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Después de la primera noche de cambio sexual, pasaron varios días en los que nos centramos en la monotonía de las vacaciones en la playa (a mi nunca me han gustado, la verdad). Por la mañana playa, a mediodía comida, siesta y después por la tarde piscina de la urbanización que, por cierto, siempre estaba vacía.
No volvimos a hablar de la noche de sexo que tuvimos, salvo al día siguiente, en el que comentamos un poco por encima la jugada y capté que a mi mujer le había gustado, por sus comentarios y su lenguaje no verbal.
Yo estaba deseando repetir algo parecido pero no sabía muy bien cómo ni dónde. En mi cabeza surgían muchas variantes, pero la verdad es que como estábamos con los peques, prácticamente todas ellas eran imposibles.
Mientras tanto, vivía (sexualmente hablando) de ciertas situaciones cotidianas que hacían que pensase en la suerte que tenía de haberme casado con una mujer como Susana. Aparte de ser gran persona y todos los aspectos no sexuales de ella, en lo relacionado con su físico, me encendía cada vez que la veía.
Susana solía ser una mujer pudorosa en público. No es que fuese muy tapada o excesivamente cuidadosa, pero por ejemplo, no la gustaba hacer top less y las faldas/vestidos muy cortos la gustaban lo justo. No así las camisetas de tirantes, que las llevaba habitualmente, eso sí, siempre con sujetador. Antes de estas vacaciones, habría salido a la calle sin sujetador, como 5 o 10 veces en todo el tiempo que llevábamos juntos.
Durante los días siguientes, al subir de la playa, noté que había cambiado la rutina a la hora de arreglarse. Recuerdo el primer día que lo hizo … estábamos recogiendo y, de repente, en lugar de ponerse la camiseta y los pantalones cortos sobre el bañador, se quitó el sujetador del bikini y se puso a buscar la camiseta.
Era una playa grande pero con muy poca gente, estábamos como a 20 metros o más de los grupos más cercanos pero, aún así, me llamó la atención la manera despreocupada con la que lo hizo, sin buscar primero la camiseta, lo que hizo que me fijase inmediatamente en sus pechos colgando mientras la buscaba. Cuando la encontró y se la puso, me miró y sonrió como diciendo “Upsss, no me he dado cuenta”. Después tampoco se puso los pantalones cortos, por lo que se la veía la braga del bikini por debajo de la camiseta. Esa imagen de mi mujer me provocó casi una erección inmediata.
Los dos días siguientes ocurrió lo mismo y, después del tercer día pensé: “de hoy no pasa, hoy voy a probar otra vez esa nueva versión de Susana”. Según subíamos al chalet, iba pensando en cómo hacerlo pero no se me ocurría nada.
Después de ir a la piscina y tras cenar y acostar a los peques, como todos los días, Susana se metió a la ducha para irse recién duchada a la cama. En ese momento se me encendió la bombilla. No sabía si funcionaría e iría improvisando sobre la marcha pero no podía aguantar más, tenía que probar.
Susana salió del baño como todos los días enfundada en su albornoz (no viaja sin él) y subió por las escaleras al segundo piso del chalet, que era una azotea abierta. Tendría unos 60 o 70 metros cuadrados, como la planta del chalet, pero no tenía tejado y tenía un muro de 1 metro aproximadamente que la rodeaba al completo. Se accedía a ella a través de una escalera que terminaba en una puerta de cristal.
Todas las noches subía a tender los bañadores y toallas, para el día siguiente. Subí detrás de ella y allí estaba, tendiendo con el albornoz medio abierto. Se le debía haber soltado un poco al subir las escaleras y pensar en eso, me hizo ponerme caliente casi de manera instantánea.
Desde la azotea se veían las ventanas de varios chalets, por lo que desde esas ventanas también se nos debía ver pero, la verdad, pensando en lo que había ideado, poco me importaba que nos viesen. Sólo faltaba que mi mujer me siguiese el juego.
Me acerqué a ella por detrás y la rodeé, apretándome contra ella y metiendo una mano directamente debajo del albornoz y sobándole una teta. Susana dió un respingo y me dijo:
Joé que susto me has dado.
¿Y quién iba a ser? – pregunté.
No se, pero no sabía que ibas a subir – me dijo.
¿Prefieres que me vaya?
No me contestó, apretó el culo contra mí polla (que ya tenía una erección considerable) y ladeó la cabeza para que la besase el cuello. Fueron las señales que necesitaba … metí la otra mano debajo del albornoz y empecé a sobarle ambas tetas. El albornoz se fué desabrochando y en un momento, quedó completamente abierto, mostrando sus preciosas tetas a la luz de las farolas.
Seguí sobándole las tetas para después bajar una mano a sus bragas. Comencé a frotarle la vagina por encima de las bragas, para después meter la mano y sobarla por dentro. Susana ya estaba encendida también, jadeaba según apretaba su pezón y metía o sacaba uno o dos dedos de su vagina.
Estuvimos así unos minutos, intercambiando manos entre tetas y coño, hasta que decidí cambiar. Cogí el cinturón del albornoz y con él, sin quitárselo, le até los brazos a la espalda. Eso hacía que quedase totalmente expuesta, pero todavía con el albornoz puesto, lo que me puso a cien. Después, cogí una toalla pequeña que acababa de tender y, con ella, le vendé los ojos.
¿Te gusta? – pregunté.
Sí – consiguió susurrar, pues ya estaba muy caliente y comenzaba a jadear.
Ahora puedo moverte por la azotea sin que sepas donde vas, si te estoy acercando o no al muro que da a la calle, o te acerco a aquellas ventanas de allí o no, etc – dije
Sonrió y gimió, como si le gustase la idea. Decidí empezar a moverla por la azotea. Íbamos andando despacio pero nos dirigíamos a la parte de atrás, que estaba más alejada de las ventanas de algunos chalets y de la calle. Ella no sabía muy bien para dónde íbamos porque la iba dando vueltas y cambiándola de dirección constantemente, por lo que cuando la hice tocar el muro de la parte de atrás, debió pensar que estaba enfrente de la calle, semidesnuda y se puso a jadear más rápidamente.
La dejé así y le dije “no te muevas que ahora vuelvo”. Mientras, fuí a coger una de las cuerdas que había en el tendedero, me serviría para lo que había pensado …
Cuando volví después de un par de minutos que dejé pasar tranquilamente, la desaté los brazos y en el mismo movimiento, la bajé el albornoz hasta abajo, dejándola sólo con las bragas.
La cogí por la cintura, girándola hacia mí y le puse las manos en los hombros, para que se pusiera de rodillas. Me saqué la polla, que ya estaba apunto de estallar y se la fuí metiendo despacio, muy despacio en la boca. Ella la recibió con avidez, se ve que estaba muy caliente y comenzó a chuparla más rápido de lo que yo esperaría, pero me excitaba muchísimo. En un par de ocasiones fue a agarrarme las piernas y le separé los brazos, ya que me estaba excitando mucho que el único contacto que tuviésemos fuese entre su boca y mi polla.
Seguimos así un par de minutos y decidí continuar con el juego. Me separé y le pedí que se tumbase boca arriba en el suelo. Susana obedeció sin rechistar y, acto seguido, le até ambas muñecas con la cuerda que había recogido, pasándola antes por unas argollas que había en el suelo de la azotea. No se muy bien para que las utilizarían los dueños, la verdad es que el primer día que las ví pensé “qué gente más rara, para qué querrá esto aquí”, pero después pensando en cómo disfrutar con mi mujer, inmediatamente volvieron a mi mente.
Comencé a acariciarle las tetas, los pezones, los labios de la vagina y estuve así un rato, notando que cada vez se calentaba más. Empecé a meterle un dedo, dos, tres … según iba metiendo y sacando no paraba de oirla jadear, cada vez con más fuerza y arquear la espalda. Estaba disfrutando de lo lindo. Seguí así un rato, hasta que me pareció que ya estaba tan caliente que iba a correrse. En ese momento, paré y le pedí que se girase y se tumbase en el suelo boca abajo.
Susana se giró rápidamente, ya que estaba deseando que continuase y, cuando ya se había dado la vuelta, para su sorpresa en lugar de seguir con los dedos, comencé a penetrarla despacio. Iba introduciendo mi polla muy poco a poco, lo que la hizo excitarse mucho más. Además, al no hacerlo habitualmente sin condón, el contacto debía ser muy muy placentero (al menos para mí lo era). La postura no era la más idónea pero poco a poco iba consiguiendo tenerla toda dentro de ella. Comencé a entrar y salir, primero muy despacio y luego acelerando el ritmo poco a poco.
Me estaba poniendo a tope y tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no correrme, pues quería seguir disfrutando de mi mujer de esa manera (y haciéndola disfrutar, según estaba viendo). En esta posición, le agarré ambos cachetes del culo con las manos y, poco a poco, se los fuí abriendo cada vez más. Este era un terreno inexplorado, pues nunca se lo había hecho por el ano, ni nada que se le acercase.
Sin embargo, hoy no parecía importarle, es más, cada vez que abría más, más jadeaba y más le gustaba. Me decidí y comencé a masajearle el ano con el pulgar de una mano, mientras seguía con el mete saca. Al ver que no decía nada y que se apretaba más contra mí, metí el pulgar y empecé a meterlo y sacarlo con cierta fuerza. Eso la debió gustar, porque comenzó a moverse frenéticamente, empujándose contra mí para facilitarme la maniobra.
Totalmente animado por la situación, introduje también el pulgar de la otra mano en su ano, y comencé a abrirlo, estirando hacia ambos lados, mientras seguía con el mete saca de mi polla en su vagina. Ya estaba totalmente descontrolado pero quería aguantar, quería ver hasta dónde era capaz de llegar esta nueva Susana.
Seguí en esta postura muy despacio durante unos minutos, más por aguantarme que por otra cosa. Sin embargo, eso pareció gustarle mucho pues, casi sin darme cuenta, noté que comenzaba a contraerse y pegarse más contra mí, hasta que tuvo un orgasmo gigantesco, parecía que no iba a parar nunca!
Justo cuando terminó, yo ya estaba apunto de correrme y decidí, sin preguntar y con decisión, sacar mi polla de su vagina e ir introduciéndola poco a poco por el culo. Al ver que no decía nada, seguí introduciendo poco a poco. Costaba bastante pues Susana, según habíamos hablado al empezar a salir, nunca lo había hecho por el culo ni lo quería siquiera intentar, con lo que no sabíamos ninguno muy bien cómo hacerlo. Cuando ya llevaba más de la mitad, noté que se retorció y, al ver que le dolía, me conformé con quedarme ahí y comenzar a entrar y salir, de esa manera.
Me estaba excitando muchísimo y quería aguantar todo lo posible, pero la visión de mi mujer tumbada en el suelo, con los ojos vendados y atada por las manos, metiéndosela por el culo, hizo que me llegase una de las corridas más grandes de mi vida. Sin sacarla, me descargué al completo dentro de su culo. No sólo no le disgustó, sino que noté que mientras me estaba corriendo, cada vez apretaba más su culo contra mi polla.
Después de esto, nos quedamos un rato tirados en la azotea (Susana ya desatada y sin la toalla tapándole los ojos), descansando del esfuerzo y recuperándonos. Me miró con una cara de satisfacción que muy pocas veces le había visto.
Los días siguientes transcurrieron de manera algo monótona en cuanto al sexo se refiere y, al concluir los días de vacaciones que teníamos en ese mes, volvimos a Madrid. Teníamos que prepararlo todo rápido pues para el mes siguiente habíamos alquilado un chalecito en la Sierra de Madrid. Esos días, cuando pensaba en las vacaciones que me esperarían al mes siguiente y la nueva versión de mi mujer, no podía evitar calentarme, fuese cual fuese la situación.
Pero bueno, vamos a dejar esa parte para otro día mejor …
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