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Blanco

¡Hola!, soy Anamaria, por una extraña enfermedad me tuve que trasladar a un lugar con aire y medio ambiente más limpios, afortunadamente mis padres tienen una situación económica excelente, tienen propiedades en varios países y en diferentes continentes, así fue como llegue al centro de Italia a una pequeña granja comprada por papá hace una decena de años, cerca de Roccavivi, en el Parque Nacional del Abruzzo.

 

Normalmente los fines de semana, habiendo buen tiempo climático, doy largos paseos por los faldeos de los cerros, este sábado con un sol radiante, me vestí con mi vestuario térmico, adapto a las bajas temperaturas que se registran a veces, preparé un par de sándwich de Jamón serrano y mozzarella, además de una botella de agua y un pequeño termo con café, estábamos al término del invierno, había vastos sectores nevados.

 

Los senderos que generalmente frecuentaba estaban bastante nevados, así que procedía con cautela, me sentí siendo observada, era algo extraño porque normalmente no hay anima viva en los alrededores, me giré entorno y no vi nada, continué mi paseo habitual y repentinamente cuando se movió, lo vi, era un lobo blanco que se mimetizaba perfectamente con la nieve, sé que los lobos se escabullen de los humanos, es muy difícil verlos en su ambiente natural.

 

El lobo me siguió por un largo trecho, a momentos se detenía y olfateaba el aire, de a poco me fue cerrando el camino, me asusté, llegamos a una arboleda y después había un barranco de una decena de metros, me detuve porque el lobo estaba en mi camino.

 

Estaba a unos diez metros de mí y olfateaba el aire, pensé que percibía la colación que llevaba en mi mochila, así que saque un sándwich y se lo acerque a su hocico, se me heló la sangre cuando me gruño mostrándome sus dientes, traté de conservar mi entereza y comencé a hablarle … ¿qué quieres? - ¿no quieres dejarme pasar? – el lobo se acercó a mí y con cierta delicadez tiró de mi guante - ¿quieres que te acompañe? - ¿quieres que me vaya contigo? – se dio media vuelta y camino hacía el bosque, luego giro la cabeza a mirarme, así que procedí detrás de él.

 

Caminamos cerca de una hora, hasta que salimos del bosque en las faldas de un cerro, había una cueva, cuando llegamos salieron otros seis lobos a nuestro encuentro, inmediatamente uno se vino gruñendo contra mí, no alcance ni siquiera a gritar, el lobo blanco lo intercepto en el aire y cayó sobre él mordiéndole el hocico y agarrándolo cerca del cuello, el lobo atacante se quedó quieto y Blanco lo dejó ir, los otros lobos retrocedieron y nos dejaron el camino libre hacia la cueva.

 

Entramos a la cueva, había un olor animal característico, pero no puedo decir que fuera un aroma fétido ni nada de eso, había un motón de pieles, probablemente de las presas de estos lobos, como estaban secas, hice una especie de lecho y me senté en ellas, Blanco vino cerca y me volvió a tironear el guante, así que me saqué los guantes, luego me tironeo la chaqueta - ¿quieres que me saque mi cortaviento? … procedí a quitármelo, él continuaba a oler mis alrededores y luego metió su hocico en la banda de mis pantalones y mordió los tirantes de mis pantalones térmicos - ¿quieres que me saque los pantalones? … me levanté y me saqué las botas acolchadas y los pantalones, quedé en paños menores, tenía mis largas medias de lana que me cubrían hasta los muslos, mis medias calcetín, mi polera térmica y por comodidad me había vestido con una tanga blanca que cubría mis partes pudorosas, no llevaba sujetador y mis tetas se balanceaban en modo pudiente y lascivo.

 

Blanco se acercó a mí y siguió olfateándome, él era atraído por mi olor, acercó su hocico a mis muslos y me dio un enérgico lengüetazo a mi chocho, me hizo vibrar y retroceder, cubrí mi vagina con la palma de la mano, él se arrimó a mis piernas y me gruño, saque mi mano de mi chocho y volvió a pasar su lengua sobre la tela de mi tanga - ¿qué quieres lobo tonto? – ladeó su cabeza y me miró interrogativamente - ¿déjame en paz tontito, no soy de tu especie? – me di vuelta y me senté sobre las pieles, Blanco vino y metió su hocico entre mis muslos y lengüeteó mi tanga con avidez, su lengua se sentía de maravillas, pero no podía ceder, cerré mis muslos con fuerza, Blanco me gruñó y dio una especie de ladrido, aparecieron tres lobos a la entrada de la cueva, el mensaje era claro, así que abrí mis muslos y Blanco procedió a lengüetear mi tanguita.

 

Estaba yo ahí, sobre las pieles, apoyada en mis codos y miraba la larga lengua de Blanco que había mojado mi tanga y continuaba a lamer mis muslos y mi calzoncito, tanta dedicación me hizo sentir deseos, mi chochito se bañaba, se mojaba, se empapaba cada vez más, decidí quitarme las pequeñas bragas.   Cuando su lengua tocó mis labios mayores hinchados e hirvientes, pegué un grito que hasta los lobos que estaban afuera entraron a mirar que sucedía, Blanco gruñó hacia ellos y todos salieron.

 

Blanco seguía lamiendo mis carnes rosadas, eché mi cabeza hacia atrás y con mis manos abrí mi coño, la lengua de Blanco me penetró con fuerza escarbando y buscando más de mis fluidos, mi respirar se hizo afanoso, mis gemidos más frecuentes y de tanto en tanto me hacía gritar, después de algunos minutos de esta penetración insistente, tuve mi primer orgasmo, convulsioné en una serie de espasmos acompañados de chillidos agudos que jamás había emitido en vida mía, él no se dio ni siquiera por aludido, su lengua continuó sin descanso a lamer mi chochito que palpitaba producto del clímax, trataba de juntar mis muslos y alejar mi sensible clítoris de su lengua, pero su cabeza era muy ancha y al levantar mis piernas, expuse mi ano a su lengua exploratoria, me encontré con mis manos abriendo mis nalgas para darle acceso a mi ceñido boquete trasero y tremando en el ápice de otro fabuloso orgasmo, abrí mis piernas y me abandoné a él.

 

Blanco cargando su hocico sobre mi clítoris, arrancó de mi garganta una series de gritos estridentes, mientras me hacía cabalgar la cresta de otro orgasmo, mi vientre se movía follando su hocico, mis piernas abiertas en total abandono a las estocadas de mi amante, había algo que me instigaba a entregarme a sus juegos, este animal jugaba con mis deseos más íntimos, me hacía sentir más caliente, su saliva al parecer contenía algo animalesco que me inyectaba alguna sustancia que me hacía arder la piel, buscando su lengua, queriendo ser penetrada por su órgano lingual.

 

Blanco percibió mis orgasmos y luego de un rato, comenzó a empujar mis muslos y me hizo alzar, cuando estuve de pie, Blanco vino detrás mío y enterró su hocico en medio de mis nalgas, lengüeteando el pequeño orificio de mi culo, me procuraba un inmenso placer, porque su larga lengua alcanzaba al mismo tiempo mi chochito y mi culito, me estaba haciendo vibrar deleitando con su gruesa lengua mis dos orificios, después se alzó en sus patas traseras haciéndome casi caer, de hecho, con su peso me empujo sobre las pieles a cuatro patas, me encontraba sobre mis rodillas y manos, y con su lengua que se introducía en mi canal vaginal desde atrás, una penetración muy profunda con su lengua de varios centímetros, mis senos se balanceaban y el roce con las pieles en mis pezones me enloquecia.

 

Me estaba haciendo arquear mi espalda y haciéndome levantar mi culito para darle más espacio a su lengua, me estaba haciendo gozar una vez más, repentinamente me encontré con sus patas delanteras alrededor de mi cintura que me agarraba con fuerza, arañando mis costados, me dejé caer sobre las pieles evitando una penetración de su polla, la cual asomaba apenas una puntita desde su forro peludo, Blanco me gruño e intento morder mis cachetitos, después empujo mi trasero hasta tenerme otra vez sobre mis rodillas y manos.

 

Está vez su agarre de mi cintura y caderas fue mucho más fuerte, no podía liberarme, sentí su polla que golpeaba mis muslos y mi trasero, sentí que gotas de su esperma resbalaban por mis muslos, entonces, lo sentí en medio a mis labios vaginales, de pronto hizo centro y al menos unos cinco centímetros de su polla se introdujeron en mi chocho, grite desesperadamente, estaba comenzando a ser follada por un lobo, me tiro con fuerzas hacia él me empujo con vigor su miembro dentro de mis entrañas, era extraño pero no doloroso, la velocidad de su follada era increíble, era como un martinete, una máquina de follar, quizás por un minuto era hasta agradable, me hacía gritar por las fuerzas de sus golpes, pero luego sentí algo abultado que entraba y salía de mi coño, definitivamente entró en mí y comenzó a inflarse llenando cada espacio al interior de mi vagina, sellando su bola a las paredes de mi chocho, recordé cuando los perros quedan enganchados a su perra, él me había enganchado a su verga.

 

Blanco follaba mi coñito, con una polla de tamaño descomunal, ahora había alcanzado esas dimensiones, estaba toda dentro de mí, hacia cosquillas a la pequeña abertura de mi útero, me estaba estimulando al máximo, ahora yo empujaba hacia atrás para ser empalada en esa asta de carne canina, me gustaba como me hacía sentir llena, agarre sus patas traseras para no dejarlo ir, se sentía maravilloso, jamás antes de ahora había tenido dentro de mí una verga tan grande y gruesa, él movía su polla dentro y fuera de mí, la profundidad y amplitud de su penetración me hacía vibrar y querer más, nunca había experimentado nada igual, Blanco dio una serie de empujones que me hicieron chillar más fuerte y sentí que la puntiaguda polla había ingresado a mi útero.

 

Blanco sentía el cálido abrazo con que mi vagina acariciaba a su verga, mi estrecho coño lo masajeaba que era una delicia,  Sentí que algunas lágrimas salían de mis ojos y resbalaban sobre las pieles, estaba emocionada por ser follada por esta fuerza de la naturaleza, la polla maciza, intrusiva y gruesa se movía dentro de mi chocho.

 

Blanco comenzó a lanzar unos gruñidos, mientras rociaba las paredes de mi chocho con su fluido animal, mi vientre se hinchó para aceptar la cantidad de semen que él disparaba incansablemente dentro de mi vagina, parte de la funda peluda de su verga acariciaba mi clítoris, enviando ondas de placer a través de todo mi cuerpo, mordí mis labios sintiendo el rio de semen que se descargaba en mis interiores, convulsionando contra su pene, mi orgasmo me hizo chillar más fuerte y mis gemidos me acompañaron mientras apoyaba mi cabeza sobre las pieles, no sentía dolor, los ruidos sordos y lascivos de mi amante me hacían empujar con mi culito hacia atrás, pequeñas olas de placer estremecían todavía mi cuerpo pegado a la polla de Blanco, no me sentía violada, me sentía poseída y cooperaba refregando mi chochito contra la gruesa pija de él.

 

Mis orgasmos se sucedían uno tras otro, el roce de la punta del pene canino con la entrada de mi útero, a veces era un poco doloroso, pero las pulsaciones de él lo transmutaban en ondas placenteras que estremecían mi cuerpo, la presión que su bola ejercía contra mi punto-G, multiplicaba esas ondas, mi voz rauca gritaba por más, por favor más, la invasión de mi túnel cervical era la fuente del más maravilloso de los orgasmos, prolongado en el tiempo, su esperma caliente había llenado todos mis espacios.

 

No tengo la menor idea de cuánto tiempo transcurrió, abrí mis ojos al momento justo que su enorme verga resbalaba fuera de mi coño, solté sus patas traseras y Blanco vino afectuosamente a limpiar mi zona vaginal y perianal, su lengua me hizo estremecer con delicia y lujuria, sus lengüetazos adorables me hicieron gemir y ensanchar mis nalgas deseosas y agradecidas por la atención exquisita, adoptando una posición fetal me adormecí.

 

Sentí los empujones de Blanco a mis costados, era noche profunda dentro de la cueva, mi instinto me hizo ponerme en cuatro, Blanco vino detrás de mí y dopo unos breves lengüetazos a mi chochito, me montó y con pocas clavadas dio en el objetivo, mi coño estaba siendo ensanchado para hacer lugar a su maravillosa polla, me penetro con fuerza y su bola se hincho dentro de mí, dejándonos unidos, atrapé sus patas traseras con mis manos y me deje invadir por la serie de sensaciones che él me transmitía mientras me follaba, cuando su bola estaba obstruyendo completamente la salida de mi coño, él comenzó a verter su lechita caliente en mis entrañas rosaditas y mojadas, la ancestral sensación de estar siendo depositaria de la descendencia de éste macho, hacia surgir en mí el deseo de ser penetrada como su hembra, durante varios minutos sentí sus copiosos chorros continuos, una explosión poderosa de su eyaculación que golpeaba las delgadas paredes de mi vagina, las ondas de placer se subseguían una tras otras, la voluminosa descarga de su semen fue poco a poco disminuyendo.

 

El pene y la bola de Blanco continuaban firmemente dentro de mí, mi punto-G nuevamente venía estimulado intensamente y mis orgasmos involuntarios eran abrumadores, su verga alcanzaba lugares nunca tocados antes, sentía los latidos de su polla y de su bola, estaban tan calientes que era imposible resistir, lentamente su pene comenzó a tomar un tamaño normal, su bola se hizo más pequeña, chorros de líquido seminal escapaban desde las orillas de mi coño, y bajaban por mis muslos, también su verga se deslizó fuera de mi chuchita.

 

Él me lamió por unos minutos y después me dejo sucumbir a un sueño reparador, hice una almohada con mis vestidos y me cubrí con las pieles, me adormenté sintiéndome muy abrigada.

 

En la mañana temprano, Blanco me folló dos veces más, mis orgasmos fueron fenomenales, me gustaba disfrutar de las atenciones sexuales de este macho alfa, me encantaba ser su pareja.

 

Cerca de mediodía, Blanco me acercó mis vestidos, me volví a vestir, después se dirigió a la salida de la gruta, lo seguí, nos encaminamos por el bosque y blanco me llevó cerca de un sendero que reconocí de inmediato, cuando me giré para despedirme, él ya no estaba, no logré volver a verlo, lo presentía que me acompañaba a distancia, pero no lo vi, continué por el sendero hasta llegar a casa.

 

Ingresé a mi hogar, nadie se había percatado de mi ausencia de una noche, mi celular no registraba llamadas perdidas y en casa estaba todo en orden, necesitaba ducharme, fui al baño y me desvestí por completo, en medio a mis muslos, todavía había restos de la última corrida de Blanco, me metí dos deditos en mi chochito, los que salieron empapados en los fluidos de mi amante peludo, refregué un poco mi clítoris con ellos lanzando gemidos por los maravillosos recuerdos de haber tenido dentro de mi coñito semejante monstruo de polla, toqué mi vientre y el vacío era evidente, pellizque mis pezones para aumentar mi libido y ahí sentada en la bañera, abrí mis piernas ampliamente y procedí a acariciar mi clítoris, gimiendo y gritando el nombre de mi amante … ¡ooohhh! Blanco … no me dejes.

 

Exhausta me metí bajos las aguas tibias de la ducha, aún mi cuerpo se estremeció cuando enjaboné mis sensible tetas con sus pezones endurecidos, luego de secar mi cuerpo, me puse mi neglige negro con una tanguita de similar color y me fui a la cama, me adormenté pensando en la polla de mis amores, mi chuchita se humedeció instantáneamente, la fatiga me venció y el sueño se apoderó de mí

.

Me desperté muy temprano en la mañana, después de un frugal desayuno para reponer fuerzas, tomé mi automóvil y conduje hasta Frosinone, la ciudad más importante del lugar, ubiqué el sex-shop de la localidad y procedí a comprar algunos juguetitos, me compré un dildo vibrador rojo grande, la imitación de la polla de un perro grande, líquidos lubricantes y algunas prendas sexy, contentísima me regresé a casa.

 

Después de finiquitar algunos menesteres hogareños y cocinar para los días venideros, porque me preparo algunas salsas para comer con la pasta fresca, no dejaba de pensar en mis compras, lavé y enjuagué mis juguetes, luego me duché, me vestí con un completo azul celeste, neglige, tanga, medias y liguero del mismo color, me paré frente a mi espejo y observé mi figura curvilínea reflejarse por entero, me encanto lo que vi, mis senos se cimbraban robustos al caminar frente al espejo, mis piernas lucían magnificas, mi talle con amplias caderas me hacían ver voluptuosa, soy una mujer muy linda, pensé.

 

Me recosté en mi cama, comencé a jugar con mis pezones, puse entre mis piernas el grueso vibrador rojo, mientras jugaba con la imitación de la verga de perro, la pasé por mis labios pensando como seria mamar la verga de Blanco, me la metí en la boca hasta sentirla en el fondo de mi garganta, me hizo toser.

 

El vibrador entre mis piernas ronroneaba y me hacía sentir cosquillitas en mi chocho, puse la polla de perro entre mis tetas e imaginaba a Blanco sobajeando su verga entremedio de mis senos rebosantes, fantaseaba viendo la puntiaguda verga de él disparando chorros y más chorros de semen sobre mis pechos, veía mi busto luciente y brillante con el líquido seminal de mi amante.

 

Cerré mis ojos mientras me ponía en cuatro, empecé a deslizar la verga de perro entre mis labios vaginales e introducir la puntita en mi coño, mi abundante lubricación natural facilitaba la inserción del pene en mi vagina, centímetro a centímetro lo fui empujando hacia adentro, follando mi chochito mojadito, podía sentir mis tetitas enormes que se endurecían al contacto con las sabanas, estaba refregando mis pezones en ellas, abrí mis muslos para empujar la parte más gruesa de la pija lo más adentro posible de mi chuchita, estaba comenzando a enloquecer, la lujuria me hacía morder mis labios carnosos, la calentura me hacía mover mis caderas para sentirme follada por aquel artilugio dentro de mis carnes, no pude resistirme a mi orgasmo, apretando mis muslos y contrayendo mis músculos vaginales, me enterré esa verga de perro en mi chocho sin descanso, hasta que me doblé y caí en mi cama, estremeciéndome por todos lados, gemía y gritaba de placer, pensaba en mi amante peludo y a cuantos orgasmo me procuro la última vez.

 

Los días pasaban tediosamente, no me bastaban mis juguetitos, así que ese esplendido sábado de sol, me vestí con mi ropa de abrigo y salí a dar un paseo por los faldeos montañosos, mi intención era encontrarme con mi lobo adorado, caminé muchísimo esa mañana y volví exhausta a casa sin haber visto ni rastro de los lobos, pensé que quizás habían cambiado de territorio, desanimada me fui bajo la ducha a refrescar mi cuerpo agotado.

 

Habían pasado cuatro semanas de mi encuentro con Blanco y había perdido las esperanzas de volverlo a ver, estaba en la cocina preparando algo rico cuando tocaron a mi puerta, jamás recibo visitas, así que me sorprendí, era la camioneta de los guardabosques, un joven vestido con el uniforme característico, muy educadamente preguntó por mis datos personales, los anoto en su Tablet y después me comunicó que es deber de ellos advertir a los residente de posibles peligros, hay una manada de lobos en los parajes boscosos, así que me aviso de ser cuidadosa, no dejar cosas de comer fuera de la casa, mantener las mascotas al interior de la casa y no alejarse en excursiones y paseos sin advertir a ellos, los guardabosques, enseguida se me erizo la piel cuando el joven dijo … hemos visto un lobo blanco en el día de ayer que merodeaba por estos parajes, así que mantenga su puerta cerrada y no salga a menos que no sea necesario, me dejaron un número telefónico donde comunicar eventuales avistamientos, se despidieron y se fueron.

 

Mi corazón latía a mil, latía por él, me estaba buscando y yo tenía que facilitarle el reencuentro, esa tarde apagué todas la luces excepto una pequeña cerca de la entrada, dejé la puerta entreabierta y me senté a esperar, poco antes de la medianoche la puerta de abrió y apareció él olfateando el aire, cautelosamente entró, yo fui a su encuentro y él meneando su cola contento me reconoció, lo abracé y besé su peluda piel, su hocico se acercó a mi zona púbica, olfateó alrededor y luego me dio un lengüetazo en el rostro – si lo sé lo que quieres … vamos a ni cuarto, cerré todo y me fui con él que metía su hocico entre mis piernas.

 

Una vez en mi habitación me desnudé por completo, no necesitábamos un preámbulo muy elaborado, me senté al borde de la cama y Blanco se lanzó sobre mi chuchita, lo ayude abriendo mis labios hinchados y gozosos, el continuó a lamerme con esmero, su larga lengua entraba dentro de mi chocho, empujando los pliegues de mis paredes vaginales hacia adentro, después encorvando su lengua me los tiraba hacia afuera, la sensación me tenía respirando afanosamente, me acosté hacia atrás para entregarme a él sin resistencia alguna, levanté mis piernas y su lengua busco el hoyito de mi culo haciéndome estremecer, se concentró por unos instantes en mi culito rugoso y estrecho, lancé varios gritos y aprete mis nalgas con lujuria.

 

Mi trasero venia escrupulosamente acariciado por la áspera lengua de Blanco, mis caderas rotaban y mis manos se posicionaron sobre mis tetas, comenzando un masajeo circulatorio, mis tiernos pezones tomaban consistencia y apuntaban directamente al techo, mientras aumentaban sus dimensiones.   Comencé a jalar de ellos, lo que me procuraba un cosquilleo sobre todo mi busto, Blanco subió sus patas delanteras sobre la cama y comenzó a dar puntadas de su pija contra mi chocho, fue increíble cuando su lanza se incrustó en mis carnes, penetrando autoritariamente dentro de mí, inició a martillarme con su verga, la cual se engrosó rápidamente, hasta que al fin su bola gigante entró y se bloqueó al interno de mi chuchita, la piel de mi vagina comenzó a estirarse bajo la presión fantástica de esa pelota suya que continuaba a inflarse.   Llegaron los estremecimientos y gritos que me hacían acabar con orgasmos múltiples, restregaba mi pubis contra su peluda piel, sus pelos me provocaban escalofríos de placer, mordía mis labios para no gritar más fuerte.

 

Estaba siendo follada salvajemente por mi adonis peludo, era su hembra él me había elegido para follar y ser receptora de su semen, me había elegido a mi para depositar el semen que aseguraría su descendencia, me hubiese gustado ser compatible y traer al mundo todos los bebitos lobos de él, pero madre natura no nos permitía tales cosas, entonces al menos de mi parte, follaba para gozar y obtener el máximo de placer de este cruce de especies, su pene era perfecto para la hembra humana, sus dimensiones enormes y su globo canino que se infla dentro de la fémina, hacen gozar a la hembra humana como jamás ninguna pija humana la haría gozar.

 

Blanco había terminado de darme esas violentas y veloces clavadas, ahora daba pequeños golpecitos acompañados de chorritos que se descargaban dentro de mi sexo, estaba en el proceso de inseminación, todos sus espermatozoos estaban siendo depositados en mi útero, es la sensación mas rica que se puede sentir, la puntiaguda polla de Blanco, chorreando mi cérvix y llenándola de sus cachorritos.

 

Los orgasmos me hacían gritar, gemir, sollozar, reír, mi cuerpo estremecido una y otra vez, mi ser poseído por la lujuria que me procuraba la polla portentosa de este animal.   Mis piernas rodeaban sus flancos peludos, mis manos aferraban sus pastas delanteras para no dejarlo ir, lo tenia prisionero en un abrazo lascivo y caliente, quería más de su pija, quería más de su semen en mi coño ya extra lleno, me quería rebosar, mi chocho debía desbordarse de lechita, quería sentir un rio de semen corriendo por mis glúteos, quería sentir su semen saliendo a caudales desde mi vagina estrecha, todos estos pensamientos atravesaban mi cabeza, en los pocos momentos lucidos que tenía entre orgasmo y orgasmo, el resto del tiempo era un subseguirse de restregamientos contra su piel, mis senos apretados contra su pecho, jadeos y gemidos varios.

 

Blanco me tuvo inseminando por más de veinte minutos, luego su pija salió de mi coñito, dejando una laguna de semen y fluidos míos,   el descendió del lecho y comenzó a lamer mi chuchita, no lograba reaccionar a sus lamidas, excepto por la serie de mini orgasmos que me producía su lengua escarbando el interior de mi chocho.

 

Me lamió por un largo rato, luego se instaló en un rincón a limpiar su pene, como pude logré juntar un poco de fuerzas y me levanté para ir al baño, me lavé un poco, mi chocho no estaba adolorido, todo el contrario, estaba muy sensible y cada vez que mis dedos rozaban mis labios vaginales, cerraba los muslos y los ojos, las vibraciones, me hacían estremecer.

 

Fui a la cocina y entibié en el microondas unos bistecs para Blanco, cerca de un kilo de carne, saqué una botella de leche y me llevé también dos recipientes, al oler la carne, Blanco se alzó y me miraba muy interesado, le acerqué un recipiente con la carne y en el otro vertí un poco de leche, en un santiamén la carne fue devorada, luego se zampó la leche y volvió a lamerse su pene, pero ese es mi postre, pensé.

 

Me acerqué lentamente a él, la mitad de su polla todavía estaba fuera de su forro, me incliné y metí la puntita en mi boca, el sabor aspro y salino me encantó, comencé a chupársela delicadamente, Blanco gimió, en señal de que lo estaba haciendo bien, me animé y junto con lamer su verga, empecé a pajearlo con mi mano, él se levantó e inició a follarme la mano, la posición para chupársela resulto incomoda, así que me recosté en el piso y me metí bajo su vientre, su polla me quedaba justo encima de mis labios, se la chupé ávidamente, Blanco follaba mi boca, después de unos minutos tenía fuera hasta su bola, unos cortos chorritos iniciaron a salir de su pene, trague lo más que pude y el resto lo apunte a mis tetas las que se cubrieron de su lechita, espalmé un poco sobre mi vientre y todos mi pecho, me levanté y termine esparciendo esperma en mis muslos y piernas, después me fui a mirar frente al espejo, mi cuerpo entero resplandecía, brillaba con el semen de mi amante, me sentí  muy excitada y orgullosa, me veía hermosa.

 

Me recosté sobre la cama y sentí a Blanco acomodarse a mi lado, lo abracé y me quedé dormida.

 

Temprano, con las primeras luces del alba, Blanco me folló por casi media hora, quedamos pegados por mas de diez minutos, me regaló una decena de orgasmos, después que se separó de mí, lanzo una especie de aullido y se dirigió a la puerta, pensé que salía por sus necesidades, le abrí la puerta, me miró por casi un minuto, sus ojos destellaban cariño hacia mí, salió y aún cuando dejé la puerta abierta, no lo volví a ver.

 

Por las siguientes noches, apagaba mis luces y esperaba a mi amante, pero el no volvió, así que me resigné y continué con mi vida habitual.

 

Mi cama me parecía demasiado grande, había un espacio vacío, también mi chochito lo extrañaba, solo a pensar en él mi cuerpo reaccionaba produciendo más fluidos y haciéndome empapar mis bragas, tuve que usar apósitos.

 

Noté que cuando más se acercaba mi periodo fértil, más fluidos producía, el día de hoy había comenzado mi periodo fértil, me estaba sintiendo inquieta, sentí un aullido de lobo en el atardecer y no pude evitar recordarme de mi lobo y de su polla, quizás donde se encontrará en es tos momentos, estaba ensimismada en mis pensamientos cuando sentí rasguños en la puerta de casa, mi corazón se aceleró, sin precaución alguna me fui a la puerta y la abrí, su pelaje blanco entró meneando su cola, era él.

 

Olfateaba el aire una y otra vez, fue ahí que me di cuenta de que él percibía en algún modo mi periodo de fertilidad y venia a inseminarme, yo era su hembra y su deber era inseminar mi chocho, llenar mi útero todas las veces que fuera posible, se lo ordenaba la naturaleza.

 

Sin perder tiempo me desnudé ahí mismo en el salón, me senté en el diván y Blanco enterró su hocico en mi chuchita, me volví loca al instante, lo deseaba, lo acariciaba, lo besaba, levante mis piernas para gozar de su lengua, mi culito quedo a la altura de su órgano lingual, mi coñito un poco mas arriba, por unos instantes se concentró en el pequeño orificio de mi culo, me abrí con ambas manos mis glúteos, su lengua penetraba mi diminuto orificio haciéndome estremecer, luego volvió a mi chocho y me provocó un primer orgasmo, él, incansable, continuo su placentera tortura a mis carnes débiles, chillaba como una puta, como una ramera caliente, me sentía desinhibida me sentía liberada, quería se follada, mis deseos eran incontenibles, quería su polla magnifica en mi conchita mojada.

 

Me bajé del sillón y apoyando mis tetas en éste, me puse en cuatro, mis manos libres abrían mis nalgas invitantes, Blanco me lamió por algunos minutos, yo veía que la mitad de su polla había salido de su funda peluda, el me montó apoyando sus patas en el mueble, cerré mis ojos para gustarme el momento, como a la tercera tentativa, su polla invadió la entrada de mi chuchita con facilidad, se acomodó por unos segundos y comenzó su frenético martilleo a las paredes de mi vagina que se rendían ante el ataque de este guerrero del sexo, su lanza ensartaba mis carnes, en esta lucha no había heridas, había pasión, había lujuria, había ardor, había frenesí, mis orgasmo me sumían en una especie de limbo de ensueños, entraba en una dimensión paradisiaca, me perdía a momentos, no tenía una real noción de nada, la única realidad era esa asta incrustada en mi sexo que me provocaba mil y una sensaciones, mil y un orgasmos, mi cuerpo estremecido por tanta lujuria me obligaba a restregarme contra él una y otra vez.

 

Quedamos pegados por un lapso que me permitió acariciar su cuello y su cabeza, sentía su respirar agitado, estaba inmóvil, pero su polla latía con vida dentro de mi y sus chorritos continuaban a inundar mis entrañas.

 

Luego que nos separamos, sequé y arreglé un poco el desbarajuste que habíamos combinado, me fui a la cocina a preparar algo para él, para tenerlo fuerte, prepararlo para mí, para que sus energías se restablecieran en beneficio de mi chuchita carente de atención las últimas cuatro semanas, le di de comer y beber, también lo acaricié por un largo rato.

 

Nos fuimos a mi dormitorio y en pocos movimientos, mi cuerpo estaba bajo su poderío y mi chuchita ensartada que era una belleza, gocé, grité, me revolqué, lo tironeé de las patas para provocarme otros orgasmos maravillosos, era tanta mi desesperación y locura, que en un momentos sentí sus dientes en mi pelo y me calmé, pero ya los orgasmos que me había ocasionado eran bastantes para tenerme quieta por un poco.

 

Esa noche no le di descanso, pero él tampoco lo necesitaba, cada dos horas más o menos estábamos pegados, aprendí a soltarle una pata para quedar culo con culo, nos consumimos casi todas las toallas, mis tetas temblaban solas, mis piernas también.

 

Blanco estuvo dos noches conmigo, no dejo de follarme ni de día ni de noche, hasta nos bañamos juntos en la ducha, donde le chupe su pija hasta dejarlo seco, con uno de mis juguetes perdido en las profundidades de mi coñito, mi orgasmo me dejo acostada por tierra, mientras él lengüeteaba mi sexo palpitante.

 

Él continuó a visitarme como reloj, en cada uno de mis periodos fértiles, el aparecía en mi puerta, para follarme por al menos dos noche seguidas, después la naturaleza lo llamaba de regreso al bosque, por casi un año y medio él fue mi amante peludo, después desapareció definitivamente, me hace falta, lo hecho de menos, espero esté en algún paraíso disfrutando, que dios lo tenga en su gloria.

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