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Categoría: Incestos

6 días con mi tia, sexo hasta el lado más extremo que jamás pude imagi

Para comenzar con esta pequeña historia es bueno comentar que soy un hombre de 28 años, que no soy súper atlético, ni musculoso y fibroso, soy un hombre normal, que trabaja como ingeniero civil, regularmente practico algún deporte y admirador de las mujeres altas, que tengan caderas anchas y que posean unas buenas nalgas. Mi tía es una mujer de 38 años, muy educada, seria y físicamente bastante alta, mide más de 1.70 de estatura no muy bonita de cara, pero con unos muslos y un culazo que, desde que la vi desnuda no me lo pude quitar de la cabeza.

Cuándo niño y aún joven la veía como normalmente un sobrino ve a su tía y a sus hermanas mayores, con respeto y más que todo con ojos de buen familiar. En su juventud fue una mujer muy estudiosa y seria que culminó sus estudios de arquitectura, profesión en la que labora desde un estudio que tiene en su departamento. Mi tía desde que se casó se convirtió en una mujer reprimida. Se casó con el primero que le propuso matrimonio, un tipo mayor que ella, tachado a la antigua que no la satisface del todo y que por su mirada se le notaban las ganas de coger con verdaderas ansias, pero su esposo no se anima y mucho menos la anima a ella.

Yo vivo en un departamento para solteros en el mismo edificio en que vive mi tía con su esposo por tanto nuestra relación familiar ha sido bastante estrecha. El cambio de mirar a mi tía con ojos familiares a verla con lujuria y querer llevármela a la cama surgió en una oportunidad en que estábamos un fin de semana en una casa cerca de la playa propiedad de la familia. Fuimos todos al mar menos mi tía que se quedó diciendo que tenía que adelantar un trabajo. Regresé a buscar algunas cosas a la casa y al entrar sentí la regadera del baño. La puerta estaba sin ajustar, la empujé un poco y vi a mi tía completamente desnuda y de espalda. Quedé unos segundos hipnotizado por ese tremendo espectáculo de sus nalgonas. Mi tía estaba en lo suyo, estaba jaboneándose sus partes íntimas, jadeando en medio de griticos lujuriosos en clara demostración que estaba necesitando con urgencia que un macho le quitara la calentura.

Cerré con cuidado la puerta y salí de la casa desconcertado, pero la visión de ese gran culo que había visto me trajo a la realidad. Llegué a la playa y me transporté mentalmente a lo que me cambió de mentalidad. Pensaba; ¡Por todos los santos, que culazo y que cuerpazo tiene mi tía! Miré a un lado y vi a su esposo apoltronado, leyendo cualquier cosa. Lo miré y para mis adentros me dije; ¡Viejo huevón, en la casa está tu mujer bien arrecha, suplicando que le metan una buena verga y tu sin hacer nada! Si no la complaces tendré que ser yo quien la calme.

Desde ese momento me prometí a mí mismo no descansar hasta llevarla a la cama, hacerle de todo y culminar apropiándome de ese culo. Una tarde me encontraba en un centro comercial y la veo en compañía de su esposo caminando por uno de los pasillos. Me quedé un rato observando cómo se le movían las nalgonas cuando caminaba y me la imaginé desnuda y tirada en una cama con la popa levantada y pidiéndome que le enterrara la verga. Me acerqué a saludarlos y los tres seguimos caminado y observando vitrinas. Su esposo nos dijo que debía hacer una transacción bancaria y nos dejó solos. Seguimos caminando y mi tía se paró a mirar una vitrina de un almacén de ropa para mujer en la que un maniquí estaba vestido con lencería, Me acerqué y le dije: -¡Tú te verías muy linda vistiéndote así! volteó a mirarme y me preguntó porque yo decía eso. Le contesté que se vería muy linda por el hermoso cuerpo que tiene. Me respondió que era imposible vestirse con lencería porque su esposo no se lo permitiría, que era muy anticuado y cualquier prenda de vestir fuera de lo común le parecía escandalosa.

Continuamos caminando y le dije que me parecía increíble que a su esposo no le gustara que ella se vistiera sexi. Su respuesta me dejó pasmado cuando me dijo: -¡Es tan a la antigua que no me permite que use pantaletas estilo tanga, solo que lleve calzones tradicionales como si yo fuera una vieja! -Ella me miró y luego bajó la mirada y me comentó que su esposo la regañaba a cada instante y aún se molestaba más cuando le pedía que fuera más amoroso con ella, que la buscara más, pero él le respondía que ella era una mujer decente y no una prostituta. Aproveche la oportunidad para decirle que ella no era ni parecía una prostituta sino una mujer que necesitaba un poco más de cariño y por último le dije que me fascinaría verla vestida solo con tanga y admirar su bello cuerpo, Se sonrió un poco nerviosa y me dijo que cambiáramos la conversación porque se acercaba su esposo y no era conveniente seguir el tema delante de él. Nos sentamos a tomar un café y al rato se pararon, se despidieron de mi y al verla alejarse me recree viendo el bamboleo de sus nalgas. Ese día terminé de convencerme que mi tía estaba necesitando mucho más de lo que le estaba dando su esposo y yo podía dárselo, por lo que me ilusioné con la conversación que habíamos tenido, porque le había dicho en pocas palabras que ella me gustaba.

A partir de ese día, cada vez que nos encontrábamos en alguna reunión familiar u otro acontecimiento ella me comentaba que su esposo no hacía el menor intento por cambiar su modo de ser y sus regaños no cesaban cuando ella hacía un comentario relacionado con la madures y la modernidad de las mujeres. Una tarde ella se presentó a mi departamento sola y con signos de abatimiento y tristeza, Al abrir la puerta entró y se puso a llorar, la abracé y le pregunté porque lloraba, me dijo que estaba cansada de tantos reproches por parte de su esposo. Comencé a decirle que se calmara, que se olvidara un rato de los malos momentos y al mismo tiempo la besaba en las mejillas y luego en el cuello. La miré de frente y tenía los ojos cerrados, seguí besándola en las mejillas y luego en la boca. Ella correspondió y abrió la boca y nuestras lenguas se entrelazaron. Bajé las manos hasta sus caderas y la atraje aún más hacia mi cuerpo mientras a ella se le agitaba la respiración. Le desabotoné un poco la blusa y le besé el pecho, pero cuando pasé las manos por su espalda para abrír el broche de su ajustador se separó de mí y me dijo que lo que estábamos haciendo no estaba bien. Con voz temblorosa me dijo: - ¡Mejor me voy a mi departamento, estoy un poco desconcertada! Quiero meditar sobre lo que hicimos. ¡Esto sucedió muy rápido!  Yo me paré, la abracé y le dije: - ¡Lo que hicimos es porque ambos lo quisimos, no te voy ni a acosar ni a pedirte nada, solo estaré para ti cuando lo necesites!  

La dejé marchar porque no quería forzarla a nada, mi intención era que fuera ella quien se decidiera y sabía que estaba ya cerca de ello, además, yo no quería cogérmela una sola vez, quería muchas veces, enseñarle a chupar verga, a ponerla en todas las posiciones posibles y lo que yo más anhelaba, desvirgarle su precioso culo y para eso se necesita tener un poco de paciencia.

A partir de ese momento las relaciones fueron distintas; no frecuentaba mucho su departamento, nada de miradas insinuantes, en fin, nada que nos delatara. Solo en un par de ocasiones logramos hablar a solas y en cada una de ellas la conversación era referente a la intimidad que llevaba con su esposo y las pocas veces que él se la tiraba. Yo aprovechaba para decirle que se diera un poco de respiro, que yo no estaba interesado en que acabara con su matrimonio ni nada por el estilo, que solo quería apaciguar su agitación sexual, cosa que no hacía su esposo. Ella me dijo estar de acuerdo y quería estar conmigo, pero tenía que ser con mucho sigilo y que su esposo se ausentara de la ciudad por algún tiempo, porque no quería acostarse conmigo en la tarde y luego darle un beso de bienvenida a su esposo en la noche. Dos semanas después vino el gran día, su esposo fue llamado a otra ciudad para dictar unas conferencias por espacio de una semana.

Lo que estábamos esperando, una semana completa solo para nosotros. Salió de viaje en la mañana y en la tarde mi tía estaba en mi departamento. Tocó a la puerta, le abrí, dijo hola y fue directo a mi recamara. La abracé y recosté a la pared llenándola de besos. Suavemente le quité la blusa y brotaron sus paraditas tetas, no llevaba sostenes. Me incliné un poco y se las chupé una a una. Luego de extasiarme con ese par de manjares, corrí la cremallera de su falda, la bajé y tampoco llevaba pantaletas. Definitivamente había venido dispuesta a entregárseme. Ella con la voz recortada me decía que lo que le estábamos a punto de hacer no debía saberlo nadie, lo decía sin ningún convencimiento porque por el modo entrecortado que lo decía la denunciaban que lo que quería era que la llevara a la cama y la hiciera gozar como nunca lo había hecho su esposo. La llevé a la cama y me quité toda la ropa, Ella me vio y cerró los ojos. Me acosté al lado y le dije que algunas cosas que le haría no se la habían hecho antes, pero bajo ninguna circunstancia le haría daño, solo que la llevaría a extrema arrechera y gozaría del verdadero sexo que ella estaba necesitando. Comencé a besarle y chuparle nuevamente las tetas, bajé una mano por su vientre hasta que llegué a su monte tupido de pelos, metí la mano en ese bosquecito y comencé a pasarle la mano suavemente Bajé la cabeza y comencé besándole los muslos, le abrí bien las piernas y metí la boca en su coño. Con mi lengua recorrí todo el entorno peludo y luego me metí completamente en la boca su clítoris...

Mi tía rotaba su cintura contra mi lengua y gimiendo casi que hasta las lágrimas me pedía que no parara, que le hiciera lo que quisiera. Ya estaba entregada por completo, lo que aproveché para iniciar el proceso para llegar a desflorarle el culo. Le llevé las piernas a la altura del pecho y sus caderas se elevaron un poco, bajé la cabeza y le separé las nalgas hasta que apareció el ojete deseado. Le pasé la punta de la lengua y ella se frunció, levanté la cabeza y le dije que estuviera tranquila, que solo lo había hecho para que se arrechara más. Volví nuevamente a su coño y le metí la lengua lo más adentro que pude. Ella se revolcaba y movía las caderas al mismo ritmo que yo la llenaba de lengüetazos tanto en la chocha como en el ano. Estaba en un estado total de entrega y tomándome por la cabeza, me miró fuera de sí y me suplicó; ¡Ya no aguanto más, ya quiero que me penetres! Sonreí un poco por su ingenua manera de pedírmelo, me levanté para que viera que era lo que le iba a meter y le dije; ¡No sabes cuánto he esperado este momento, te la voy a enterrar toda y te voy a quitar esa arrechera que tienes hace rato! Me arrodillé con la verga bien parada y me preparé para hacer mío lo que siempre anhelé. Con mi lamida a su coño este había quedado con el camino despejado, así que después de pasarle la punta varias veces, empujé y se la metí un poco.

Ella se retorció un poco y me dijo: - ¡Despacio, métemela despacio que la tienes un poco grande! Le dije; ¡No la tengo muy grande, eres caderona y culona pero la chocha la tienes estrecha por falta de uso! Comencé a metérsela y sacársela y en cada metida entraba un poco más mientras ella se mordía el labio inferior en clara muestra de que le estaba entrando con alguna dificultad. Ella tenía sus muslos pegados a mi cuerpo y me dejaba poco espacio de maniobra, por lo que me separé un poco, le tomé las piernas a nivel de las rodillas y le abrí completamente el compas para que mi verga le entrara con menos dificultad. Empujé poco a poco hasta que le entró toda. Puse los codos a los lados para no caer pesadamente sobre su cuerpo, la miré a los ojos y le dije: - ¡Ya te entró hasta el fondo. Esto es lo que necesitabas, un buen polvo, te la estoy enterrando hasta el fondo como nunca te la ha metido ni te la meterá nunca tu esposo. ¡Ahora quiero que me muestres lo arrecha que eres acompañándome cuando empiece a sacártela y metértela!

Comencé a metérsela hasta el fondo, sacarla un poco y luego con furia arremeterla. Ella comenzó a gemir y moverse cuando sentía que le entraba, afianzó los talones al colchón y levantando las caderas empujaba para que le entrara toda. Atrajo mi cuerpo, me abrazó y sin ningún freno me decía: - ¡Así, papito, así, quítame esta calentura que tengo, meteme esa cosota que tienes y no me la saques nunca! - Sentí que su chocha se había expandido porque ya mi verga entraba y salía con facilidad. Fueron pocos instantes de esa locura porque no aguanté y exploté dentro de ella con bramidos de ambas partes. Le seguí dando hasta que quedé flácido. Me acosté a un lado a descansar mientras ella corría al baño para asearse. Volvió, nos despedimos con un beso y me dijo que mejor lo dejáramos por el día de hoy, pues su esposo llamaría y quería estar tranquila para responderle cualquier pregunta. Los dos siguientes días yo salía a trabajar y al volver, mi tía subía a mi departamento y nos entregábamos a culear como locos. Ya ella no se mostraba nada nerviosa, por el contrario ya usaba palabras fuertes, me chupaba la verga, me dejaba que le acariciara el ojete del culo, que la colocara en posturas y solo me pedía que le diera verga lo que más pudiera, porque tenía que aprovechar la ausencia de su esposo.

Al tercer día llegó a mi departamento muy agitada y tan pronto me vio se abalanzó y me pidió que la llevara inmediatamente a la cama, que había pasado una noche muy arrecha y que le hiciera lo que yo quisiera. La llevé a la alcoba, le dije que se desnudara y sentara en el borde, me quité toda la ropa, le presenté mi verga a su boca y le pedí que me la chupara. Abrió la boca y se la metió hasta la mitad, comenzó a chupármela de una manera desesperada y tuve que contenerla y decirle que se calmara, que lo hiciera suave. Después de una buena mamada se la sacó de la boca y me dijo que estaba muy arrecha y necesitaba con urgencia que se la metiera. Le dije que esta vez la que iba a llevar la iniciativa era ella. Me acosté boca arriba en el centro de la cama y le dije que se sentara en mi verga. Se colocó en cuclillas, agarró mi verga y la dejó en la puerta de su chocha.

Fue bajando lentamente dando largos suspiros hasta que quedó completamente incrustada, luego comenzó a subir y bajar desordenadamente y fuera de sí.

Se dejó caer sobre mi pecho, me miró y me dijo:

¡No acabes rápido, quiero sentirla dentro mucho tiempo, estoy muy arrecha y quiero tu verga todo el día! La apreté por las caderas y le respondí que si seguía con esos ímpetus no iba a aguantar mucho tiempo, que se calmara, que se la metiera hasta el fondo, que se la restregara únicamente con movimientos de cadera en vez de sacársela y metérsela. La agarré por las nalgas y comencé a enseñarla a girar solamente las caderas. Al ver que había tomado el ritmo le solté las nalgas y quedó sola haciendo el trabajo. Al rato me incorporé y quedamos sentados, ella se arqueó hacia atrás, me incliné y comencé a chuparle las tetas al mismo tiempo que la agarraba firmemente por las nalgas para sacársela un poco y metérsela con un poco de dureza. Ella balbuceaba en medio de su arrechera: ¡Nunca imaginé que me fueras a dar tanta verga como me estás dando! ¡Y la que falta por darte, porque todos estos días te la voy a enterrar en todas las posiciones y por todos tus huequitos! Se la saqué y en medio de sus protestas tomé un tarro de vaselina y una cánula en forma de cono y especial para dilatar el ano y le dije que fuéramos a la sala para seguir culeando. Me senté en el borde del sofá con la verga bien parada y le dije que se pusiera de espaldas, separara las piernas, reposara el cuerpo sobre una mesa baja, retrocediera y se la metiera. Me obedeció, se inclinó y poco a poco se fue enterrando ella sola todo mi tolete. La agarré por las nalgas y la fui subiendo y bajando y el espectáculo no pudo ser mejor para mi vista: con sus nalgonas bien abiertas y ver mi verga perdiéndose entre esa maraña de pelos cada vez que ella bajaba. Ella gemía y se movía entrando y saliendo, yo tomé el tarro de la vaselina, unté una buena cantidad en mi dedo del medio y lo pasé suavemente por su ojete anal. Se frunció un poco pero se fue relajando y dedicarse más en entretenerse con sacarse y meterse mi verga. Le metí el dedo y no protestó, lo saqué y metí varias veces y ella se revolcaba y gemía diciéndome que no parara, que lo que le estaba haciendo la estaba haciendo ver estrellas. Aproveché para sacar el dedo y meterle la cánula bien lubricada, la sacaba, nuevamente se la metía más adentro y a medida que avanzaba su ojete se dilataba y agrandaba.

Ella, arreció sus acometidas a mi tronco y luego se quedó quieta en clara señal de que había tenido un orgasmo. Volteo a mirarme y por encima del hombro me dijo: ¡Nunca había sentido tanto placer, eso que metiste en mi culito acabó por encenderme más!, Aproveche para preguntarle si le había gustado y me respondió que sí, pero que sentía cansancio en las piernas por la posición parada en que yo la había puesto.

Le dije que yo no había acabado, que fuéramos a la cama y yo la pondría en una postura donde estuviera más cómoda. Le saqué la verga pero no la cánula, la llevé a la cama y le dije que se acostara boca abajo y abriera las piernas. Me coloqué de rodillas detrás, la tomé por las caderas y le fui levantando el culo hasta que quedó en cuatro patas que era lo que yo quería. Le abrí las nalgas y la cánula la tenía metida hasta el tope, se la saqué y metí varias veces al mismo tiempo que le metía la verga por la chocha. Ambos huecos estaban lubricados y a mi disposición así que resolví desvirgar ese culazo que me había gustado desde la tarde que la ví desnuda en el baño. Le saqué la cánula, ella volteó a mirarme y me preguntó porque la sacaba, que estaba muy a gusto con sus dos huecos ocupados. Le dije que ya la cánula había hecho su trabajo, que le había lubricado y ensanchado el ano para que mi verga entrara fácilmente. Me miró y con resolución me dijo: ¡Eso es lo que has querido hacer desde la primera vez que me clavaste y yo con gusto me lo dejaré hacer!

Se acomodó, posó la cabeza en la cama y su culo quedó expuesto para que yo lo violara. El ojete estaba totalmente libre lo que me facilitó la tarea pues no tuve que usar las manos para separarle las nalgas, simplemente agarré mi tolete y lo enfilé al hueco. Lo pasé un par de veces para abrir el camino, empujé y le entró la cabeza. Ella lanzó un leve quejido y me pidió que fuera despacio; le pregunté si le había dolido y me dijo que un poco, le dije que no se asustara que eso era porque nunca se lo habían hecho. Me unté un poco de vaselina en lo que no había entrado, le abrí de par en par las nalgas y comencé a enterrársela suavemente, la sacaba un centímetro y al meterla le entraban dos hasta que me dijo que le estaba doliendo. Se la había metido un poco más de la mitad y comprendí que si trataba de metérsela más adentro le podía ocasionar un daño. Con lo que le había metido yo estaba más que contento, tenía a ese cuerpazo de mi tía en cuatro patas, con sus nalgonas bien abiertas y mi verga entrando y saliendo a mi antojo del hoyito que estaba desvirgando. Mi tía emitía pequeños gemidos cada vez que se la metía, algunas veces se acomodaba y reculaba un poco para que yo pudiera ensartarla mejor. Después de varias arremetidas me vacié totalmente dentro, no fui muy brusco ni muy suave, solamente deje que mi verga se regodeara con el culazo más espectacular que yo haya visto.

Los tres siguientes días me pidió y le di verga por todos los lados, la llevé caminando por todo el apartamento en cuatro patas enganchándola por el culo. Fueron seis días de locura y sexo, que fueron únicamente interrumpidas en una oportunidad en que me la estaba chupando y nos interrumpió una llamada de su esposo por el celular. Cuando terminó el sexto día, mi tía, después de habérmela chupado, metérsela por la chocha y rematado enterrándosela por el culo en un solo polvo, fue al baño, se aseó, se vistió me dio un beso y me dijo: ¡He pasado la semana más intensa de mi vida, le diste a mi chocha lo que deseaba hace mucho tiempo, me enseñaste a chupar verga y me desvirgaste el culo Lamentablemente mañana viene mi esposo y no hay nada que hacer, no puedo seguir culeando contigo como lo he hecho porque no quiero terminar mi matrimonio!

Yo me paré, la besé en la mejilla y le dije: ¡Aquí estaré cada vez que me necesites!

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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