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Categoría: Confesiones

Para S. (II)

Mi Lolita ha pedido que siga con la historia y además Laura, una animosa argentina a la que desde aquí saludo y agradezco su mensaje, se ha adelantado estusiasta a la petición (ver cuento "Para S. (I)" y Comentarios). Así que con mucho gusto y especialmente dedicado a ellas dos, continúo estos recuerdos para que quede de ellos constancia, aunque sea anónima, y por si a alguno le hacen, como a Laura, disfrutar.

A S. la conocí hace ya más de dos años, cuando entró, todavía estudiando la carrera, a hacer unas prácticas de verano a la empresa en la que trabajo. Tuve que darle, a ella y a otra docena de estudiantes de derecho y económicas de últimos cursos, un pequeño curso introductorio. Ella no iba vestida de una forma especialmente descarada o preparada. A mí no me gustan las mujeres que se pintan o que van demasiado arregladas a trabajar. Las prefiero naturales, frescas, sencillas. Pero S. me llamó la atención por su sonrisa alegre, por su culo sensual, por sus camisetas que me hacían soñar en sus pechitos de lolita.

Ella me miraba tímida y más de una vez se pusó colorada cuando me dirigía a ella de forma directa. Pero de vez en cuando algo en su mirada me decía que la jovencita que tenía sentada delante pensaba, cuando me miraba, en algo más que en los prosaicos asuntos que les estaba presentando.

Terminado el curso me tocó distribuir a los nuevos becarios entre los distintos Departamentos. Por supuesto ellos nunca supieron que la decisión fue sólo mía. A cada uno lo asigné según sus capacidades o interés y según las necesidades de cada Departamento. No fue casual que S. terminara asignada a mi Departamento, bajo mi directa tutela.

En parte me gustaba su estilo y pensé que podría funcionar, por otro lado, me dije, así alegrará mis mañanas con sus pantalones vaqueros informales y cada mañana me dará nuevos temas en qué pensar: ¿llevará el sexo depiladito?, ¿habrá catado algun afortunado ese culito?, ¿esos labios que me sonríen pícaros, se habrán llenado esta noche de semen o será de las que ni lo prueba?. En cuanto me dijo que por las tardes iba a tomar el sol a una playa cercana que es medio nudista otra pregunta se sumó obsesiva: ¿hará nudismo?, ¿estarás centos de personas por la tarde disfutando de esa visión que yo tanto imaginaba?.

Pasó un mes y la confianza entre los dos aumentaba. Ya sólo se sonrojaba cuando la promocaba, pero ni aún así se quedaba atrás si, medio en serio medio en broma, entrábamos en algún comentario de orden erótico o sexual. El primer mes pasó y los becarios organizaron una cena de confraternización a la que, cómo no, invitaron a su introductor en la empresa, al joven abogado que les explicó, en unas horas, la filosofía y las normas de la empresa.

Para mí era un compromiso. Me parecía más lógico que los becarios hicieran la cena por su cuenta, para criticar libremente y sín límite - a veces con razón, otras sin ella- a la empresa y a sus jefes temporales. Pero no podía rechazar la invitación, así que fui a la cena con intención de irme a la primera copa para no coartar su libertad.

Yo no lo busqué, pero los grupitos se fueron haciendo y S. se sentó a mi lado. El restaurante estaba abarrotado de veinteañeros en cenas de todo tipo. Eran las fiestas de un pueblo cercano y la cerveza y el vino corrían. En torno a una mesa libre de mantel de papel nos sentamos todos apretados trayendo sillas libres de una lado y de otro. El muslo de S. se apretaba contra el mío, por el otro lado tenía yo una de las patas de la mesa. S. no parecía molesta por el contacto y yo tampoco hice nada por evitarlo. Los movimientos propios de la cena las sentía como caricias pero no sabía si ella era consciente de ese contacto, si lo buscaba, le excitaba o le daba igual.

Tras los postres nos fuimos de bares y S. se mezcló con otra gente. Se la veía alegre, entre risas, espléndida. A mí sólo se me pegaban los pesados que querían hablar del trabajo, hacerme la pelota o aparentar conocimientos elevados mediante el nefasto sistema de criticar sin mesura a sus jefes. Era el momento de marchar y dejar a cada uno lo que le corresponde y que algunos becarios se pelearan por comerse ese cuerpito de lolita veraniega.

Mi salida debía ser discreta,pero S. parecía atenta a mis movimientos y cuando me disponía a marchar ella se acercó:
- ¿te vas ya?- me preguntó en un tono meloso que yo no le conocía.
- sí, ya es hora. Además estaréis mejor tomando cañas entre vosotros. - Contesté un poco torpemente.
- Pues yo prefiero que te quedes. Eres más interesante que todos estos juntos. - Me quedé sin respuesta por un par de segundos, descolocado por su atrevimiento. No sabía cómo interpretar sus palabras, pero con seguridad lo que no quería es que una docena de becarios de mi empresa me vieran coquetenado con S. y mucho menos que lo comentaran el lunes a la hora del café.
- Pero yo creo que no debo. Así es mejor. - acerté a decir recuperando autoridad.
- Tienes razón. Ya es hora. ¿Me acercas a casa? Trini también quiere marchar. Puedes llevarnos a las dos y pasar primero por casa de Trini.
- Como quieras - le dije, paladeando en mi memoria la forma de decir ella que a Trini la dejaríamos primero.

Salimos los tres sin despertar sospechas y a Trini la dejamos en su portal. En cuanto Trini cerró él portón, levanté el embrague y S. me dijo directamente:
- Ya sé que no tengo nada que hacer contigo y que tienes novia, pero por lo menos me darás un beso, no me vas a dejar a mí tan friamente como a Trini, ¿no?.
- Ya veremos. - temí que hubiera sonado duro, pero fue lo único que se me ocurrió. Me daría tiempo para pensar qué quería hacer.
- ¿qué tipo de beso quieres?- pregunté intentando animarla y excitarla un poquito.
- el que quieras darme... lo que quieras hacerme -corrigió hábilmente- pero por lo menos un besito en la boca.
- ¿hasta dónde quieres llegar?- pregunté para saber qué suelo pisaba.
- hasta tu cama, si se pudiera.
- se puede, pero sólo si es un polvo y punto. Una locura de una noche. Sin líos ni compromiso alguno, ya sabes que tengo novia y lo último que quiero es un lío en la oficina.
- y yo lo único que quiero es que me folles. Lo demás es tu problema y me da igual- esa forma de decir "que me folles" terminó por convencerme.

La llevé a casa. Sin introducciones ni miramiento la llevé a mi cama y empecé a desnudarla. Le quité la camiseta, hacía semanas que había mirado sus pechos y ahora los tenía a mi alcance. Bajo la camiseta llevaba un bikini, en lugar de sujetador, lo cual me sorprendió. Lo solté y me quedé mirando, aun sin tocarlos, sus pechitos pequeños y el pezoncito que salía disparado hacia delante. Acerqué mis labios despacio y el contacto con ese pezón durito y excitado me hizo estremecer de placer.

La seguí desnudando. Ella se dejaba hacer, pero no hacía nada. Sólo le quedaba una tanguita negra y me pidió que apagara la luz porque le daba vergüenza.
- seguro que somos capaces de superarla- le contesté sonriendo mientras mis manos entraban por debajo de la tanga a acariciar su culito duro de deportista.

Yo estaba sentado en la cama vestido, ella de pie desnuda y mis manos masajeaban sus nalgas en movimientos circulares, abriendo y cerrando sus muslos, imaginando que los movimientos los sentiría ella en sus labios. Sólo entonces ella empezó a desabrocharme la camisa. La dejé hacer. Estaba nerviosa y era tan inexperta como yo había imaginado.

- Me da vergüenza que pienses que yo no sé follar, no lo he hecho más que dos veces con un chico que no tenía ni idea... Yo me quedó aquí tumbada sin hacer nada y tú lo haces todo, ¿vale?
- Como tú quieras- la tumbé y mientras mis labios besaban sus muslos mis manos le quitaban poco a poco la tanga.

Mi lengua llegó a sus labios menores que estaban ya húmedos, pero quise mimarlos, para darle a esta mujercita la noche que merecía.

Ella no cambió de posición en dos horas y cinco orgasmos, no hizo nada, pero por sus reacciones y por sus orgamos sanos y desmedidos, yo ya supe que esta lolita llegaría a aprender de las manos de un maestro los secretos del sexo y llegaría a disfrutar y a hacer disfrutar como pocas mujeres que yo haya conocido, y les aseguro que no han sido pocas. Fue entonces la primera vez que pasó por mi cabeza que S. fuese no sólo mi becaria, sino mi alumna.

(Ya sabéis: si queréis más, hay que pedirlo.)
Datos del Relato
  • Autor: Miguel
  • Código: 3398
  • Fecha: 07-07-2003
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 5.71
  • Votos: 66
  • Envios: 1
  • Lecturas: 3312
  • Valoración:
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Tatiana
invitado-Tatiana 08-07-2003 00:00:00

Estas muy rogado para terminar historia, pero te pido que por favor lo hagas porque esta muy interesante y me gusta porque estoy viviendo una igual, ya llevamos mas de dos años llevando una relación así, hasta que me enviaron para otra ciudad y no nos hemos vuelto a ver pero es muy excitante este tipo de relación, y llegas a un punto en que comienzas a vincular sentimientos, ya no es solo sexo.

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