Sebastián le plantó cara a la larga enfermedad desde el principio. Desde el primer día se sometió a todo tipo de pruebas, dócilmente, dejándose llevar, depositando en el quehacer de los médicos toda la esperanza de familiares y amigos. Pero en aquella mirada de perro acorralado se leía que él supo desde el principio que aquella batalla era una batalla perdida, que el sufrimiento físico únicamente servía para recordarle que seguía vivo.
En el umbral de la muerte hizo su aparición el cura. Sebastián le miró con una ternura que jamás habíamos visto en ojo humano. Sonrío y dijo:
- Demasiado tarde, Padre. También de eso me muero. Desde el principio, Padre. Las enfermedades, desde el principio.
Dos días después Sebastián murió de verdad, de verdad y para siempre.