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Categoría: Lésbicos

ARACELI SEDUCE A ALICIA

"Después de lo ocurrido con el mago, Araceli se obsesiona con su amiga. La seduce y la domina."

 

Habían pasado varios meses y yo me había quedado pillada. Soy lesbiana y me gustan las mujeres desde que recuerdo. La situación con mi amiga Alicia nunca fue un problema porque, siendo ella hetero, nunca hice ningún intento de querer con ella algo más que la mejor amistad que se puede tener. Ahora que no hago otra cosa que pensar en ello, creo que bloqueé en mi mente cualquier deseo por ella para no jugarme nuestra relación.

Pero las cosas han cambiado mucho. Al poco de la fiesta dejé la relación de cuatro años que tenía con Petra, mi novia, bueno … mi exnovia. Yo lo pasé muy mal y ella peor, pero la obsesión que desarrollé por Alicia me impedía darle a Petra lo que se merecía. Así que armándome de valor la dejé, yéndose ella del piso en el que tanto nos habíamos querido.

Había intentado por activa y por pasiva olvidarme del cuerpo de Alicia gozando como loca con las caricias del mago y la penetración a la que la sometió, ayudados por mis dedos en su culito, pero no se me iba de la cabeza. Me recordaba a cuando dejé de fumar y estuve unos meses sin pensar en otra cosa que en el tabaco, pues ahora no pensaba en otra cosa que en el bellísimo cuerpo de mi mejor amiga. Pensaba en sus tetas llenas, grandes y firmes, en su cintura estrecha, en su precioso culo duro y redondo, en sus largas piernas. La recordaba prácticamente desnuda, sudorosa, abierta de piernas, balanceando las caderas sometida al placer que la daba el mago.

SOMETIDA. Esa es la palabra que expresaba lo que no me dejaba dormir. Mi relación con Petra no había sido de dominación, al menos no de dominación completa, pero en la cama me gustaba mandar, dar órdenes que Petra siempre cumplía con gusto y que nos daban placer a las dos. Ahora después de varios meses de reflexionar, de introspección y de mucha obsesión había decidido lo que quería, lo que necesitaba como el respirar.

Tenía que someter a Alicia, debía tener su voluntad y su cuerpo sometidos a mí.

Podéis imaginaros el lío que tenía en la cabeza. No sabía si olvidarme del tema y seguir manteniendo la amistad que tan importante era para mí o lanzarme a por mi sueño y conquistarla. Pues bien, toda la confusión mental y de sentimientos se desvaneció en cuanto decidí que arriesgaría nuestra amistad a cambio de intentar poseer a Alicia en cuerpo y alma.

Ahora solo necesitaba un plan. Un plan infalible.

Después de considerar y desechar varias alternativas (se me ocurrió hasta darle burundanga), decidí que lo mejor sería igualar las circunstancias que se dieron en la fiesta del mago.

Tenía que conseguir a Alicia sin su novio, borracha pero consciente e irla calentando poco a poco hasta el ataque final. Creo que esas fueron las cosas que desinhibieron tanto a Alicia y propiciaron que se dejara hacer de todo cambio de placer.

Una vez decidido el plan solo tenía que buscar el día, lo que era fácil. Tenía que ser un viernes. Ella y yo no trabajábamos al día siguiente y su novio sí, con lo que no molestaría. Emborracharla era lo más sencillo a priori, aunque Alicia no sea una gran bebedora no tiene reparos en tomarse unas cervezas hasta cogerse un puntillo. En cuanto a irla calentando poco a poco tenía un plan maestro que no podía fallar.

El miércoles reuní valor y la llamé, nerviosa a más no poder y cruzando los dedos. Me reía de mí misma porque me costara tanto llamarla, algo que había hecho infinidad de veces.

-          Hola cariño ¿cómo estás? – me dijo nada más descolgar.

-          Pues ya ves, un poco depre todavía.

-          ¿Te sigues acordando mucho de Petra?

-          Todavía se me viene a la cabeza de vez en cuando, ¿quieres que salgamos el viernes a picar algo por ahí? – le pregunté.

-          Claro, te vendrá bien despejarte un poco. Picaremos algo y luego iremos a tomar unas copas y lo que se tercie, además tengo muchas ganas de verte.

-          Fenomenal, yo también estoy deseando verte.

Seguimos hablando de banalidades un buen rato hasta que nos despedimos. Perfecto. El primer paso del plan ya estaba conseguido.

El jueves, después del trabajo, me fui al sex-shop del barrio y compré un montón de cosas que pensaba que podría necesitar con Alicia. Luego dejé mi apartamento como los chorros del oro, en realidad no hacía falta, pero no podía estarme quieta. El viernes en el trabajo no di pie con bola, no conseguía concentrarme así que intenté no meter la pata hasta la hora de salida.

Y llegó el momento. Después de ducharme me vestí con un vestido veraniego que me llegaba a medio muslo, muy ceñido a mi culo y marcando mis pechos carentes de sujetador con un escote atrevido pero no exagerado. Lo acompañé con una chaqueta ligera por si hacía frio a última hora. Después de recorrer cientos de veces el salón andando en círculos, pensando si hacía bien en atacar a Alicia, si iba a merecer la pena el riesgo de perderla hasta que llegaron las 9:20, me fui para el bar donde habíamos quedado.

Una vez llegué a la puerta hice acopio de valor, me encomendé a la patrona de las lesbianas, que no sé quién será pero alguna habrá, y entré decidida a reunirme con Alicia. Estaba en la barra, preciosa, con una minifalda y camiseta de tirantes. Empecé a mojarme en cuanto la vi, hasta que me fijé que estaba su novio al lado. Mi gozo en un pozo. Todos mis planes fracasaban.

-          Estamos aquí – me dijo haciéndome gestos con la mano.

-          Hola Alicia, hola Juan – le di dos besos a Juan y uno un poco más largo a Alicia.

-          No tienes buena cara – me dijo Juan.

-          Qué va, es que venía distraída – intenté recomponer el semblante.

-          ¿Te parece que pidamos algo de comer? Me tengo que ir pronto y así aprovecho para cenar.

-          Claro, me parece bien – ¡qué alivio! me dolían los músculos de la cara de la sonrisa que no pude evitar.

-          ¿Quieres una cervecita? – me animó Alicia.

-          Claro.

Así que estuvimos como una hora y media picando y bebiendo cerveza. Juan hablaba mucho y casi no nos dejaba meter baza. Yo no veía el momento de quedarme a solas con mi amiga y pasar al ataque. Por fin Juan se despidió después de invitarnos y me dijo Alicia :

-          ¿Qué te apetece? ¿Vamos al local de Jesús a tomar una copita?

El local de Jesús era un pub tranquilo de un amigo nuestro. Ponían música de los 80 y 90 y había buen rollo.

-          Claro, genial.

Llegamos, nos pedimos dos ron con coca-cola y nos sentamos en una mesa a hablar de nuestras cosas. Yo le contaba que estaba superando la ruptura con mi ex y ella me contaba de su relación con Juan.

-          Pues no sé. Yo le quiero mucho, pero parece que la relación se está enfriando un poco

-          ¿Ya no hay chispa?

-          Creo que la monotonía nos está haciendo mella. No hacemos nada nuevo y, aunque estoy muy bien con él, está ganando el aburrimiento.

-          ¡Hola preciosas! – apareció Juan con tres chupitos en la mano – Brindemos por las dos chicas más guapas del local.

-          Muchas gracias Juan, así da gusto – le dije. Estaba encantada porque ya sabía yo el efecto que provocaban los chupitos en mi amiga.

-          Gracias, eres un cielo – le dijo Alicia levantándose para darle dos besos.

-          Con vosotras soy lo que haga falta. Os dejo que tengo que hacer papeles en el despacho, luego me paso a veros.

-          Vale, hasta ahora.

Con la excusa de ir al baño me acerqué a la barra y volví a la mesa con otras dos copas y otros dos chupitos. Intentaría ir rellenando su copa con la mía como había hecho con la primera.

-          Bueno, ¿y en la cama que tal con Juan? – me atreví a preguntar.

-          Regular. Menos veces y más rápido.

-          Vaya, ¿lo has hablado con él?

-          Sí, pero ya sabes que si el trabajo, el estrés y bla bla bla todo sigue igual.

Seguimos hablando un ratito y cuando ya se estaba terminando la copa, intentando que no se notara la ansiedad con la que lo decía le pregunté :

-          Nos estamos poniendo un poco depres ¿nos vamos a bailar?

-          Pues me parece bien, como sigamos así nos vamos a deprimir más que la tasa de empleo. ¿Pero dónde vamos? No conozco ningún sitio por aquí y me da pereza coger al autobús.

-          Abrieron un local hace unos meses al lado de mi casa. Fui con Petra un par de veces y está muy bien.

-          Pues que no se diga.

Empezamos a recorrer la tres manzanas que había hasta el local. Alicia se quejó de que hacía frío y no llevaba nada de abrigo.

-          Ven cariño, arrímate a mí – aproveché para agarrarla de la cintura y fuimos pegaditas hasta que llegamos al local.

El local al que llevaba a Alicia se llamaba “Isla de Lesbos”, ya os podéis imaginar la gente que iba, así que al llegar la hice entrar rápidamente sin darle tiempo a que viera el local por fuera para que no se fijara en el nombre del letrero.

-          Vamos a la barra y pedimos dos copas – la arrastré sin pedirla opinión.

-          No creo que deba beber más – me dijo Alicia.

-          No te preocupes. ¡Camarera! Dos ron con coca-cola, uno de ellos muy cortito de ron.

-          Bueno, lo beberé despacio, ya estoy un poco tocada.

La camarera nos sirvió las copas y las intercambié sin que Alicia se diera cuenta quedándome yo con la suya. Nos dimos la vuelta echando una ojeada al local y a la pista de baile.

-          Oye Araceli, ¿no es un poco raro que solo haya chicas?

-          ¡Uy! No me he dado cuenta de decírtelo. Este local es más bien para gente con mis aficiones.

-          ¿Qué aficiones?

-          Pues para chicas a las que les gustan otras chicas. Ja ja ja.

Alicia se puso colorada y miró alrededor suyo como si la fueran a atacar.

-          No te preocupes que no te van a hacer nada, es buena gente – le dije con cara de santa - ¿quieres que nos vayamos?

-          No, no, perdona, ha sido la sorpresa.

La sonreí, aliviada por no tener que irnos, y me di cuenta de que mi amiga empezaba a trabarse al hablar. Las cervecitas, las copas y los chupitos hacían su efecto.

-          Vamos a bailar, que para eso hemos venido.

La cogí de la mano y la llevé a la pista, dejando las copas en una mesita al lado. Estuvimos bailando un buen rato música pop y rock. Lo cierto es que lo estábamos pasando genial. Alicia estaba desinhibida y no parecía dar importancia al tipo de local en el que estábamos. Yo miraba el reloj e iba calculando el tiempo. Cada hora en punto cambiaban el tipo de música : una hora de música de baile y otra hora de música lenta, y quería dejar sola a Alicia un poco antes esperando que la entrara alguna chica para acudir a su rescate. Mi plan dependía de que se viera acosada por otras chicas, así yo acudiría a protegerla como su príncipe azul. Bueno … más bien princesa.

-          ¿Descansamos un momento? – la cogí de la mano y la llevé a la mesa donde estaban nuestras copas.

-          Espera que vuelvo enseguida – me fui a la barra a por dos chupitos y volví con mi amiga -. Brindemos por las mejores amigas – se bebió el chupito mientras llevaba el ritmo de la música con el cuerpo.

-          Voy al baño, espérame por aquí – le dije.

-          ¿Me vas a dejar sola? – me respondió con cara de susto.

-          Será solo un momento, pero no te preocupes que no se comen a nadie. Bueno, a casi nadie. Ja ja ja. – me fui hacia el baño sin parar de reírme de mi amiga.

Lo había sincronizado perfectamente. Justo antes de llegar al baño empezó a sonar música lenta. La pista enseguida se llenó de parejas de chicas bailando abrazadas. Se veía incluso algún morreo. Yo me oculté detrás de una columna viendo como Alicia se terminaba su copa. Ya no seguía el ritmo de la música, se la veía nerviosa y un poco tensa.

Yo, escondida tras mi columna, vi que se le acercaba una chica y le decía algo al oído. Alicia negaba con la cabeza y la chica se fue. Al ratito llegó otra chica y lo mismo, Alicia negaba, pero la chica insistía. Cuando agarró a Alicia por la cintura, aunque ella quería resistirse, vi la ocasión perfecta y aparecí yo.

-          ¿Bailamos amor?

-          Claro Araceli.

La saqué a la pista y, abrazándola, empezamos a bailar.

-          No tenías que haberme dejado sola, entre el pedo que tengo y lo pesada que era esa chica casi tengo que bailar con ella.

No la contesté. Emocionada de estar bailando abrazada a mi amiga no me salían las palabras.

Alicia, seguramente afectada por el alcohol, apoyó su cabeza sobre mi hombro mientras bailábamos despacito. Yo estaba en el cielo con mis manos agarrando fuerte su cintura. Al rato empecé a acariciarle la espalda. Subía y bajaba suavemente mi mano sin atreverme a llegar a ningún sitio peligroso todavía. Alicia parecía en la gloria.

-          Recuerdo la otra vez que bailamos juntas – le dije bajito muy cerca de su oído – acabaste disfrutando como no había visto en mi vida.

-          Calla, no me lo recuerdes.

-          Todavía me masturbo recordando aquella noche.

Alicia levantó la cabeza y me miró sorprendida, yo le sostuve la mirada con una sonrisa pícara hasta que ella volvió a apoyar la cabeza en mi hombro con una pequeña sonrisa. Seguimos bailando abrazadas hasta que me dijo :

-          Creo que me estoy mareando.

-          No te preocupes, no te soltaré, yo te cuido – en ese momento le saqué de la falda la camiseta dándome acceso a su espalda. Empecé a acariciar la seda de su piel directamente, sin obstáculos. Alicia se tensó durante un momento pero enseguida se relajó apoyada sobre mí. La sensación que me producía acariciarla era gloriosa : su espalda, su cintura, pasé por encima del sujetador y le acaricié por debajo del cuello. La oí suspirar.

-          ¿Has visto la pareja a tu derecha? – ella miró como la pareja bailaba dándose piquitos en los labios.

-          ¿Y a tu izquierda? – esa pareja no hacía ni que bailaba. Se estaba dando un morreo en toda regla.

Alicia me miró y aproveché que estaba muy cerca para darle un suave beso en los labios, muy cortito. Como no me rechazó seguí dándole besitos muy dulcemente. Me estaba poniendo cardiaca. Intenté profundizar el beso, meterle la lengua en su adorada boca, pero no abría los labios. No se retiraba pero no me facilitaba llegar a más.

La pellizqué en la cintura. Abrió la boca por la sorpresa y me adueñé de ella. Saboreé su interior, sus dientes, su paladar. Mi lengua exploraba sin detenerse un instante. Al final se rindió y su lengua empezó a encontrarse con la mía. Nos balanceábamos en la pista, yo la acariciaba cada vez más atrevida llegando a tocar los laterales de sus senos cubiertos por el sujetador. Nuestras lenguas luchaban compartiendo saliva y deseo.

Detuvimos el beso para respirar.

-          Estoy muy mareada, tengo que ir al baño – me dijo muy bajito.

-          Te acompaño, cariño. ¿necesitas vomitar?

-          Creo que no, pero necesito refrescarme.

Fuimos hacia el baño, Alicia se tambaleaba y la agarré fuertemente de la cintura. Puso su mano sobre la mía. Pensé que me la iba a quitar pero la dejó ahí. Me pareció lo más bonito que habíamos hecho esa noche, más que bailar abrazadas, más que el profundo beso del que acabábamos de gozar.

En el baño la acompañé a llegar al lavabo, empezó a refrescarse la cara y el cuello. No sé qué hizo que se empapó la camiseta de agua.

-          Creo que estoy peor de lo que pensaba – balbuceó.

-          Ven, vamos a un cubículo que arreglemos el desastre. No puedes salir mojada, hace frío y te resfriarás.

Era la oportunidad perfecta, la metí en un cubículo y cerré la puerta con pestillo. Me quité la chaqueta y la empecé a levantar la camiseta.

-          ¿Qué haces? – me dijo sorprendida.

-          Te voy a quitar la camiseta y ponerte la chaqueta.

-          Pero …

-          Sin peros, obedece.

La camiseta salió por arriba y, sin darle tiempo a decir ni pío, llevé mis manos a su espalda y la quité el sujetador.

-          También está mojado. Voy a ponerte la chaqueta, abrocharte los botones y nos iremos.

La puse la chaqueta y, antes de abrocharle los botones, le acaricié la cintura. La sensación era sublime. Subí mis manos por sus costados y acaricié los laterales de sus magníficos pechos.

-          Tienes unas tetas preciosas, grandes y firmes.

Pasé de los laterales de sus pechos a acariciarle las tetas descaradamente. La piel se nos puso de gallina a las dos. Sus pezones se endurecían mientras yo apretaba sus tetas sin cortarme un pelo. Di unos pequeños apretones a sus pezones, con lo que arranqué a Alicia un gemido. Esperaba que fuera el primero de muchos esa noche.

-          Araceli, yo no …

-          Calla, te abrocho y nos vamos – solté sus pechos con desgana, le abroché la chaqueta, le di un piquito rápido y salimos del baño y del local.

-          Me voy a casa – me dijo.

-          De eso nada, tú te vienes a la mía que está aquí al lado. No puedes ir sola con el pedal que llevas.

-          Es verdad, ji ji ji, pero prefiero mi casa.

-          Ya te he dicho que te vienes a la mía. No me hagas repetírtelo – empecé a usar un tono de voz imperativo. Si quería cumplir mi fantasía con ella tenía que usar órdenes y actitud dominante para conseguir su obediencia – te has quedado un montón de veces y hoy también te quedarás.

-          Vale, vale, no te pongas así.

La cogí de la cintura por debajo de la chaqueta y caminamos hasta mi portal. Subimos en el ascensor hasta el cuarto piso, y entramos en mi casa.

-          Te voy a buscar un pijama, pero antes deja que te quite esto.

Alicia se dejaba hacer como una sonámbula, la bebida debía haberle sentado peor de lo que pensábamos. La quité la chaqueta, la dejé caer al suelo y me lancé a por sus dos magníficas tetas sin freno. Las acariciaba, las amasaba, le apreté los pezones hasta que se pusieron duros como piedras.

-          Déjame Araceli.

-          Cállate, no hables – le retorcí los pezones. Se le escapó un jadeo pero se quedó quieta mientras yo disfrutaba de ella. Bajé mi cabeza y atrapé un pezón en mi boca. Chupé, lamí y succioné el pezón hasta que Alicia empezó a gemir. Pasé al otro pezón y repetí la operación. Alicia ya no contenía sus gemidos. Puso sus manos en mi cabeza mientras yo mamaba de sus pechos. Me estaba dando un festín.

-          Al salón – ordené.

Alicia me siguió hasta el salón, allí la abracé fuertemente y la hice retroceder hasta que su trasero topó con una mesa. Lamí sus labios, intenté introducirme en su boca pero no la abría. Mordí su labio inferior hasta que conseguí ocupar su boca. Como en el baño del local, nuestras lenguas pronto empezaron a luchar entre ellas. Deslicé una mano entre nosotras y le agarré un pecho. Lo apreté fuertemente hasta que volví a escuchar los gemidos de mi amor.

-          Date la vuelta – dije.

-          ¿Para qué?

-          He dicho que te des la vuelta- la miré fijamente a los ojos, muy seria, hasta que obedeció.

La empujé de la espalda para que se inclinara sobre la mesa y me arrodillé tras ella. Levanté su falda y bajé sus braguitas hasta los pies.

-          Levanta un pie.

Alicia obedeció inmediatamente y la despojé de las braguitas. Tenía sus partes más íntimas a mi disposición. Empecé acariciando la parte trasera de sus muslos, subiendo y bajando las manos con suavidad.

-          Separa las piernas – dije esperando ser obedecida.

Alicia abrió las piernas y mis manos recorrieron el interior de sus muslos subiendo cada vez más. Antes de llegar al centro pasé a acariciar su culo. Tenía un culo redondo, duro y muy suave. Amasé sus glúteos apretando fuerte. Alicia intentaba contenerse pero no podía ocultar sus jadeos.

La di un fuerte azote, respingó y llevé mi boca a su dulce coñito. Lamí sus labios externos con parsimonia. No tenía prisa. Me di cuenta de que Alicia empezaba a mojarse, abrí sus labios con los dedos y profundicé mis lametones. Sabía dulce y salado, era un sabor glorioso.

-          Quítate la falda, date la vuelta y siéntate en el borde de la mesa – ordené.

Alicia siguió mis instrucciones y seguí con lo que estaba haciendo. Mis labios llegaron a su clítoris y mi lengua jugó con él. Los gemidos de Alicia eran incontenibles.

-          ¿Te gusta, amor mío?

-          Sí, sigue.

-          Pues esto te va a gustar más.

Metí un dedo en el coño de Alicia y succioné suavemente su clítoris. No quería que se corriera pero la tenía que volver loca de deseo.

-          Aaaaah, ¡qué me haces!

La ignoré y metí un segundo dedo. Seguí castigando su clítoris con la lengua y penetrando se coño con los dedos hasta que la noté tensarse. En ese momento paré. Mordí cariñosamente el interior de sus muslos hasta que se alejó su orgasmo. La volví a penetrar con los dedos y a lamer su dulce clítoris. Me llenaba la boca de su miel. Su placer me llenaba de felicidad. Cuando volvió a tensarse repetí la operación. Una y otra vez.

Debía llevar cerca de una hora jugando con ella, Alicia gemía y sollozaba de placer. Cuando no pudo más y me dijo :

-          Araceli, por favor.

-          ¿Por favor qué?

-          Por favor, por favor.

-          Si quieres algo dilo – la contesté.

-          Quiero … necesito …

-          Dilo o no te lo daré – amenacé.

-          Necesito correrme, por favor, haz que me corra.

-          Abre más las piernas – aproveché para seguir dándole órdenes, no era necesario pero quería reforzar mi dominio y su obediencia.

Lamí y succioné su clítoris una vez más, metí dos dedos en su coño y los arqueé buscando su punto G. Seguí frotando ese punto y le di un pequeño mordisco en el clítoris.

-          ¡Córrete! Córrete para mí, zorrita.

-          Aaaaaaaaaggghhhh – dio un alarido que tuvieron que oír los vecinos de enfrente y sufrió un orgasmo descomunal.

Yo seguí lamiendo muy suavemente sus labios y cuando acababa con su orgasmo, volví a meter mis dedos y a succionar su clítoris. El orgasmo se repitió magnificado, su cuerpo volvió a convulsionar y tuve que ponerme de pie y sujetarla para que no cayese al suelo. La dejé descansar un par de minutos cuando oí que murmuraba algo muy bajito. Me acerqué para oírla mejor : increíble, increíble, increíble … no dejaba de repetir.

-          Ven, vamos a la cama.

Sumisamente me siguió hasta la habitación – quítate los zapatos y túmbate boca arriba – me desnudé a la velocidad del rayo y me acosté a su lado. Empecé acariciando su lisa tripa, deslizaba mi mano entres sus pechos y lentamente la bajaba hasta el rizado triángulo de su pubis. Alicia se dejaba hacer con los ojos cerrados.

-          Mírame – la dije agarrándola un pecho. ¿Qué te ha parecido?

-          Nunca me había corrido tan fuerte. Y han sido dos veces. No sabía que el sexo podía ser así.

Con una mano la acariciaba el pelo y con la otra sus pechos llenos. Los pezones, rosas y grandes, volvían a endurecerse.

-          Pues espera a lo que sigue – la sonreí mientras la miraba a los ojos.

-          ¿Vas a seguir?

-          Hasta que me pidas piedad, zorrita mía.

-          No creo que pueda seguir.

-          Oh, verás como sí.

Mi boca se apoderó de una de sus tetas y mi mano de la otra. La mordí, la lamí, la estrujé y la estiré hasta que volvió a gemir. Le introduje los dedos de la mano que tenía libre en su boca, los lamió golosa. El tratamiento que la estaba dando debía ser de su agrado porque arqueaba el cuerpo hacia mí. Ofreciéndome sus pechos. Cada vez gemía más fuerte y más rápido.

-          No se te ocurra correrte hasta que te lo permita – ordené.

Gruño ante mi orden. Yo seguí dedicada al manjar de su cuerpo y me centré en los pezones, los apretaba, los mordía, los estiraba con mis dedos y mis dientes. Estaba segura de que le dolía y que el placer era más grande que el dolor. Sus gemidos mostraban que lo estaba disfrutando. Dejó de chuparme los dedos para permanecer con la boca abierta respirando afanosamente. Sus pezones estaban gigantescos.

-          ¿Puedo correrme? – suplicó.

-          No, no hasta que te lo permita – me encantó que me pidiera permiso.

Bajé mi mano hasta su ingle y metí violentamente dos dedos en su coñito. Mientras penetraba su interior, con el pulgar acariciaba su clítoris. Su cuerpo se arqueó de forma que solo los pies y la cabeza apoyaban sobre la cama. La mordí duro el pezón y la ordené :

-          Córrete zorra, córrete ahora.

-          Aaaaaaaaaaaaahhhhhh – fue instantáneo. Su cuerpo empezó a temblar como si sufriera convulsiones, la boca parecía que se le iba a desencajar, un auténtico río manó de su coño sobre mi mano. Al final cayó desmadejada sobre la cama.

Yo rápidamente me levanté, abrí un cajón de la cómoda y saqué un arnés al que acoplé un consolador de tamaño grande, no muy ancho pero sí largo, unos veinticinco centímetros. Me lo puse en las caderas, me subí a la cama y, abriendo las piernas a Alicia me coloqué entre ellas. Flexioné sus rodillas para conseguir buen ángulo y la penetré lentamente con el consolador.

-          ¿Qué vas a hacerme? – Alicia, que no se había dado cuenta de nada, se sorprendió al sentir la intrusión en su centro.

-          Voy a follarte, voy a hacer que te olvides de todo y solo pienses en mí, voy a darte placer hasta que quieras ser mía –. Según terminaba de decirlo di un fuerte empujón con mis caderas y la metí la verga casi completamente.

Sin dejarla recuperarse del empellón empecé un veloz movimiento de dentro a afuera que detuvo cualquier cosa que quisiera decir Alicia. Enseguida empezó a acompañarme con el movimiento de sus caderas. Yo agradecí las sesiones de cardio que hacía en el gimnasio. Cada vez la penetraba más rápidamente y con más fuerza. Apretaba sus tetas con las manos incrementando su placer. Alicia gemía tan alto que parecía que la estuviera torturando.

-          No te corras, putita – ordené.

Alicia me miró y asintió con la cabeza. Yo seguía penetrándola, notando que llegaba hasta su cérvix. Alicia gemía sin parar mirando al techo, notaba que estaba haciendo esfuerzos para no correrse. Sus caderas subían y bajaban bajo las mías.

-          Voy a contar hasta tres y te vas a correr. Mírame mientras te corres – la dije.

La di tres fuertes empujones mientras contaba. Alicia me miró a los ojos, abrió la boca todo lo posible y empezó a correrse. Era un espectáculo. Estaba preciosa. Sus ojos me miraban empañados, desenfocados, su pecho subía y bajaba afanosamente, sus piernas me rodeaban apretándome contra ella. El orgasmo pareció eterno, sus caderas estuvieron temblando al menos dos minutos conmigo en su interior hasta que sus piernas se aflojaron y salí de ella. Me quité el arnés y me tumbé a su lado.

-          ¿Has disfrutado? – la pregunté sabiendo la respuesta.

-          ¿Qué si he disfrutado? Nunca me había corrido tantas veces y tan fuerte. Ni siquiera imaginaba que era posible. Hasta se me ha pasado la borrachera, ja ja ja.

-          ¿Te ha molestado que te llamara zorra o putita?

-          No, me ponía más caliente cada vez que me insultabas – bajó la mirada con timidez.

-          Bien, porque a partir de ahora vas a ser mi putita. Vas a estar disponible para mí cada vez que te reclame y tu función será devolverme el placer que yo te he dado.

-          ¿Quieres que sea tu sumisa? – se sorprendió.

-          Sí, vas a ser mi sumisa y yo tu dueña. No necesito que me llames ama o señora, pero vas a cumplir todos mis deseos y yo voy a darte lo mismo que esta noche y más.

-          Pero tengo novio, Araceli. ¿Qué hago con Juan?

-          Eso lo decides tú. Yo no te voy a decir lo que tienes que hacer. Sólo espero que estés a mi disposición cuando te llame y también espero obediencia absoluta en la cama.

-          ¿Vas a hacerme daño? – preguntó un poco asustada.

-          Cariño, sabes que te quiero más que a nadie, que nunca he querido a nadie más que a ti, primero como amiga y ahora como amiga y amante. Eso sí, puede que alguna vez tenga que impartirte un castigo para disciplinarte.

-          De acuerdo, haré como dices y ya pensaremos en Juan, solo espero darte tanto placer como me has dado tu a mí.

-          Bien, porque ahora me toca a mí. Me vas a comer el coño hasta que me corra en tu boca y te vas a tragar todos mis jugos – me senté apoyada sobre el cabecero de la cama y abrí las piernas para mi chica, mostrándole mi empapado coñito –. Empieza.

Alicia se colocó de rodillas entre mis piernas y, sonriendo dulcemente, se inclinó para cumplir mis órdenes. Se dirigió directamente a mi clítoris y empezó a lamerlo.

-          Espera, no te des tanta prisa. Empieza por lamer mis labios, luego mete tu lenga en mi coño y penétrame con ella un ratito y luego, al final encárgate de mi clítoris.

Sin siquiera contestarme siguió mis instrucciones. Yo estaba gozando como nunca. No sólo de tenerla comiéndome el coño, sino de su sumisión. Verla arrodillada frente a mí dándome placer, con las tetas colgando y el culo en pompa, cumplía todas mis fantasías y deseos. No podía ser más feliz.

Gemí cuando introdujo su lengua entre mis labios y me penetró con ella. Era exquisito, el placer me recorría en oleadas. Me estiré para agarrar sus tetas, magreándolas. Se me escapaban los gemidos y ella suspiraba en mi coño cada vez que le apretaba sus grandes pechos. Pasó a mi clítoris consiguiendo que elevara el volumen de mis gemidos. Sus manos se colaron bajo mi culo y me agarró las nalgas apretándomelas.

-          Lo haces genial, putita mía. Sigue cariño, estoy muy cerca – jadeé.

-          Llámame cosas, por favor – suplicó.

-          Eres una puta comecoños. Vas a conseguir que me corra, zorra. Eres mi puta y me vas a comer el coño cada vez que te lo ordene – la grité sin pensar en los vecinos.

Alicia redobló sus esfuerzos y deslizó una de sus manos hasta su vagina y empezó a frotar.

Al verla de esa manera explotó en mí el orgasmo que se había ido construyendo poco a poco, me recorrió desde el centro de mi ser hasta llegar a todos los confines de mi cuerpo y volvió otra vez al núcleo de mi placer, no sé si prolongando el primer orgasmo o dándome otro igual de fuerte que el primero.

-          Para, para, no puedo más – murmuré apartando la cabeza de Alicia de mi vagina.

-          Espero que hayas disfrutado y ahora puedas descansar relajada – se colocó a mi lado y me abrazó con cariño. Estaba coladita por ella. Sus abrazos me gustaban más que cualquier otra cosa.

-          ¿Descansar? Todavía no hemos terminado, pero dame un momento que me recupere – dije con la respiración entrecortada.

-          Yo no creo que pueda correrme más veces.

-          Oh, ya verás como sí. Y si lo hacemos bien nos correremos juntas.

Descansamos un rato abrazadas, me levanté y aproveché para ir por agua a la cocina. La compartí con Alicia y la ordené :

-          Ponte boca abajo y abre las piernas.

Acudí al cajón de los juguetes y saqué lubricante, un huevo vibrador con mando a distancia y un arnés doble. Dejé todo en un lado de la cama y me arrodillé entre las piernas de Alicia. Agarré sus preciosas nalgas y lamí su coñito. Seguía mojada. Cogí el huevo vibrador y se lo metí unos centímetros. Lo activé a baja velocidad, lo que provocó un jadeo de sorpresa en mi chica que, a pesar de todo, se quedó quieta.

-          Ahora levanta un poco el culito, amor.

Alicia levanto el culo y le abrí las nalgas con una mano mientras con la otra le echaba un chorro de lubricante en su agujerito. Con mi dedo índice le extendí el lubricante por los alrededores del agujerito y le metí la primera falange.

-          ¿Qué me vas a hacer? – dijo asustada.

-          Cállate y no te muevas – ordené con tono imperativo.

-          Es que yo por ahí nunca ….

¡Plas! Le di un fuerte azote en una nalga.

-          Cállate y no te muevas – repetí.

Alicia bajó la cabeza y se rindió a mis manipulaciones en su culo. Le volví a meter la primera falange, moviendo el dedo en círculos. Tenía el culo muy apretado.

-          Relájate, será mucho más fácil.

Noté como se relajaba y profundicé con el dedo, le metía y le sacaba, le giraba con movimientos circulares. Alicia estaba callada por lo que no sabía si le estaba gustando. Le eché otro chorrito de lubricante y le metí dos dedos. Continué con el vaivén dentro de su culo, ahora sí que noté como Alicia hacía pequeños ruiditos. Se metió un pulgar en la boca como si fuera un chupete. Subí la velocidad del huevo vibrador. Abría y cerraba los dedos dentro de ella para ir adaptando su culo al consolador que iba a usar con ella.

-          Ven, sígueme – me levanté hasta un pequeño sillón que tengo en el dormitorio y me

coloqué el arnés doble que tenía preparado. Una parte la introduje en mi coño, cubriendo mi clítoris con una pequeña protuberancia que tenía. En la otra parte extendí más lubricante. Me senté en el sillón con el mando a distancia a mi alcance y le ordené a Alicia :

-          Zorra, siéntate sobre mí de espaldas. Vamos a estrenar ese culito tuyo tan bonito.

Alicia se fue sentando con las piernas abiertas sobre mí.

-          Para, ábrete las nalgas con las manos – la dije agarrando el consolador con una mano y dirigiéndolo a su prohibido agujero.

-          Ahora sigue bajando despacito, marca tú la velocidad para que no te haga daño, y no olvides relajar ese culo de puta que tienes.

Continuó el descenso sobre el consolador introduciéndoselo lentamente. Se quejaba casi inaudiblemente.

-          Ya casi está, empieza a subir y bajar hasta que esté todo – acompañé mi orden con un azote.

Alicia empezó a moverse cadenciosamente apoyándose en los brazos del sillón, yo creo que todavía le dolía. Veía caer gotas de sudor por su espalda. Al final consiguió tragarse todo el consolador y descansó un momento sobre mi regazo.

-          Venga zorrita, cabalga.

-          Sí, ama – me contestó dejándome en shock. No la había exigido ningún tratamiento, pero ella espontáneamente me llamaba ama. Giró la cabeza para mirarme con una gran sonrisa a la que yo correspondí con otra aún mayor. Me apoderé de sus grandes tetas y la acompañé en su rítmico cabalgar.

-          ¿Te gusta que te apriete las tetas, cariño? – pregunté.

-          Sí, ama. Me encanta.

-          ¿Y que te retuerza los pezones, amor?

-          Sí, ama. Insúlteme por favor.

No dejaba de sorprenderme lo caliente que era Alicia cuando estaba excitada. Le metí los índices y pulgares de ambas manos en la boca para que me los chupara. Cuando ya estaban llenos de sus babas los volví a llevar a sus pezones retorciéndoselos.

-          Aaaaaaaaaaaagghhhhhhhh, más, por favor.

-          Claro puta. Eres la más zorra de todas las zorras – seguí apretando sus pezones – vas a hacer para mí todo lo que te pida. Tu culo ya es mío, pero te lo voy a follar en donde me parezca, voy a exhibirte como mi puta personal, voy a prestarte a mis amigas lesbianas y a mis amigos hetero, voy a hacer con tu cuerpo lo que me dé la gana.

-          Sí, sí, soy tu puta, tu esclava. Mi culo, mi coño y mis tetas son para ti, son tuyos. Te pertenezco, ama.

El movimiento de sube baja de Alicia se había vuelto frenético. La excitación que teníamos las dos era increíble. Yo alucinaba viendo como el culo de Alicia recibía el consolador hasta el tope. Apretaba tan fuerte sus pezones que se habían vuelto rojo brillante, con un tamaño exagerado. Bajé una de mis manos hasta su rajita y la metí dos dedos de golpe. Se iba a correr.

-          No te corras hasta que te lo ordene, zorra.

-          Por favor, por favor, no puedo aguantar, esto es demasiado – balbuceó.

-          Aguanta y no te corras que a mí me queda poco – lo cierto es que el consolador dentro de mí y el roce en mi clítoris provocaba un efecto devastador. Estaba a punto de caramelo. Continué con mis dedos entrando y saliendo de su coño, la apreté una teta con ansia y la dije :

-          Ahora esclava, córrete ahora para mí – le di un tirón del clítoris justo en ese momento y se corrió gritando desaforada, moviendo las caderas de forma incontrolada, lo que provocó que mi orgasmo me sepultara bajo una montaña de placer.

-          Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaagggghhhhhhhhh – gritamos las dos.

Rodeé a Alicia con los dos brazos, apretando fuertemente mientras disfrutaba de los espasmos del increíble orgasmo. Mi amor se recostó sobre mí y echando los brazos hacia atrás, rodeó mi cabeza con sus manos. Estuvimos un rato sin poder o sin querer hablar. Alicia se levantó un poco para sacarse el consolador y el huevo de dentro y volvió a sentarse en mi regazo. Estuvimos otro ratito disfrutando de estar juntas piel con piel hasta que, molesta por el consolador que todavía ocupaba mi vagina, la di un azotito para que se levantara.

-          Vamos a la cama, no tengo fuerzas ni para ducharme – le dije acostándome.

Alicia se tumbó a mi lado, pasó una pierna entre las mías y puso un brazo sobre mí. Mirándome a los ojos me dijo :

-          Creo que voy a dormir mejor que nunca, mi ama – y me guiñó un ojo.

Nos sonreímos las dos con felicidad en las caras y amor en los ojos y nos quedamos dormidas en un par de latidos del corazón.

Datos del Relato
  • Categoría: Lésbicos
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