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Ángeles y Diablos III

Eran las diez menos cinco, había llegado la hora.

Me puse el vestido, los zapatos y volví a leer la nota, salí de la habitación hacia le salón, por el camino vi a Alice, pero ella ni me miró y comprendí que había que cumplir esas normas, los castigos debían ser muy duros.

En el salón ya estaba Meira y Dorothy, sentadas frente al fuego hablando, nosotras entramos, Alice cerró la puerta, nos sentamos con ellas.

- ¿Qué va a pasar ahora? - dije, pero ninguna dijo nada - Por favor decídmelo- les supliqué.

- Ahora debes hacer lo que Meira te ha dicho, deja de preguntar porque nos va a meter en un lío.

No volví a hablar, la puerta se abrió y entró un hombre:

- Seguidme - nos levantamos y fuimos detrás de él, la casa debía de ser enorme, porque los pasillos parecían habitaciones.

Bajamos unas escaleras hasta el final de un pasillo poco iluminado, se oía música de fondo y risas, parecía una fiesta. Entramos en la habitación había una mesa grandísima llena de comida, criados que iban y venían con bandejas, pero ni una sola mujer, sólo nosotras cuatro, alrededor de la mesa un montón de hombres, algunos bien vestidos otros no, parecían educados, pero nos miraban de una manera extraña, nosotras nos sentamos a comer solas en otra mesa situada al lado de la de ellos, calladas comíamos, ellos hablaban y reían, nos miraban, pero nosotras a ellos no, yo quería mirar y ver quienes eran, pero el miedo me impedía hacerlo.

Cuando la cena acabó, nos llevaron a otro salón, ellas iban agachadas con la mirada perdida, pero yo miraba a todos lados, menos a ellos, quería saber donde estaba, que había, .... todo.

- Dorothy ven - dijo uno de ellos, ella fue lentamente, él le cogió la cara y la subió, sus ojos se cruzaron - Siéntate - le dijo, ella se sentó a su lado, él la dio la vuelta dejándola a cuatro patas encima del sillón, se colocó detrás de ella y con una fusta comenzó a azotarla, pensé que sería una broma, pero cuando empezaron a aparecer surcos rojos en su gluteo y a chorrear la sangre entre sus muslos descubrí que era de verdad - Dorothy ha sido castigada ¿porqué? os preguntaréis, pues porque ha incumplido una de mis normas, sé que hay una chica nueva, tú - me señaló - deber saber que cada mujer tiene un dueño que le impone una serie de normas personales, si se incumplen él dueño debe castigarla delante de todas para que sepan que ha desobedecido.

Mi corazón latía a mil por hora, sólo pensé en escapar de allí y en la pobre Dorothy tan joven y sufriendo el castigo de un hombre que pensaba que eramos de su propiedad, Dorothy apenas parpadeó, no soltó no una lágrima, ni un quejido, ...., nada, sólo nos miraba como pidiéndonos perdón y cerraba los ojos cuando la fusta caía en su piel, pero ahí no terminó el castigo, ellos se sentaron alrededor de Dorothy, mientras la miraban con desprecio y proferían insultos, escupiéndola, tirándola cosas que encontraban por la habitación, la escena era realmente dantesca, hasta yo misma sentía su sufrimiento en mis propias carnes.

Juntaron dos sillas dejando un hueco amplio entre ambas y la hicieron ponerse encima, debía sujetarse en la parte alta de las sillas con sus manos y sus pies desnudos, mientras ellos le lanzaban cosas, debajo de la silla pusieron una especie tabla llena de pinchos, botellas rotas, clavos oxidados, ella no debía caerse bajo ningún concepto, pero perdió el equilibrio y se precipitó contra la tabla, me tapé los ojos y sólo pude oír su lamento, un grito que me desgarró por dentro, cuando volví a abrir los ojos, estaba allí literalmente clavada en la tabla y viva, sangrando por las piernas, los brazos, la espalda, el vientre, ....

- Sacadla de ahí - dijo Gunter.
Corrimos en su ayuda, tener que despegarla de la tabla, fue muy desagradable, nunca antes había visto una cosa a sí en mi vida y tuve miedo de que me hicieran lo mismo a mí. La llevamos a la habitación, la curamos las heridas, Meira tuvo que darle puntos y la dejamos descansar, pensé que todo había acabado por aquella noche, pero después tuvimos que volver al salón, el pasillo estaba lleno de sangre, la tabla aún seguía allí y podían verse trozos de carne de Dorothy pegados a ella.

- Quiero a esa - dijo un hombre señalándome - he estado con ella antes y me gusta.

Había sido él, el hombre del baño, no pude mirarle a la cara, pero la voz me sonaba, la respiración agitada y el colgante que llevaba al cuello, le reconocí, aunque no pude verle.

- Es tuya - dijo Gunter- pero antes debe pasar la prueba.

Me temí lo peor, quería llorar y no podía, Gunter me cogió de la muñeca y me llevó a la mesa, tiró todo de un manotazo y me tumbó encima.

- Tranquila, te va a gustar.

Subió mi vestido, debajo estaba desnuda, empezó a tocarme mientras decía cosas incoherentes, estaba borracho y excitado, eso sí lo pude ver, me dio miedo, aquello era descomunal, se quitó los pantalones y me hizo agacharme, sabía lo que quería, pero yo nunca antes había hecho nada parecido, me acerqué lentamente con una mueca de asco en la cara y cuando me miró dijo.

- ¿Qué pasa? ¿te da asco? ¿no te gusta lo que ves? - no pude hablar - Contesta estúpida puta - gritó.

- Es que ....

- ¿Qué? ¿vas a desobedecer? ¿quieres ver a Dorothy? - me desafió

En ese momento lo único que no quería era que me pasara lo mismo que a ella así que reuní todas las fuerzas que me quedaban, que eran pocas e hice lo que él quiso, al principio no podía creer que fuese el mismo hombre que horas antes había hecho el amor conmigo en el baño.

- Venga, más rápido - dijo, me cogió violentamente del pelo mientras tiraba rápidamente, me hacia daño, pero no me quejé, al final empezó a gemir y se corrió en mi cara, después me dio una patada y me escupió en la espalda.

Me quedé sentada en el suelo, mientras los demás me miraban, ellos reían y ellas me miraban con cara de pena, nadie pudo hacer nada por mi, después de eso me llevaron a la habitación y ellas volvieron al salón, apenas podía dormir, sólo pensaba en lo que había pasado y me asqueaba de mi misma, aunque no tenía la culpa, pero me sentía sucia.

Me levanté y fui al cuarto de baño, quería ducharme como si eso me fuese a ayudar a olvidar lo que me había pasado, para limpiar mi cuerpo, para sentirme mejor, ....

Empecé a llorar de angustia, estrellaba mis lágrimas en la toalla, no quería que nadie me oyera, no quería meter a mis compañeras en un lío, por la noche se pedía el mayor absoluto silencio.

A la mañana siguiente, Alice me despertó:

- Eva, despierta, es la hora, te toca a ti - no entendía nada - ¿aún no lo sabes?, Gunter te ha mandado llamar, anoche alguien estuvo llorando y están haciendo preguntas.

- Fui yo - le dije - lo siento, no pude controlarme.

- No importa, pero está muy enfadado, ve al salón, allí te esperan.

Otra vez aquel pasillo, me recordaba sin parar lo ocurrido la noche anterior, entré y allí estaba Gunter, sentado frente al fuego, con una copa en la mano.

- Pasa Eva y siéntate - me senté lejos de él, pero se acercó y me dijo al oído:

- Sé que anoche tú estuviste llorando en el baño - asentí - mirame - dudé un momento, pero como él me lo había pedido le miré - dime Eva ¿qué te pasaba? habla sin tapujos.

- La verdad es que sí, fui yo quien lloraba, lo pasé muy mal anoche y no pude reprimirme ¿me vas a castigar?

- No sé ...- sonrió - tal vez .... pero ahora tengo algo pensado para ti.

- ¿El qué? - y de un empujón me tiró al suelo.

-¿ Acaso piensas que tienes derecho a preguntar? contesta - gritó.

- No - bajé la cabeza.

- A mí, puedes mirarme cuando hablemos, pero no tengas tanta curiosidad por saber que te he preparado, ..., - estuvo un momento callado - desnúdate - ordenó, me le quedé mirando - sí, me has odio bien, desnúdate y rápido, no me hagas esperar.- Me quité el camisón, debajo no llevaba nada - suéltate el pelo - así lo hice - tumbate boca abajo en aquel sillón al lado del fuego, - así lo hice, llegó por detrás y me tapó los ojos, me hizo levantar el culo y me ató de manos y pies - ahora no quiero que digas nada, pase lo que pase no hagas ningún ruido.

Le oí andar por la habitación, se acercaba al sillón, iba lentamente, que ría pillarme desprevenida, sabía que iba a hacer conmigo lo que quisiera, me cogió de la cintura y susurró:

- No digas nada - y me clavó un atizador al rojo en el culo, el olor de la carne humana quemada es muy característico, jamás se me podrá olvidar, después me desató y dijo:

- Toma, ponte esto - era una bolsa con hielo - póntelo, se te pasará el dolor, pero así ahora sabrás quien es tu dueño perra.

Después fui a mi habitación, me miré en el espejo, me había marcado su nombre a fuego en la piel, se podía leer GUNTER en letras mayúsculas
Datos del Relato
  • Autor: LORELAY
  • Código: 8943
  • Fecha: 12-05-2004
  • Categoría: Varios
  • Media: 5.86
  • Votos: 29
  • Envios: 1
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