaba refregando allí en sus secretas carnes. Una mano suya tomó mi barbilla para que la mirase directamente, sus ojos claros refulgían, sus labios se entreabrían seductores sin emitir palabra alguna. Luego de unos cortos segundos de diálogo silencioso de nuestras vistas, entonces murmulleó unos sonidos tratando de saber mi intención: -"¿qué quieres?, ¿por qué haces esto conmigo?, me invades con tus manos mi intimidad sin preguntarme si estoy de acuerdo. ¿Tanto te excitó la película?, ¿o es acaso la ausencia de Ceci?. ¡Ay, ¡bruto!, no que me estás haciendo daño con ese dedo metido ahí atrás; sácalo ya, ay"-.
Mi mano, mejor dicho, mis dedos no se cansaban de hurgar en sus flácidas carnes provocando que ella no pudiese hallar una posición cómoda para sentarse, alargué mi mano libre para enganchar su cuello y acercarla a mí y así darle un beso apasionado hundiéndole mi lengua en su boca y provocando en ella una especie de ahogamiento. La tomé por su nuca para atraerla, ella no presentaba un rechazo verdadero: -"ya me tienes toda invadida allá abajo con una mano, ahora quieres mi boca y seguro que mi lengua también. Ug, ug, ug; ¿qué me haces?, ya ni respirar me dejas, ug, ug, ug; uf; seis besos en no sé cuántos segundos. Arturo, yo no puedo suplantar a Ceci, estoy comprometida y pronto me casaré con Jochen. Ay, bruto. Clash, clashh, clashh"-. Me propinó un triple manotazo en mi muslo más cercano, mas no se apartaba de mi abrazo mientras argumentaba la razón para no querer dejarse fornicar por mí en esa tarde ya tarde en la noche. Proseguí con mi ataque sin soltarla; mi intención era clara.
Mis ojos se clavaban en los suyos provocando en ella una extrema incertidumbre, pues sus manos ya no rechazaban mi ataque frontal y directo, sólo sus ojos trataban de ensañarse en los míos para tratar de provocar inseguridad en mí; yo no me dejaba amedrentar con su mirada que se iba convirtiendo lentamente en un manantial complaciente porque de sus labios emanaba una leve sonrisilla semicasquivana insinuándome que le indicara mis deseos. Susurró leve: -"ella viene mañana y entonces te puedes desahogar todo lo que quieras. ¿Por qué estás tan excitado?, viniste todas las noches a dormir con ella, y seguro que fueron noches muy activas, según me cuenta ella. ¡Ay!, bruto, desvergonzado, no, me haces daño ahí abajo. Ug, ug, déjame respirar, eres un torbellino; ay, ay"-.
Mi mano no se cansaba de horadar allá en su bajo vientre mientras la oteaba directo a sus ojos tratando de causar una cierta inseguridad para que se rindiese y se dejase penetrar. En realidad me hallaba muy excitado, a pesar de haber fornicado con Ceci casi todas las noches de esa semana, pero el aspecto de la larguirucha con su cabello largo me excitaban por no sé cuál razón. La volví a atraer con mi otra mano libre hasta tenerla sobre mi pecho de forma que nuestras respiraciones se conjugaban ardiendo incansables; nuestras vistas comunicaban sin pestañear; mi mano le presionaba su nuca para que se acercase; lentamente fue cediendo su resistencia a dejarse besar tiernamente y dejó que mi boca se adueñase de la suya permitiendo así que mi lengua invadiera su boca; su cuerpo se distendió y se posó sobre el mío declarándose por vencida, mas sin emitir sonido alguno; sólo su entrecortada respiración se oía.
Sin alzar la vista me susurró muy suavemente: -"¿me haces todo lo que le haces a ella todas las noches?, ¿sí? Ella me cuenta siempre cuando desayunamos juntas después de que te has ido lo que le haces a ella cada vez que vienes, no se cansa de narrarme lo intensa que es cada noche que duermes con ella; tu lengua se pasea por todo su cuerpo, hasta los más recónditos huequitos llegas a ella. Por favor, no me hurgues con tanta avaricia, hazlo con cariño; ahora sí dame besitos subyugadores, y dame caricias enternecedoras como lo haces con ella. Sabes, mi Jochen sólo se encarga de cabalgarme analmente y luego se duerme a mi lado dejándome insatisfecha; además, nunca me acaricia como lo haces tú con Ceci que le recorres todo su cuerpo a lengüetazos y besos; y allá en lo más escondido le llegas con tu lengua y labios. ¿Me haces así también?, ¿sí?, ¿me metes la lengua en mi rosa rosada?, ¿sí? y luego allá atrás, como le haces a ella, ¿sí?. ¿Sí?, ¿me lo haces?. Jochen me dice que eso es una cochinada y por ello nunca me mete la lengua por allá abajo. Y mucho menos que yo le chupe su pene, peor todavía, pues eso sólo lo hacen las putas baratas, dice él. ¿Sí?, ¿me haces todo?, si me lo haces, entonces sí te puedes pasar toda la noche conmigo para que disfrutes de mí todo lo que tú quieras; no te arrepentirás. Quiero saber cómo es esa sensación de sentir que paseas tu lengua por mi rajita y mi ojito; ¿sí?, ¿me haces?, ¿sí?"-.
Ya era casi implorante su expresión.
Mi erección también era bastante expresiva aun cuando mi ropa interior y mi pantalón impedían que se la presentase en su esplendor. Me fui sentando pausadamente hasta quedar a su lado, pero sin sacar mi mano de entre sus piernas, allí le susurré suaves frases a su oído, entonces reaccionó de manera bastante comprensiva: -"sí; te hago también todo lo que ella te hace, ya te lo dije, Ceci me cuenta detalles de las relaciones sexuales entre ustedes, no se puede contener y me narra muy contenta todo lo que han hecho la noche anterior y sueña con la siguiente. Sí, te lo chupo hasta que eyacules y me suerbo tu líquido, quiero saber cómo es esa sensación de tener la cabeza en mi boca y saborear hasta hacerte llegar a tu éxtasis, sí, sí. ¿Oh, qué haces?, ¿por qué me empujas para que me acueste?, ug, ug; qué besos, dame más con mucha lengua"-. La empujé hasta que quedó tendida, mi boca se posesionó de la suya mientras que una mano mía se volvía a hundir entre sus piernas buscando su rajita vaginal y huequito anal, con la otra me bajé el cierre primero y luego llevé su mano cercana para que tomase mi miembro que ya estaba pronto a reventar debido a la excitación, lo oprimió feroz y luego encerró en su mano mis testículos halándome los vellos de forma emocionada, pues su Jochen no permitía esos toques en su cuerpo, al mismo tiempo yo le hundía mi lengua en su boca tratando de ahogarla; casi un paroxismo sufríamos ambos.
.-Uhmm, qué besos los tuyos; por favor, méteme la mano con mucho cuidado para disfrutar"-. La seguía besando y acariciando para que su excitación la hiciese reaccionar espontáneamente impulsándola a desnudarse y así ofrecerme sus virtudes corporales. Le susurré leves sonidos a su cercano oído, reaccionó casquivana: -"no, primero tú me haces lo que yo quiero, después yo te hago lo que tú quieras; acuérdate que en alemán decimos: <>; ji, ji, ji, y yo soy la damita esta noche. Desnúdame para que empieces tu labor, y desnúdate para estar iguales y poderte sopesar mientras me recorres el cuerpo con tu lengua, como dice Ceci. Ayúdame"-.
Y se fue levantando hasta quedar sentada a mi lado, con sus manos abrió su cierre en la parte posterior de su traje; tomé la falda hasta que su cuerpo quedó libre de ropa larga. Me observó coqueta cruzando sus largas piernas para proteger su rajita tras su pantaleta, no llevaba brasier, sólo una simulación del mismo pero en seda, seductora se presentaba, murmulleó queda: -"desnúdate"-. Sin quitarle la vista inicié mi show para darle placer a su curiosidad; mi pantalón voló hacia el sofá, ella lo dobló y colocó en la esquina del mismo, aprovechó para ayudarme con la camisa que depositó encima del pantalón, entonces murmulleó: -"el calzoncillo, quiero verte bien desnudo para mi placer, hasta ahora ha sido sólo de casualidad; quítatelo"-.
La complací, dejé caer mi calzoncillo, lanzó una sonora exclamación: -"¡oh!, lo tienes muy grueso y muy cabezón. Ahora entiendo por que Ceci siempre grita: <>. Así la llenas toda; ¡uhm! Espérame y voy a la ducha para refrescarme todita y así después no te quejes; ponte cómodo mientras yo regreso perfumada"-.
Se marchó rumbo al baño comunitario de ambas, permanecí allí desnudo sin saber qué hacer, me bebí un largo trago de vino y me senté a escuchar la música; con una mano sostenía el vaso y con la otra acariciaba mis genitales de manera muy distraída. Se oía el zumbido de la ducha, no me pude contener, salí hacia allá y entré allí viéndola como se enjabonaba deleitosamente toda su zona íntima, su mano se hundía entre sus piernas y proseguía hacia atrás para llenarse de espuma perfumada su rayita y huequito anales; abrí de sopetón la cortina transparente provocando en ella una verdadera sorpresa: -"¡uy Arturo, qué susto me has dado!, ¿qué haces acá?, te dije que esperaras. Ugg, ugg, ugg; uff, qué ardiente eres y estás, y tu excitación no es nada despreciable. Uhm, uhm, ugg; qué besos, ya me ahogas; abre la ducha para quitarme todo este jabón y entonces nos vamos a mi cama"-.
El suave calor de la llovizna cayó sobre su cuerpo llevándose toda la espuma; yo aproveché para ducharme rápidamente, pues ya la excitación me dominaba y no veía el momento de apoderarme de las carnes íntimas de esa rubia larguirucha.
La ducha cesó y aproveché para que ella saliera de allí a pesar de sus simulados reproches, no le presté atención y la halé hasta llevarla al sofa mientras que de nuestros cuerpos chorreaban lentas gotitas de agua tibia, me senté y volví a halarla hasta que se sentó sobre mis muslos; sin darle chance a protesta le enganché sus piernas por debajo de sus pantorrillas hasta que su pubis se encontró con el mío. Protestó suave: -"¿qué me haces?, te adueñas de mí sin preguntarme si yo quiero ser amada corporalmente por ti, si deseo que me hundas tu pene en mí vagina, aún no me has hecho esa pregunta, y ya estás con él en toda la puerta apoderándote de mí.
¡Uy!, ¿qué es este ataque?, espera, espera; tu pene es con gorra, ji, ji, ji; y no sé cómo es la sensación en mí si me penetras así, yo sé como es sin gorra porque Jochen es circundidado, no te la bajes para experimentar esa sensación en mí cuando la gorrita se vaya corriendo y roce las paredes de mi vagina, Ceci me dice que disfruta mucho porque siente bien allá adentro la piel corriéndose hacia atrás y es como si le arañasen las paredes de la vagina. Déjame acomodarme bien sobre él para que entre todito. Ah, qué sensación tan profunda, abrázame y méteme toda la lengua en mi boca. Uhm, uhm, así, así, qué lindo me lo hace tu hombría, uhm, me llenas toda allá abajo y mi boca"-. Teniéndola así penetrada me levanté sosteniéndola en volandas para dirigirme a su lecho, retozó verbalmente muy alegre: -"¡uy!, ¿qué haces?, me llevas cargada, me siento casi como una reina que la llevan a su lecho, y además ya estoy contigo en mí; me cargas y me llenas toda, uhmmuah, qué lindo; ¡Ahh, qué noche!"-.
Ya en el lecho me recordó sus condiciones: -"acuérdate, primero tú me complaces lamiéndome y lambiéndome toda, sin excepción, y luego yo te hago feliz; ya te permití que me penetrases, aunque no debería haberlo hecho porque la condición era y es que yo quiero ser acariciada toda, y después tú"-. Me miraba segura pero coqueta, ya allí volvió al ataque: -"déjame acostarme para que me des masajes con tu lengua; pon, por favor, esa música linda que siempre escuchas con ella, a mí también me gusta".- Mi música era casi siempre un ingrediente indispensable en los momentos culminantes cuando de relaciones sexuales se trataba. Coloqué unas melodías a bajo volumen y retorné a su lado contemplando su desnuda figura larguirucha tendida en su lecho deseosa de ser atacada por mis manos, así como por mi voraz boca acompañada de mi lengua loca para entonces complacerla y no desilusionarla.
Me senté a observarla fijamente tomando una mano suya para llevarla a mis testículos para que me los masajease mientras yo la babeaba y lengüeteaba. Sus dedos sopesaron mi hombría murmulleando queda: -"ven y empieza ya con tu masaje bucal. Y no dejes nada, desde mi boca hasta la planta de mis pies quiero que me lamas y lambas con esa lengua tuya. ¡Ah, qué duro está tu pene!, pero primero quiero que me lambas todita y me chupes mi boca, mis senos, me lamas mi vientre y luego metas esa lengua en mi rajita para que me chupes mis ninfitas. Y luego me des muchos besos negros, muchos, muchos. Anda, ven ya, ardo en deseos, ven, ven, ven ya, ya, ya"-. Su vista refulgía implorando ser acariciada.
Su mano se refocilaba con mis testículos sopesándolos garosa, mi vista la ponía insegura, cerró sus ojos al tiempo que susurraba muy queda: -"no me hagas esperar más y ven a acariciarme"-.
El fondo musical era muy romántico, bebí un sorbo del vino e inicié mi <> de esa noche. Y como había dicho mi locuaz amigo gaucho Meno en Berlín: <>, me sumí en la faena de darle placer para no decepcionarla y mucho menos frustrarla. Me arrodillé a su lado agachándome para iniciar ese trabajo arduo de lamerla y lamberla desde su boca hasta sus talones. Muy lentamente fui recorriendo su torso dedicándole una especial atención a sus erguidos senitos cuyos pezones parecían reventarse ya a causa de la excitación que la dominaba. Uno a uno los fui ensalivando al tiempo que ella sostenía distraída mi masculinidad enredando sus dedos en esos vellos largos que cuelgan de los testículos. No abría los ojos lo cual indicaba que disfrutaba al máximo del momento, yo también porque no era mi tipo de mujer, mas en aquel momento ello no importaba, lo principal era que se dejase acariciar y luego fornicar, pues debido a mi intensa actividad sexual con Ceci necesitaba de una mujer aquella noche, no me importaba que fuese su amiga, la maestra, la francesa, Sylvia o alguna otra que quisiese y desease dejarse penetrar por mí. En aquel momento mi cerebro era una inmensa laguna de espermatozoides impidiéndome reflexionar.
Su respiración aumentaba a medida que me iba acercando a su Monte de Venus con la punta de mi lengua loca. La presión de su mano se sintió en mi hombría, ya que se emocionaba cada vez más al sentir mi respiración rondando su bajo vientre. Mi mano derecha se incrustó entonces entre sus piernas y un par de dedos se hundieron en su hoyo anal y otro par en su inundada vagina, allí lanzó un suspiro largo y hondísimo: -"uhmm, Arturo, eres genial, uhm"-. Mis dedos se sumergieron encontrándose en su profundidad y siendo separados sólo por esa telita que se encarga de dividir esas secciones corporales; mi lengua seguía merodeando por su pubis y mi boca se inundaba con su tenue vellosidad; mi mano derecha repleta con sus jugos dejó el espacio libre para que mis labios iniciasen el asalto a su cofrecito. Mi boca se fue acercando a su alcancía que brillaba debido a la cantidad de jugos que emanaban pausada pero muy copiosamente de allí.
Mis labios envolvieron los suyos vaginales uno por uno engulléndolos prácticamente para que el sabor de esa carne pudiese ser catado por mi lengua. Y mi lengua se hundía en su ranurita buscando esa perlita que las hace vibrar, gemir, gritar, chillar hasta el paroxismo total cuando se les es acariciada; la hallé y empecé a lambérsela de tal forma que su cuerpo fue presa de leves movimientos semejantes a calambres, agradables en este caso.
Mis manos se posesionaron de sus nalgas para dominar sus contorsiones evitando hacerle daño y así no echar a perder la faena que le estaba realizando; sus flácidos muslos presionaron mi rostro ocasionando que mi respiración sufriese un poco al no poder inhalar aire libremente; su mano seguía halando mi vellosidad y sopesando mi enhiesta erección.
De pronto una mano suya haló de mi cabellera para que sacase mi rostro de entre sus piernas: -"Arturo, ya no más, ya no soporto más tanta caricia tuya con tu boca; ahora dámelo, quiero sentirte en mí, deseo que me asaltes ya, para sentir ya esa erguida hombría tuya entre mis paredes vaginales. Me lo haces muy lento porque tengo meses largos que no coíto vaginalmente, sólo analmente, y quiero disfrutar mucho de esa penetración, ven ya y no me hagas esperar más. Será, será tu regalo de bodas porque pronto me casaré con Jochen y mañana viene Ceci y seguro que te le dedicarás a ella, entonces ya no habrá más chance para que me ames corporalmente, sólo seré tuya hoy y nunca más; y tú, tú tienes a tu linda Ceci; y por ahí te vi con una chica de pelito corto, ji, ji. Espera me pongo más cómoda para que me puedas amar bien y largo rato con esta hombría tuya tan dura, uhm"-.
Se fue estirando cuan larga era y echó sus piernas hacia atrás argumentando: -"sí, así de frente para veas mi expresión de dicha y placer cuando vayas hundiéndomelo todito lentamente, y para que me puedas llenar mi boca también con esa lengua tuya que me ha acariciado y babeado toda mi intimidad genital, me hiciste flotar con tanta caricia bucal tuya. Uhmuah, aún sabe a mis jugos, muah"-. Su boca envolvió la mía mientras echaba sus piernas hasta su pecho susurrando nuevamente: -"con delicadeza para que no me la hieras y para poder disfrutar cada segundo de cada milímetro que vaya entrando en mí; acuérdate que mi vagina esta casi cerradita porque Jochen me penetra sólo analmente, pero yo tomo píldoras igual que Ceci, pues de repente se le ocurre a él que quiere también por delante y no quiero quedar preñada ahora. Dámelo ya, ven y pronto"-.
Sus largas piernas delgadas se echaron hacia atrás para dejar a toda mi disposición la puerta de entrada a su paraíso vaginal; su largo cabello aurífero se extendía sobre la almohada, con sus manos sostenía sus muslos para que no cerrasen el acceso a la entrada a su dichosa cajita carnosita poseedora de mucho placer para un ser masculino deseoso de entrar allí y hacerla feliz. Su mirada era deslumbrante y hasta seductora; en el fondo se oía casi penumbrosamente la música instrumental que nos acompañaba en ese momento inolvidable para ambos. Estiró sus piernas para apoyar la planta de sus pies en mis hombros, soltó sus manos de sus muslos alargándolas para tomar mis brazos y atraerme hacia ella, hacia su su cuerpo. Suspiró hondamente: -"ah Arturo, empieza ya con tu agradable tarea"-. Y ya no me hice rogar más. Tomé una mano suya para que se hiciese dueña de mi erguida masculinidad y así ella misma la llevase hasta la ranura que era la entrada a su vagina; una mano mía comprobó la humedad en su interior para saber si ya la excitación inundaba toda esa zona suya; sí, era una auténtica laguna, divino pensé y ella igual: -"¿te das cuenta?, ya te puedo recibir, no me hagas esperar más y ven a mí"-. Esa frase me recordó a mi Muñequita en sus momentos de éxtasis conmigo.
Y ya nada me detuvo en mi tarea para complacerla. Su mano condujo mi glande hasta la entrada de su ranura, lo colocó allí y alzó un poquito su cadera para que se hundiese entre sus delgados labios vaginales; su otra mano me atrajo para susurrarme quedamente: -"despacio, muy despacio para disfrutar de cada instante; es mi única vez contigo y quiero que sea inolvidable; quiero disfrutar cada instante de la penetración, así como cada milímetro de tu pene que entra en mí; hazlo con mucho cuidado porque ya te dije que hace mucho tiempo que Jochen no me penetra la vagina; dame un beso bien largote e invádeme, ven"-. Alzó su rostro para apoderarse de mi boca mientras que su mano enrumbaba mi masculinidad hacia el interior de su intimidad vaginal; el contacto de mi glande con su rajita la hizo reaccionar muy queda: -"dámelo con tu gorra, quiero sentir que se echa hacia atrás dentro de mi cuerpo; hoy quiero sentir todos los placeres. Sí, así, poco a poco, no te apures; entra en mí poco a poco. Muy despacio, sí, ahh, qué lindo, eres muy delicado y tierno. Sí, un poquito más, uhm, muah, qué dicha, qué dicha"-.
Mi miembro se hundió pausadamente en su cajita mágica, de su boca emanaban largos suspiros de placer, disfrutaba al máximo; mi pelvis se choca con la suya rozándose nuestras vellosidades, entonces murmulleó: -"mételo y sácalo pero con mucha lentitud. Sí, así, así. ¡Ah, qué dicha!, no no aceleres, domínate, quiero sentirte ahí adentro un rato bien largo, muah, muah"-. Me besaba locamente mientras mi masculinidad se movía allá adentro como un émbolo para así satisfacer sus deseos, volvió a susurrar: -"abrázame bien fuerte cuando eyacules. Oh, ya viene esa descarga, ven y estrújame, toma mi boca y mete tu lengua. Uhmm, uhmm, uhmm, uhm, qué dicha la mía"-. La abracé casi engulléndola y dejé que mi savia inúndase copiosamente sus entrañas, mi boca se adueñó de la suya, sus manos se aferraron a mis espaldas para que no me separase un sólo milímetro ni instante de ella.
Su mirada se pierde en el techo, mis labios buscan los suyos; nuestros estertores disminuyen espaciosamente, me dejé caer hasta quedar a su lado, allí ella se emocionó sobremanera mirándome fija: -"uhmuah, estuviste estupendo, gocé largo y mucho; cada vez entiendo más porque Ceci se emociona cuando sabe que vendrás a dormir acá con ella, me dice siempre que eres un torbellino para hacer el amor; y es cierto, muah, gracias por ser comprensivo conmigo, nunca olvidaré esta noche contigo. Ji, ji, ji, ahora me toca a mí, tu pene ya no está tan grueso ni largo, ahora sí me lo puedo meter bien en la boca y chupártelo como te lo hace Ceci"-. Se colocó de rodillas a mi lado mirándome ansiosa, una mano suya recorrió mi torso bajando hasta llegar a mi pubis húmedo con sus jugos, tomó el pene para simular una masturbación y para comprobar su semidureza, sonrió aprobativa: -"ya no está tan duro, te chuparé sólo la cabeza, déjame y te echo la gorra para atrás para lamértelo y así se te vuelva a poner bien duro"-. Y de inmediato engulló mi abatido pene aprovechándose de que se debilitaba a causa de la reciente eyaculación. Tomó el glande entre sus labios voraces, luego lo refregó con su lengua ocasionándome un hervor en todo mi cuerpo, y así prosiguió cerrando sus ojos para concentrarse en su tarea hasta que se erigió, allí me solicitó que la volviese a poseer y penetrar vaginalmente, la complací generosamente en dos ocasiones más hasta que murmulleó estar complacida.
Nos abrazamos sin separarnos un único instante hasta que ella se adormeció dichosa y plena de líquido seminal. Sólo el suave silbido de su respiración se oía en la soledad de la habitación, ya la música había terminado. Quise levantarme, pues yo quería irme a pasar el resto de la noche en el cuarto de Ceci en su cama, ello la despertó: -"no te vayas por favor, quédate acá conmigo; será nuestra única noche y quiero tenerte a mi lado para que me ames cuanto quieras; no te olvides, mañana viene Ceci y ya no tendremos más contacto privado; bueno y además, en 2 ó 3 semanas me iré para siempre de Dortmund a vivir en el pueblo de Jochen"-. Alargó una mano hasta hallar mi pene asiéndolo de manera suave pero firme cerciorándose de su dureza: -"te fijas, estás excitado y aquí estoy yo deseosa de ser amada por ti, ¿a qué esperas?, anda ven, no seas egoísta conmigo; compláceme dándome toda esta dicha mía que cuelga erecta de tu cuerpo; si quieres, me puedes penetrar mi anito para que tengas variación, ¿sí?, ¿quieres probar mi anito?, mis nalgas no son tan lindas, prietas y duras como las de Ceci, pero están bien también; ven y lléname atrás con esa larga carne viril, toma, muah, muah; ven Arturo, dámelo todo, espera me volteo"-. Colocó la almohada debajo de su bajo cuerpo para que sus nalgas se irguiesen y así facilitar mi labor, abrió un poco las piernas mientras que se humedecía el esfínter con saliva suya, luego la alargó hasta hallar mi cadera, sus dedos se aferraron y me atrajo hasta sentir el glande en la entrada de su hoyito, su voz era leve pero ansiosa: -"ya, entra ahí en mí, poco a poco mas con suave firmeza. ¡Qué bien!, más Arturo"-. La poseí analmente para placer suyo y mío, pues no esperaba que me ofreciese su trasero porque su novio era su dueño. Permanecí con ella toda la noche tal como lo deseaba. En la mañana nos despedimos porque no sabíamos cuándo se aparecería mi Muñequita, me fui a mi covacha para ducharme y quitarme todos los aromas y sabores de Vero, luego me tendí a dormir para recuperarme, pues Ceci seguramente querría ser amada también esa noche siguiente.
Unos toquidos nerviosos a mi puerta me sacaron de mi sopor, el tico Rafael: -"epa lirón, levántese, lo llaman por teléfono, es tu niñita linda, apúrate"-. Me envolvi en una levantadora deshilachada y fui hasta el pasillo. Sí, era ella divertida: -"hola Arturo, ya estoy acá en Dortmund, ven para presentarte a mi hermana Magdalena, y bueno, para que nos encontremos"-.
Volví a mi cuarto para buscar las zandalias e irme a la ducha, luego me acicalé lo mejor que pude, pues su hermana era dizque muy linda. Volé con mi escarabajo por las calles casi vacías de ese domingo en Dortmund, estacioné y subí exhaladamente las escaleras, toqué nervioso a su puerta, adentro se oían animadas voces femeninas, Vero también. Ceci abrió la puerta: -"oh Arturo, muah, pasa; mira, mi hermana Magdalena y bueno, a Verónika ya la conoces"-. Su hermana se levantó extendiéndome su mano hasta encontrar la mía. Mis pensamientos volaron a Berlín, pues tenía una semejanza increíble con Hilde, cabello rubio y largo, ojos azules, rostro muy fino de piel delicada y tersa, unos 173 cms de estatura y de porte elegante, guardé silencio, se dio cuenta de mi perturbación: -"un placer Arturo, Ceci nos ha hablado mucho de ti, sólo cosas buenas y lindas tuyas"-. Logré dominarme y balbucir algo similar; Vero no me quitaba la vista y protestó: -"bueno, ¿ya no me conoces?, salúdame, ven, hasta con besito, muah"-. Las tres sonrieron coquetonas; Magdalena no me quitaba la vista de encima, Ceci se dio cuenta y runruneó segura: -"Magda, yo me voy con Arturo a su residencia para que puedas dormir acá tranquila y mañana tomes el tren para Helsinki; yo vengo a buscarte con su escarabajo. Arturo, vamos a tu residencia"-.
Magdalena se quedó allí de pie, Vero protestó otra vez: -"bueno Arturo, despídete de mí, pero con besito, muah"-. Risas mil de las tres.
En el camino me contó que Vero la había pasado muy lindo conmigo en el cine y las pizzas después, pero nada más, menos mal, pues no quería echar a perder la amistad con la Muñequita porque era muy placentero y divertido su comportamiento conmigo. Llegamos a mi covacha y ella de inmediato se me lanzó encima: -"Arturo, Verónika me dijo que la habías llevado a ver <>, tendremos que ir porque quiero ver ese film contigo, pero ahora estoy mucho lo deseosa de ser amada ya. Sácatelo para verlo, pues estoy ansiosa. ¡Oh, qué colorado lo tienes!, ¿es por tanto roce del jueves pasado?, sí creo porque estuviste muy activo y no cesabas de meterlo y sacarlo, pero me complací mucho, ya que me satisfizo bastante tu intensidad, ven y seguimos para que me sofoques esta hambre mía por ti. El viernes y sábado sólo lo pasé pensando en ti y tus caricias, las cuales me hicieron falta.
Apaga todo, no quiero música ni vino, sólo tu gatote en mi gatita acariciándola y masajeándola bastante rato; ven y ámame; me muero de sed por ti, y como siempre lo quiero sentir bien hondo en mí, hasta que los vellos de tus huevitos me rocen la ranura anal, no me hagas esperar más y móntate para que me lo hundas bien profundo y me cabalgues briosamente largo rato, apúrate y ven a mí que ya no aguanto más"-. Ya me sentía muy recuperado del trajín con la flacuchenta y procedí a darle placer a mi linda Muñequita. Copulamos bien intensamente hasta casi medianoche aprovechando la tranquilidad del domingo. A la mañana siguiente se llevó mi escarabajo para buscar a Magdalena quien se casó y vive desde entonces en Helsinki.
Vero desapareció unas semanas más tarde prometiendo que nos enviaría la invitación para su boda, nunca llegó nada. Mi regalo de matrimonio se lo había entregado ya con anticipación, espero que jamás lo haya olvidado. Su habitación fue utilizada desde entonces por el propietario como depósito para trastos viejos de manera que Ceci vivió de allí en adelante sola, era una ventaja para mí porque podía ir cuantas veces quería sin ser molestados o interrumpidos por una vecina curiosa como lo era Verónika.
Continuará. Cap. 21. Retorno a Berlín.