Me quedé sola en la habitación clavada de muñecas y tobillos a la mesa, empapada en sangre, con ganas de más aunque con ganas de irme, con ese olor que tanto caracteriza la sangre y que tanto me gustaba, que deseaba saborear una vez más, que estaba en el ambiente y lo sentía en la garganta latiendo fuerte, dándome punzadas en la boca del estómago.

El dolor había pasado, ya no sangraba, pero mis pensamientos se contradecían una y potra vez en mi turbia cabeza.

Estaba asustada en parte, jamás había sentido tales sensaciones, mi imaginación se dejaba llevar hasta límites insospechados, tenía miedo de mi misma, de no poder controlar mi cuerpo, mi mente, ..., de dejarme llevar hasta la desesperación, de perder mi voluntad, o al menos la poca voluntad que me quedaba y de perder la vida en ello.

Por un momento sentí la más absoluta soledad entre aquellas cuatro paredes, me ahogaba al pensar que tal vez no saldría de allí viva o que tal vez me quedaría allí para siempre, sufriendo lo mismo cada día una y otra vez sin poder hacer nada para evitarlo, estando en el mismo infierno, porque si el infierno existía debía ser igual que aquello.

Pasaban lentas las horas, el sabor de la sangre me agriaba el estómago y un sabor repugnante se me venía a la boca una y otra vez, haciendo que me dieran arcadas, quería vomitar, pero no podía, sentía nauseas, mareos y una baba negruzca salía de mi boca resbalando por mi cara, intentaba incorporarme, pero cada movimiento suponía una agonía.

La puerta se abrió, no pude ver quien era hasta que se puso a mi altura; era Gunter.

- Quitame esto - le dije, se acercó y haciendo palanca con una barra me los quitó, la sangre volvió a manar de mis muñecas y mis tobillos.

- Ven, tenemos que taponar estas heridas - le seguí como pude por el pasillo, arrastrando los pies casi desvaneciéndome hasta otra habitación, no se oía ningún ruido, todo estaba en calma. Me llevó hasta una silla al fondo de la habitación y me ató a ella.

- No voy a intentar escaparme - le dije.

- No lo hago por eso, ..., sino para que no te muevas - sacó una aguja e hilo - toma, muerde esto - me metió un trapo en la boca, sacó un mechero y me quemó las heridas, grité tan fuerte que creo que se asustó, el olor de la carne humana quemada es inconfundible. - Deja de gritar estúpida y muerde esto - me gritó y comenzó a coserme los agujeros, hubiese preferido desmayarme al principio, al menos no hubiese sentido nada, porque después de haberme cosido aún sentía el olor de la carne quemada y del dolor de la aguja penetrando en mi piel.

Me dejó allí hasta que una chica vino a desatarme, me cogió en brazos y me llevó a mi habitación, no pude ni preguntarle quien era, no me habló, ni me miró, ..., sólo se dedicó a hacer lo que la habían ordenado. Me dejó en la cama y me dio un vaso de agua y unas pastillas:

- ¿Qué son? - le pregunté, me miró, pero no me contestó, se fue cerrando la puerta de un golpe.

Las tomé e intenté dormir un poco, pero las pesadillas no me lo permitían, cada vez que cerraba los ojos, veía la cabeza de aquel chico rodando por el suelo mientras yo bebía de su sangre, mientras los otros dos bebían de su sangre, ..., veía un enorme perro follándome mientras yo gritaba como su perra, ..., cerré los ojos y lloré como antes nunca jamás lo había hecho.




Durante la noche alguien entró y me dejó un paquete encima de la silla, estaba medio dormida y pensé que lo había soñado, pero por la mañana cuando desperté y vi encima de la silla un paquete, supe que había ocurrido, no sabía que era, no tenía ningún nombre, nada ..., un paquete envuelto en un papel marrón, húmedo y con un olor raro, lo dejé encima de la silla y lo miré una y otra vez, no quería abrirlo, pero la curiosidad podía conmigo, me resistía, pero .... me arrastré como pude para cogerlo, me senté en la cama y me dispuse a abrirlo.

Quité el celo que lo cerraba y empecé a desenvolverlo, ..., un chorro de sangre saltó a la cama, resbalando sábanas abajo, lo tiré ...

- "pero ¿qué es esto?" - pensé, del paquete iba saliendo sangre que estaba manchando el suelo, haciendo un charco a su alrededor, ..., volví a cogerlo, la cama estaba llena de sangre, la habitación se impregnaba del aquel olor y a mí se me nublaba la mente, lo desenvolví totalmente y pude ver lo que parecía un trozo de carne negruzca, olía a sangre, pero corrompida, tenía una capa negra por encima que olía muy mal, como ha podrido, enseguida comprendí lo que era, ..., era un trozo de carne de Meira ... grité y lo tiré ....

- ¿Te ha gustado tu regalo? - dijo alguien detrás de la puerta, se oían las risas de varias personas.

No pude decir nada, estaba pasmada, ..., por un momento sentí un rencor y un odio tremendo hacia aquellas personas que me habían regalado un trozo de Meira podrido, seguramente cogido del cadáver que yo no me comí entero y que debía llevar unas dos o tres semanas en estado de descomposición.

- ¿Os hace gracia? - grité enfurecida - ¿Os hace gracia? - nadie me contestó.

- Cómelo - dijo Gunter, reconocí su voz - cómelo y te dejaremos en paz.

Vi el camino hacia la libertad abierto ante mis narices, la única condición era esa, ..., que me comiera un trozo de carne podrida de Meira, parecía fácil, pero tenía mis dudas.

Gunter entró en la habitación:

- ¿Me has oído? - preguntó, asentí - Muy bien ahora házlo y te dejaremos marchar.

- No puedo - dije

- ¿No puedes o no quieres? - esa pregunta me hizo pensar, .... ¿quería irme?, ¿quería quedarme?, ¿qué es lo que quería? Ni yo misma lo sabía .......