Aquella noche ella imaginó 7 botones en su camisa...
Le picó la curiosidad , y a varios hombres preguntó:
¿cuantos botones tiene tu camisa?
Sorprendidos contestaron:
“Nunca los conté... ¿5?, ¿6?”
Él, sin dudarlo le dijo:
“7”, y ella al leer el mensaje en su móvil... Sonrío.
Cuando el caprichoso destino deseó que se volviesen a encontrar, él como siempre llevaba puesta una camisa. Esta vez de un tono entre azul y gris, especialmente suave y sensual.
Ella deseó tanto volver a dibujar lunas en sus botones, que recordando aquella noche de tanto deseo, deshojó los 7 botones con la misma magia, que aquella especial noche sintió.
Y... Ahí Estaba... El Octavo Botón., libre, sin ojal, cosido con un hilo de distinto color...
“Naranja”... Ella se asombró. Parecía que dos ojos lunares, hechiceros la mirasen, presintiendo que iban a sentir algo único para un recién llegado, botón.
Miró a su amante, y él leyendo su turbado pensamiento, con cariño le dijo:
“Aquí lo tienes, el octavo botón... Tu luna llena que cosí para ti”.
La conexión que les unió en ese momento, nunca podrán olvidar, sellando las miradas ese pacto, llenas de mutua admiración.
Ella recorrió de nuevo su torso con sus manos, su boca, su lengua y con todo su amor, llegando a la boca del que esta noche sintió su hombre, cuyos labios se entreabrían para recibir, ese impresionante mensaje lleno de luna llena, de magia, de sorpresa, de cariño, de ternura y de ese desmesurado deseo que ella sentía a rabiar por él.
El le acariciaba el pelo, hundía su lengua en su boca, bailando con la suya, respondiendo a cada uno de sus ardientes mensajes, que en su boca, acababa de recibir, para sentir que ella poco a poco retrocedía besando la linea desde su barbilla hasta ese Octavo botón... Al que le hizo el amor.
Lo lamió despacio, lo rodeó con su lengua, lo presionó entre sus labios, lo soltó, aflojándole cada vez más el fino hilo que lo sujetaba a la tela.
Lo volvió a coger entre sus dientes mientras que a la par, liberaba el sexo de su amante de su prisión, abriéndole el botón del pantalón, que... Suspiró.
Su sexo surgió de golpe, rozando su cara que acercó para admirar su intensa excitación, dejándole una huella húmeda, transparente en la mejilla, que brillaba bajo la luz de esa vela, que solo encendía cuando le amaba a él.
Ella mirándolo y aguantando al máximo el deseo de su boca por raptarlo, y robárselo a su hechizada mirada.
Pero no se dejó tentar... Aún. Recorrió con sus manos los rizos de su pubis, jugando con ellos, enrollándolos entre sus dedos, soltándolos y volviéndolos a atrapar, bajando sus dedos en busca de sus ingles, su entrepierna hasta sus rodillas, mirando ahora el Octavo botón, que la miraba atónito al nunca haber presenciado semejante pasión.
Los botones de su blusa, excitados, hablaban a la vez, peleándose por describir sus más ardientes deseos, pero llegando todos a la misma conclusión:
“Esta vez... La luna ha decidido nacer y morir en ese Octavo botón”
“Esta noche, sin desabrochar, del revés nos veremos, añorando aquella vez que él nos deshojó uno a uno de nuestro ojal”
Ella no cabía en sí, su sexo ya era un río. Se acercó al Octavo botón, le miró por última vez, lo atrapó con su boca Y... Con sus dientes...Ttiró bruscamente de él, hundiendo a su vez una mano atrapando los testículos de su amante que gimió...
Sintiendo el botón suelto en su boca, duro... Lo acarició con su lengua apretándolo contra el paladar y esta vez, se acercó a ese sexo que como el suyo ya no podía más de tanta excitación y poco a poco lo absorbió envolviéndolo con el botón, paseándoselo desde la punta del glande a lo largo del frenillo, recorriendo después todo el sexo de su amante con él, presionándolo en su punta, rodeándolo de furiosa pasión...
Su amante se sentó de golpe y cumpliendo el presentimiento que tuvieron los botones de la blusa de esa mujer que le hacía enloquecer, cogió el bajo de la camisa a cada lado de sus caderas... Y tiró violentamente, sin reparos hacia arriba, levantando ella los brazos, dejándose hacer...
Le quitó la camisa que arrojó al suelo, vuelta del revés, para luego tumbarla en la cama, levantarle la falda hasta la cintura, arrancarle más que quitarle la fina tela que cubría su sexo empapado, así como el sujetador, se despojó urgentemente del resto de su ropa y acercó su sexo impresionantemente erecto, a sus pechos, rozando con su glande los pezones duros y erguidos, llenándolos de ese primer líquido tibio del gozo que se asomaba, lubricándolos a su paso, excitándolos a erguirse más, lamiéndolos su sexo, metiéndose entre ellos, apretando al juntarlos, con sus manos agudizando así, su intenso sentir, al frotar su sexo que ya no podía estar más erecto, aprisionado entre ellos, deslizándolo de arriba a abajo, hundido en la cueva de esos senos cuyos pezones pellizcaba ahora, a la par.
Ella gemía sintiendo sus muslos empapados y pronunció largamente:
“Oooohhhhh”
Él alcanzó su boca, la calló con uno de los besos más furiosos que jamás le dió.
Se deslizó hacia abajo, se puso de pie, y cogiéndola de los tobillos tiró de ella de golpe hasta ver sus nalgas al borde de la cama.
Le abrió salvajemente los muslos y la penetró loco de pasión, sin sorprenderse, por sentirla tanto, hundirse en una lava ardiente que atrapó su sexo a la vez que agarraba con sus manos las nalgas de ella, atrayéndola más contra él, arrancándole un largo gemido, al que él siguió.
Reventando ya el deseo hicieron, esa noche, el amor envueltos en una de esas magias que rara vez acude, pero que cuando lo hace queda grabada en tu corazón.
Sus gozos se unieron, sus gemidos se envolvieron...... Nunca se amaron así....
Cuando le sintió ya sobre su cuerpo lleno de sudor, volvió a pasear el Octavo botón por su boca, que hoy al releer esta huella , que aquella divina noche él dejó en su cuerpo grabada.... Aprieta entre sus dedos creyendo aún oír:
“Aquí lo tienes, el Octavo botón... Tu luna llena que cosí para tí”
ARACNE