De muy mala gana recibí la noticia que las próximas 3 semanas me habían asignado trabajo de campo. Iba a un pueblo pequeño, montaña adentro por un camino sinuoso y polvoriento, a 74 km de lo que conocemos como civilización, no por ello cierto.
Llegué, me instalé en mi aposento, y de inmediato me dirigí a trabajar, buscando terminar antes del tiempo estipulado y poder salir de ahí lo más pronto. Era una pequeña pero moderna planta procesadora, a la que dábamos servicios de cómputo.
Tan concentrado estaba en mi labor, viendo la pantalla, que me asusté al oír una voz femenina muy ceca de mi oído que susurró: "Qué, estás viendo porno?". Solo atiné a decir: "No, claro que no", al tiempo que me volteaba.
Detrás mío estaba una mujer de unos 25 años, con un vestido humilde pero muy revelador y provocador, un escote que mostraba unas frondosas tetas y tan corto que dejaban ver unos deliciosos muslos, que la hacía lucir hermosa y seductora.
Riéndose, y moviéndose sensualmente, agregó: "Te asusté?, perdón, era una broma, y quería conocer quién había venido. Me llamo Paola, mi tío es el dueño de esto. Trabajo aquí, y hoy es día de limpieza de tanques, ya se hizo, todos se fueron, y ya no vendrá nadie más el resto del día.
Yo, aún perplejo, solo la escuchaba. Con un tono pícaro, acotó: "y por cierto, a mi tampoco me gusta ver porno, prefiero actuarlo, hacerlo". Reía y se me acercaba lentamente, hasta quedar sentada sobre mis regazos, frente a mí, como quien quiere cabalgar, y procedió a comerme la boca a besos, su lengua jugaba, luchaba con la mía.
Respondí, posando mis manos sobre sus muslos, acariciándolos, subí, buscando su calzón para quitárselo. Al llegar a sus ingles, Paola gimió: "hoy no uso ropa interior". Bajó los tirantes de su vestido, me ofrecía sus tetas. En efecto no tenía calzón, ya mis manos tocaban sus nalgas, mientras mi boca se llenaba con sus pezones, y ambos gemíamos de placer.
Repentinamente, se levantó, yo sorprendido iba a reclamar y manifestar que esos jueguitos no me gustaban, cuando ella dirigiéndose a la puerta la cerró con llave y despojándose del vestido dijo: "Qué, no te vas a quitar la ropa?
Rápidamente me desnudé, mi erección era más que evidente. Paola me empujó hacia la silla, y sentada nuevamente sobre mi regazo, tomó mi pene y lo introdujo en su vagina de un solo, y empezó a moverse arriba y abajo, arriba y abajo, cada vez más rápido y violento. Yo no hacía nada, ella hacía todo, ambos disfrutábamos con gemidos cada vez más eróticos y emotivos.
Yo, por más que trataba de evitarlo, estaba ya a punto de llegar al clímax y eyacular, cuando repentinamente Paola se detuvo, y con unos movimientos convulsos, apretándose contra mi cuerpo, logró su orgasmo, mientras gesticulaba: "Sí, que rico, que rico, delicioso".
Luego de unos segundos de descanso, se levantó de mi regazo. Yo desconcertado, la vi dirigirse desnuda a la cocina, un cuerpo impresionante. Volvió con servilletas, tomó mi pene aún erecto, lo acarició, lo sacudió, me masturbó deliciosamente, hasta hacerlo eyacular. Le pedí "chúpamela", me miró, no dijo nada, pero tampoco lo hizo, y evitó el reguero con las servilletas.
Mientras cubría aquel delicioso cuerpo con su vestido, me advertía: "Vas a estar aquí 3 semanas, así van a ser las cosas, vas a ser solo mío, y vas a hacer lo que yo quiero y como yo quiero. Si no estás de acuerdo, di no, y ahí acaba".
No dije nada mientras me vestía. Paola abrió la puerta y se marchó. Yo traté de retomar lo que hacía antes de tan placentera interrupción.
¿Qué más pasó en esas 3 semanas?... Ya se los contaré más adelante...