Era la primera vez que estaba con una mujer, aunque lo había imaginado algunas vez, tenía una amiga en clase hace años que me tenía loca, era guapísima además creo que yo también la gustaba, un día en clase nos escondimos en los vestuarios y me besó lenta y apasionadamente, jamás lo olvidaré porque fue mi primer beso, nunca llegué a hacer nada, pero la idea la tenía en la cabeza y de vez en cuando se presentaba muy clara, aunque esta mujer que ahora me besaba no me gustaba era muy brusca, movía la lengua como loca y me mordía el labio hasta hacerme daño, me cogió del pelo y me tiró al suelo:
- Ahora vas a ser mi perra - dijo dando vueltas a mi alrededor con aire de superioridad, acercó su zapato a mi cara y dijo - lámelo perra - no supe que hacer - ¡ahora!- gritó - y lentamente saqué la lengua y me puse a chuparle la punta del zapato, sentí que iba a vomitar, me empujó y puso el tacón en mi cuello - ahora estás en mis manos, ¿qué quieres? - no pude ni hablar, apenas podía respirar, empezó a apretar cada vez más fuerte, hasta que me dio una arcada y vomité en su zapato, - pero ... hija de la gran puta ¡que asco! - gritó, quitó el pie de mi cuello y pude coger algo de aire y respirar de nuevo.
- Zorra - dijo mirándome - has manchado mi zapato, ahora limpialo - me levanté y cogí un papel, me agaché delante de ella y empecé a limpiarlo - así no perra quiero que lo hagas con la lengua y que dejes mi zapato bien limpio y reluciente.
Volví a vomitar mientras me comía mi propio vomito, ella se debió enfadar, me cogió del pelo y me llevó la cabeza hasta el zapato, me pegó una patada y me rompió la nariz, la sangre bajaba hasta mi boca -. ¿has visto lo que has conseguido asquerosa?, me has ensuciado el zapato de vomito y sangre, me das asco - me levantó y me llevó hasta una mesa - túmbate - me empujó, me tumbó boca abajo, separó mis brazos y mis piernas, las ató con grilletes:
- Me hacen mucho daño, por favor quitamelas - grité, pero fue inútil ella los apretó aún más.
- Callate puta - me puso una mordaza, estaba bien sujeta, giró la mesa poniéndola casi de pie, sentí aún más dolor cuando mis muñecas tuvieron que sujetar el peso de mi cuerpo - ahora vas a ver lo que es bueno perra - acto seguido cogió un látigo trenzado de látex y me azotó, me azotó durante horas, sentía la sangre brotar y chorrear por toda la mesa, la espalda me ardía, las nalgas las debía tener amoratadas por los golpes, sentía una debilidad inmensa a causa de la pérdida de tanta sangre, no recuerdo nada más porque me desvanecí.
Cuando desperté estaba en el jardín, era la primera vez desde que estaba allí que veía el exterior, estaba atada boca abajo a cuatro árboles, mi cuerpo me pesaba demasiado y sentía como la cuerpo me iba desgarrando las muñecas y los tobillos poco a poco.
- Al fin despiertas - alcé la cabeza y pude verla, era ella, no sabía que pensaba hacer conmigo - tranquila conejita, esto te va a gustar, así aprenderás que no está bien vomitar encima de la gente, que ya no eres un bebé - empezó a reírse, se fue y a los pocos minutos vino con unas correas, tenía tres perros enormes atados a ellas, no sé de que raza eran, pero no me inspiraban confianza, empezaron a ladrar - ¿has visto? les gustas - me dijo y los soltó - A por ella - fue lo último que pude oír antes de empezar a sentir las crueles dentelladas de los perros por todo mi cuerpo, pensé que me iban a devorar viva, uno de ellos me tenía cogida de un pecho, era lo que más me dolía, me clavó los dientes hasta que vi que empezaba a caer sangre de mi blusa, creí que me lo había arrancado, ella reía y reía, mientras los achuchaba hacia mi, ellos obedecían a su ama fielmente - así es como deben ser los perros - gritó - obedientes y fieles.
Gunter llegó y algo se dijeron, ella se fue no sin antes besarle, se llevó los perros consigo, Gunter se acercó me desató - Deberías portarte mejor - pude oír antes de desmayarme y perder el conocimiento totalmente.
A la mañana siguiente, estaba en medio de una habitación muy oscura, no había ventanas, estaba oscuro, olía mal, la única salida estaba en el techo, pero no había ni escaleras, ni nada, había un plato con pan y agua. Me levanté como pude, casi arrastras con mi cuerpo, pero tropecé con algo, caí de bruces contra el suelo, estaba pegajoso y cuando abrí los ojos la escena que vi me hizo caer de nuevo contra el suelo y vomitar sin poder evitarlo.
Era Meira.
Meira estaba allí en el suelo, boca arriba, con una expresión de horror en el rostro que jamás olvidaré, tenía el vientre abierto y las tripas esparcidas a su alrededor, le faltaban las piernas, las ratas se amontonaban encima de su cuerpo y devoraban sus ojos y sus labios, me alejé todo lo que pude, me acurruqué en una esquina y esperé, esperé a que alguien viniera en mi ayuda, pero las horas pasaron y ni un alma apareció por allí, no oí ningún ruido, nadie se acercó para ver si estaba viva o no, ...., sólo tenía de compañía el cadáver de Meira en estado de descomposición.
Pasaron días, no sé cuantos, pero muchos, de vez en cuando pasaban un plato con agua y pan, pero no era suficiente, el hambre podía conmigo, no podía casi ver aunque me acostumbré pronto a aquella oscuridad, pero mi cuerpo estaba al límite .... y en un acto de locura, me acerqué al cuerpo de Meira y arranqué un trozo de carne de su brazo y me lo comí, cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, lo tiré e intenté vomitar, la sangre de Meira corría por entre mis labios y su sabor a la par de gustoso me asqueaba.
Comí de Meira durante unas semanas, hasta que un día Gunter apareció y me sacó de allí, apenas podía andar, pero en vez llevarme en brazos, me puso la correa con mi nombre y me arrastró por toda la casa hasta la habitación, cuando llegamos y me miré al espejo, tuve que girarme del asco que me daba, estaba blanca pálida, se me notaban las venas por todos lados, los labios amoratados, el pelo lacio, había adelgazado demasiado, no parecía una mujer, ni nada humano, parecía una cosa.
- ¿Qué, te ha sentado bien? ¿has aprendido la lección? - me dijo mientras reía - por cierto ¿qué tal Meira?
Se me llenaron los ojos de lágrimas, “pobre Meira” - pensé, aunque después me acordé de que yo misma me había aprovechado de su cuerpo, pero fue por una necesidad, me culpaba, y aunque sabía que no tenía la culpa no podía evitar sentirme culpable.
- Sé lo que has hecho - dijo señalándome y riéndose - lo sé .
Me levanté echa una furia y le pegué con todas mis fuerzas, pero empezó a reírse, no le había hecho nada, ni un rasguño, me cogió del puño, apretó y sentí como chascaban los dedos entre su mano, grité y me soltó:
- Estúpida - dijo - ¿qué crees? ¿qué saldrás viva de aquí? - empezó a reírse con más ganas - ni lo sueñes - y se fue cerrando la puerta desde fuera, estaba encerrada.
Los remordimientos me bloqueaban la cabeza, sólo pensaba en Meira en como era ella cuando estaba viva y a la vez pensaba en lo buena que estaba su carne muerta y en aquel sabor a sangre que me hacia la boca agua. Cuando me di cuenta en lo que pensaba, me di una bofetada y desperté.
Me dormí un rato, soñé con mi vida, con la vida que dejé fuera y a la que no volveré, entonces algo me despertó y sentí aquel olor, lo volví a sentir, casi podía saborearlo, me acerqué a la puerta, ..., no se oía nada sólo ese olor, ese olor a sangre al que me había acostumbrado, ese olor que me gustaba y sin darme cuenta empecé a pensar cosas horribles, sentía la imperiosa necesidad de comer carne humana.
- ¡Eva! - gritó alguien detrás de la puerta - ¡Eva! contesta.
- Estoy aquí, la puerta está cerrada con llave.
- Eva quiero sacarte de aquí - la voz me sonaba, pero no sabía quien era, de pronto dejó de hablar, no dijo nada más y me volví a quedar sola.