Ya tenía dueño. Al fin alguien a quien seguir, alguien por quien levantarse cada mañana y anelar cumplir hasta el mas mínimo de sus deseos.
No solo se hicieron amigos, eran complices, socios, amantes, dueño y mujer. Eso eran y ella era feliz.. El primer punto a cumplir fue el ser solo para él. No dudó en aceptar. Fue dificil la tarea pero eso la hacia hacerlo con más gusto. Las llamadas no se hacían esperar, los amigos ahora deseaban estar mas a su lado, saber mas de esa persona que la hacia dejar de lado su mundo de reciente creación para ser sola y únicamente de él.
Y la tentación no era fácil de evitar. No faltaba quien en algun momento, con el agrado de saber que dentro del espacio de la hechizera uno puede ser simplemente amante y amado, le pidiera acceso para compartir junto con su pareja de la sencilles y la facilidad de comvertirse en los mejores amantes en un encuntro lleno de lujuria y deseo.
Ellas llegaban al punto de dejar empapadas las sábanas cuando nunca antes en ningún otro lugar lo habían hecho. Y ellos, vaya, ellos pedian repetir una y otra vez, sin pensar en el tiempo y el momento invertido, volver a sacar litro tras litro de leche, sudor y saliva repartadas en cada sesión de ardiente entrega carnal. Era delicioso oirlos en el cuarto de al lado, mientras el golpe de las carnes y los gemidos se hacian cada vez mas fuertes, y las manos de la hechizera se juntaban para evitar tocarse al escuchar como ella pedía que le dieran verga una y otra vez.
Es de esos martirios deliciosos, de saber que uno podria estar justo a un lado de ella mientras el la abre para lentamente dejarla sentir su carne llenandola. Poder ver como ella se pone de rodillas para saborear esas 7 pulgadas de carne dura y sujetar su cabeza para que entre lo mas profundo en su garganta... Pero no, estaría honrando el deseo de su dueño, y la hechizera sabía muy bien como cumplir.