Ariadna no me contó la tercera parte de la historia con Luis y Xavier, sino hasta que la escuela organizó un viaje masivo (dos camiones) a [...], saliendo de nuestra ciudad una madrugada para volver bien entrada la noche del mismo día. Novios “oficiales”, Ari y yo nos sentamos juntos en el viaje de ida, apenas dándonos uno que otro beso mientras seguíamos el desmadre del grupo. En unas ruinas arqueológicas yo observando desde atrás de una barda que me llegaba al pecho, listo para dar la voz de alarma, Ari se hincó para hacerme una de las mejores mamadas de la historia. En el viaje de regreso, tapados con una manta y con casi todo el camión durmiendo el cansancio y la borrachera, mientras yo la tocaba, ella me contó en voz muy baja lo que hoy les cuento. Vamos a ello.
Esperé más de un mes a que llegara la ocasión propicia. Luis, que se había revelado como un chavo capaz de eso y más, era mi cómplice y ya sabía de mis intenciones, y fingiría sorpresa llegado el momento. Xavis creía que era el único hombre en mi vida, y aunque a veces le daban celos y se ponía pesado, estaba entrando al aro.
Fue, faltaba más, con ocasión de otro ejercicio de geografía, en casa de Luis, cuyos padres, para variar, no estarían. Elsa, Juan y Marisela se habían cambiado de equipo y, en lugar de ellos, estaba el Gordo Martínez y una chava equis llamada Malú. Acabamos los mapas rápidamente y terminando, nos despedimos Malú y yo, pero cuando salimos alcancé a decirle a Luis en un aparte “papi: regreso en quince minutos, y si no te has deshecho del Gordo, te castigaré un mes”. Dejé aposta mi mochila en lo de Luis, para tener pretexto.
Cuando regresé Luis me abrió luego de que casi derribo la puerta. Estaba en chorts y camiseta y me dijo, guiñando el ojo, que se habían instalado en la azotea. Subí a ver y, en efecto, tomaban el sol fuera de la vista del mundo, jugando Risk y bebiendo vodka. Me senté con ellos, exigiéndoles volver a empezar el juego y empecé a atizarles hasta que se aliaron contra mi y me fueron arrinconando.
Había pasado cerca de una hora y yo sudaba como marrana debajo de mi body negro y mis ceñidos jeans, mientras ellos se veían la mar de cómodos en chort y camiseta, atizándole a los vodka tonics con mucho hielo (yo llevaba uno ligerito por dos de ellos, bien cargados). Entonces dije: “yo también quiero sol”, y me quité el body y el pantalón, quedando en bragas y bra, y ante la mirada azorada de Xavier, dije, “total, ya me conocen en ropa interior, ¿no es cierto?”
Entonces empecé mi juego: con el pie derecho acariciaba el pene de Luis, sentado frente a mi, y con la mano magreaba a Xavier, acariciándole apenas la parte interna del muslo, muy cerca de la ingle, sin llegar más lejos porque con eso bastaba. Empezaron a ponerse rojos y a verme con los ojos muy abiertos, sobre todo Xavier. A los cinco o diez minutos de haber empezado el juego alterno, me rendí en el Risk. “Juguemos otra cosa –les dije-, un dominó, beisbol, de apuesta”.
Pero entonces se paró Xavier y dijo: “lo que tu quieres, puta, es que te la metamos los dos, ¿no es cierto?”, y sin darme tiempo a contestarle me jaló, me abrazó y me selló los labios con los suyos. Con fuerza me pegó a su cuerpo, sujetándome por la cintura y haciéndome ver estrellas... y pensé que también era su juego, que quizá sería mejor su juego, y tan pronto tuve libre la boca dije “si”.
Entonces sentí las manos de Luis en mi espalda, desabrochándome el bra, y de inmediato metió su verga entre mis nalgas, apenas cubiertas, todavía, por mis braguitas. Ahora sentía sus dos vergas, una presionando mi estómago y la otra entre mis nalgas.
Cerré los ojos sintiendo como me sobaban cuatro manos, cómo apretaban mi cuerpo entre los suyos, y como crecía y crecía la tensión de mi sexo, cómo se hinchaba mi clítoris y se me hacían agua el coño y la boca.
Por fin, luego de unos minutos eternos, Xavier se separó y dijo que bajáramos de la azotea, pero yo les pedí que, antes de eso, se bajaran los pantaloncillos, hincándome yo para venerar a priapo. Alterné lengua y manos, yendo de uno a otro, y no tuve que esperar mucho para hacerlos venirse, primero a Xavier y luego a Luis.
Haciendo caso de la petición de Xavier, bajamos al cuarto de Luis, pero fue el Xavis, otra vez, quien me echó sobre la cama, me arrancó las bragas y, con el pito otra vez parado, cosas de la edad, me penetró.
Entonces pasó algo que yo suponía que ocurriría ese día, pero que había querido negarme: Luis empezó a movernos y a pedirle a Xavier que nos diéramos vuelta, y quedé yo entonces sobre Xavier, recargada en mis codos, con las piernas dobladas, saboreando su duro pene. Subía, bajaba y daba vueltas a mi aire, cuando Luis me puso la mano en la nuca y, haciendo presión, me obligó a bajar la cabeza y a recostarme totalmente sobre el torso de Xavier, quedando mi culo un poco respingón, aunque con la verga todavía bien adentro, porque el Xavois movió debajo de mi su pelvis para que en la nueva posición siguiera gozando de mi cuevita.
Y sentí entonces lo que ya imaginaba: Luis puso su verga en la entrada de mi ano, y empezó a empujar, a la vez –también tenía su teoría- que me pedía que pujara. Era la primera vez: Lencho había querido sodomizarme pero yo le había negado la entrada, y ahora era Luisín quien se llevaba las primicias, mientras Xavier seguíaa moviéndose debajo de mi.
El conocido placer se mezclaba con un creciente dolor quemante, y empecé a gritarle a Luis que fuera despacio, que se saliera, pero Xavis me tenía agarrada desde abajo, y Luis tenía todo su peso sobre mí, y seguía hollándome el orto. Entonces decidí pujar y pujar, pensando que tenía dentro un gran mojón y que había que cagarlo, y si bien no acabó el dolor, si cedió bastante y pronto sentí la verga de Luis cómodamente alojada en mis intestinos.
Pero entonces empezó a moverse y sentí que me laceraba otra vez. Y para colmo, todo eso había secado la vagina y los movimientos de Xavier también me dolían, así que les exigí “coño, cabrones, acaben rápido”. Por fin lo hicieron, primero Xavier y luego Luis, y agotado y dolorida me tendí a su lado, y les dije que no había estado nada bien, y que tenían que reivindicarse.
Y entonces Luis empezó a acariciarme despacito, las plantas de los piés, las pantorrillas, los muslos, y Xavier me hacía cariñitos en la cara y el pelo, dándome besitos, y tal, pero yo no quise hacerlo otra vez, no de momento, y les dije que me iba, pero me ducharía antes.
Al salir del baño, Xavier se había ido, y Luis empezó a disculparse, a besarme, a acariciarme con tal humildad que me encendió otra vez. Me acostó y me penetró con toda delicadeza, moviéndose despacio y dulcemente. Y empezaba yo a gozar cuando Xavier salió de debajo de la cama, y se hincó sobre mi. Yo entendí el mensaje y empecé a mamársela, con la misma suavidad con la que Luis me estaba cogiendo.
Y fue así como llegué a mi casa igual de sucia y olorosa que si no me hubiese bañado, pero antes de que mi jefa se diera cuenta, corrí al baño.
Y ahora, mi rey –terminó-, te vas a comer este. Sacó su mano de dentro de mi pantalón y me obligó a lengüetear los jugos que me había exprimido con la delicada masturbación que me venía haciendo mientras contaba.
Y falta un capítulo –añadió, antes de recostar su cabeza en mi hombro-, un último capítulo que estoy seguro que te gustará aún más: la incorporación de Marisela.
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